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La Unión Europea ya tiene un plan para Ucrania. Ahora solo le falta uno para Rusia
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La Unión Europea ya tiene un plan para Ucrania. Ahora solo le falta uno para Rusia

La UE necesita una estrategia para Rusia que vaya más allá de la guerra en Ucrania. Dicha política debería centrarse en el apoyo a los países fronterizos con Rusia, entre otras cosas

Foto: Monumento a la Patria con el Tridente en el escudo en el museo de la II Guerra Mundial de Kiev. (EFE / Sergey Dolzhenko)
Monumento a la Patria con el Tridente en el escudo en el museo de la II Guerra Mundial de Kiev. (EFE / Sergey Dolzhenko)

La Unión Europea necesita una estrategia para Rusia. Desde febrero de 2022, aplica una política para Ucrania; todavía no tiene otra para Rusia. Sin embargo, la relación de la UE con Rusia no puede reducirse a la guerra de Ucrania, aunque ésta siga siendo el elemento más determinante. A lo largo de varios años, Rusia ha socavado sistemáticamente los instrumentos que regulan el control de armamentos y la estabilidad estratégica en Europa; ha protagonizado injerencias internas e intentos de subversión en la UE y sus países vecinos; y ha utilizado el suministro energético y la migración para influir en la UE y sus Estados miembros o intentar coaccionarlos. Por tanto, los europeos necesitan una estrategia común frente a Rusia que aborde cuestiones que van más allá de la guerra de Ucrania.

El primer paso hacia esa estrategia es que la UE y todos sus Estados miembros acepten que Rusia seguirá siendo parte integrante de su seguridad, les guste o no. El verdadero reto es desarrollar una estrategia que pueda tener en cuenta el factor Rusia en la seguridad europea sin comprometer los intereses y valores occidentales. Los europeos tienen una capacidad limitada para influir en la evolución interna de Rusia. Esto significa que deben centrarse en una estrategia de contención modernizada que se adapte a la realidad actual y esté abierta a un futuro diferente. La estrategia debería constar de tres partes: ayudar a los países fronterizos con Rusia a reforzar su capacidad de resistencia y consolidar su soberanía; reducir la influencia global de Rusia; y prepararse para diversos escenarios de cambio dentro de Rusia.

Foto: Trabajadores de emergencia rusos transportan los cuerpos de las víctimas del avión privado de Prigozhin estrellado en la región de Tver. (Reuters/Dmitry Lebedev)

Apoyo a los vecinos de Rusia

La seguridad de la UE y de sus Estados miembros empieza por la seguridad de sus vecinos en Europa del Este, el Cáucaso Meridional y Asia Central, así como en la vecindad meridional. Por ello, la UE debe seguir trabajando con los gobiernos de estas regiones para fomentar su resistencia a las presiones externas y crear las condiciones para la cooperación y la estabilidad. La UE y sus Estados miembros pueden ayudar a estos países a hacer frente a su actual dependencia de Rusia, sobre todo en materia de energía, finanzas, inversiones e infraestructuras.

Esto es especialmente relevante para Ucrania y Moldavia. La UE debería ofrecer a estos dos países un camino claro hacia la adhesión, que incluya asistencia en materia de seguridad y apoyo a la consolidación de las instituciones estatales y la lucha contra la corrupción, ya que la debilidad de las instituciones y la corrupción han sido tradicionalmente vehículos de la influencia rusa. La UE también debe ayudar a estos países a integrar más estrechamente su infraestructura energética con la del bloque, y debe proporcionar ayuda financiera específica para mitigar el impacto social de la transición energética.

Además, la UE debe ser coherente en su compromiso con los países del Cáucaso Sur. Debe ayudarles a superar los actuales factores de inestabilidad, ya sea la polarización política interna en el caso de Georgia o la guerra interestatal entre Armenia y Azerbaiyán. La UE debe tratar de reanudar los contactos tanto con el gobierno de Georgia como con la oposición, utilizando toda la influencia del bloque para conseguir que las partes concluyan y apliquen un acuerdo que ponga fin a la crisis política. Armenia y Azerbaiyán ya han logrado avances significativos sobre el papel, y el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, ha facilitado las conversaciones al más alto nivel. Pero la degradación de la situación sobre el terreno y la inminente crisis humanitaria en la región de Nagorno-Karabaj amenazan con poner en peligro todo el proceso. A corto plazo, la UE debe tratar de conseguir que Azerbaiyán levante el bloqueo del corredor de Lachin para permitir el acceso sin trabas de la ayuda humanitaria a Nagorno-Karabaj. A continuación, debería intentar reanudar rápidamente las conversaciones sobre un acuerdo político.

Por último, la UE necesita una política para Bielorrusia que tenga como objetivo preservar la posibilidad de que exista una Bielorrusia independiente y democrática en el futuro. La UE debe seguir apoyando a los bielorrusos en el exilio y establecer canales informales con el régimen de Lukashenko para explorar vías para una relación transaccional prudente. La liberación de todos los presos políticos y el fin de la represión política deberían ser condiciones previas para cualquier compromiso más allá de estos canales. Los europeos también deberían responder con nuevas sanciones a Rusia si da nuevos pasos para absorber a Bielorrusia, aunque esto ocurra con el consentimiento de los dirigentes ilegítimos de este último país. En el marco de una futura resolución de la guerra en Ucrania, los europeos deberían proponer nuevos acuerdos de seguridad y mecanismos de control de armas para hacer frente a las armas rusas desplegadas en el territorio de Bielorrusia. Desvincular a Bielorrusia del espacio estratégico ruso sería fundamental para mejorar la seguridad de sus vecinos, especialmente la de Ucrania.

Reducir la influencia

Durante varios años, Rusia ha desarrollado una estrategia activa para proyectar su influencia en todo el mundo, desde Siria hasta la República Centroafricana y Venezuela. Desde febrero de 2022, esto ha implicado una fuerte promoción en el llamado sur global de su narrativa de que la guerra contra Ucrania forma parte de una lucha mundial contra la hegemonía occidental. La política rusa de la UE necesita, por tanto, un brazo global.

Los europeos deben asegurarse de que van más allá de escuchar y de que actúan con coherencia ante las preocupaciones de los países pobres y de renta media. Esto debería incluir actuar sobre la escasez de alimentos y energía en el contexto de la guerra en Ucrania, pero también en áreas como la financiación climática y el desarrollo sostenible. Las promesas incumplidas sólo alimentan la frustración y sirven a la narrativa rusa sobre las incoherencias y el doble rasero de Occidente.

Foto: Putin reaparece en la cumbre de los Brics de manera telemática. (EFE/Marco Longari)

Los europeos deben contrarrestar las operaciones rusas de influencia en estos Estados, que funcionan a través de la presencia rusa en los medios de comunicación estatales, la corrupción estratégica de las élites o los esfuerzos del Kremlin por comprar influencia en el mundo académico y los grupos de reflexión. La UE y sus Estados miembros deberían apoyar el periodismo de investigación y la libertad de los medios de comunicación en aquellos países en los que las encuestas muestran que la narrativa rusa ha ganado adeptos entre el público, como Brasil, Malasia y Sudáfrica. Hay que animar a Ucrania y a otros Estados europeos que formaron parte de la Unión Soviética a que desempeñen un papel clave para contrarrestar la narrativa rusa sobre la guerra en el llamado Sur global, por ejemplo, haciendo hincapié en la naturaleza neocolonial de la agresión rusa.

Por último, la UE debería desafiar activamente a Rusia en las organizaciones multilaterales. Esto no significa que los europeos deban tratar siempre de excluir a Rusia de estas organizaciones. En algunos casos, como en el G20, deberían tratar de aislar a Rusia porque su posición en las cuestiones implicadas es totalmente poco constructiva. En otras organizaciones, el papel de Rusia debe contenerse, como en la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa, en la que pueden utilizarse diversos mecanismos para superar los intentos de Rusia de bloquear la toma de decisiones basada en el consenso. En algunos casos, cierto grado de cooperación con Moscú tiene sentido, incluso con vistas a una futura resolución de la guerra contra Ucrania. Este es claramente el caso del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en el que deben preservarse los canales de trabajo con Rusia, dada su capacidad para bloquear decisiones importantes. Parte del esfuerzo para desafiar a Rusia en las organizaciones internacionales implicará el uso de mecanismos para abordar los crímenes de guerra y exigir responsabilidades a los dirigentes rusos, aunque los europeos también tendrán que dirigir su atención hacia otros casos de impunidad en todo el mundo para defender este argumento.

Foto: Un grupo de personas pasa por delante del Centro de Convenciones de Sandton, que acogerá la próxima cumbre de los Brics. (Reuters/James Oatway)

Prepararse para un cambio

Los europeos deben tener claro que no se volverá al statu quo anterior en sus relaciones con Rusia. Pero deben estar abiertos a la posibilidad de un cambio en el país, y seguir preparándose para diversos escenarios posibles. La UE y los Estados miembros no deben hacerse ilusiones respecto a su capacidad para lograr cambios, pero -en la medida de lo posible- deben seguir apoyando a las organizaciones independientes de la sociedad civil rusa. También deben mantener una fuerte capacidad de observación, análisis e intercambio de información sobre la evolución del país.

Como parte de esto, la UE y sus Estados miembros deberían mantener una presencia diplomática en Rusia -por muy difícil que esto pueda resultar- que les permitiera también preservar algunos canales diplomáticos y seguir comprometiéndose con la sociedad rusa en la medida de lo posible. Cortar todos los lazos con los rusos sería muy perjudicial para cualquier posibilidad de reconstruir una relación en el futuro y solo serviría a la propaganda antioccidental de los dirigentes rusos. La UE y los Estados miembros tienen que encontrar la manera de seguir relacionándose con los rusos y en Rusia para que los europeos puedan anticipar el cambio en el país y reanudar algún tipo de lazos con su sociedad y sus dirigentes cuando y si es posible.

Los europeos también deberían empezar a diseñar un enfoque más próximo hacia la diáspora rusa en la UE, basado en una comprensión más profunda de los matices de esta comunidad. Es probable que muchos de ellos permanezcan en la UE al menos mientras no se produzca un cambio político significativo en Rusia, pero algunos siguen viajando a Rusia, por lo que pueden ayudar a los europeos a preservar los canales de comunicación con la sociedad rusa. Por tanto, la UE debería tratar de concienciar a la diáspora (y por extensión a sus contactos en Rusia) sobre las implicaciones de la guerra para Ucrania y para la seguridad europea, incluso financiando medios de comunicación independientes en ruso. Al mismo tiempo, los Estados miembros deberían abordar de forma pragmática las barreras a las que se enfrentan los rusos que huyen de su país cuando intentan entrar en la UE o establecerse en uno de sus Estados miembros (por ejemplo, desertores y personas que no quieren ser reclutadas).

Las sanciones seguirán siendo una parte fundamental del esfuerzo a largo plazo de Europa para hacer frente a Rusia. Con sus últimos paquetes de sanciones, la UE ha empezado a adaptar las medidas existentes para eliminar los mecanismos de elusión y las lagunas jurídicas. Ahora necesita desarrollar una doctrina clara sobre cómo impone sanciones secundarias, lo que puede incentivar a países como Kazajstán o Kirguistán a cooperar más estrechamente con la UE para evitar ser utilizados por Rusia para eludir las sanciones. La UE también debería empezar a determinar qué sanciones y controles a la exportación tendrían que seguir en vigor y cuáles levantarse en caso de solución de la guerra. Sea cual sea el resultado de la guerra, habrá que mantener ciertas limitaciones para restringir la capacidad de Rusia de lanzar futuras ofensivas. Por lo tanto, la UE también tendrá que desarrollar una comunicación estratégica con la opinión pública europea y no europea sobre la justificación y legitimidad de las sanciones.

Foto: Un helicóptero de transporte militar ruso Mi-8 en la región de Rostov. (Reuters/Sergey Pivovarov)

Los europeos seguirán teniendo que hablar con Rusia y buscar la desconflicción con ella sobre una base ad hoc. Una seguridad más fuerte para Europa requiere mantener abiertos los canales europeos para trabajar con Rusia en determinadas cuestiones, incluso estableciendo canales militares y en marcos multilaterales, en lugar de confiar en que otras potencias hablen siempre en nombre del continente.

Una visión común de Rusia

Sea cual sea el futuro de Rusia, los europeos deberían acordar una visión común de lo que aspiran en su relación de posguerra con el país. Esta visión debería basarse en las realidades actuales y no suponer un cambio radical de régimen o el colapso total del Estado ruso. El proceso de definición de esta visión común ayudaría a los europeos a determinar qué pasos podrían contribuir a establecer dicha relación, pero también qué acciones podrían comprometerla y, por tanto, deberían evitarse.

El resultado final de tal definición podría ser el siguiente: Europa quiere una relación con una Rusia que se vea a sí misma como un país normal, un país que considere que sus fronteras son fijas; que no se defina a sí misma como una civilización excepcional, con derecho a dominar a sus vecinos; y que no esté obsesionada por los imaginarios intentos occidentales de subvertirla o destruirla. Esto exigiría, por supuesto, un cambio en la autopercepción de los rusos, y especialmente de la élite rusa.

Foto: El presidente ruso Vladímir Putin, el ministro de Defensa Sergei Shoigu y el director del Servicio Federal de Seguridad de Rusia (FSB) Alexander Bortnikov asisten a los actos conmemorativos del Día de la Victoria. (Reuters/Maxim Sheme)

La opinión pública rusa anhela la normalidad -entendida como la posibilidad de vivir una vida normal-, lo que explica por qué la propaganda del régimen intenta normalizar la guerra y minimizar acontecimientos excepcionales como el motín de Wagner. Los europeos podrían hacer uso de diversos instrumentos y canales para desafiar la narrativa normalizadora del régimen y dejar claro que la vida normal real no es posible durante una guerra. Al hacerlo, también deberían dejar claro que esa vida normal será posible una vez finalizada la guerra y si los rusos aceptan una Rusia normal.

Esto exigiría también que los europeos examinaran sus propias percepciones de Rusia y rompieran con las concepciones esencialistas, ya sea de Rusia como una civilización grandiosa y única o como un mal abrumadoramente amenazador. Otros países, como Francia y el Reino Unido, experimentaron cambios similares hacia la normalidad tras la pérdida de sus imperios. Bajo ciertas condiciones, Rusia también podría conseguirlo.

Una base sólida

Se trata de una estrategia para Rusia que va más allá de Ucrania. Por supuesto, el apoyo continuado a Ucrania es un requisito previo, entre otras cosas porque una victoria ucraniana es fundamental para el futuro de Rusia y la seguridad europea. Pero la duración y el resultado de la guerra, así como el futuro de Rusia, siguen siendo inciertos. Esta incertidumbre no puede ser una excusa para que los europeos no definan la relación que quieren con Rusia cuando termine la guerra. Los europeos deberían empezar a formular ya su estrategia respecto a Rusia y resistir la tentación de esperar a ver qué tipo de Rusia surge.

Por supuesto, la unidad transatlántica y la resistencia interna son condiciones necesarias para una estrategia eficaz contra Rusia. Los europeos tienen que poner orden en su propia casa cuando se trata de hacer frente a la desinformación y la corrupción estratégica, hacer frente a las crisis migratorias y desvincularse plenamente de los suministros energéticos rusos. La UE ha logrado hazañas increíbles en estos ámbitos desde febrero de 2022. Pero, con la perspectiva de una larga guerra y una confrontación cada vez más amplia con Rusia, mantener la unidad y el progreso será cada vez más difícil. Una UE más resistente, consciente de sus propios intereses y capaz y dispuesta a apoyarlos, estará bien situada para gestionar esta confrontación y, en última instancia, prevalecer. Por el contrario, los costes de la desunión podrían ser existenciales.

Con estas piezas en su sitio, una estrategia de contención modernizada puede proteger los intereses europeos, ofrecer una perspectiva de futuro mejor a los vecinos de Rusia y garantizar la preparación para capitalizar cualquier cambio interno en Rusia.

*Análisis publicado originalmente en inglés en el European Council on Foreign Relations por Marie Dumoulin titulado 'One step beyond: Why the EU needs a Russia strategy'

La Unión Europea necesita una estrategia para Rusia. Desde febrero de 2022, aplica una política para Ucrania; todavía no tiene otra para Rusia. Sin embargo, la relación de la UE con Rusia no puede reducirse a la guerra de Ucrania, aunque ésta siga siendo el elemento más determinante. A lo largo de varios años, Rusia ha socavado sistemáticamente los instrumentos que regulan el control de armamentos y la estabilidad estratégica en Europa; ha protagonizado injerencias internas e intentos de subversión en la UE y sus países vecinos; y ha utilizado el suministro energético y la migración para influir en la UE y sus Estados miembros o intentar coaccionarlos. Por tanto, los europeos necesitan una estrategia común frente a Rusia que aborde cuestiones que van más allá de la guerra de Ucrania.

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