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¿Hacia una insurrección trumpista en EEUU? "El asalto al Capitolio fue solo el principio"
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"no nos vamos a quedar sentados"

¿Hacia una insurrección trumpista en EEUU? "El asalto al Capitolio fue solo el principio"

Para muchos estadounidenses, el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero ha representado un punto de inflexión en la deriva política del país, sobre todo por el simbolismo que conlleva

Foto: Una imagen del asalto al Capitolio, el pasado 6 de enero. (Reuters)
Una imagen del asalto al Capitolio, el pasado 6 de enero. (Reuters)

Analistas de todo el mundo se han pasado gran parte del año 2020 temiendo un baño de sangre en EEUU relacionado con las elecciones del pasado noviembre. “Esto es un barril de pólvora y nos preocupa que estalle. Va a haber mucha gente armada en las calles y lo único que se necesita es un disparo, un error”, decía el pasado abril un experto estadounidense en extremismo durante una conferencia virtual sobre seguridad a la que asistió El Confidencial. Hubo algunos avisos serios: el plan de una milicia de Míchigan para secuestrar —y quizás asesinar— a la gobernadora del estado, Gretchen Whitmer, o las decenas de ataques e intentos de atropello contra manifestantes antifascistas y del movimiento Black Lives Matter. Pero el esperado estallido de violencia no ha llegado a producirse. Hasta ahora.

Para muchos estadounidenses, el asalto al Capitolio del pasado 6 de enero ha representado un punto de inflexión en la deriva política del país, sobre todo por el simbolismo que implica la violación de su principal sede democrática. Pero hay más elementos que señalan hasta qué punto este incidente puede marcar un antes y un después en este proceso. A medida que vamos conociendo más detalles sobre el asalto —como las circunstancias de la muerte del agente Brian Sicknick, fruto de un verdadero linchamiento, tal y como demuestra este perturbador vídeo—, vamos cobrando consciencia de su verdadera gravedad.

Foto: Imagen: Pablo López Learte.
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Muchos de quienes tomaron parte en él estaban dispuestos a llegar hasta el final: uno de ellos tenía en su camioneta 11 bombas rellenas con un compuesto casero de efecto similar al napalm; explosivos caseros listos para detonar fueron hallados cerca de las sedes de los comités nacionales demócrata y republicano; varios de los asaltantes llevaban equipos para inmovilizar a detenidos, y se cree que algunos individuos planeaban tomar como rehenes a diversos congresistas.

En los días previos al incidente, mensajes en canales extremistas llamaban a “cazar a los traidores”, incluyendo “RINO [el acrónimo, muy utilizado por la ultraderecha estadounidense, de Republicans In Name Only’ o ‘republicanos solo de nombre’, aquellos que el movimiento no considera lo suficientemente leales o radicales en sus posiciones], demócratas y ejecutivos tecnológicos”, e incluso se intercambiaban planos de los túneles del complejo del Capitolio. Algunos mensajes llamaban a “poner los asuntos personales en orden” antes de ir a Washington. Otro decía: “Id preparados para la guerra. O tenemos nuestro presidente o morimos”.

Entre los aspectos más alarmantes del asalto que han ido emergiendo en los últimos días, está el hecho de que entre los participantes se contaron al menos 32 agentes de policía de 15 estados diferentes y otros miembros de las fuerzas de seguridad; que varias de las personas que entraron en el Capitolio actuaron de forma coordinada y conforme a un plan preestablecido, y que entre ellos había individuos con formación militar y un pasado de activismo violento.

placeholder Donald Trump. (Reuters)
Donald Trump. (Reuters)

"No nos vamos a quedar sentados"

Estos mismos grupos habían hecho un llamamiento a llevar a cabo protestas armadas en los 50 congresos estatales desde el día 16, y en Washington desde el 17, hasta al menos la jura de Joe Biden. Pese a que el propio Donald Trump pidió que no hubiese violencia estos días, se desató la inquietud general. Los miembros de la Guardia Nacional desplegados en la capital fueron advertidos de la posibilidad de que se usasen explosivos caseros improvisados contra ellos.

“Va a haber más andanadas, incluso más violentas que el otro día. La pregunta es cuándo, si en los próximos días o más tarde”, dice Pilar Requena, periodista de RTVE y experta en terrorismo, quien en diciembre publicó un estudio sobre extremismo y violencia política en EEUU en el Instituto Español de Estudios Estratégicos.

El peligro más inminente, el de un estallido de violencia durante la jura de Biden, parece conjurado, en parte debido al intenso despliegue de las fuerzas de seguridad en Washington y otros lugares. Muchos de los canales que se habían movilizado, los de los grupos más organizados, han optado por dar marcha atrás. “Manteneos alejados de Washington DC y todas las capitales estatales. Es una trampa”, advirtió a sus seguidores el organizador de la Marcha del Millón de Milicias en su página personal esta misma semana.

Foto: Nacionalistas blancos durante la marcha "Unid a la derecha" en Charlottesville. (Reuters)

“No nos vamos a quedar sentados durante los próximos cuatro años, sino que podemos elegir nuestras batallas y seguir adelante”, ha afirmado Enrique Tarrio, el líder de la milicia protrumpista de los Proud Boys, en el canal de Telegram del grupo. Los mensajes “han empezado a cambiar de ‘vamos a ganar esto’ a ‘esta va a ser una larga lucha”, indica Rita Katz, directora ejecutiva de la firma SITE Intelligence Group, que monitoriza el uso de las redes sociales por parte de organizaciones extremistas, en declaraciones al 'Washington Post'.

Esto solo es el principio

Porque lo que más preocupa a los expertos no es lo que pueda suceder en las próximas jornadas, sino el medio y largo plazo. “Lo que sucedió el miércoles [6 de enero] no es el final, en realidad es el principio”, asegura Ali Soufan, antiguo oficial antiterrorista del FBI y fundador de la consultoría de inteligencia Soufan Group, que a finales del año pasado advirtió de que muchos de estos movimientos estaban empezando a imitar las técnicas de las organizaciones yihadistas y suponían un enorme riesgo para la seguridad nacional.

“Para estos supremacistas blancos, extremistas y conspiranoicos, el asalto del miércoles fue un éxito”, advirtió Soufan la semana pasada en una entrevista en la cadena MSNBC: “Ahora tienen imágenes increíbles para su movimiento y una enorme cantidad de material nuevo para el reclutamiento. Lo que pasó en Capitol Hill es nuestro equivalente al Putsch de Múnich”, el alzamiento fallido de 1923 que llevó a Hitler a la cárcel al tiempo que lo convertía en una celebridad en Alemania y, en último término, le permitió llegar al poder. “Es una amenaza existencial, y no lo digo a la ligera”, señaló el exagente.

En el mismo sentido se expresa Requena: “Va a haber decenas de juicios, que se convertirán en plataformas de propaganda, espectáculos para llamar la atencion y que conseguirán envalentonarles. De hecho, ya contaban con que muchos de ellos iban a ser detenidos, de otro modo no habrían aparecido a cara descubierta”, dice a El Confidencial. “Si todo el mundo se cree que con las detenciones y quitándole a Trump su cuenta de Twitter esto se acabó, está muy equivocado. Todo lo contrario, ahora van a tener muchos héroes”, explica.

"Lo que pasó en Capitol Hill es nuestro equivalente al Putsch de Múnich", el alzamiento fallido de 1923 de Hitler

Lane Crothers, profesor de la Universidad Estatal de Illinois y autor del libro 'Rage on the Right' ('Rabia en la derecha'), un análisis de la historia reciente de las milicias estadounidenses, señala que hasta ahora no había sucedido nada similar al asalto al Capitolio “porque no había existido una masa crítica de gente suficiente fantaseando con ello”, si bien incide en que la idea de un derrocamiento violento del sistema es una fantasía. “Sin duda, va a haber más gente protestando, lo que podemos llamar ‘turistas de la insurrección”, indica Crothers, un grupo diverso que incluye a seguidores de Trump más o menos convencionales, creyentes en QAnon que afirman que es el momento de la 'tormenta', partidarios del movimiento Boogaloo, etc.

“Muchos de estos van a echarse atrás cuando vean que esto tiene consecuencias, se presentan cargos contra ellos, pierden sus trabajos e incluso su entorno empieza a cuestionarles”, dice Crothers. “Pero, por supuesto, siempre va a haber grupos radicalizados, un núcleo duro que va a querer pasar a la acción, que diga ‘ahora o nunca”, añade. Lo que algunos observadores han denominado “la insurrección MAGA”, por las siglas de ‘Make America Great Again’.

Y son estos grupos los que verdaderamente inquietan a las autoridades. “Las milicias se han caracterizado por una oposición a las instituciones federales y al sistema”, dice Requena, que lleva estudiando los movimientos extremistas en todo el mundo desde 1986. “Los más ortodoxos no han dado pasos en este sentido hasta ahora, porque no eran trumpistas, porque para ellos Trump también representaba el sistema. Cuando Trump ya pasa a ser antisistema, estos ortodoxos que se han mantenido al margen pueden sumarse a la movilización. Y podemos encontrarnos en una situación más peligrosa y más grave, porque podría unirse más gente”, comenta.

Foto: Foto: Guillermo Riveros. (Farrar, Straus and Giroux)

'Vendetta' trumpista

Los datos parecen respaldar lo explosivo de la situación: el mismo 6 de enero, ante la pregunta de si apoyaban el asalto al Capitolio, un 45% de los votantes republicanos respondían afirmativamente, según una encuesta de YouGov. Una semana después, una vez que el alcance del incidente había quedado claro -incluida la muerte de cinco personas-, el apoyo aún seguía siendo del 16%. Según la misma empresa de demoscopia, un 69% seguía pensando que activistas antifa habían tomado parte en él, a pesar de los repetidos desmentidos del FBI. Pese a una significativa erosión de la popularidad de Trump, un 42% de estos mismos votantes volvería a apoyarlo si se presentase en 2024. Y solo un 61% de los estadounidenses (y apenas uno de cada cuatro republicanos) cree que las elecciones fueron limpias.

placeholder La encuesta de YouGov, publicada el mismo día del asalto al Capitolio
La encuesta de YouGov, publicada el mismo día del asalto al Capitolio

“Históricamente, los actores antiestatales en la derecha han ganado más peso bajo administraciones demócratas, sin importar lo moderadas que sean estas”, opina Brendan O’Connor, autor del libro 'Blood Red Lines: How Nativism Fuels the Right' ('Líneas rojas de sangre: cómo el nativismo alimenta a la derecha'). “Den por sentado que este va a ser el mensaje de despedida de Trump: que ha sido traicionado y que llegará la hora de vengar esa traición. Y no pasará mucho tiempo hasta que sus seguidores se ocupen personalmente de ello una vez más”, escribe.

“Hay un caldo de cultivo que no desaparece solo por quitarle la cuenta de Twitter a Trump. Es más, eso lo van a interpretar como una parte más de ese ‘estado profundo’ controlado por los demócratas y por los Soros y los Rockefeller de turno, que deciden al final quién tiene derecho a hablar y quién no”, dice Requena. “No me resulta tan claro que esto sea el principio de la caída del trumpismo, sino lo contrario: la primera andanada de algo más violento que pueda venir ahora”, asegura.

Foto: Seguidores de Trump irrumpen en el Capitolio. (EFE)

No obstante, ambos expertos descartan el peor escenario pronosticado por algunos, el de una guerra civil. “Quizás en unos seis meses o así veamos verdadera violencia” a manos de algún tipo de movimiento armado marginal, dice Crothers. “Pero me sorprendería que vaya mucho más allá. Incluso a la gente más pro-Trump que conozco y con la que hablo, me cuesta imaginarla en ‘modo combate”, indica. “En los años sesenta, setenta y ochenta, hubo varios momentos en los que parecía que se estaba al borde de una guerra civil y nunca se llegó a eso. Aun con todo lo que estamos viendo, EEUU tiene los mecanismos suficientes para evitarlo. Pero evidentemente sí vamos a ver brotes de violencia a los que no estábamos acostumbrados y que muchos no esperaban en EEUU, pese a que el caldo de cultivo estaba ahí desde hace tiempo y se veía venir”, apunta Requena.

¿Qué forma podría adoptar esta rebelión? “Podrían formarse insurgencias o, como el grupo de Míchigan, llevar a cabo secuestros u otros actos simbólicos pero violentos, o atentados, que no son nada nuevo”, señala Requena. También es previsible una estrategia de violencia en las calles, buscando el enfrentamiento con manifestantes de Black Lives Matter o antifascistas, hostigando a los representantes del Estado y llevando a cabo ataques de baja intensidad contra instituciones federales. “Es que ya son guerrillas rurales. Están armadas, se entrenan en los bosques, y en muchos sitios controlan el poder local porque el propio 'sheriff' puede ser parte de la milicia”, añade.

placeholder Simpatizantes del grupo ultraderechista Proud Boys, a las puertas del Capitolio. (Reuters)
Simpatizantes del grupo ultraderechista Proud Boys, a las puertas del Capitolio. (Reuters)

A Crothers, sin embargo, esta perspectiva no le quita demasiado el sueño. “Ya hemos tenido insurgencias rurales durante dos o tres décadas. En los años noventa, había áreas del país que no eran seguras para los empleados de los parques nacionales, y dispararon a más de uno. Y todo eso ya sucedía sin que Donald Trump fuese presidente”, indica. “Este tipo de incidentes son totalmente esperables, pero la buena noticia es que desde Ruby Ridge y Waco, donde el FBI actuó de forma muy agresiva, el Gobierno ha aprendido cómo lidiar con estos incidentes. En episodios como el de la familia Bundy, se limitaron a esperar” hasta que la tensión se diluyó, explica.

Crothers, además, espera un cambio de actitud por parte del Gobierno de Joe Biden, y recuerda que durante el mandato de Donald Trump se han producido numerosos abusos y se han tolerado y otorgado enormes poderes a extremistas y supremacistas, incluso dentro de las fuerzas de seguridad. “Sabemos que esto va a cambiar, y se va hacer cumplir la ley y se va a castigar a los transgresores y a dejar de empoderar a los racistas y abusadores”, apunta. “Como mínimo, van a tener que estar callados”.

¿Terrorismo americano?

El obstruccionismo de la Administración Trump ha sido notorio en este sentido, como la resistencia a etiquetar este tipo de grupos como terroristas, incluso a aquellos que cumplen sobradamente los requisitos y están implicados en múltiples atentados y actos de violencia, como es el caso de las organizaciones neonazis Attomwaffen Division y The Base. “En estos últimos años, las fuerzas de seguridad no han podido realmente actuar contra estos grupos, debido al desinterés de la Administración Trump”, explica la exanalista de la CIA y congresista por Míchigan Elissa Slotkin, que se encontraba en el interior del Capitolio durante el asalto. “El FBI nos venía diciendo que necesitaban apoyo, pero no ha sido posible, y esto se debía a que algunos de estos grupos se superponían con las bases de apoyo al presidente”, dijo este martes en un 'webinar' sobre las implicaciones de este ataque.

Foto: Araceli Mangas, catedrática de Derecho Internacional Público y RRII.

El problema, no obstante, va más allá del Ejecutivo de Trump. “EEUU tiene un listado de grupos terroristas internacionales, pero no nacionales. Se resiste a calificar el terrorismo interno como tal, y no hablamos solo de la extrema derecha”, advierte Requena, que explica que esta resistencia a crear una lista de organizaciones terroristas domésticas es bipartidista: mientras a los demócratas les preocupa la cuestión de los derechos civiles, los republicanos temen que esto obligue a revisar la legislación sobre la tenencia de armas. “Y no es solo Trump. Obama tampoco hizo nada, ni Clinton, ni ninguno de los Bush. Y mientras no actúen contra este cáncer interno que tienen, no podrán resolverlo”, sostiene.

Slotkin defiende la creación de dicha lista: “Si estás planeando un atentado, eres un terrorista, y es necesario designar estos grupos como tales”, dice. No obstante, la medida pone los pelos de punta a los activistas de derechos humanos, que temen un uso indebido de estos nuevos poderes. Muchos observadores insisten en que ya existen las herramientas legales adecuadas para perseguir a estos grupos, y que solo se necesita la voluntad política de hacerlo. “En realidad, ya tenemos bastantes leyes en este sentido, solo que no las usamos demasiado”, admite la propia Slotkin.

Pese a todo, hasta la fecha, Estados Unidos ha conseguido absorber sin mayor problema el posible impacto desestabilizador de estos estallidos de violencia. “Podemos dar por hecho que algunas personas se implicarán en planes [para llevar a cabo atentados y ataques], pero en esos casos el poder del Estado para perseguirlos es abrumador”, comenta Crothers. “Es horrible cuando se producen incidentes de este tipo, pero por lo general no suponen una amenaza para el sistema”. El país, mientras tanto, contiene la respiración a la espera de ver cuán duro es el próximo golpe.

Analistas de todo el mundo se han pasado gran parte del año 2020 temiendo un baño de sangre en EEUU relacionado con las elecciones del pasado noviembre. “Esto es un barril de pólvora y nos preocupa que estalle. Va a haber mucha gente armada en las calles y lo único que se necesita es un disparo, un error”, decía el pasado abril un experto estadounidense en extremismo durante una conferencia virtual sobre seguridad a la que asistió El Confidencial. Hubo algunos avisos serios: el plan de una milicia de Míchigan para secuestrar —y quizás asesinar— a la gobernadora del estado, Gretchen Whitmer, o las decenas de ataques e intentos de atropello contra manifestantes antifascistas y del movimiento Black Lives Matter. Pero el esperado estallido de violencia no ha llegado a producirse. Hasta ahora.

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