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El círculo íntimo de Puigdemont se rompe: uno de sus puntales rechaza la amnistía
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Perfil extremista y radical

El círculo íntimo de Puigdemont se rompe: uno de sus puntales rechaza la amnistía

Josep Costa envía un duro alegato al 'expresident' fugado exigiendo que no negocie nada con Madrid: "La amnistía abarata el trabajo de mucha gente (...) No en mi nombre"

Foto: El exmiembro de la Mesa de la Cámara catalana Josep Costa. (EFE/Pool/Quique García)
El exmiembro de la Mesa de la Cámara catalana Josep Costa. (EFE/Pool/Quique García)

El círculo más cercano al fugado Carles Puigdemont se resquebraja. La culpa la tiene la amnistía, porque una parte de los independentistas más extremistas que le han dado apoyo hasta ahora, y le han defendido a capa y espada, huye ahora de él porque considera que pedir y aceptar esta medida es una traición. El último en abandonar el barco es Josep Costa, que había sido vicepresidente del Parlament y ahora clama contra las teorías de su jefe.

Costa es una de las figuras emergentes que ahora promociona la Asamblea Nacional Catalana (ANC) como ejemplo purista del independentismo a seguir. Purista y radical. Es partidario de negociar directamente la independencia o de aplicarla por las bravas. Apuesta por la unilateralidad sin ambages y solo admite que se pueda discutir la implementación del referéndum ilegal el 1 de octubre de 2017 y el levantamiento de la declaración unilateral de independencia (DUI).

Foto: Pedro Sánchez besa a Carles Puigdemont en un grafiti de Barcelona. (Reuters/Albert Gea)

Las teorías de Costa se han escorado tanto al extremismo, que también coinciden en la mayoría de sus parámetros con los postulados de grupúsculos ultra que comienzan a abundar por la galaxia independentista. Las peticiones de rechazo de la amnistía o de cualquier negociación coinciden con peticiones similares de los activistas más extremistas, personajes que no hace mucho eran cercanos a Puigdemont. La espantada de Costa se produjo este domingo 24 de septiembre, un día antes de que 31 miembros del Consell de la República enviasen una carta al expresident exigiendo explicaciones por haber suprimido la Asamblea de Representantes (el parlamento paralelo del fugado), que debía supervisar las negociaciones con Madrid.

Costa defiende que “si la amnistía anula estas causas [las judiciales], lo consideraré un menosprecio al trabajo político y jurídico que he hecho todos estos años”. Echa mano de su situación personal para justificar su crítica: “He sido espiado con Pegasus y no quiero que se amnistíe a los espías ni a sus jefes del Gobierno socialista. Quiero que los condenen los tribunales internacionales. He sido detenido ilegalmente y no quiero que se amnistíe a la magistrada que cometió el delito, sino que sea juzgada y condenada. He sido acusado en un juicio que es un grave ataque a la inviolabilidad del Parlament, que ya ha dado lugar a cuatro causas en el Tribunal de Estrasburgo. Espero poder ver las respectivas condenas contra España y eventualmente querellarme contra los magistrados del Tribunal Superior de Justicia. He sido agredido por un mosso, que falsificó un atestado para defenderse y encausarme a mí, y lo quiero ver sentado en el banquillo para que pague por lo que ha hecho”.

Foto: El presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, en la misión de España ante la ONU. (EFE/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)

El antiguo alto cargo es muy claro en sus postulados: “No quiero ninguna amnistía para mí porque no he cometido ningún delito, ni para los que me han perseguido o agredido, porque no tengo ninguna intención de perdonarles. No quiero resolver ningún conflicto político sino ganarlo. No quiero reconciliarme con España, sino que me quiero independizar. Las penas que me puedan caer a mí no tienen ninguna relevancia si sirven para el objetivo político de contribuir a desarmar la represión del Estado”.

Sobre Costa no pende ninguna pena de prisión, pero eso, afirma, no quita relevancia a su postura. “Es preciso evitar el mercadeo político que se hace con el padecimiento de algunos represaliados, convenientemente victimizados. Toda esta campaña a favor de la amnistía contribuye a hacer que la gente se sienta vencida. Más todavía, transmite la idea de que en el futuro no servirá para nada. La amnistía abarata la lucha de mucha gente”.

Sin alternativa tras la amnistía

El exvicepresidente del Parlament apunta a que la amnistía beneficia más al PSOE. Los socialistas son, a su entender, el “poli bueno”, mientras que el PP es el “poli malo”. “Obviamente, tanto ellos como el autonomismo necesitan pasar página del 1-O y consolidar la pacificación”, apunta. Pero advierte de que “durante años, el único frente de lucha independentista en que hemos mantenido moral de victoria y hemos infligido derrotas significativas al Estado es el frente jurídico. Si nosotros mismos desactivamos este frente con una amnistía, ¿cuál es exactamente la alternativa que tenemos para continuar avanzando hacia la independencia?”.

Foto: Pedro Sánchez, ante la ONU. (EFE/Miguel Rodríguez)

Termina con un aviso hacia las peticiones de su mentor: “Yo no quiero amnistiar a Marchena, ni a los espías que me pincharon el teléfono, ni a la jueza que me detuvo, ni a los magistrados que me juzgaron, ni al mosso que me agredió e hizo un falso atestado. No quiero amnistía, porque quiero continuar luchando contra ellos. Cada quien que haga lo que crea conveniente con su situación personal. Pero la amnistía, no en mi nombre”.

Costa fue el hombre de Puigdemont en la Cámara catalana. Una de las pocas personas en las que el fugado confiaba ciegamente. Es uno de los más radicales independentistas de la órbita de JxCAT y sus teorías coinciden en muchas ocasiones con los postulados de grupúsculos calificados de extrema derecha. Mientras fue vicepresidente del Parlament, era los ojos y los oídos de Puigdemont en Cataluña.

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Todos sus acciones iban dirigidas a salvaguardar los intereses de su amigo fugado y a erosionar a ERC. Tanto es así, que en abril de 2020 un micro abierto le jugó una mala pasada. Ante la iniciativa del entonces presidente de la Cámara, el republicano Roger Torrent, de donar más de dos millones de euros a centros de investigación públicos, atención primaria y hospitales, intentó negociar con el diputado de Ciudadanos Joan García un voto condicionado a la donación. Pretendía evitar que pudiese haber una foto de Torrent arrogándose el mérito. “El que quiera hacerse campaña personal, que se la pague”, se le escuchó decir para convencer a su rival del partido naranja. No hubo entente. Las críticas le llovieron desde ERC, pero él continuó impasible en su asiento. “Nada nuevo. Siempre ha reivindicado la unidad. Para la consecución de sus objetivos personales y partidistas, claro”, criticó el diputado republicano Jordi Orobitg. Las acusaciones más suaves que se le hicieron desde Esquerra hablaban de una “conspiración contra Torrent”.

Objetivo, arrastrar a Puigdemont

Pero Costa siempre fue un junco en la política. Capeó el temporal y siguió ocupando la vicepresidencia. Tras las elecciones autonómicas del 14 de febrero de 2021, se opuso con uñas y dientes a un pacto con ERC, ya que los republicanos habían pactado primero con la CUP. Para contentarlo, le ofrecieron luego una consejería, que él rechazó airadamente. Así pues, en cuanto fue relevado de la Mesa del Parlament, se reincorporó como profesor en la Universidad Pompeu Fabra y letrado en el Ayuntamiento de Santa Coloma de Gramenet, donde el PSC tiene mayoría absoluta y donde JxCAT es un partido residual sin representación.

Foto: Iñigo Urkullu y Carles Puigdemont, tras su reunión en 2017. (EFE/Toni Albir)

Desde hace dos años, no obstante, se ha convertido en el Pepito Grillo extremista del círculo íntimo de Puigdemont, aunque más alejado del líder que cuando era vicepresidente. Su radicalismo le ha llevado a plantear batallas jurídicas a todos los niveles en sus causas. Recusó a la magistrada Maria Eugènia Alegret y no acudió a declarar en la causa que tenía abierta por desobedecer al Constitucional cuando era vicepresidente de la Cámara. Ante las reiteradas negativas a comparecer ante la Justicia, fue detenido y puesto a disposición del juzgado. Horas después era puesto en libertad, pero eso le sirvió para querellarse contra la magistrada por detención ilegal.

En noviembre del año pasado, la Mesa que presidía Torrent (de la que él formaba parte) fue absuelta por el TSJC del delito de desobediencia, aunque hubo un voto particular de uno de los tres magistrados oponiéndose a la sentencia y, posteriormente, la Fiscalía pidió repetir el juicio por considerar la absolución “absolutamente arbitraria”.

Costa ha sido el acusado que más recusaciones ha presentado. No solo contra Alegret, sino contra varios magistrados del TSJC: primero logró que no juzgase la causa Jesús María Barrientos y más tarde logró que se retirase Carlos Ramos, por ser jueces que no comulgan con el independentismo. Su nuevo frente, no obstante, está en sus filas: quiere atraer a Puigdemont a posicionamientos radicales que hagan naufragar cualquier negociación con cualquier partido considerado españolista. Jaleado por los extremistas y por la ANC, cada día es más criticado por los sectores moderados del independentismo.

El círculo más cercano al fugado Carles Puigdemont se resquebraja. La culpa la tiene la amnistía, porque una parte de los independentistas más extremistas que le han dado apoyo hasta ahora, y le han defendido a capa y espada, huye ahora de él porque considera que pedir y aceptar esta medida es una traición. El último en abandonar el barco es Josep Costa, que había sido vicepresidente del Parlament y ahora clama contra las teorías de su jefe.

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