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El Donald Trump de 2024 no es el mismo que en 2016: así es la nueva bestia política
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Dos ventajas respecto al anterior

El Donald Trump de 2024 no es el mismo que en 2016: así es la nueva bestia política

Del magnate estadounidense que se presentó a los comicios de 2016 quedan quizá los restos de 'showman' de aquella época. Pero ¿quién es ahora el candidato?

Foto: El candidato presidencial republicano y expresidente de Estados Unidos Donald Trump. (Reuters/Alyssa Pointer)
El candidato presidencial republicano y expresidente de Estados Unidos Donald Trump. (Reuters/Alyssa Pointer)
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El Donald Trump de 2024 ya no es el Donald Trump de 2016, cuya campaña fue inicialmente confinada a la sección de Sociedad en algunos periódicos. Aquel millonario extravagante que ganó la presidencia prácticamente solo, con su partido en contra, valiéndose de un micrófono y una cuenta de Twitter, ha pasado a la historia. El Trump de estos días cuenta con dos ventajas. Uno, la experiencia. Y dos, el apoyo de un miniestablishment trumpista. Una corteza de asesores, tecnócratas, militantes, predicadores y parlamentarios leales dispuestos, si alcanzan la Casa Blanca, a posibilitar una Administración Trump más pura, disciplinada y extremista.

Antes que sus políticas migratorias, económicas o de cara al exterior, el primer objetivo de Trump, como se desprende de sus discursos y como han especificado sus allegados, es vaciar buena parte del Gobierno federal para confeccionar uno más a su medida. Concretamente, la idea es despedir a 50.000 funcionarios considerados progresistas y reemplazarlos por funcionarios de ideología conservadora.

No se trata de una tarea sencilla, de manera que múltiples organizaciones conservadoras llevan más de un año cribando sus canteras y las redes sociales en busca de personas afines. Un trabajo para el que utilizan herramientas de inteligencia artificial proporcionadas, según The New York Times, por Oracle. En el punto de mira están, sobre todo, el Departamento de Justicia, el FBI y las agencias de inteligencia, consideradas, en el universo trumpista, como el centro caliente del "Estado profundo", una quinta columna de funcionarios progresistas que habrían impedido o entorpecido las políticas de Donald Trump entre 2017 y 2021.

La versión más pública de estos planes se puede encontrar en un detallado programa político titulado Project 2025, un documento de 920 páginas elaborado por 400 grupos conservadores coordinados por The Heritage Foundation, el think tank responsable, entre otras cosas, de proponerle a la primera Administración Trump los nombres de jueces para colocar en el Supremo y en las judicaturas. Aunque el documento, que ha costado 22 millones de dólares, no apoya explícitamente a Trump, el nombre del magnate aparece 281 veces; el de Nikki Haley, una vez.

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"Necesitamos inundar la zona con conservadores", declaró Paul Dans, antiguo cargo de la Administración Trump y director del proyecto. "Esta es un toque de corneta para venir a Washington. La gente necesita deponer sus herramientas, dejar a un lado su vida profesional y decir: 'Este es el momento de mi vida para servir".

Si bien cada presidente se lleva a Washington a personas de su confianza, y estas personas de su confianza tienen también sus propias redes de colaboradores que también se pueden llevar en calidad de equipos, los funcionarios elegidos a dedo son unos 4.000. De ahí que los planes de Trump sean, técnicamente, revolucionarios, ya que no irían (o no solo) a por la cabeza del Gobierno federal, sino también a por las zonas medias de la pirámide burocrática; a por sus tejidos cutáneos.

Foto: Joe Biden. (Evelyn Hockstein/Reuters)

La manera de proceder sería aplicando a gran escala la Schedule F, una medida que permite quitar las protecciones laborales a los funcionarios, que Trump aprobó en octubre de 2020 y Joe Biden derogó nada más ser investido. Unos planes que ya han generado resistencia en Washington, donde sindicatos de funcionarios y grupos de transparencia estudian estrategias para oponerse. Argumentan que descentrar a los profesionales de la Administración, cuya labor, entre otras cosas, es hacer que se respeten los procedimientos legales, sería dar un paso en dirección al autoritarismo.

"Me da igual que el presidente sea demócrata o republicano; la moneda de cambio del servicio civil federal debe de ser la competencia, no la lealtad al presidente", dijo Tim Kaine, senador demócrata que trató, sin éxito, de que el Congreso aprobase medidas para evitar que se pueda usar la Schedule F a discreción. Una posibilidad es que Joe Biden, antes de abandonar la presidencia en caso de que pierda las elecciones, coloque algunos obstáculos por decreto.

Los últimos días ya hemos visto un comportamiento similar dentro de las filas conservadoras. La campaña de Trump ha forzado la salida de casi un tercio de los 200 miembros del Comité Nacional Republicano. El aparato que diseña la estrategia general del partido y las campañas de recaudación. Unas 60 personas, empezando por la ya expresidenta, Ronna McDaniel, y el resto del liderazgo, han hecho hueco para los enviados de Trump. Una remodelación con un alcance poco habitual.

La campaña de Donald Trump ha forzado la salida de casi un tercio de los 200 miembros del Comité Nacional Republicano

Si Trump es elegido y también logra formar una administración federal a su gusto, compuesta por cuadros leales (y probablemente sin experiencia), es probable que inicie procesos judiciales contra sus enemigos políticos, como él mismo ha anunciado. Tal y como él describe las cosas, ha sido víctima de una "caza de brujas" por parte del Gobierno de Biden, aunque, de los cuatro procesos a los que está sometido, tres se dan a nivel de estatal. Dos de ellos en estados republicanos: Florida y Georgia.

"Nombraré a un investigador especial de verdad para ir a por el presidente más corrupto de la historia de los Estados Unidos, Joe Biden, y toda la familia del crimen Biden", dijo Trump, después de ser procesado en un juzgado de Florida el año pasado. "Eliminaré totalmente el Estado profundo".

El sabor ideológico de la nueva administración será el del "nacionalismo cristiano", en esencia, reforzar el poder del Gobierno federal para meter orden en distintos ámbitos de la vida americana. Algo paradójico, dado que la tradición libertaria estadounidense de las últimas décadas se enmarca, precisamente, a la derecha.

Foto: El expresidente de Estados Unidos Donald Trump. (Reuters/Mike Segar)

Otra de las organizaciones conservadoras que participó en Project 2025 es el Centro para la Renovación de América (CRA por sus siglas en inglés), dirigido por quien fuera director de la Oficina de Gestión y Presupuesto de Trump, Russell Vought. Una asociación que se identifica como cristiana nacionalista y que piensa que, en Estados Unidos, los cristianos (cuyo peso demográfico no deja de bajar) están políticamente perseguidos. Uno de los mensajes más populares de Trump, que durante su primer mandato forjó una productiva alianza política con los evangélicos.

Como recoge el portal Politico, Vought ha permanecido cerca de Donald Trump y el CRA propone, entre otras cosas, resucitar la Ley de Insurrecciones, que permitiría al Gobierno federal desplegar al Ejército y la Guarda Nacional para contener manifestaciones; retomar también una ley derogada en la década de los setenta, que da al Gobierno la opción de no financiar las leyes parlamentarias que no le gusten; el endurecimiento de las políticas migratorias y la limitación de los derechos reproductivos, entre otros elementos recogidos en Project 2025.

Dado los sucesivos récords de cruces ilegales de la frontera con México de los últimos meses, y el impacto de la inmigración irregular no solo en los estados del sur, sino también en grandes ciudades norteñas como Nueva York o Chicago, la cuestión fronteriza es oro político. Y es aquí donde Trump centra su mensaje.

Foto: Ottessa Moshfegh, estos días en Madrid. (EFE/Andreu Dalmau)

El candidato republicano reitera en sus mítines que lanzará una campaña masiva de detenciones y deportaciones que incluiría redadas, la construcción de campos de detención y razones nuevas para justificar la deportación, como acusar a los inmigrantes de traer enfermedades a EEUU. El magnate ha dicho varias veces que los inmigrantes ilegales "envenenan la sangre" de la nación y se ha referido a ellos como "alimañas" y como "animales", añadiendo que vienen recién salidos de las prisiones y sanatorios mentales de otros países. Lo cual no ha sido demostrado.

También habría un endurecimiento de la inmigración legal: el equipo de Trump plantea anular la ciudadanía por derecho de nacimiento a los hijos de padres indocumentados, cancelar las visas de los estudiantes que se hayan manifestado contra Israel, reforzar la revisión ideológica de quienes soliciten visas y expulsar aparte de los afganos que se hayan mudado a EEUU, legalmente, desde la retirada militar de 2021. Una serie de medidas que probablemente se topen con la justicia, pero que señalan las prioridades que adoptaría un segundo Gobierno de Trump.

"Trump desplegará el vasto arsenal de poderes federales para implementar la restricción migratoria más espectacular"

Así se lo explicaron a The New York Times varias personas cercanas al expresidente, como Stephen Miller, asesor, portavoz y autor de algunos de los discursos más duros del republicano. "Trump desplegará el vasto arsenal de poderes federales para implementar la restricción migratoria más espectacular", dijo Miller al diario. "Los activistas legales de la inmigración no sabrán ni qué está pasando".

Miller está entre los nombres que se barajan para un nuevo gabinete republicano. Junto a él están los representantes Elise Stefanik y Byron Donalds, los senadores Tim Scott y J.D. Vance, o los gobernadores de las respectivas Dakotas, Kristi Noem, del Sur, y Doug Burgum, del Norte. Cabe la posibilidad de que repitan algunos antiguos ministros de Trump: Wilbur Ross, Steven Mnuchin y Ben Carson. The Heritage Foundation, como es tradición, lleva meses preparando una cartera de posibles nominados. Un abogado de Iowa, Mike Davis, conocido por su postura recalcitrante en inmigración, podría también formar parte de la Administración Trump 2.0.

Durante un mitin el pasado fin de semana en Dayton, Ohio, Trump honró a los procesados por el asalto violento al Capitolio, el 6 de enero de 2021. Se refirió a ellos como "rehenes", sugirió que los indultaría y se cuadró frente al himno nacional cantado, desde prisión, por estos criminales convictos. Con ocho años de experiencia política, cuatro de ellos en la presidencia, y sin el lastre de tener que depender del establishment republicano, Donald Trump 2.0 está de vuelta en campaña.

El Donald Trump de 2024 ya no es el Donald Trump de 2016, cuya campaña fue inicialmente confinada a la sección de Sociedad en algunos periódicos. Aquel millonario extravagante que ganó la presidencia prácticamente solo, con su partido en contra, valiéndose de un micrófono y una cuenta de Twitter, ha pasado a la historia. El Trump de estos días cuenta con dos ventajas. Uno, la experiencia. Y dos, el apoyo de un miniestablishment trumpista. Una corteza de asesores, tecnócratas, militantes, predicadores y parlamentarios leales dispuestos, si alcanzan la Casa Blanca, a posibilitar una Administración Trump más pura, disciplinada y extremista.

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