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¿Ruptura de bandos? La ampliación de más miembros a la UE abre la caja de los truenos
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"Exportar soluciones, no problemas"

¿Ruptura de bandos? La ampliación de más miembros a la UE abre la caja de los truenos

Francia aboga por una reforma de los Tratados que impulse una Unión a varias velocidades para absorber a nuevos países

Foto: Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. (Europa Press/Jonas Roosens)
Charles Michel, presidente del Consejo Europeo. (Europa Press/Jonas Roosens)

Jean-Claude Juncker se fijó 2025 como el calendario para la incorporación de los Balcanes Occidentales. Charles Michel abre ahora la caja de Pandora apuntando a 2030 como el nuevo objetivo para la entrada de nuevos países a la UE. Pocas políticas son tan divisorias en las capitales y tienen tantas implicaciones para el proyecto europeo como la ampliación. Así lo demuestran las últimas declaraciones del presidente del Consejo Europeo, que han sido respondidas con recelo desde su institución vecina, la Comisión Europea. El proceso de adhesión certifica el último encontronazo en el largo historial de desencuentros entre Charles Michel y Ursula Von der Leyen.

En los últimos diez años, el bloque comunitario solo ha sumado a sus filas a un miembro, Croacia. Y ha perdido a otro, el Reino Unido. Si añadiese a los ocho países que son candidatos a día a de hoy a formar parte del club —Turquía, Serbia, Montenegro, Albania, Macedonia del Norte, Bosnia-Herzegovina, Ucrania y Moldavia— la UE pasaría de tener 450 millones de ciudadanos a cerca de 600 millones. Todo un reto social, económico y geopolítico.

Foto: Pedro Sánchez y Charles Michel, antes de la reunión que han mantenido en el Palacio de la Moncloa. (EFE/Mariscal)

El proceso de ampliación no había sido una prioridad europea en los últimos años. Con el modo de policrisis activado de forma intermitente —financiera, migratoria o sanitaria— la mayoría de las capitales había abogado por poner orden en casa antes de cursar la invitación a nuevos huéspedes. "Queremos exportar soluciones, no importar problemas", era el mantra que se estableció durante la legislatura pasada. Al fin y al cabo, la entrada de la Turquía en deriva democrática, que sumaba décadas tocando la puerta comunitaria, o la de los seis países de los Balcanes Occidentales (Serbia, Montenegro, Albania, Kosovo, Macedonia del Norte y Bosnia-Herzegovina), que hereden complejos problemas fronterizos, no eran muy atractivas.

Pero la guerra en Ucrania ha devuelto el tema a la agenda. Uno de los primeros pasos que dio Volodímir Zelenski tras la invasión rusa del año pasado fue solicitar la entrada exprés en la Unión. En tiempo récord, Bruselas le concedió el estatus de país candidato, junto a Moldavia. El presidente ucraniano sí tiene claro su calendario: quiere la apertura de negociaciones este mismo año.

En el marco de esta suerte de momentum, Michel ha regresado del parón estival con un anuncio sorpresa que no ha sentado con agrado en el Berlaymont. "La ampliación ya no es un sueño. Es el momento de avanzar. Hay mucho trabajo por delante, pero creo que ambas partes debemos estar preparadas para nuevas adhesiones en 2030", afirmó el belga a comienzos de esta semana desde un foro en Eslovenia. Sin ninguna sorpresa, la Comisión Europea no respaldó su vaticinio. "Se trata de un proceso basado en los méritos en el que un país se une al bloque cuando está preparado. Y así debería continuar siendo (…) Nosotros no nos centramos en una fecha, sino en trabajar de forma conjunta con los países candidatos, apoyándolos con inversiones y con sus reformas", respondió Dana Spinant, portavoz del Ejecutivo comunitario.

Michel no consultó este movimiento con Von der Leyen. La relación entre el belga y la alemana es gélida. La gélida distancia que separaba a ambos mandatarios salió a la luz pública con los escándalos machistas del SofaGate en Turquía o de la cumbre UE-Unión Africana, pero su mala relación y su lucha de poder para mover los hilos de las políticas europeas más acuciantes viene de lejos. Las discrepancias sobre el modelo de ampliación de la UE representan el último episodio de este duelo interinstitucional y corren el riesgo de dañar la imagen y la credibilidad europea, así como de confundir a sus aliados sobre las intenciones reales del club.

Por su parte, una de las pocas voces que han echado un capote a Michel en público ha sido Josep Borrell. "Un país será Estado miembro cuando cumpla los requisitos. Pero al mismo tiempo creo que es buena idea tener un horizonte político para dar impulso al proceso. También nosotros debemos estar preparados para una ampliación que podría añadir 10 nuevos miembros a la UE", aseguró el español esta semana desde Toledo.

Una UE de "varias velocidades"

Uno de los problemas de la ampliación es la gestión de las expectativas. Por ello, la Comisión Europea ha salido al paso de las declaraciones de Michel recordando que el procedimiento es largo y complejo —se prolonga de media una década— y requiere una serie de reformas estrictas, así como un cumplimiento estricto de los requisitos económicos, sociales y democráticos fijados en los Criterios de Copenhague. Bruselas se distancia del calendario del líder del Consejo y se agarra a que la única fecha fijada es el mes octubre, cuando se publicará el esperado informe sobre el estado de los países candidatos y cuando se celebrará la cumbre de Granada, donde los Veintisiete debatirán por primera vez la apertura de negociaciones a Ucrania.

Una de las propuestas más comentadas estos días es la del presidente galo, Emmanuel Macron, que aboga por crear una UE de diferentes velocidades. La idea es incorporar a nuevos miembros sin que ello suponga un freno en la toma de decisiones, ralentizando los avances de la ya compleja maquinaria europea. Pero ello entrañaría un cambio fundamental en los tratados. A día de hoy, sanciones, comunicados o legislaciones quedan con frecuencia rehenes del veto de los Estados miembros. La incorporación de nuevos países supondría muchas cosas y una de ellas es un cambio radical en la arquitectura de poder. No solo en torno a la unanimidad, también se alterarían los equilibrios en las decisiones de mayoría cualificada (que precisan 15 países con una población del 65%). Esta es la semilla que el Elíseo quiere plantar antes de la apertura de puertas oficial.

"Demasiado lejos"

Frustración y escepticismo es el sentimiento que el Objetivo 2030 ha generado fuera de los confines comunitarios. La fecha marcada es vista como muy ambiciosa en muchas capitales europeas y como muy tardía en aquellas que aguardan para serlo. Especialmente molestos se han mostrado los países balcánicos, muchos de los cuales suman décadas esperando relegados al patio trasero de la UE. En los 20 años que han transcurrido desde la cumbre de Tesalónica, la UE ha hecho tímidos avances con la región, como liberalización de visados, apertura de negociaciones a Albania y Macedonia del Norte y estatus de miembro candidato a Bosnia y Herzegovina.

Foto: José Manuel Albares. (Reuters/Isabel Infantes)

Históricamente, la incorporación balcánica ha generado muchas divergencias en los Gobiernos nacionales. "Está bien estar aquí porque nos encontramos entre europeos, pero no somos escuchados como tales. Somos meros invitados en una casa divida", resumió Edi Rama, primer ministro albanés, en la última cumbre sobre Balcanes en Bruselas. "No hagan como la Iglesia debatiendo sobre el sexo de los ángeles mientras caía Constantinopla", pidió por entonces a los Veintisiete.

El calendario no ha caído bien en Montenegro, el país más avanzado en la carrera hacia Bruselas. Su primer ministro, Dritan Abazovic, ha criticado el plan de Michel asegurando que para ellos el 2030 está "demasiado lejos". La primera ministra serbia, Ana Brnabic, ha acusado a la UE de cambiar constantemente las reglas del juego en medio del partido.

"No hagan como la Iglesia debatiendo sobre el sexo de los ángeles mientras caía Constantinopla"

El líder serbio bosnio Milorad Dodik ha ido más allá asegurando que Bosnia y Herzegovina debería unirse a los BRICS, que viven una expansión global para hacer de contrapeso con Occidente, como alternativa a una UE que "añade condiciones nuevas y poco claras" para la admisión de países. Bruselas endureció en 2020 el proceso de adhesión, en buena medida instigada por Francia.

Obstáculos europeos

El primer desafío es de voluntad política. Cualquier incorporación requiere la unanimidad de los 27. Y aquí entran en juego demasiados elementos. En materia económica, supondría un desembolso enorme. En al caso de Ucrania, bautizado como el granero de Europa, su condición de potencia del sector primaria supondría un cambio de paradigma en la Política Agraria Común.

Los países candidatos tienen un PIB inferior a Bulgaria, el país más pobre de la UE. Su incorporación supondría una redistribución brutal de fondos europeos que toca de lleno a receptores como Hungría y Polonia o a contribuyentes como Países Bajos o Alemania. Según el think tank CEPS, la adhesión de los Balcanes supondría un incremento de 26.000 millones de euros en el Marco Financiero Plurianual.

La guerra en Ucrania ha abierto una ventana de oportunidad para la ampliación europea. Más que por convencimiento o por apetito, ha sido producto de la necesidad de dar un puño en la mesa ante la expansión rusa y china y el miedo a más desestabilización a las puertas comunitarias. Pero el debate también tiene una pata de valores. El temor a aceptar a países con problemas graves de corrupción, de libertad de prensa o de separación de poderes está muy presente. Capitales como Ámsterdam o Copenhague arrastran la creencia de que algunas ampliaciones hacia al Este se hicieron de forma precipitada, resultando en los problemas democráticos que vemos hoy en Hungría o Polonia o en la cantidad de ayudas financieras a Rumanía o Bulgaria. De hecho, los frugales defendieron en su momento que el flujo de trabajadores de la Europa oriental hacia el Reino Unido fue un gran impulsor del Brexit.

Jean-Claude Juncker se fijó 2025 como el calendario para la incorporación de los Balcanes Occidentales. Charles Michel abre ahora la caja de Pandora apuntando a 2030 como el nuevo objetivo para la entrada de nuevos países a la UE. Pocas políticas son tan divisorias en las capitales y tienen tantas implicaciones para el proyecto europeo como la ampliación. Así lo demuestran las últimas declaraciones del presidente del Consejo Europeo, que han sido respondidas con recelo desde su institución vecina, la Comisión Europea. El proceso de adhesión certifica el último encontronazo en el largo historial de desencuentros entre Charles Michel y Ursula Von der Leyen.

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