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Mientras todos mirábamos a Israel, Rusia intentó sorprender a Ucrania. No salió bien
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Mientras todos mirábamos a Israel, Rusia intentó sorprender a Ucrania. No salió bien

Dos días después del letal ataque de Hamás contra Israel, Rusia inició un inesperado asalto a gran escala contra la pequeña ciudad ucraniana de Avdiivka. El resultado parece haber sido desastroso

Foto: Un misil ATACMS es disparado durante un ejercicio militar en Corea del Sur. (Reuters/Ministerio de Defensa/Yonhap)
Un misil ATACMS es disparado durante un ejercicio militar en Corea del Sur. (Reuters/Ministerio de Defensa/Yonhap)
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Por primera vez desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, el foco de atención de la comunidad internacional se ha desplazado hacia otra guerra. El estallido del conflicto de Israel contra Hamás ha sido tan violento que ha acaparado la mayoría de las miradas que, desde el 24 de febrero de 2022, habían permanecido fijas en la línea del frente. Una ocasión única que las fuerzas de Rusia aprovecharon para utilizar un recurso del que apenas habían echado mano desde el primer día que los tanques cruzaron las fronteras ucranianas: el factor sorpresa.

El pasado 10 de octubre, dos días después del letal ataque de Hamás contra Israel, Rusia inició un inesperado asalto a gran escala contra la pequeña ciudad oriental de Avdiivka, una de las localidades más golpeadas por la guerra y que Moscú ha reducido prácticamente a ruinas mediante ataques aéreos, pero nunca ha logrado conquistar. Tras acumular sigilosamente una gran concentración de fuerzas en el norte y sur de la localidad, el Ejército ruso se lanzó al intento de rodear la ciudad utilizando grupos de asalto blindados, helicópteros y fuego de artillería concentrado.

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Se trata de una de las operaciones de mayor intensidad del último año, con hasta 60 ataques por día durante las primeras jornadas. "Es probable que sea la operación ofensiva más importante emprendida por Rusia desde al menos enero de 2023", publicó el Ministerio de Defensa británico en la red social X el pasado martes. Sin embargo, más de una semana después, los resultados de esta ofensiva, que ya parece estar cerca de su fin, distan mucho de ser alentadores para el bando dirigido por Vladímir Putin.

Aunque los análisis de geolocalización apuntan a que las tropas rusas han logrado avanzar algunos kilómetros, el precio a pagar parece haber sido más que considerable. En una guerra donde la desinformación se ha convertido en un arma más, no existen confirmaciones independientes sobre el terreno que permitan verificar el número de bajas rusas. Sin embargo, existe un claro consenso entre los expertos que siguen el conflicto de que Moscú ha sufrido unas pérdidas desastrosas.

“No estoy seguro de lo que Rusia estaba intentando conseguir. Puede que buscara un golpe de efecto político antes del invierno o algo similar”, sopesa Oliver Imhof, analista alemán de estrategia y datos de inteligencia militar abierta (Osint), en entrevista con El Confidencial. “Pero, para ser honestos, fue una idea terrible”, agrega.

El Ejército ucraniano ha afirmado que 3.000 soldados de Moscú han muerto o resultado heridos en el ataque y que más de 300 vehículos acorazados, tanques y sistemas de artillería han quedado destruidos. Son cifras probablemente exageradas e imposibles de confirmar, pero incluso la mitad supondría un auténtico desastre. Muchas de estas bajas han sido confirmadas parcialmente por vídeos publicados en las redes sociales que muestran columnas de blindados rusos atrapadas bajo el fuego de artillería y los drones ucranianos.

El ataque contra Avdiivka recordó a la última vez que los rusos emplearon grandes columnas blindadas para intentar conquistar la aldea de Vuhledar el pasado mes de febrero. El resultado en aquel entonces fue similar, con Rusia perdiendo una brigada entera y hasta 36 carros de combate en el fallido asedio. Una repetición de errores que los analistas todavía batallan para explicar. “Es algo bastante sorprendente, porque a lo largo de la actual contraofensiva ucraniana hemos podido ver cómo Rusia aprendía de sus errores y tomaba muchas decisiones acertadas para defender el territorio conquistado”, expresa Imhof.

Pero, en última instancia, afirma el experto, la aparentemente desastrosa ofensiva rusa “supone un ejemplo más de la que ha sido la narrativa dominante durante el último año de este conflicto: atacar ciudades o líneas de frente fuertemente defendidas y repletas de minas y posiciones fortificadas es algo extremadamente difícil de llevar a cabo”. Una realidad contra la que también se ha estrellado una contraofensiva ucraniana en el sur que sigue, meses después, sin lograr los avances esperados. “No pueden estar muy satisfechos con el resultado de la contraofensiva hasta la fecha cuando ni siquiera han conseguido llegar a Tokmak. Esto ha sido, en cierto modo, un fracaso”, agrega Imhof.

Un arma devastadora

Esta no ha sido la única mala noticia para Rusia de la última semana. Porque Ucrania al fin ha sacado a relucir, por primera vez desde el inicio de la guerra, una de las armas más devastadoras que Kiev ha logrado adquirir gracias a sus aliados occidentales: los misiles ATACMS.

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Tras haber recibido una transferencia secreta de estos misiles terrestres con un rango de 170 kilómetros por parte de Estados Unidos —tras meses y meses durante los cuales la Casa Blanca rechazó esta posibilidad—, Ucrania los utilizó el pasado martes contra bases aéreas rusas en las zonas ocupadas de Berdyansk y Luhansk. Los ataques, de acuerdo con fuentes ucranianas, destruyeron nueve helicópteros, un sistema antiaéreo y un depósito de munición, además de causar la muerte de decenas de soldados del ejército invasor.

Tanto fuentes de Osint como vídeos compartidos en redes sociales han confirmado, en parte, estos daños, aunque las cifras concretas siguen sin estar verificadas. Blogueros militares rusos también lo calificaron como uno de los ataques más dañinos recibidos por su bando. “Uno de los golpes más graves… si no el más grave [de la guerra]. Hay pérdidas tanto en personas como en tecnología”, escribió un bloguero conocido como Fighter Bomber, que cuenta con contactos cercanos dentro de las Fuerzas Armadas de Rusia.

“Rusia tiene un problema ahora, porque los helicópteros de combate que ha perdido resultaban muy útiles frente a la contraofensiva de Ucrania. Muchos tanques ucranianos sufrieron bajo el fuego de los helicópteros debido a la escasez de defensas antiaéreas de corto alcance”, apunta el experto en inteligencia de fuente abierta. Tras la demostración de fuerza de los ATACMS, es probable que Rusia se vea obligada a desplazar este valioso y crítico equipo militar a una considerable distancia del frente si quiere evitar pérdidas masivas. Eso disminuiría su capacidad de respuesta rápida y daría a las fuerzas ucranianas más tiempo para rastrear los vuelos.

Un encuentro polémico

Y en esta semana de sorpresas militares en la guerra tampoco faltó una diplomática. El mismo martes en el que los ATACMS llovían sobre las bases rusas, Putin se reunía con un mandatario occidental por primera vez desde que la Corte Penal Internacional decretó una orden de arresto en su contra. El líder elegido para este encuentro fue, probablemente, el único dispuesto a aceptar tal invitación: el primer ministro húngaro, Viktor Orbán.

En esta reunión, celebrada al margen del foro de la Belt and Road Iniciative (BRI) en Beijing el martes, Orbán manifestó ante Putin que Hungría "nunca quiso enfrentarse a Rusia", y que el objetivo de Budapest "siempre ha sido establecer y ampliar mutuamente los mejores contactos". "Estamos interesados en apoyar esta cooperación no solo a nivel de comunicación, sino también a nivel económico", agregó el mandatario húngaro. El presidente ruso, por su parte, declaró que agradecía "tener la oportunidad de intercambiar opiniones con un país de la UE".

placeholder Apretón de manos entre Viktor Orbán y Vladímir Putin en Pekín. (EFE)
Apretón de manos entre Viktor Orbán y Vladímir Putin en Pekín. (EFE)

El encuentro fue breve y no implicó ningún compromiso concreto, pero la imagen de un líder europeo estrechando la mano de un presidente al que los Veintisiete han sancionado de mil y una maneras desató la ira en Bruselas. “Sangre ucraniana en sus manos, la destrucción de Europa en su mente... Por supuesto que Putin es el mejor amigo de Orbán”, publicó en X Guy Verhofstadt, ex primer ministro belga y actual eurodiputado. Estados Unidos tampoco escondió su enfado. "Mientras Rusia ataca a civiles ucranianos, Hungría aboga por acuerdos comerciales", criticó el embajador estadounidense en Hungría, David Pressman.

Desde el inicio de la invasión a gran escala de Ucrania, Orbán ha sido el único mandatario de la UE que ha insistido en mantener vínculos con Moscú, especialmente en el campo de la energía. La estatal rusa Rosatom está construyendo una nueva central nuclear en la ciudad húngara de Paks.

Por primera vez desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, el foco de atención de la comunidad internacional se ha desplazado hacia otra guerra. El estallido del conflicto de Israel contra Hamás ha sido tan violento que ha acaparado la mayoría de las miradas que, desde el 24 de febrero de 2022, habían permanecido fijas en la línea del frente. Una ocasión única que las fuerzas de Rusia aprovecharon para utilizar un recurso del que apenas habían echado mano desde el primer día que los tanques cruzaron las fronteras ucranianas: el factor sorpresa.

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