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Mapa de la Desunión Europea respecto al conflicto entre Israel y Palestina
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Mapa de la Desunión Europea respecto al conflicto entre Israel y Palestina

Aunque hay un vago consenso sobre las resoluciones de Naciones Unidas, cada Estado miembro tiene su propia posición y sus relaciones particulares con Israel y Palestina

Foto: La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, y el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores, Josep Borrell. (EFE/J.J. Guillén)
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von Der Leyen, y el Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores, Josep Borrell. (EFE/J.J. Guillén)

La Unión Europea no es conocida por su unidad en asuntos de política exterior. En cierto modo es normal: hay 27 países, las relaciones con países terceros son una competencia nacional celosamente protegida y, al fin y al cabo, la política exterior suele estar muy enraizada en la naturaleza de cada uno de los países. Hunde sus raíces en la historia, y la historia de cada uno de los socios es distinta. Pero en un mundo cada vez más polarizado, en el que Europa empieza a sentir la necesidad de ser capaz de influir, de aprender a hablar el lenguaje del poder, de ser algo más que un soft power de ayuda humanitaria y de establecer una estrategia común, esa división se hace notar. Unas costuras que son todavía más visibles en el tema sobre Israel y Palestina, probablemente el más controvertido en la política exterior europea.

La enésima crisis en Oriente Próximo ha demostrado que esa falta de unidad acaba haciendo mella en la capacidad europea de proyectar algún tipo de influencia. La situación en Tierra Santa ha dejado a la Unión confusa, enviando mensajes bastante contradictorios en los primeros días. A pesar de ello, los Veintisiete han sido capaces de estructurar un mensaje común en torno a dos máximas: la condena férrea al terrorismo de Hamás y el derecho de Israel a defenderse dentro del derecho internacional. Pero ese es un consenso de mínimos que impide a la UE tener una posición de fuerza en la cuestión. En el seno europeo no hay consenso para pedir un alto el fuego, como sí hizo en la última crisis de 2021. Ello implicaría empañar el derecho israelí a su defensa. Ni siquiera los eurodiputados han apelado a una tregua durante la sesión plenaria de Estrasburgo, sino que se han inclinado por invocar una "pausa humanitaria".

Foto: Von der Leyen y Netanyahu. (EFE/Gobierno israelí)
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La razón de fondo es que los Estados miembros tienen posturas muy diversas respecto a las relaciones con Israel y Palestina. Mientras Suecia se convirtió en 2014 en el primer Estado de la UE en reconocer el Estado palestino, para Alemania la defensa de Israel es una cuestión de Estado. Las divergencias van más allá de los Estados miembros y han sido palpables a nivel interinstitucional con un bando que enfrenta a Charles Michel, presidente del Consejo, y Josep Borrell, jefe de la diplomacia europea, con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y su cierre de filas con el Estado israelí.

El Estado palestino

Desde hace décadas se impone un consenso sacrosanto sobre la solución de los dos Estados, con las fronteras de 1967 y Jerusalén como capital de ambos. Pero en realidad sirve como un pegamento para unas visiones muy divergentes sobre el asunto. Todos los países europeos están, nominalmente, de acuerdo con la solución de los dos Estados, pero en un conflicto crecientemente enquistado y olvidado, esta posición se ha traducido en poco más que retórica. "Apelamos cada día a la solución de los dos Estados, pero como el representante palestino me dijo en la Asamblea General de la ONU: 'Aparte de hacer llamamientos, ¿qué hacen ustedes para conseguirlo?", reconoció Josep Borrell, alto representante de Asuntos Exteriores para la UE, desde el atril de Estrasburgo, donde recordó que desde los acuerdos de Oslo de 1993 los asentamientos ilegales de colonos israelíes se han multiplicado por tres. Consumar la solución de una tierra para dos pueblos implicaría que ambos deben contar con fronteras soberanas y reconocidas internacionalmente. Y este punto de partida ya divide a los europeos.

La antecesora de Borrell, la italiana Federica Mogherini, llegó al cargo en 2014 con el reconocimiento del Estado de Palestina como uno de los principales retos de su mandato. Pero el reconocimiento de las soberanías terceras es una competencia estrictamente nacional. El Parlamento Europeo aprobó ese año una resolución abogando por reconocer el Estado de Palestina, algo que hacen a día de hoy 139 naciones de 193. El año 2014 fue cuando se abrió esta caja de Pandora, impulsado por los acontecimientos en Suecia, que se convirtió en el primer país de la Unión Europea en reconocer la soberanía palestina siendo parte del club comunitario. Aunque otros como Bulgaria, Chipre, la República Checa, Hungría, Malta, Polonia y Rumanía ya habían hecho lo propio, lo hicieron antes de formar parte del bloque comunitario.

Foto: Protestas a favor de Palestina en París. (EFE/EPA/Cristophe Petit Tesson)

Una imagen más o menos general de qué piensan los Estados miembros se puede obtener a raíz de la votación de una resolución de Naciones Unidas en diciembre de 2022 sobre la posibilidad de que la Corte Internacional de Justicia investigara los efectos de la ocupación israelí de territorios palestinos. En esa votación, República Checa, Hungría, Estonia, Alemania, Italia, Lituania y Rumanía votaron por el no, mientras que Bélgica, Irlanda, Luxemburgo, Malta, Polonia, Portugal y Eslovenia eligieron respaldar esa resolución. El resto de Estados miembros, incluidos España y Francia, se abstuvieron.

¿Qué dicen los grandes?

Alemania tiene una posición especial en la cuestión de Israel por motivos obvios. De hecho, muchos señalan que la razón por la que Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se ha convertido en uno de los líderes europeos que más se han alineado con el Gobierno de Benjamín Netanyahu es básicamente por su carné de identidad y de partido: es una democristiana alemana. La historia pesa mucho. En alemán, tiene un término propio: Historische Schuld. Olaf Scholz, el canciller socialdemócrata alemán, también ha cerrado filas con Tel Aviv y ha viajado a Israel en los últimos días para mostrar su apoyo al Gobierno de Netanyahu. En general, en Alemania hay un alto consenso: la declaración votada por el Bundestag fue apoyada por todas las formaciones políticas, desde la extrema izquierda hasta la extrema derecha.

Esto, sin embargo, tiende a esconder una relación más fragmentada, teniendo en cuenta las distintas relaciones que desarrollaron la República Federal de Alemania y la República Democrática de Alemania durante toda la Guerra Fría con Oriente Medio y las diferencias entre los democristianos (CDU) y los socialdemócratas (SPD) alemanes, dinámicas en las que el peso del Holocausto no siempre fue fundamental. En 1984, en un discurso ante el Parlamento israelí, el canciller Helmut Kohl intentó romper esas cadenas del pasado y habló de una expresión, Gnade der späten Geburt, la gracia de haber nacido tarde. Estaba anunciando que la política exterior alemana ya no se vería coartada por una generación que tenía que cargar con la culpa del nazismo. Pero eso no se tradujo, en ningún caso, en un cambio de posición alemana, que siempre se ha presentado como uno de los mejores defensores de los intereses israelíes en la Unión Europea.

Tanto en Alemania como en Francia se ha pasado a aceptar de una manera u otra el 'statu quo' de la cuestión palestina

La situación en París es algo más compleja. A pesar de que ha llamado la atención la prohibición de manifestaciones pro-Palestina en la república de la liberté, lo cierto es que esa medida no es nueva: en 2014, también durante una época de bombardeo israelí de Gaza, el Gobierno francés, por entonces del socialista François Hollande, vetó este tipo de manifestaciones. La sociedad francesa, que originalmente y hasta 1967 apoyó de forma inequívoca a Israel, se ha ido dividiendo cada vez más, teniendo en cuenta también que se trata de uno de los países europeos que cuentan con mayor presencia de comunidades tanto judías como musulmanas.

Las relaciones entre Francia e Israel empeoraron mucho a partir de 1967. Una serie de decisiones del presidente de la república, Charles de Gaulle, provocó un distanciamiento de sus aliados israelíes tras imponer, en el marco de la guerra de los Seis Días, un embargo de armas y votar a favor de la declaración de Naciones Unidas que pedía el fin a la ocupación de los territorios palestinos. Esa posición francesa acabó llevando a la Declaración de Venecia de 1980, en la que los líderes europeos, por entonces nueve, reconocían "el derecho a la existencia y a la seguridad de todos los Estados de la región, incluido Israel, y a la justicia para todos los pueblos, lo que implica el reconocimiento de los derechos legítimos del pueblo palestino".

Foto: Manifestación proucraniana en Tel Aviv, el 20 de marzo de 2022. (Reuters/Corinna Kern)

Esa postura francesa continuó con Valéry Giscard d'Estaing y François Mitterrand, que fue el primer presidente francés en visitar Israel y también el primer líder occidental en recibir a Yasir Arafat como un jefe de Estado. Durante la etapa de Nicolas Sarkozy hubo un acercamiento paulatino hacia el Gobierno de Benjamín Netanyahu, a pesar de que no tenían la mejor de las relaciones. Con el socialista François Hollande se produce la primera ruptura en esta línea histórica, y durante el conflicto de 2014 apoya sin reservas a Israel. Con Emmanuel Macron, Francia ha consolidado este salto, que se extiende a buena parte del bloque comunitario, estrechando sus relaciones todavía más con Tel Aviv. Así, tanto en Alemania como en Francia se ha pasado a aceptar de una manera u otra el statu quo de la cuestión palestina, y aunque tradicionalmente París ha estado más movilizada en la necesidad de reconocer al Estado palestino, ahora ha pasado a ser menos vocal.

España

España es un caso sui generis en la UE. Fue uno de los últimos países europeos en reconocer al Estado de Israel. Tardó 40 años y lo hizo coincidiendo con su entrada en el bloque comunitario. La España franquista y los primeros años de la España democrática siempre primaron mantener las buenas relaciones con los socios árabes, especialmente con Marruecos. Y fue el primer país occidental en otorgar estatus diplomático a la Organización de Liberación Palestina (OLP).

Aunque el tema de Israel y Palestina se haya convertido en otro motivo de enfrentamiento político en nuestro país, lo cierto es que hasta la fecha ha imperado un relativo consenso social y político. Adolfo Suárez recibió a Yasir Arafat en 1979 y en 2014 el Congreso de los Diputados aprobó una resolución no de ley en favor de reconocer el Estado palestino. Un testigo que recogió Pedro Sánchez. "Reconoceremos al Estado palestino cuando sea presidente del Gobierno", afirmó en 2015 en el por entonces Twitter, ahora X. Esta promesa, que el PSOE llevaba en su programa de 2019, ha regresado a la agenda nacional después de que Sumar la añadiese como condición sine qua non para formar Gobierno de coalición.

La sensibilidad histórica de España con el pueblo palestino, viene acompañada de años agrios en la relación con Israel

La sensibilidad histórica, en una de las sociedades europeas más simpatizantes con la causa palestina, viene acompañada de años agrios en las relaciones entre España e Israel, especialmente con motivo de la tibia reacción de Netanyahu en la crisis del independentismo catalán, con el que mantiene una buena sintonía. Carles Puigdemont y una buena parte de la burguesía catalana son grandes defensores del Estado israelí. La culminación de esta tensión ha llegado esta semana con la crisis diplomática entre ambos países.

La postura de Borrell

"De la misma forma que podemos decir que es una tragedia abominable matar a 270 jóvenes que celebraban la vida, ¿no podemos decir que es igualmente abominable que 700 u 800 niños hayan muerto bajo las bombas en Gaza? ¿En qué lamentar una tragedia me quita fuerza moral para lamentar otra? Al contrario, me la da. Y si no comprendemos esto no podemos ser útiles para intentar resolver el conflicto", afirmó Borrell esta semana ante los eurodiputados. Unas declaraciones que no han gustado en las capitales más próximas a Israel, que ya recelan de la condena del español a Tel Aviv por violar el derecho internacional con el bloqueo a Gaza y los bombardeos indiscriminados a civiles.

Borrell es un animal político que conoce los límites de la UE, la complejidad de la región y especialmente de Israel, donde vivió una temporada en un kibutz. Por ello, es consciente de que exportar al mundo la imagen de una UE que exige la aplicación de las leyes internacionales a la carta le restará fuerza a la hora de convertirse en un actor importante en esta crisis, deslegitimando su postura frente a los socios árabes. Y en el futuro, le restará credibilidad a la hora de sentarse con socios complicados como China o India. Pero su elección en 2019 como jefe de la diplomacia europea no fue bien recibido en Israel, donde siempre se le ha visto como demasiado decantado por Palestina.

Otros como España

Pero Madrid no está sola en ese planteamiento ni en sus posturas en los últimos días, más allá de los comentarios de la ministra de Unidas Podemos, Ione Belarra. En el grupo de los Estados miembros que tienen simpatías hacia la causa palestina se encuentran Bélgica, Luxemburgo y, muy destacada, Irlanda. El Gobierno irlandés y también el presidente de la república se han mostrado en los últimos días bastante vocales a la hora de señalar la necesidad de defender el derecho internacional. El pueblo irlandés simpatiza desde las entrañas con la causa palestina, con la que han trazado una línea de empatía con un núcleo en el pasado colonial de Gran Bretaña. En el proceso de descolonización que siguió a la Segunda Guerra Mundial, los británicos abandonaron el mandato que ostentaban desde décadas sobre territorio palestino.

Foto: Fuerzas antidisturbios rodean una manifestación vetada a favor de Palestina en la plaza de la República de París. (EFE/Teresa Suárez)

El resto es historia: en 1948 nació el Estado de Israel y comenzó la nakba (desastre) para los palestinos tras la invasión árabe inmediatamente después de la declaración de independencia y que dio lugar al primero de muchos conflictos en la región. La sociedad irlandesa siente una simpatía especial hacia los cisjordanos y gazatíes y lo enraizan con su propia experiencia, a pesar de que los dos casos tienen poco que ver. Así, Irlanda se convirtió en el primer país europeo en llamar al reconocimiento del Estado palestino y en el último en abrir una embajada en Israel.

Eslovenia es otro país muy pro-palestino dentro de la Unión Europea. De hecho, cuando Suecia reconoció el Estado de Palestina, el Gobierno esloveno mostró también su disposición a hacerlo incluso sin consenso europeo. El caso luxemburgués es uno de los más curiosos. Es el país que más empuja en la capital comunitaria por el reconocimiento del Estado de Palestina. Y el primero que protestó con furia tras el errático anuncio del comisario húngaro Oliver Varhelyi de congelar los fondos a Ramallah. La postura del Gran Ducado tiene nombre y apellidos: Jean Asselborn, el ministro de Asuntos Exteriores desde 2004, para el cual la causa palestina es una lucha de alta prioridad. En 2020, en otro momento de tensión en el que se extendía la sensación de que Israel podía anexionarse los territorios palestinos, el ministro luxemburgués de Asuntos Exteriores organizó un desayuno en Bruselas con los que consideraba más sensibilizados con la cuestión de Palestina. La lista de invitados, de nuevo, ayuda a dibujar un mapa: allí estaban los representantes de Bélgica, Finlandia, Francia, Irlanda, Malta, España, Eslovenia y Suecia, además del secretario de Estado de Portugal.

Hay otros Estados miembros pequeños que mantienen desde hace ya mucho tiempo una postura mucho más cercana a Israel. Un ejemplo es el de Hungría, a pesar de que en el pasado ha habido algunos roces entre Budapest y Tel Aviv. También está el caso de Grecia y Chipre, dos países con unas muy buenas relaciones con Israel, con el que mantienen una cooperación importante en materia de seguridad o energía, por ejemplo. Polonia, un aliado tradicional de Tel Aviv, ha tenido momentos de tensión en los últimos años con Israel, aunque en marzo de 2023 ambos países firmaron un memorando e intentaron poner fin a la crisis diplomática a raíz de desacuerdos respecto al papel polaco en el Holocausto.

La Unión Europea no es conocida por su unidad en asuntos de política exterior. En cierto modo es normal: hay 27 países, las relaciones con países terceros son una competencia nacional celosamente protegida y, al fin y al cabo, la política exterior suele estar muy enraizada en la naturaleza de cada uno de los países. Hunde sus raíces en la historia, y la historia de cada uno de los socios es distinta. Pero en un mundo cada vez más polarizado, en el que Europa empieza a sentir la necesidad de ser capaz de influir, de aprender a hablar el lenguaje del poder, de ser algo más que un soft power de ayuda humanitaria y de establecer una estrategia común, esa división se hace notar. Unas costuras que son todavía más visibles en el tema sobre Israel y Palestina, probablemente el más controvertido en la política exterior europea.

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