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Sánchez intenta convertirse en el nexo entre la UE y los árabes para promover la paz
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"Busca ser el hombre puente"

Sánchez intenta convertirse en el nexo entre la UE y los árabes para promover la paz

El presidente está de gira por Oriente Próximo y el Golfo. Es la cuarta vez que visita la región desde octubre. Si no logra su objetivo diplomático, un reto casi inalcanzable, habrá por lo menos afianzado su notoriedad internacional

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, visita el colegio femenino del campo de población refugiada palestina Jabal al-Hussein de la UNRWA en Amán, Jordania. (EFE/Moncloa/Borja Puig De La Bellacasa)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, visita el colegio femenino del campo de población refugiada palestina Jabal al-Hussein de la UNRWA en Amán, Jordania. (EFE/Moncloa/Borja Puig De La Bellacasa)
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Cuatro viajes de Pedro Sánchez, a siete capitales de Oriente Próximo y del Golfo desde octubre, una región que no había pisado desde que llegó a la Presidencia del Gobierno en 2018. Tres viajes de José Manuel Albares desde enero a siete capitales de Oriente Próximo y del Golfo, una región en la que tampoco había estado desde que fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores en julio de 2021.

Una intensa actividad, en paralelo, en los Consejos de Ministros y en las cumbres de jefes de Estado de la Unión Europea y también a nivel bilateral con capitales que sintonizan con el Gobierno español en su enfoque del conflicto palestino-israelí como Dublín, La Valeta, Liubliana y, en menor medida, Bruselas.

¿A qué se debe este frenesí de Moncloa y de Exteriores? Al anhelo de jugar un papel en la solución que pueda poner fin a un conflicto que estalló hace 76 años. En ese camino, Sánchez y Albares han marcado unos modestos tantos, pero están aún muy lejos de conseguir su propósito.

Basta con echar una ojeada a la prensa del mundo islámico para darse cuenta del prestigio alcanzado por un líder español descrito como “audaz y valiente” que ha colocado a su país “en la vanguardia de la defensa de una paz justa”. Palabras como estas se repiten en editoriales y columnas.

Foto: Pedro Sánchez, con Charles Michel y Ursula von der Leyen, en la cumbre de Granada. (EFE/Miguel Ángel Molina)

Con la gira que emprendió el lunes por tres países influyentes -Jordania, Arabia Saudí y Qatar- Sánchez trata de convertirse en el interlocutor privilegiado de los árabes a la hora de tratar con Europa la salida diplomática a dar a la guerra de Gaza. “Busca ser el hombre puente entre los árabes y la UE”, afirma un diplomático español con larga experiencia en la región. “Busca que unas avanzadillas europea y árabe promuevan, con la bendición de EEUU, una conferencia de paz”, añade un embajador árabe en Naciones Unidas. “Joe Biden la daría desde la Casa Blanca sobre todo en periodo electoral”, añade.

Cuida además a los palestinos no solo con declaraciones sino con gestos. Fue el primer gobernante occidental en denunciar, desde la tribuna del Congreso el día de su investidura, “la matanza indiscriminada de palestinos” en Gaza. Empezó, el lunes, su viaje a Jordania recorriendo un campamento de refugiados palestinos administrado por la UNRWA, la agencia de la ONU tan denostada por Israel, a la que España incrementó su contribución cuando otros países la recortaban. Daban así validez a las insustanciales acusaciones del Ejército israelí.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), junto al primer ministro belga, Alexander de Croo (d), durante su encuentro con el presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abás. (EFE/Pool/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa) Opinión

Cuando, el 24 de noviembre, concluyó en Rafah, en la frontera entre Egipto y Gaza, su primera gira por la región, Sánchez confirmó que tomaría la iniciativa de reconocer al Estado de Palestina. Al empezar, el lunes pasado, su segunda gira, precisó que lo haría durante el primer semestre de este año.

Cuando dé ese paso, Sánchez no quiere hacerlo solo sino acompañado por un puñado de países europeos. La UE ha sido, todos estos meses, su otro frente diplomático. En Europa la prensa no le ensalza, pero sí resalta, generalmente sin criticarle, la singularidad de la posición española ante el conflicto comparada con la de los “pesos pesados” del Viejo Continente.

Aquí también Sánchez ha logrado marcar algunos puntos. Aunque esté en minoría no está solo, como quedó demostrado el 22 de marzo. Ese día los jefes de Gobierno de España, Irlanda, Eslovenia y Malta anunciaron conjuntamente que reconocerían al Estado palestino cuando [ese gesto] pueda aportar una contribución positiva y las circunstancias sean las adecuadas”.

Foto: Pedro Sánchez en Egipto. (EFE/Khaled Elfiqui)

En la primera cumbre de la UE que se celebró después del brutal ataque de Hamás, el 7 de octubre de 2023, Sánchez ya abogó por la celebración de una conferencia de paz. Poco después empezó a pedir en los foros europeos un alto el fuego en Gaza. Los líderes europeos superaron, por fin, sus divergencias en la cumbre del 21 de marzo y abogaron al unísono por una “pausa humanitaria inmediata que conduzca a un alto el fuego sostenible”. Es lo que pedía el presidente desde hacía más de cuatro meses.

En el entorno de Sánchez dejan caer que “los europeos, e incluso la comunidad occidental, comparten, paulatinamente, el enfoque español de la crisis en Oriente Próximo”. Desde luego, la UE y Occidente en general han marcado algunas distancias con Israel a medida que aumentaban los muertos en Gaza y se ponía de manifiesto en carácter indiscriminado de los bombardeos israelíes.

Esa ha sido la principal razón de los matices que incluso el Gobierno alemán, el mayor partidario de Israel en Europa, ha ido introduciendo en su postura. “Alemania, fiel aliada de Israel, cambia de tono a medida que aumenta el número de víctimas en Gaza”, titulaba, por ejemplo, la semana pasada el diario 'The New York Times'.

Foto: Sánchez y Biden en la cumbre de la OTAN en Vilnius. (EFE/Filip Singer)

En su camino para promover esa conferencia de paz, Sánchez tiene que sortear grandes, enormes obstáculos. El primero es el Gobierno israelí encabezado por un primer ministro, Benjamín Netanyahu, que considera a España como un país hostil y así lo han puesto de manifiesto sus sucesivos ministros de Exteriores. Tras la guerra habrá elecciones y Netanyahu dejará el cargo.

Su partido, el Likud, perdería votos que irían, sobre todo, a parar a formaciones más moderadas, como Yesh Atid, hoy en día en la oposición, pero también a los ultranacionalistas que gobiernan con Netanyahu. No está claro, según los sondeos, que la correlación de fuerzas que resulte de unas elecciones permita la formación de un gobierno más proclive al diálogo.

El presidente del Gobierno ha hecho algunos gestos para recalcar que sus críticas estaban solo dirigidas al Gobierno de Israel y no a su pueblo y menos aún a los judíos. Por eso recibió en Madrid, el 6 de febrero, a familiares de los rehenes israelíes en manos de Hamás y exigió de nuevo su inmediata liberación. Antes, el 23 de octubre, abrió las puertas de Moncloa a representantes de la comunidad judía en España.

Foto: Pedro Sánchez y Mahmud Abás, este jueves. (EFE/EPA/Pool/Alaa Badarneh)

El segundo gran escollo es la duración y la extensión de la guerra. El ministro de Asuntos Exteriores, Israel Katz, exige una retirada del movimiento armado chii libanés Hezbolá de la frontera con Israel. Ante la impunidad de la que goza Netanyahu es probable que una vez terminada la ofensiva en Gaza emprenda otra, a mayor escala, en Líbano para intentar acabar militarmente con su mayor enemigo después de Hamás. Habría entonces guerra para rato, hasta las elecciones presidenciales en EEUU. Esta hipótesis de una invasión terrestre del sur de Líbano es contemplada con preocupación por las principales capitales europeas.

El tercer impedimento se llama Donald Trump. Si resultase elegido de nuevo, en noviembre, presidente de EEUU se desvanecería de inmediato cualquier perspectiva de pactar una salida al conflicto con la creación de un Estado palestino que conviva en paz con su vecino israelí. Trump es un incondicional de Israel.

El sueño de Sánchez de reeditar lo que hizo otro presidente socialista, Felipe González, acogiendo en Madrid, en el otoño de 1991, la primera gran conferencia de paz sobre Oriente Próximo parece incierto, casi inverosímil. La “ventana de oportunidad” de la que hablan los diplomáticos españoles es corta, quizás ni llegue a abrirse si Netanyahu inicia una verdadera guerra en el norte -ahora hay escaramuzas- tras terminar la del sur.

Ahora bien, mientras lo intenta, Sánchez se desquita de los sinsabores que conlleva encabezar un Gobierno que carece de una mayoría parlamentaria estable. Disfruta de una auténtica notoriedad allende las fronteras de España que quizás pueda aprovechar más tarde cuando dé el salto, como ambiciona, a algún cargo de primer nivel en alguna institución internacional.

Cuatro viajes de Pedro Sánchez, a siete capitales de Oriente Próximo y del Golfo desde octubre, una región que no había pisado desde que llegó a la Presidencia del Gobierno en 2018. Tres viajes de José Manuel Albares desde enero a siete capitales de Oriente Próximo y del Golfo, una región en la que tampoco había estado desde que fue nombrado ministro de Asuntos Exteriores en julio de 2021.

Pedro Sánchez
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