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Las razones de la posición española con Israel. EEUU tiene otras
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Las razones de la posición española con Israel. EEUU tiene otras

Los motivos con los que defiende el Gobierno su postura respecto de la guerra se enredan en un panorama internacional complejo. El papel de Washington será esencial para la resolución

Foto: Pedro Sánchez en Egipto. (EFE/Khaled Elfiqui)
Pedro Sánchez en Egipto. (EFE/Khaled Elfiqui)
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El debate internacional sobre la guerra de Gaza, y específicamente en los países occidentales, no está centrado en el qué, sino en el cómo. Los Estados de nuestra esfera no ponen en cuestión el derecho de Israel a defenderse, pero sí la manera en que lo está llevando a cabo. Algunos con matices mínimos, otros con críticas más acentuadas.

Justo antes de la celebración en Barcelona del VIII Foro Regional de la Unión por el Mediterráneo, Josep Borrell afirmaba que la posición común de la UE se movía en ese equilibrio: Israel tiene derecho a la defensa, pero "las normas europeas dicen muy claramente que el derecho internacional debe ser respetado".

Las dudas sobre el último punto que introdujo Sánchez en su visita a Israel y en su reciente entrevista televisiva generaron mucha tensión con el gobierno de Netanyahu. La retirada de España de la embajadora ha mostrado de manera palpable el desagrado israelí con nuestra posición. Al día siguiente, viernes, llegó el gesto conciliador de Benny Gantz, exministro de Defensa, y el líder mejor situado para sustituir a Netanyahu, telefoneó a Sánchez para rebajar la tensión.

Los motivos españoles

España no ha variado un ápice su posición, a pesar de la presión, por distintas razones. Algunas están relacionadas con nuestros intereses, vinculados a la ubicación geográfica. España se juega mucho en el Mediterráneo, con el problema migratorio y el papel que puede jugar Marruecos en ese sentido, y con el gas argelino, entre otros factores. Necesitamos una zona pacificada y sin más tensiones. Además, está la cuestión interna: hay 2.300.000 musulmanes viviendo en España, y tampoco conviene generar problemas interiores a partir de una guerra que no tiene lugar en nuestro ámbito geográfico y con la que hay desacuerdos en cuanto a la forma en que se está desarrollando.

En parte, porque el objetivo israelí se tiene como razonable, pero imposible de lograr de esta manera. Destruir a Hamás y sus infraestructuras, liberar a los rehenes, ocupar Gaza y dejarla bajo administración israelí mediante bombardeos que provocan muchas víctimas civiles no solo parece complicado, sino que puede avivar más fuegos de los que pretende apagar.

La postura española ha molestado a Israel, en buena medida porque las preguntas que deja en el aire son las mismas que se hace Europa

La propuesta española es la de dar una salida diplomática y política al conflicto. La solución de los dos Estados, que es compartida internacionalmente y en la que insiste la ONU, tendría que comenzar a abrirse camino. La afirmación de Sánchez de que reconocerá al Estado palestino ha sido agradecida por países como Egipto o Arabia Saudí, que no están en malas relaciones con Israel. Es el momento de dar pasos adelante en una dirección permanentemente pospuesta.

Además, España piensa que Europa no puede permitirse tener dos frentes bélicos abiertos al mismo tiempo. Estabilizar Oriente medio y evitar una escalada de la tensión (de momento contenida) parece prioritario y eso solo puede llegar mediante medios diplomáticos.

La postura española ha molestado a Israel, en buena medida porque las preguntas que deja en el aire son las mismas que se están haciendo los países europeos. Para el gobierno de Netanyahu puede ser un problema que esa visión, compartida por Bélgica o Irlanda y por parte de los países nórdicos, acabe asentándose en la mayoría de los Estados de la UE, sobre todo en la segunda fase de la guerra.

"La negociación es la única alternativa posible a la espiral mortal de operaciones militares, ocupación y terrorismo. ¿Cuánto tiempo se va a tardar en aceptarlo?"

Máxime cuando los expertos europeos y estadounidenses no esconden su preocupación sobre cómo podría construirse un entorno seguro para Israel una vez terminada la guerra de Gaza. No se acierta a ver cómo, de seguir este camino, se puede alcanzar un espacio de seguridad duradero.

Un editorial de esta misma semana del periódico francés Le Figaro lo señalaba de manera expresa: "La liberación de rehenes y prisioneros obliga a dos campos que han jurado destruirse mutuamente a negociar, incluso a través de mediadores. Esta observación, por cruel que sea, pone de relieve la única alternativa posible a la espiral mortal de operaciones militares, ocupación y terrorismo. ¿Cuánto tiempo se va a tardar en aceptarlo?".

Las contradicciones estadounidenses

Sin embargo, el problema para Israel no es tanto la postura de España, ni su posible influencia en Europa, cuya relevancia en esta guerra es escasa, como lo que pueda modificar la posición de sus aliados primeros y decisivos, los EEUU de Biden.

La administración Biden debe hacer equilibrios complejos. Es un partidario decidido de Israel, su gobierno está facilitando toda clase de apoyo al de Netanyahu y quiere mantener las actuales buenas relaciones con la comunidad proisraelí estadounidense; pero, por otra parte, debe evitar que el malestar creciente en los estados árabes y en sus poblaciones genere más hostilidad hacia EEUU. Ha de recordarse que Washington había puesto el foco en China y tiene especial interés en mantener esa prioridad. Una desorganización mayor de Oriente Medio permitiría a Pekín atraer más aliados, algo que EEUU no desea en absoluto, y provocaría la dispersión de sus fuerzas en lugar de concentrarlas en el Pacífico.

No puede menospreciarse el giro internacional. Después de una época en la que el respeto a las reglas del derecho internacional ha sido el principal argumento para conseguir el respaldo de los países del sur global a las sanciones a Rusia, no tener ahora en cuenta esas reglas o aplicarlas selectivamente conduce a una pérdida de legitimidad que puede volverse en contra. La recomposición geopolítica acelerada con la guerra de Ucrania no arroja un saldo favorable a Occidente, que ha ido perdiendo aliados en el mundo no alineado, con zonas en Asia, América Latina y Asia cada vez más alejadas de los postulados occidentales. Como afirma Münchau, ya no juegan en nuestro equipo.

El peligro para Biden de que Trump salga reforzado de la guerra de Gaza es significativo. El apoyo a los demócratas se está debilitando

Además de ese alejamiento internacional, Biden debe afrontar los problemas internos. Hay disidencia dentro de su administración e incluso entre los congresistas demócratas sobre qué tipo de límites deben ponerse a la acción bélica de Israel. Nadie cuestiona el apoyo, pero sí existe descontento entre las filas demócratas por la ausencia de presión efectiva para poner fin a lo que perciben como un número desmesurado de muertes civiles y de destrucción en la Franja de Gaza.

Ese descontento golpea especialmente entre los electores. Una encuesta publicada en The New York Times señala el alejamiento de los demócratas del votante joven, y es un sector de población importante porque sus preferencias suelen decantarse consistentemente por los progresistas. Esa ventaja se ha perdido ya, y Gaza es una de las principales razones, apunta Nate Cohn. Pero no se trata únicamente del sector juvenil: hay una parte de los votantes demócratas muy desilusionados con Biden a raíz de la guerra. De persistir ese malestar, podría ser muy dañino electoralmente, porque en un entorno polarizado y con encuestas ajustadas, ese distanciamiento puede llevar a la pérdida del gobierno el año próximo.

No puede olvidarse un factor añadido en este aspecto. El gobierno israelí es de una tendencia ideológica contraria a la de Biden, y mucho más cercana a Trump. Puede haber una enorme afinidad entre Estados, pero la línea política es otra: Biden está apoyando a Netanyahu, es decir, al tipo de político que tendría enfrente si vivieran en el mismo país. El peligro para Biden de que Trump salga reforzado de la guerra de Gaza es significativo.

El plan estadounidense

Todos estos elementos conducen a que EE. UU. acepte la legalidad de la guerra, no la cuestione, preste todo el apoyo necesario, también el militar, pero trate de establecer límites. No han sido muy firmes, pero asoman cada vez más. En su visita a Israel, Blinken recriminaba la situación de Cisjordania al gobierno de Netanyahu y le instaba a que tomase medidas inmediatas, ya que responsabilizaba a los "colonos extremistas" de la violencia contra los palestinos en el West Bank.

Según informa CNN, EEUU, con Biden a la cabeza, trasladó al gobierno israelí que no se pueden repetir los ataques aéreos que han generado destrucción masiva y numerosas víctimas civiles que tuvieron lugar antes de la tregua. "Israel debe ser más cauto, más cuidadoso, más deliberado y más preciso en sus objetivos", afirmó un alto funcionario del gobierno.

Para esta segunda fase en el sur de Gaza, Washington ha instado a Israel a que la acción militar sea menos agresiva, que cause menos víctimas civiles, que cuente con "un plan humanitario claro" y que se acuerden zonas donde los civiles permanezcan seguros.

Foto: Un vehículo de la Cruz Roja. (Europa Press/Abed Rahim Khatib)

Israel afirma estar alineado con esa petición. De no cumplirse, la reacción internacional irá elevando su tono y los demócratas estadounidenses tendrán problemas serios con su electorado. Eso no parece que vaya a modificar el apoyo estadounidense, pero Biden pagará un precio. Los errores cometidos el 11-S deberían haber dejado enseñanzas.

Sobre todo, porque de fondo circula un asunto crucial, que recorre de lleno la reacción a la masacre del 7 de octubre. Israel vive esta guerra como una cuestión existencial, lo que hace que las críticas a sus acciones las perciba como la negación de su derecho a la subsistencia. Netanyahu es un firme convencido de que esa visión es la necesaria. "Me preguntan si viviremos para siempre gracias a la espada; sí", dijo a un grupo de miembros de la Knesset en 2015. Y, desde esa perspectiva, asegura Joshua Leifer en The Guardian, "el control israelí indefinido sobre los territorios ocupados es una necesidad absoluta para la supervivencia judía". Ya no es una visión del líder israelí, sino la dominante en su sociedad. Cuando Netanyahu se marche, esa idea perdurará. La posición española, como la de un buen número de países, es que no habrá seguridad para Israel por la fuerza, sin negociación, acuerdo político, dos Estados y una nueva arquitectura de paz.

Las cartas de las dos posiciones están claras. Y EEUU empieza a mostrarse menos complaciente. Ayer, Netanyahu afirmó que no iba a cometer el error de permitir que la Autoridad Palestina gobierne de nuevo en Gaza y Cisjordania y que la zona debe permanecer al término de la guerra bajo seguridad y control israelí. Kamala Harris, vicepresidenta de EEUU, aseguró que su país “desea ver una Gaza y Cisjordania unificadas bajo la Autoridad Palestina, que debe ser fortalecida para asumir esta responsabilidad”. Al mismo tiempo, el secretario de Defensa norteamericano, Lloyd Austin, advirtió a Israel de que sufrirá “una derrota estratégica” si no protege a los civiles palestinos en Gaza.

El debate internacional sobre la guerra de Gaza, y específicamente en los países occidentales, no está centrado en el qué, sino en el cómo. Los Estados de nuestra esfera no ponen en cuestión el derecho de Israel a defenderse, pero sí la manera en que lo está llevando a cabo. Algunos con matices mínimos, otros con críticas más acentuadas.

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