Es noticia
Europa y su pecado original: el dilema detrás de la prohibición de marchas pro-Palestina
  1. Mundo
Parálisis moral

Europa y su pecado original: el dilema detrás de la prohibición de marchas pro-Palestina

Alemania, Francia y otros países están prohibiendo manifestaciones de apoyo a Palestina y Hamás, algo que está provocando las quejas de grupos civiles

Foto: Fuerzas antidisturbios rodean una manifestación vetada a favor de Palestina en la plaza de la República de París. (EFE/Teresa Suárez)
Fuerzas antidisturbios rodean una manifestación vetada a favor de Palestina en la plaza de la República de París. (EFE/Teresa Suárez)

El proyecto político de Europa se creó sobre la idea de garantizar libertades y derechos, un espacio democrático en el que había que evitar la reaparición de regímenes autoritarios después de la Segunda Guerra Mundial. Aprender lecciones, evitar volver a cometer los errores del pasado. Y eso se conseguía enraizando esos derechos en la propia naturaleza de los Estados miembros y de la Unión Europea. Al mismo tiempo, la Unión fue creciendo sobre la irremediable culpa del exterminio de seis millones de judíos, la permisibilidad de una sociedad hacia esa masacre, cuando no la cooperación activa. Y esa cicatriz moral, ese remordimiento imborrable, marca la interacción de la UE y de sus Estados miembros con cualquier tema que tenga que ver con Israel.

La Unión, ese intento por empezar de cero, por evitar la repetición del pasado, nació irremediablemente con ese pecado original, imposible de borrar: esta fue la tierra, esta fue la sociedad, que permitió el exterminio industrial de los judíos. Muchos de los valores europeos ahora consagrados en los tratados brotan de esa experiencia, entre ellos la idea de proteger a los más débiles frente a la tiranía de la mayoría y del más fuerte. Eso es lo que hace del asunto de Palestina algo tan incómodo y difícil de tratar para la Unión Europea en situaciones como la actual: chocan la deuda histórica con el pueblo judío y una serie de valores y principios, como por ejemplo el derecho internacional humanitario, que ahora viola la propia Israel cuando corta el agua y la electricidad a la Franja de Gaza para bombardear una de las zonas con mayor densidad poblacional del mundo.

Foto: Manifestantes ondean banderas palestinas. (EFE Mohammed Saber)

Y ese dilema moral también surge cuando hay manifestaciones en las calles de algunas ciudades europeas en las que personas jalean los atentados de Hamás del pasado fin de semana, en los que murieron cientos de civiles israelíes, muchos de ellos asesinados de forma atroz, y en los que los terroristas secuestraron a otro buen grupo de ciudadanos de Israel. Países como Francia o Alemania han tomado ya la decisión de prohibir esas reuniones pro-Palestina ante el riesgo de que en ellas se celebren los atentados o haya incidentes antisemitas, algo que activistas y grupos civiles consideran que es una limitación de los derechos y libertades que están en la naturaleza original del proyecto europeo.

Gérald Darmanin, ministro del Interior francés, anunció la medida este jueves, señalando que se han registrado 100 incidentes antisemitas desde el ataque de Hamás. El Gobierno alemán también ha prohibido manifestaciones pro-Palestina en Berlín temiendo los mismos incidentes, algo que Olaf Scholz, canciller alemán, se ha comprometido a intentar evitar “con todos los medios que ofrece nuestro Estado de derecho”. Pero la libertad de expresión y de reunión y manifestación está en el corazón de la Unión Europea, incluso para permitir aquellas expresiones que están diametralmente opuestas a aquellos valores que la Unión encarna.

El debate de los límites de la libertad de expresión existe siempre, pero en la sociedad europea es distinto que en una como la estadounidense, en la que la discusión es algo más sencilla, con la libertad situada por encima de cualquier pero. En Europa, la idea de libertad de expresión también incluye que se puedan manifestar y decir cosas totalmente ofensivas. La libertad de expresión nunca es cómoda ni debe serlo: está ahí para que se escuchen cosas con las que uno no está de acuerdo y que, en ocasiones, son repulsivas. Pero, cuando esa libertad de expresión choca con la otra naturaleza de Europa, con la del pecado original, entonces los límites aparecen más claramente para muchos.

Desde el punto de vista de la moral europea, las manifestaciones para aplaudir un atentado terrorista y una concentración de repulsa al castigo colectivo contra los gazatíes corresponderían a dos campos totalmente diferentes. Pero en Berlín y París no quieren correr el riesgo, al considerar que sectores que apoyen a Hamás aprovecharían manifestaciones de apoyo a la población civil palestina para celebrar los actos de los terroristas. Y se apuesta por prohibirlo todo. En todo caso, en la capital francesa, miles de ciudadanos salieron a las calles el jueves, retando la prohibición del Gobierno.

Foto: Residentes de Gaza evacuados por las fuerzas israelíes. (EFE/EPA/Haitham Imad)

Emmanuel Macron, presidente francés, ha tratado de romper ese dilema entre el apoyo a Palestina y el remordimiento europeo por el exterminio judío. En un discurso a la nación, el líder galo señaló que nadie debe confundir la causa palestina —que es la que sí representa los valores europeos, de la defensa de los débiles, del derecho a una solución pacífica que respete la dignidad humana— con la de Hamás, que se encuentra en la lista de organizaciones terroristas de la Unión Europea. Que es posible al mismo tiempo condenar sin ningún tipo de rodeos los actos terroristas del pasado fin de semana y defender la causa palestina y, por lo tanto, oponerse a un barrido de la Franja de Gaza.

Es un equilibrio delicado en el que los líderes europeos sufren y en el que la carga de esa culpa histórica hace que la respuesta de cada uno sea muy diferente. Por ejemplo, Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, de nacionalidad belga, donde la conciencia del Holocausto está más diluida, ha hablado sin complejos de la necesidad de que la respuesta israelí sea proporcionada y que respete el derecho internacional humanitario. Mientras tanto, Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, una democristiana alemana, se ha limitado a ofrecer un apoyo cerrado a Tel Aviv sin buscar matizarlo públicamente por el momento.

El proyecto político de Europa se creó sobre la idea de garantizar libertades y derechos, un espacio democrático en el que había que evitar la reaparición de regímenes autoritarios después de la Segunda Guerra Mundial. Aprender lecciones, evitar volver a cometer los errores del pasado. Y eso se conseguía enraizando esos derechos en la propia naturaleza de los Estados miembros y de la Unión Europea. Al mismo tiempo, la Unión fue creciendo sobre la irremediable culpa del exterminio de seis millones de judíos, la permisibilidad de una sociedad hacia esa masacre, cuando no la cooperación activa. Y esa cicatriz moral, ese remordimiento imborrable, marca la interacción de la UE y de sus Estados miembros con cualquier tema que tenga que ver con Israel.

Israel Gaza