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Ni mercenarios ni 'traidores a Putin': lo que crees saber del Grupo Wagner es incorrecto
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Nada es lo que parece

Ni mercenarios ni 'traidores a Putin': lo que crees saber del Grupo Wagner es incorrecto

Lo cierto es que, hoy por hoy, Prigozhin sigue vivo y conserva casi todas sus empresas, y Wagner continúa operando al servicio del Estado ruso y de su presidente

Foto: Yevgeny Prigozhin, líder de Wagner. (Reuters/Alexander Ermochenko)
Yevgeny Prigozhin, líder de Wagner. (Reuters/Alexander Ermochenko)
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Hay varias formas de interpretar lo sucedido en Rusia en los últimos meses. Una, la que parece haberse impuesto entre muchos observadores ocasionales y medios de comunicación, sería que el empresario Yevgeni Prigozhin, reconvertido en caudillo militar al mando del Grupo Wagner, habría acumulado más y más poder y su aura heroica en el frente de Ucrania le habría cegado y, en último término, esa ambición le habría llevado a desafiar al propio Vladímir Putin. La rebelión habría sido un fracaso, pero habría debilitado los cimientos del monolítico poder de Putin.

Sin embargo, los sucesos de las últimas semanas no terminan de encajar con esta versión. En teoría, Prigozhin fue obligado a exiliarse a Bielorrusia y su conglomerado de empresas, Concord, perdió importantes contratos con el estado, que fueron a parar a otros individuos cercanos a Putin. Pero pudo vérsele en San Petersburgo junto a varios líderes africanos en los días del Foro Rusia-África, al que además asistió Maxim Shugalei, uno de sus principales colaboradores. Concord ha ganado nuevas licitaciones para proporcionar servicios al estado ruso. Wagner sigue reclutando voluntarios, tanto en la propia Rusia como en otros países. Si lo que se ha desatado contra Prigozhin y sus hombres es una especie de represalia, tiene bastante de cosmética.

Mientras tanto, Wagner sigue acaparando titulares. Más allá de las informaciones —o en algunos casos, rumores— sobre su despliegue en la frontera de Polonia o en Níger, también se ha reportado la supuesta salida de miles de miembros de la organización de Bielorrusia hacia la vecina Rusia. El motivo habría sido la negativa de Alexander Lukashenko a financiar la estancia de estos paramilitares en su país, que el presidente bielorruso habría asumido que cubriría Moscú. No obstante, activistas de la oposición bielorrusa que han investigado el asunto han sido incapaces de encontrar confirmación visual de esta presunta retirada.

En Níger tampoco hay evidencias sólidas sobre la presencia de Wagner sobre el terreno, aunque fuentes diplomáticas francesas han confirmado que la junta golpista se puso en contacto con los combatientes rusos para solicitar su ayuda para defender la capital, Niamey, ante la cada vez más probable intervención militar de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) liderada por Nigeria. No se sabe, sin embargo, si dicho despliegue se ha producido o no, pero la bien engrasada maquinaria de desinformación rusa en el continente africano se ha puesto en marcha para convencer al mundo de que así es, mediante supuestos vídeos que en realidad corresponden a la presencia de Wagner en otros países o a través de fotos alteradas digitalmente. En ese sentido, algunos expertos comparan el Grupo Wagner con otros elementos de poder duro, como un portaaviones o un arma nuclear: en uno u otro caso, incluso sin zarpar del puerto o ser utilizada funcionan como elementos disuasorios. La marca Wagner es tan potente que el simple hecho de hacer creer que estos combatientes están en Niamey podría bastar para infundir cautela a una fuerza expedicionaria y, así, contribuir a la defensa de la ciudad.

En todo caso, existen numerosas ideas erróneas acerca de esta organización, algo quizá inevitable dadas sus múltiples facetas, lo que recuerda a la vieja parábola de los ciegos palpando las diferentes partes de un elefante pero sin alcanzar a adivinar la forma completa del animal. Aquí analizamos algunos de los malentendidos más importantes, y tratamos de explicar por qué no se ajustan a la realidad.

Wagner no es un grupo de mercenarios

Este término suele ser el más utilizado para definir a la organización, pero se mire como se mire, es incorrecto. Wagner no trabaja para quien le pague: la única razón de su existencia es la promoción de los intereses estratégicos de Rusia en el extranjero. Si un "cliente" —pongamos, un gobierno africano— ayuda a cubrir las facturas del despliegue, mejor que mejor, pero Wagner no pondrá el pie en ningún sitio donde al Kremlin no le interese que lo haga.

Designar a Wagner como "compañía militar privada" tampoco se ajustaría a la realidad. Teóricamente su dueño y señor es Yevgeni Prigozhin, y hay pocas dudas de que la mayoría de sus comandantes le son leales a él, no al régimen ruso. Pero la trayectoria del grupo es ilustrativa en este sentido: la iniciativa de fundar el grupo no partió de Prigozhin, sino de los servicios de inteligencia militares rusos, allá por 2014. En aquel momento el empresario ya tenía importantes vínculos con el ejército ruso (suministraba, por ejemplo, la comida a las fuerzas armadas), así como una fortuna considerable, de modo que el GRU le contactó para que financiase el proyecto que tenían entre manos. Wagner tiene su principal centro de entrenamiento en el polígono militar de Molkino, perteneciente al ejército. Y en todos sus despliegues en lugares como Siria, República Centroafricana o Ucrania, el armamento pesado, como helicópteros, tanques o blindados, le ha sido proporcionado por el Ministerio de Defensa, que también ha puesto a su disposición los aviones de carga Ilyushin para poder transportarlos hasta esos países.

Wagner no es independiente

El conglomerado de empresas de Prigozhin, además de las estrictamente comerciales, incluye varias áreas dedicadas a proyectar influencia en el exterior tanto a favor de la Rusia de Putin como directamente del propio Wagner. La más célebre es la Agencia de Investigación de Internet, la llamada "granja de trolls" de San Petersburgo, después replicada en otros lugares, como Ghana y otros países africanos. Pero es menos conocido que Prigozhin tiene también una empresa llamada Fundación para la Protección de los Valores Nacionales (FZNC), una supuesta "consultoría política" que hace investigación electoral y busca "oportunidades de negocio" para Rusia en el extranjero. Uno de sus principales operadores es Maxim Shugalei, mencionado arriba, quien fue detenido en Libia en 2019 nada menos que por trazar un plan para devolver a la familia Gadafi al poder en las elecciones venideras, para lo que se había reunido con el hijo superviviente del dictador libio, Seif Al Islam Al Gadafi. Durante su encarcelamiento, Prigozhin se coordinó con el Ministerio de Exteriores ruso para lograr su liberación, y su productora audiovisual realizó una campaña internacional que incluyó hasta tres largometrajes de ficción.

A Shugalei pudo vérsele en el Kabul de los talibanes pocos días después de la salida de las tropas occidentales. Su última aparición pública ha sido en el foro Rusia-África, donde tuvo un encuentro con el conocido extraficante de armas Viktor Bout, liberado a finales del año pasado en un intercambio de presos con EEUU. Otros individuos clave en la estrategia híbrida de influencia en el exterior también son hombres de Prigozhin, como el periodista Alexander Malkevich, hoy a cargo de los medios de comunicación en la Ucrania ocupada, o Alexander Ionov, fundador del Movimiento Antiglobalización de Rusia y promotor de una conferencia internacional de movimientos separatistas occidentales, a quien El Confidencial entrevistó en 2016. Si uno mira en el mapa dónde han aparecido estos operadores políticos, dónde lo ha hecho Wagner y dónde tiene intereses el Kremlin, las coincidencias son significativas.

Wagner no se autofinancia

Una de las características más importantes del Grupo Wagner es que además de una fuerza militar es, en muchos aspectos, una máquina de saqueo. Tras su despliegue en Siria, el régimen de Assad llegó a un acuerdo con Prigozhin: a través de una empresa intermediaria llamada Evro Polis, el grupo ruso podría quedarse con el 25% de cada pozo petrolífero que recuperasen de manos del Estado Islámico, lo que acabó convirtiéndose en un negocio muy lucrativo. Ante su alta rentabilidad, los emisarios de Prigozhin salieron a proponer tratos similares a otros gobiernos más o menos autocráticos. Hoy, Wagner controla minas de oro y diamantes y explotaciones madereras en República Centroafricana, Sudán y probablemente en Mali, y se sospecha un posible intento de acceder a explotaciones mineras en Burkina Faso. En Mali, según el presupuesto estatal para 2023, los salarios del millar de combatientes de Wagner en el país les suponen a las arcas nacionales un desembolso anual de 103 millones de dólares, el doble que el presupuesto del Ministerio de Justicia y diez veces más que el de Familia. Por todo ello, la experta estadounidense Candace Rondeaux define a Wagner de forma bastante precisa como "un cártel paramilitar con apoyo estatal".

Pero esto ha llevado a la creencia generalizada de que Wagner es autosuficiente. No es así: tras el motín, el propio Putin declaró que el estado ruso le pagó a este grupo la friolera de 2000 millones de dólares tan solo en 2022, una cifra que las actividades extractivas del grupo no pueden cubrir ni remotamente. En realidad, algunos expertos que han tratado de investigar las verdaderas finanzas del grupo —entre ellos John E. Smith, exdirector de la agencia de sanciones del Departamento del Tesoro de EEUU— consideran que estas en realidad son un esquema para ayudar a Rusia a evadir las sanciones. Los recursos extraídos sobre el terreno no van directamente a los cofres de Prigozhin, sino que viajan a lugares como Emiratos Árabes Unidos, donde son transformados en activos de mayor liquidez que contribuyen a mantener la economía rusa a flote. Mientras tanto, el presupuesto de Wagner y otras actividades de Prigozhin sale de la tesorería del Kremlin.

Wagner no ha traicionado a Putin

Cuando se pone todo esto en conjunto, queda claro que Wagner es una pieza demasiado importante en la estrategia del régimen de Putin para prescindir de ella así como así. De hecho, a Prigozhin y otros comandantes se les permitió reunirse con el presidente ruso tras el motín para explicar su versión de los hechos. El resentimiento de Prigozhin no era —al menos públicamente— con Putin, sino con el ministro de defensa Sergei Shoigu y con el jefe del estado mayor Valeri Gerasimov, lo que se transformó en un enfrentamiento cada vez más abierto a raíz de la guerra en Ucrania y las discrepancias y el malestar sobre cómo manejar la situación militar. Y ahora sabemos que el plan original de Prigozhin era capturar a Shoigu y Gerasimov durante una visita al frente para tener una baza fuerte con la que negociar unas mejores condiciones para Wagner y para sí mismo.

El plan fracasó porque el servicio de inteligencia interior ruso, el FSB, lo descubrió con antelación y abortó el viaje al frente, obligando a Prigozhin a improvisar su "marcha de la justicia" hacia Moscú. Bajo este prisma, varios expertos opinan que la rebelión tiene más sentido como un intento de llamar la atención de Putin que en alzarse contra él, en línea con una larga tradición peticionaria en Rusia en la que los siervos apelan al "buen Zar" contra los abusos de los "malos boyardos". Probablemente estos observadores no van desencaminados, y todo apunta a que Putin lo ha visto así. Lo cierto es que, hoy por hoy, Prigozhin sigue vivo y conserva casi todas sus empresas, y Wagner continúa operando al servicio del estado ruso.

Hay varias formas de interpretar lo sucedido en Rusia en los últimos meses. Una, la que parece haberse impuesto entre muchos observadores ocasionales y medios de comunicación, sería que el empresario Yevgeni Prigozhin, reconvertido en caudillo militar al mando del Grupo Wagner, habría acumulado más y más poder y su aura heroica en el frente de Ucrania le habría cegado y, en último término, esa ambición le habría llevado a desafiar al propio Vladímir Putin. La rebelión habría sido un fracaso, pero habría debilitado los cimientos del monolítico poder de Putin.

Conflicto de Ucrania
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