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El 'chef' que quiso volar demasiado alto y ha podido estrellarse: los mil trajes de Prigozhin
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Vida y ¿muerte? de yevgeny prigozhin

El 'chef' que quiso volar demasiado alto y ha podido estrellarse: los mil trajes de Prigozhin

El líder de la milicia Wagner podría haber fallecido a bordo de un avión estrellado en Rusia. El posible fin de un hombre que salió de la nada y llegó a rebelarse contra el estamento militar del Kremlin

Foto: El fundador del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin (Reuters)
El fundador del Grupo Wagner, Yevgeny Prigozhin (Reuters)

Marzo de 1980. San Petersburgo. Medianoche. Un grupo de adolescentes de 18 años rodean a una mujer que pasea sola por la calle. Mientras uno la detiene pidiéndole un cigarrillo, otro —el protagonista de nuestra historia—, la agarra del cuello por detrás hasta dejarla inconsciente. El robo es tan mezquino que los jóvenes se quedaron con los zapatos y los pendientes de la mujer, antes de salir corriendo.

Junio de 2023. Un canal de Telegram. Medianoche. El líder del grupo paramilitar Wagner asegura que él y sus 25.000 hombres se dirigen hacia Moscú para impartir “justicia” después de un presunto ataque con misiles contra sus hombres, presumiblemente organizado por Rusia. "Todos los que intenten resistir, los consideraremos un peligro y los destruiremos de inmediato”, arenga, en lo que las autoridades rusas han considerado “una rebelión armada”.

Foto: Yevgeny Prigozhin, jefe del grupo privado ruso de mercenarios Wagner. (Reuters)
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Agosto de 2023. Un avión privado se estrella en la región rusa de Tver mientras viajaba desde Moscú hasta San Petersburgo. En la lista de pasajeros aparece el nombre del mismo líder mercenario y el del número 2 del Grupo Wagner, Dmitry Utkin. Ocho cuerpos son recueperados en la zona, tan calcinados que no pueden ser identificados hasta que se realice un examen de ADN.

Entre estas tres escenas hay toda una vida, la de Yevgeny Prigozhin. Un arribista que pasó de robos de poca monta a protagonizar uno de los episodios que más ha puesto a prueba al estamento militar del Kremlin y, posiblemente, uno de los asesinatos más sonados de la historia de un país lleno de ellos. Un hombre que, pese a mejorar el traje con cada paso vital, intentó utilizar la guerra de Rusia en Ucrania para terminar de escalar en la resbaladiza escalera de poder de Moscú. Quizá sea esta su última apuesta.

Foto: Foto de archivo del centro del grupo militar Wagner en San Petersburgo. (Reuters/Igor Russak)
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Yevgeny Prigozhin nació en Leningrado, hoy San Petersburgo, en 1961. Sus primeros pasos que lo convirtieron en el hombre que es ahora fueron en los delitos menores, por los que acabó condenado a 13 años de cárcel. Este paso por prisión se le quedaría para siempre: años después, ya como uno de los protagonistas indiscutidos del esfuerzo ofensivo ruso en Ucrania, Prigozhin hacía alarde de su habla llena de vulgaridades (o ‘auténtica’ y ‘cercana’, no como la de los burócratas que dejaban morir a sus hombres en la picadora de carne de Bajmut), y de su pasado para reclutar en las cárceles nuevos mercenarios y dibujarse como el único hombre capaz de ‘decirle verdades’ al estamento militar ruso.

Poco después de salir de la cárcel buscó un empleo más provechoso. Para 1995 (con 34 años), Prigozhin ya tenía una cadena de supermercados, y decidió abrir un restaurante. Ese fue el germen de sus contactos con el Gobierno ruso y, en última instancia, con el mismísimo Putin. De organizar los caterings en eventos y recepciones en los palacios de San Petersburgo (como nota curiosa, fue el responsable de organizar el cáterin durante una visita de la reina Sofía de España al chelista Mstislav Rostropovich en 2001) pasó a hacerse con millonarios contratos de restauración, servicio y distribución pagados por el gobierno ruso. Para 2012, ganaba más de 10.500 millones de rublos (algo más de 200 millones de euros) en contratos del estado para los menús escolares, según recogen medios locales rusos.

Fue ahí donde se le empezó a ver en las fotos, como una figura sonriente pero que no molestaba, ofreciendo algún platillo, a la vera del presidente Vladímir Putin. Ganó acceso al presidente —del que siempre se ha dicho, incluso ahora, que nunca ha querido atacar directamente, y que llegó a llamar Papa— y también el mote que le acompañaría durante los años en los que las andanzas del Grupo Wagner se perpetraban entre las sombras: el chef de Putin.

Foto: Yevgeny Prigozhin, en el funeral de un bloguero prorruso, el 8 de abril. (Reuters/Yulia Morozova)

Si algo deja clara esta primera etapa de su biografía es que a Prigozhin no le importa cambiar de traje, siempre que este vaya siendo mejor. Ya con los contactos hechos y las capacidades logísticas que poseía, se convirtió en uno de los máximos responsables de proyectar la influencia de Rusia en el extranjero… por vías no ortodoxas. Ya sea con la Agencia de Investigación de Internet —la célebre 'granja de trolls' de San Petersburgo sancionada por EEUU por interferir en las elecciones estadounidenses de 2016—, como por su puesto, con el Grupo Wagner.

Su patrocinio al Grupo Wagner empezó después de que esta organización surgiera a partir de otra empresa militar privada —un grupo llamado Cuerpo Eslavo, registrado como empresa en Hong Kong—que fracasó anteriormente. En 2013, el Cuerpo Eslavo llevó a cabo una operación mercenaria fallida en Siria, y sus fundadores, dos ciudadanos rusos llamados Vadim Gusev y Yevgeny Sidorov, entonces empleados de una empresa militar privada llamada 'Moran Security Group', acabaron encarcelados en 2014.

Pero los combatientes del grupo fueron puestos en libertad, incluido un hombre llamado Dmitry Utkin, un exmiembro del GRU nacido en Ucrania, que estableció una nueva firma con muchos excombatientes del Moran. Financiado con el dinero de Prigozhin, Utkin, un admirador del Tercer Reich, llamó a la nueva organización “Grupo Wagner”, en honor al compositor favorito de Hitler. Utkin fue fotografiado en una recepción del Kremlin celebrada el 9 de diciembre de 2016, donde fue condecorado con la Orden al Coraje, supuestamente por sus servicios en Ucrania, según el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.

Desde entonces, Wagner ha estado presente en casi todos los teatros internacionales donde Rusia tiene intereses pero no podía permitirse una presencia militar directa, al menos en un primer momento: Siria, Libia, República Centroafricana, Sudán, Mozambique, Mali o Madagascar. Se ha reportado también la presencia de otras compañías militares privadas rusas en lugares como Ruanda, Burundi, Angola, Guinea, Guinea-Bissau, Gabón, Nicaragua, Yemen o Azerbaiyán. En aquel momento, los lazos de Prigozhin con aquel grupo armado de mercenarios no eran oficiales y solo tras años de investigaciones periodísticas se podía admitir, sin género de dudas, que era él quien estaba detrás del grupo.

Foto: Centro del Grupo Wagner PMC en San Petersburgo. (Reuters/Igor Russak)

Más tarde se quitaron todas las caretas, pero primero habría que pasar por el gran teatro de Prigozhin, el que le levantó al estrellato y el que quizá lo haga estrellar: Ucrania.

Con Wagner, Prigozhin equilibraba los objetivos de servir de punta de lanza gris del Kremlin con sus propios intereses (como jugosos contratos o incluso acceso a recursos como minas o explotaciones de terrenos madereros en el corazón de África). "Tal vez el mayor talento de Prigozhin sea identificar los puntos débiles del Kremlin y lanzarse a arreglarlos, sin importar lo controvertido, sangriento, sucio o ilegal que sea. Eso es lo que le hace tan indispensable para Putin", escribían los periodistas Andrei Soldatov e Irina Borogan, especializados en los cuerpos de seguridad de Rusia, en un reciente artículo para el Centro de Análisis de Política Europea (CEPA) de Washington.

Entre otros, Wagner alimentaba sus filas de exmilitares rusos, muchos de élite, que buscaban un salario mejor. Con la guerra de Rusia en Ucrania, Wagner se dibujó de nuevo como una herramienta útil del Kremlin y, quizá, la gran oportunidad de Prigozhin para volver a cambiar de traje y subir un peldaño más. Después de años de negar todos los vínculos con Wagner, incluyendo demandas a medios de comunicación, el pasado septiembre Prigozhin abandonó su tradicional discreción y anunció triunfalmente que, efectivamente, había fundado el grupo. Para entonces, Prigozhin ya había puesto en marcha una nueva estrategia de exposición pública: se había paseado por las cárceles en busca de nuevos mercenarios con los que suplir a esos experimentados exmilitares rusos que habían ido cayendo en un frente donde atraía cada vez mayor protagonismo.

Foto: El presidente ruso Vladímir Putin (c) a su llegada a la ceremonia de entrega de los premios por el "Día de Rusia" en el Gran Palacio del Kremlin. (EFE/Yuri Kadobnov)

"Soy un representante de una compañía militar privada llamada PMC Wagner. Probablemente hayáis oído hablar de ella en los medios. Durante casi diez años hemos luchado en diferentes países", afirma Prigozhin en el vídeo que recoge la escena. Los nombra, pero un pitido censor nos impide saber de cuáles se trata. "Y ahora tenemos que luchar en Ucrania. Tengo autorización de [nuevo pitido] para llevarme a cualquier prisionero de cualquier colonia condenado por cualquier tipo de pena y a cualquier período de encarcelamiento, naturalmente solo bajo vuestro propio deseo. Las condiciones para que funcione son las siguientes: lucháis durante medio año, y en medio año recibís una amnistía", prosigue.

Ahí comenzó el principio de lo que parece el fin. Primero, su estrategia para convertirse en uno de los personajes públicos más prominentes de la guerra fue conjugar las críticas al liderazgo militar (nunca a Putin) y de autopromoción como la solución ante esos errores. Pronto, las desavenencias iniciales dejaron clara la guerra civil entre las filas rusas: a un lado, el estamento militar ruso y Ministerio de Defensa. Al otro, un Prigozhin con cada vez mayores intereses políticos y la convicción de que su férrea lealtad a Putin lo protegería o, al menos, lo dejaría hacer.

"Se está haciendo pasar por un enemigo de las élites, a pesar de que es un producto del sistema de Putin, la encarnación de su régimen y contratos estatales", dijo Andrei Kolesnikov, del Carnegie Russia Eurasia Center, a la agencia AP. "Prigozhin está jugando a ser un político independiente, elevando las apuestas y poniendo a prueba los límites del sistema. Pero solo es técnicamente posible mientras Putin lo encuentre útil", agregó Kolesnikov.

Foto: El presidente de Rusia, Vladímir Putin. (Reuters/Sergei Karpukhin)

Conforme avanzó la guerra intestina, Prigozhin lanzó mensaje tras otro, a cada cual más incendiario, asegurando que el Kremlin quería acabar con Wagner a toda costa y apuntó que Rusia no quiere admitir las victorias militares de Wagner porque eso supondría que el grupo de mercenarios es más efectivo que las tropas rusas. En mayo, llevó la tensión al máximo con un vídeo lleno de improperios contra los altos mandos militares del Kremlin. Después del desfile por el Día de la Victoria y del discurso de Putin en la Plaza Roja, el líder de Wagner volvió a pronunciarse para pedir, como había hecho ya en numerosas ocasiones, más municiones, que presuntamente les eran racionadas por orden del Ministerio de Defensa.

Aquí ya entramos en nuevos terrenos pantanosos. ¿Por qué se le ha dejado criticar tan abiertamente y con tanta agresividad a los responsables militares del Kremlin? ¿Quién lo protege? ¿Cuáles son exactamente sus objetivos políticos? ¿Sabe cuáles son los límites?

Quizá no tanto. Según Tatiana Stanovaya, fundadora del centro de análisis R.Politik y miembro senior de Carnegie Russia Eurasia Center, las atrocidades de la guerra habrían llevado a Prigozhin "al límite de la cordura", y esa rabia incontrolable que muestra en algunos de sus vídeos, por ejemplo en el que sale rodeado de los cadáveres ensangrentados de sus hombres, sería real. Prigozhin estaría demencialmente cabreado por la falta de apoyo del Ministerio de Defensa, concretamente del ministro Shoigú, hasta simplemente estallar y marchar a Moscú con sus mercenarios.

Un motin del que, para muchos milagrosamente, salió con vida. A pesar de sus acciones, pareció moverse libremente durante dos meses de apariciones esporádicas, incluyendo una reunión con Putin el 29 de junio y otra con líderes africanos durante una cumbre en San Petersburgo a finales de julio. Pero parece que para Prigozhin, ya no había vuelta atrás. El hombre que quiso volar demasiado alto puede haber acabado estrellado en el suelo.

Marzo de 1980. San Petersburgo. Medianoche. Un grupo de adolescentes de 18 años rodean a una mujer que pasea sola por la calle. Mientras uno la detiene pidiéndole un cigarrillo, otro —el protagonista de nuestra historia—, la agarra del cuello por detrás hasta dejarla inconsciente. El robo es tan mezquino que los jóvenes se quedaron con los zapatos y los pendientes de la mujer, antes de salir corriendo.

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