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Europa culmina el aislamiento de Rusia: logra un superávit histórico y hunde el rublo
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Las importaciones han caído un 85%

Europa culmina el aislamiento de Rusia: logra un superávit histórico y hunde el rublo

La balanza comercial de la eurozona con Rusia se da la vuelta tras décadas importando su gas barato. El final de la entrada de euros pone contra las cuerdas al banco central de Rusia

Foto: Elvira Nabiullina, presidenta del Banco de Rusia. (Reuters/Shamil Zhumatov)
Elvira Nabiullina, presidenta del Banco de Rusia. (Reuters/Shamil Zhumatov)
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Cuando Rusia comenzó la invasión de Ucrania, sorprendió al mundo por su capacidad para resistir a las sanciones impuestas por Europa y Estados Unidos. Tal fue su fortaleza que el rublo, la moneda del país, se apreció un 60% frente al euro en los tres primeros meses de guerra. Las penalizaciones no consiguieron persuadir al Kremlin para finalizar la contienda y mucho menos descarrilar la economía rusa. Sin embargo, la entrada en funcionamiento de las sanciones ha sido paulatina y finalmente, un año y medio después del inicio de la guerra, Europa ha conseguido eliminar su dependencia de los suministros rusos.

La gran entrada de euros que conseguía Moscú hasta hace unos meses es ya cosa del pasado, lo que está reduciendo las reservas que tiene Rusia para realizar importaciones y está hundiendo la cotización de su divisa. Por primera vez desde el estallido de la guerra, es necesario pagar más de 100 rublos para comprar un euro tras una caída de su divisa de más del 50% en el último año. Un duro golpe para el Kremlin económico y reputacional que está aumentando los rumores sobre una posible intervención del Banco Central de Rusia.

Foto: Sede del Banco Central de Rusia en Moscú. (Reuters/Shamil Zhumatov)

Europa ha reducido drásticamente las exportaciones a Rusia con el objetivo de lastrar su capacidad productiva, pero ha recortado aún más rápido las importaciones. Hasta el estallido de la pandemia, la eurozona tenía un déficit de la balanza de bienes de unos 4.000 millones de euros al mes con Rusia, en especial destinados a la compra de gas y petróleo. Este saldo negativo llegó a alcanzar los 15.000 millones de euros en un solo mes al inicio de la invasión de Ucrania, multiplicándose casi por cuatro como consecuencia de la escalada de los precios energéticos.

El esfuerzo realizado por los países europeos para buscar fuentes alternativas de suministro y reducir el consumo de hidrocarburos ha permitido reducir rápidamente las compras a Rusia, hasta el punto de que las importaciones han sido inferiores a las exportaciones durante dos meses en lo que va de año. El primero fue marzo, con un saldo positivo de casi 600 millones de euros, y el segundo, junio, el último disponible, con un superávit de 200 millones, según los datos que acaba de publicar Eurostat.

Aunque se trata de un saldo casi insignificante, lo importante para la Unión Europea es que ha cortado el flujo de divisas hacia Rusia. En 2022 envió cada mes unos 14.000 millones de euros brutos (si se restan las exportaciones son 10.000 millones netos). Tal entrada de euros permitió al país elevar sus reservas internacionales y financiar su aparato militar. Pero estos recursos han desaparecido, lo que explica la permanente caída del rublo ruso en los mercados desde el pasado verano.

Las compras que realizaron a Rusia en hidrocarburos y derivados en junio cayeron a 800 millones de euros, el dato más bajo de toda la serie histórica. Esto es menos de la mitad de las exportaciones de bienes manufacturados que enviaron los países de la eurozona a Rusia en ese mismo mes, que superaron los 2.000 millones de euros.

De esta forma, Europa ha conseguido desplegar todas las sanciones a la exportación de productos domésticos, en especial maquinaria y bienes tecnológicos, sin desequilibrar la balanza comercial con el país. Actualmente, está vendiendo productos a Rusia por valor de unos 2.000 millones de euros cada mes, lo que supone reducir en casi un 60% las exportaciones.

El desplome del rublo

El euro era la gran fuente de divisas internacionales que conseguía Rusia hasta el pasado invierno. Sin embargo, la Unión Europea ha conseguido acelerar el aislamiento del Kremlin y las relaciones comerciales entre los dos bloques son casi insignificantes: las importaciones rusas no llegaron al 1% del total de compras en el extranjero que realizaron los países del euro (al inicio de la guerra alcanzaron el 8%). De hecho, la UE ha conseguido llenar sus reservas de gas para el invierno dos meses y medio antes del plazo que se había fijado. Esto evita que surjan tensiones de demanda en los mercados de hidrocarburos y reduce su precio en los mercados. Y esta caída del precio de los hidrocarburos también está provocando que la balanza comercial de Rusia con el resto de socios también se esté deteriorando rápidamente.

A Rusia le sobra gas y le faltan euros y dólares, lo que está detrás del desplome sufrido por el rublo. El Kremlin está sufriendo la humillación pública de la continua caída de su divisa, que cotiza ya por debajo de los niveles previos al estallido de la guerra. El Banco Central de Rusia tuvo que convocar una reunión de emergencia la semana pasada para subir los tipos de interés en 350 puntos básicos (3,5 puntos porcentuales), hasta el 12%.

Aunque consiguió frenar la caída, la divisa no da señales de recuperación y siguen siendo necesarios más de 102 rublos para comprar un euro. Hace tan solo un año cada euro costaba menos de 60 rublos. Este desplome está reavivando la inflación, ya que todos los productos importados resultan más caros. El IPC ha subido en dos puntos desde abril, desde el 2,3% hasta el 4,3%.

Las declaraciones realizadas por miembros próximos al presidente, Vladímir Putin, muestran mayor preocupación por la humillación pública que supone la caída del rublo que por los problemas económicos que está generando. "Se ríen de nosotros fuera", exclamó recientemente uno de los presentadores estrella de la televisión rusa que coloca entre el público la propaganda del Kremlin, Vladímir Solovyov.

Foto: Un petrolero y un granero, detrás, en las inmediaciones del puerto de Najodka, en Rusia. (Reuters/Tatiana Meel)

La presidenta del Banco Central de Rusia, Elvira Nabiullina, fue considerada la gran artífice del sostenimiento de la economía rusa cuando comenzó la invasión, aunque su tarea estuvo facilitada por la gran entrada de divisas extranjeras. Ahora, por el contrario, es acusada por el Kremlin de provocar la caída de la divisa con su política monetaria acomodaticia. El día antes de la gran subida de tipos de interés hasta el 12%, uno de los principales asesores económicos de Putin, Maxim Oreshkin, publicó una tribuna en la que acusaba directamente al banco central de acometer una "política monetaria laxa" que está depreciando la divisa.

Pero la receta puede ser peor que la enfermedad para Rusia si el camino que sigue el banco central es el de endurecer los tipos de interés para compensar la caída de la divisa. Primero porque los fundamentales seguirán empujando hacia abajo al rublo como consecuencia de la caída en la llegada de divisas. Y segundo, porque a medida que suben los tipos, la economía se va deteriorando, como se observa en Europa y Estados Unidos, que han realizado alzas muy inferiores.

En definitiva, las presiones crecientes desde el Kremlin empiezan a torcer la voluntad de la institución y priorizar la imagen exterior de la divisa frente al crecimiento equilibrado en el interior del país. En paralelo, la Unión Europea trata de acelerar la transición ecológica hacia energías limpias para reducir su dependencia del exterior. Esto supone un segundo golpe para Rusia: no solo ha perdido su principal mercado de exportación, además el exceso de gas en el mercado lastra los precios.

Por ejemplo, el precio del gas en el mercado europeo (el TTF holandés) sigue estancado en 40 euros por MWh, el precio más bajo desde julio de 2021. Hace un año el precio llegó a superar los 300 euros, lo que supone un desplome de más del 85%. Con estas cartas es difícil que Nabiullina consiga estabilizar la divisa cerca de los 100 rublos por euro. La combinación de inflación y tipos de interés elevados es una nueva amenaza para la economía rusa, que tiene que lidiar ahora con las consecuencias de medio y largo plazo de las sanciones impuestas por Occidente.

Cuando Rusia comenzó la invasión de Ucrania, sorprendió al mundo por su capacidad para resistir a las sanciones impuestas por Europa y Estados Unidos. Tal fue su fortaleza que el rublo, la moneda del país, se apreció un 60% frente al euro en los tres primeros meses de guerra. Las penalizaciones no consiguieron persuadir al Kremlin para finalizar la contienda y mucho menos descarrilar la economía rusa. Sin embargo, la entrada en funcionamiento de las sanciones ha sido paulatina y finalmente, un año y medio después del inicio de la guerra, Europa ha conseguido eliminar su dependencia de los suministros rusos.

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