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El juego imposible de Otegi como 'hombre de paz' y las tensiones en el mundo proetarra
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El juego imposible de Otegi como 'hombre de paz' y las tensiones en el mundo proetarra

EH Bildu fracasa en su equilibrio entre la vía institucional y mantener la hegemonía en la izquierda 'abertzale' frente a un sector disidente que le disputa la bandera de los presos de ETA

Foto: El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi. (EFE/Javier Etxezarreta)
El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi. (EFE/Javier Etxezarreta)
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En la izquierda abertzale, conviven mal avenidas dos almas desde hace más de una década, una radical y la otra más radical todavía. La primera es la que representa EH Bildu y la segunda es un magma de plataformas antisistema que ven como una traición el regreso a las instituciones emprendido por Arnaldo Otegi y los herederos de la vieja Batasuna. Ambas buscan blanquear el legado de terror de ETA y capitalizar la causa de sus presos, pero discrepan en los métodos y los tiempos. Sortu, el partido nodriza de EH Bildu, insiste en el imposible equilibrio de presentarse como partido homologable y al mismo tiempo mantener la hegemonía en todo el mundo proetarra. La polémica de las listas electorales del 28-M es una muestra más de su nula voluntad de soltar amarras con su pasado criminal.

EH Bildu ha renovado sus vínculos con ETA al incluir en sus candidaturas a 44 condenados por terrorismo, siete de ellos con delitos de sangre. El malestar social generado ha marcado los primeros días de campaña. La formación abertzale ha tratado de mitigar la polémica y los condenados por asesinato han anunciado que renunciarán a sus actas de concejales en caso de ganarlas en las urnas. Pero siguen quedando otros 37 con condenas firmes. La paradoja a la que se enfrentaba el partido es que si hubiese optado por retirarlos a todos, entraría en conflicto con el futuro de su máximo líder. Arnaldo Otegi aspira a presentarse a lehendakari el año que viene en los comicios autonómicos y también fue condenado por pertenecer a la banda terrorista.

Foto: El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi. (EFE/Javier Etxezarreta)

En su rueda de prensa de este martes, Otegi ha comparecido junto a Arkaitz Rodríguez, secretario general de Sortu y condenado también por integración en ETA. Al lado de ambos estaba la diputada navarra Bakartxo Ruiz Jaso, hermana del etarra Zigor Ruiz Jaso, quien también pasó por la cárcel tras ser detenido en Reino Unido. David Pla Martín, el último jefe máximo de ETA antes de su disolución, es el responsable del área de orientación estratégica de Sortu. La lista de vínculos con la organización criminal es larga.

Han sido varios los intentos de suavizar el perfil político de Otegi al presentarle como un hombre de paz y artífice del fin de la violencia. “Arnaldo Otegi ha hecho un discurso por la paz, por abrir una etapa política distinta en Euskadi", dijo de él el expresidente Zapatero. Pero cualquier intento acaba desmentido por la propia naturaleza de una formación que, por ejemplo, mandó un "abrazo" público por Twitter a Josu Ternera el día que el histórico dirigente de ETA salió en libertad provisional en Francia. La Justicia española le reclama desde hace dos décadas para que declare por el atentado en la casa cuartel de Zaragoza en la que los terroristas mataron a once personas, entre ellas a cinco niñas.

"Arnaldo Otegi ha hecho un discurso por la paz, por abrir una etapa política distinta en Euskadi"

En cuanto a sus tensiones internas de la izquierda abertzale, el último episodio se vivió hace solo unas semanas, en plena precampaña. Un preso de ETA llamado Garikoitz Etxeberria se declaró en huelga de hambre en la prisión alavesa de Zaballa porque no quería compartir celda con otro recluso. Apenas trascendió a la opinión pública, pero supuso el primer conato de crisis desde que el Gobierno central transfirió las competencias penitenciarias al País Vasco. Otros siete internos de la banda apoyaron su protesta: Jon Kepa Preciado, Orkatz Gallastegi, Mikel San Sebastián, Aitor Cotano, Dani Pastor, Jesús Mari Etxebarria y Patxi Ruiz. Todos ellos forman parte del sector más radical, también presente en las cárceles. No se sumó ninguno más de los 189 reclusos de la organización agrupados ahora entre el País Vasco, Navarra y Francia.

El pulso era con la administración del PNV, pero también con EH Bildu. Este tipo de disputas en las cárceles ha servido otras veces para medir la brecha en el históricamente unido frente de presos. La mayoría de ellos, aglutinado en torno al colectivo oficial del EPPK (Euskal Preso Politikoen Kolektiboa), secundó la apuesta de la izquierda abertzale institucional, pero no sin tensiones internas. En los primeros meses de 2010, las resistencias de una ETA todavía en activo llevaron al colectivo a amagar incluso con la expulsión de Arnaldo Otegi, entonces preso por el caso Bateragune que le costó seis años de prisión por pertenecer a la organización.

El actual líder de Bildu defendió una ponencia llamada Zutik Euskal Herria (Euskal Herria en pie). Apostaba por el fin de los atentados en favor de las vías exclusivamente políticas. No era el resultado de un examen moral de su pasado —su revisión crítica de la violencia siempre se ha quedado a medio camino—, sino la búsqueda de su propia supervivencia ante la ilegalización de Batasuna y los sucesivos golpes policiales. ETA ya no era una herramienta eficaz para doblegar al Estado. En esos momentos, la banda insistía en seguir matando y sus presos acusaron a Otegi de disidente y de crear mal ambiente. La misma disputa se extendió fuera de las cárceles en todos los estratos del llamado MLNV (Movimiento de Liberación Nacional Vasco). Las dos ponencias se discutieron en asambleas de todos los municipios.

Los golpes policiales acentuaron aún más la debilidad de ETA, que terminó por ceder la iniciativa a su rama política por primera vez en sus más de 50 años de historia y tras 800 asesinatos. Años después, el EPPK se sumó también a esa inercia y Sortu dio cobijo a asesinos sanguinarios como José Antonio López Ruiz, Kubati. Pero el cambio de estrategia no convenció a todos de forma unánime como demuestran las conversaciones en prisión de otros pesos pesados como Javier García Gaztelu, Txapote, condenado por los asesinatos de Gregorio Ordóñez y Miguel Ángel Blanco, junto a su pareja, Irantzu Gallastegui.

"Nosotros ya no sentimos a Sortu. Euskal Herria necesita la antigua generación"

Según la transcripción a la que tuvo acceso El Confidencial, ambos charlaban en 2019 con una visita en la cárcel cuando Gallastegui manifestó su desconfianza hacia lo que representa Arnaldo Otegi y su partido: “Mira, nosotros ya no sentimos a Sortu. Euskal Herria necesita la antigua generación, eso es lo que hace falta”. En la misma sintonía se mostró Txapote: “Si quieres revolución, debes pagar la factura”. Más recientemente, en la primavera de 2020, otra huelga de hambre iniciada por el preso Patxi Ruiz —uno de los disidentes— provocó la última oleada de kale borroka en el País Vasco y un cruce de comunicados entre ambos sectores con acusaciones de traición.

En aquellas fechas, Bildu había firmado un acuerdo con el Gobierno de Pedro Sánchez para derogar la reforma laboral y el partido de referencia abertzale rechazó ese rebrote de la violencia callejera. Los sectores críticos censuraron entonces públicamente la falta de apoyo: “Sortu nos pide responsabilidad para tapar sus miserias. Hay que respetar la voluntad de Patxi, que ha dejado claro que las actitudes políticas de EH Bildu y Sortu no tienen su beneplácito”. En sus conversaciones en la cárcel, Patxi Ruiz también compartía con sus visitas los recelos a la actual deriva política abertzale: “Sortu lo que pretende con esos pasos es invisibilizar la disidencia, invisibilizando al preso”.

Foto: El coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi. (EFE/Javier Etxezarreta)

No es común que la izquierda abertzale oficial exteriorice sus diferencias y es por eso que la mayoría de guiños los hace de puertas para dentro. Una de las declaraciones más polémicas en lo que tiene que ver con las relación entre Bildu y el Gobierno fueron las que protagonizó Otegi cuando dijo que votaría los presupuestos del Ejecutivo si eso significaba sacar a todos los presos de ETA. Esa confesión, en octubre de 2021, la hizo en un acto interno ante las juventudes de su formación y en euskera. Solo unos días antes, el mismo Otegi había mostrado la cara contraria con una comparecencia solemne ante las cámaras por los diez años sin atentados en la que esbozó algo parecido a una disculpa hacia las víctimas de ETA. Su declaración de intenciones ante los suyos sobre los presos jamás habría trascendido de no ser porque las captó un periodista de El Correo y las publicó.

Lo mismo ha sucedido con la polémica por las listas electorales de EH Bildu para el 28-M. La opinión pública y la clase política no habrían centrado sus discursos en torno a esta cuestión de no ser por el trabajo del Colectivo de Víctimas de ETA del País Vasco (Covite), que analizó nombre a nombre las candidaturas y denunció los hechos por medio de un comunicado. No es nuevo que Bildu incluya a personas con vinculación a ETA, el propio Otegi fue condenado por ello. Según los datos recabados por la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), son cerca de un centenar los precedentes, pero la misma asociación detecta un incremento significativo respecto a los últimos comicios. De los 18 nombres con condenas en las elecciones locales de 2019 han pasado a 44 y siete de ellos con delitos de sangre.

Foto: El líder de EH Bildu, Arnaldo Otegi. (EFE/Javier Etxezarreta) Opinión

EH Bildu tiene una cara pública en la que defiende una versión institucional de pactos en Madrid, pero por debajo del radar Sortu no rompe el cordón umbilical que le une a su pasado. Entre los 44 etarras detectados por Covite no hay presos del sector disidente, son todos de la órbita del EPPK y Sortu. Un ejemplo es Sara Majarenas, candidata por Astigarraga (Guipúzcoa). Formó parte del comando Levante, que tenía entre sus objetivos atentar contra la líder del PP valenciano Rita Barberá.

Condenada a 13 años y diez meses de prisión, Sara Majarenas fue excarcelada en 2017 por un problema familiar, pero para ello firmó un texto en el que ponía distancia con la banda un año antes de su disolución definitiva. Según el auto judicial de la Audiencia Nacional, “reconocía el daño causado, la voluntad de desvinculación de ETA reafirmando que su única prioridad y objetivo es el cuidado de su hija". Las víctimas rechazan por lo general la fórmula del reconocimiento del daño causado porque, según alegan, ya saben que sufrieron daño y no necesitan que se lo reconozcan. Lo que piden es escuchar de los terroristas que ese daño causado fue injusto.

La pelea con el sector disidente

El sector disidente tiene sus propios órganos de expresión como el medio de comunicación Ahotsa.info o LaHaine donde se publican los comunicados tanto individuales como colectivos en los que fijan posición. Por ese canal calificaron de “bochornoso espectáculo de circo en torno a la política penitenciaria de pacificación y reconciliación el anuncio de la izquierda abertzale institucional de poner fin a los homenajes de etarras cuando salen de prisión. De hecho, este sector crítico con Otegi continuó convocando los llamados ongi etorri ajenos a la línea oficial impuesta por el EPPK.

Foto: Carteles aparecidos en San Sebastián firmados por las organizaciones políticas juveniles que protagonizaron la pelea en la 'herriko'. (EFE/Javier Etxezarreta)

Desde la izquierda abertzale oficial siempre han restado importancia a su escisión crítica. Alegan que es una minoría con escasa representación. Pero es el mismo discurso que llevan manteniendo más de una década y la metástasis no ha hecho más que ganar espacios de poder en las diferentes esferas de influencia abertzale, especialmente entre los jóvenes. La pelea es en todos los frentes, en la calle, en los colectivos estudiantiles y hasta en las gradas de animación de los estadios vascos y navarros donde se ubican los hinchas más ruidosos. La lista de plataformas es amplia y va más allá de la mera nostalgia del pasado terrorista, es una enmienda a la totalidad de la institucionalidad de partido clásico que a su juicio encarna EH Bildu.

La marca más relevante es el llamado Movimiento Pro Amnistía. Su nombre es una declaración de intenciones del discurso de máximos que enarbolan. En pleno 2023, su solución para los presos de ETA es que el Gobierno acepte una amnistía directa que de la noche a la mañana saque a todos los terroristas a la calle. A la estela de este movimiento, las fuerzas de seguridad tienen detectados un carrusel de nombres que dan forma a esta ala dura abertzale: Jazarpenari bidea Itxi (contra los abusos policiales), Gazte Kordinadora Sozialista (juventudes) o Langile Autodefentsa Sarea (mundo sindical)... Hoy nadie defiende una vuelta a las armas, pero nacen con la vocación de disputar el liderazgo a Sortu, Bildu, sus juventudes de Ernai o el propio sindicato de referencia LAB. Y la convivencia no es precisamente pacífica.

Foto: Uno de los fondos del estadio de Anoeta antes de un derbi contra el Athletic. (EFE/Javier Etxezarreta)

Lo que empezó con pequeños encontronazos por colocar sus propios carteles en las calles se fue recrudeciendo con una pugna que es barrio por barrio y municipio por municipio. Eso incluye el control de las txoznas en los pueblos durante las fiestas patronales veraniegas o los gaztetxes, los locales de ocio donde acuden los jóvenes. El verano pasado, representantes de las dos almas de la izquierda abertzale se enfrentaron a puñetazos y patadas en la puerta de la herriko taberna de San Sebastián, ubicada en la calle Juan de Bilbao, en la parte vieja de la ciudad donostiarra. Esta disputa por no ceder terreno ni presencia en las calles provocó el verano pasado un incremento de homenajes callejeros a miembros de ETA.

En el incompatible equilibrio de los herederos de ETA hay también un trasfondo político. EH Bildu aspira a la conquista de un electorado de izquierdas seducido por las banderas sociales en contrapeso al nacionalismo conservador que encarna el hegemónico PNV. Pero al mismo tiempo, no quiere dejarse nada de su electorado tradicional. Eso les proporciona un suelo fértil, pero también un efecto disuasorio para potenciales votantes ajenos al mundo proetarra. Otegi es uno de los líderes más longevos a nivel nacional y representa una vieja guardia de la política que en su caso arrastra la experiencia de haber sido la cara visible del brazo político de ETA cuando la banda mataba.

En la izquierda abertzale, conviven mal avenidas dos almas desde hace más de una década, una radical y la otra más radical todavía. La primera es la que representa EH Bildu y la segunda es un magma de plataformas antisistema que ven como una traición el regreso a las instituciones emprendido por Arnaldo Otegi y los herederos de la vieja Batasuna. Ambas buscan blanquear el legado de terror de ETA y capitalizar la causa de sus presos, pero discrepan en los métodos y los tiempos. Sortu, el partido nodriza de EH Bildu, insiste en el imposible equilibrio de presentarse como partido homologable y al mismo tiempo mantener la hegemonía en todo el mundo proetarra. La polémica de las listas electorales del 28-M es una muestra más de su nula voluntad de soltar amarras con su pasado criminal.

Arnaldo Otegi
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