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Del motín al "accidente" aéreo: los dos meses en que Prigozhin vivió peligrosamente
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NO HAY CONFIRMACIÓN DE SU MUERTE

Del motín al "accidente" aéreo: los dos meses en que Prigozhin vivió peligrosamente

El nombre del líder del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, se encontraba en la lista de pasajeros del avión que ha sido derribado en Rusia exactamente dos meses después de su famoso motín

Foto: Yevgeny Prigozhin en su última aparición pública en un vídeo posiblemente grabado en África. (Reuters/Wagner)
Yevgeny Prigozhin en su última aparición pública en un vídeo posiblemente grabado en África. (Reuters/Wagner)

Hace dos meses, Yevgeny Prigozhin aparecía lleno de rabia y lanzando todo tipo de improperios contra el alto mando militar ruso. El Grupo Wagner acababa de sufrir, aseguraba, un bombardeo de artillería por parte del mismo Ejército al que había estado ayudando desde el inicio de la invasión de Ucrania. Concretamente, por las tropas a cargo del Ministerio de Defensa. Montando en cólera, armó una columna junto a sus mercenarios dispuestos a cobrarse las cabezas de Serguéi Shoigú (ministro de Defensa) y Valeri Guerásimov (jefe del Estado Mayor), a quienes culpaba de la mala situación en Ucrania. Sus tropas, dispuestas a todo, llegaron en cuestión de 24 horas a menos de 200 kilómetros de Moscú. Pero en el último momento, una llamada del presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, calmó la sed de sangre y los mercenarios depusieron las armas. Fue la madrugada del 23 de junio: el motín de Wagner.

Este miércoles, exactamente dos meses después, un avión privado propiedad de Prigozhin se ha estrellado en la región rusa de Tver. Su nombre figuraba en la lista de pasajeros que iban a bordo. Todavía no hay confirmación de su muerte, aunque las autoridades rusas afirman que los 10 pasajeros que iban a bordo han fallecido. Solamente se han recuperado ocho cuerpos y, debido a la calcinación, serán necesarias pruebas de ADN para confirmar la identidad de las víctimas. Un suceso que, según las imágenes publicadas por el grupo de Telegram Mash —cercano a los servicios de seguridad rusos—, habría sido ocasionado por una explosión en pleno vuelo.

Pese a la promesa de Lukashenko tras el motín, el destino del que fue el chef de Putin parece ser otro. Tras la rebelión, el presidente Vladímir Putin anunció que no se tomaría ninguna medida contra Wagner, salvo clausurar su sede en Moscú y San Petersburgo. Los mercenarios podrían tomar dos caminos: unirse a las tropas regulares del Ministerio de Defensa o marcharse a Bielorrusia. Con cualquiera de estas opciones, saldrían indemnes del motín.

Miles de mercenarios armaron campamentos en Bielorrusia. Pero, pese al rastreo del avión privado de Prigozhin, nunca se llegó a confirmar que el líder de Wagner llegase a estar en el país. De hecho, durante semanas, no hubo ni rastro del responsable de la asonada. Prigozhin desapareció de la escena pública, salvo por una serie de fotografías sacadas de su mansión en las que se le veía disfrazado con varias pelucas —una probable maniobra para desacreditarlo—.

Foto: Partidarios de la junta militar muestran una foto de Yevgeny Prigozhin. (EFE / Issifou Djibo)

Tras estos instantes en los que analistas y opinadores especulaban sobre su posible muerte (o desaparición), Prigozhin resurgió con un atuendo, alejado del uniforme militar, al que no parecía estar acostumbrado. Con vaqueros y camisa blanca, el chef de Putin estrechaba la mano al embajador de República Centroafricana —donde Wagner tiene al menos 1.200 soldados—, Freddy Mapouka. Esta imagen se dio en la cumbre ruso-africana celebrada en San Petersburgo.

No hubo más pistas del líder de los mercenarios hasta esta semana. Este lunes, Prigozhin reaparecía en África a través de un vídeo difundido en el canal de Telegram Grey Zone, ligado al Grupo Wagner. Enérgico y en busca de nuevos reclutas, decía: "Estamos trabajando. La temperatura es de más de 50 grados. Todo como nos gusta". "Sigamos cumpliendo las tareas que se nos han encomendado y a los que hemos dado la promesa de que podemos hacerlo", fueron, posiblemente, las últimas palabras que pronunció ante el mundo.

Hace dos meses, Yevgeny Prigozhin aparecía lleno de rabia y lanzando todo tipo de improperios contra el alto mando militar ruso. El Grupo Wagner acababa de sufrir, aseguraba, un bombardeo de artillería por parte del mismo Ejército al que había estado ayudando desde el inicio de la invasión de Ucrania. Concretamente, por las tropas a cargo del Ministerio de Defensa. Montando en cólera, armó una columna junto a sus mercenarios dispuestos a cobrarse las cabezas de Serguéi Shoigú (ministro de Defensa) y Valeri Guerásimov (jefe del Estado Mayor), a quienes culpaba de la mala situación en Ucrania. Sus tropas, dispuestas a todo, llegaron en cuestión de 24 horas a menos de 200 kilómetros de Moscú. Pero en el último momento, una llamada del presidente de Bielorrusia, Aleksandr Lukashenko, calmó la sed de sangre y los mercenarios depusieron las armas. Fue la madrugada del 23 de junio: el motín de Wagner.

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