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El nombre en la camiseta o cómo España ni se plantea romper con la tradición en el rugby
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LA HISTORIA DEL DEPORTE OVAL

El nombre en la camiseta o cómo España ni se plantea romper con la tradición en el rugby

La oportunidad de negocio no tiene que estar reñida necesariamente con echar un pulso a las auténticas señas de identidad del rugby. Esa moda aún no ha llegado al 'XV del León'

Foto: La Selección española saluda a sus homólogos de Argentina. (EFE/Mariscal)
La Selección española saluda a sus homólogos de Argentina. (EFE/Mariscal)

Por primera vez en sus 140 años de historia, los jugadores de las selecciones que disputan el VI Naciones llevarán impreso su nombre en las camisetas. En un deporte más antiguo que el fútbol, los nostálgicos interpretan cualquier cambio como una especie de herejía que provoca daños irreparables en los valores intrínsecos al rugby.

Apelan a no olvidar lo importante (mantener la esencia) para conseguir lo imposible (ser igual o más rentable que otro deporte de masas). Son los mismos que añoran las camisetas de algodón con cuellos y pantalones de lona áspera con bolsillos.

Esos románticos del balón oval que tienen guardados en su videoteca partidos en blanco y negro lejos del alcance los niños cuando se usaba un puñado de arena para hacer un montículo donde se depositaba el balón con el objetivo de que no se moviera y tener así más eficacia a la hora chutar a palos.

Los más pragmáticos, apuestan por buscar la rentabilidad en un deporte que batió el record de espectadores en los estadios (1,8 millones) y de audiencias televisivas (857 millones) en los 48 partidos disputados durante la pasada Copa del Mundo de Francia.

Foto: Lance del Irlanda-Nueva Zelanda del Mundial de rugby. (EP/Laurent Lairys)

Esos datos dan para hacer una reflexión a fondo porque el target de una modalidad deportiva que se practica en los cinco continentes atrae a cualquier empresa que busque rentabilidad a medio y largo plazo. La oportunidad de negocio no tiene que estar reñida necesariamente con echar un pulso a las auténticas señas de identidad del rugby.

En España, esa moda aún no ha llegado, al menos en lo que respecta al XV del León, donde todavía no se ha abierto el debate sobre si se debe imprimir el nombre a las camisetas de los jugadores. En el seven, sin embargo, ya lucen desde hace unos años.

Foto: Manu Mora, en un partido con los 'Leones'. (FERugby)

Cristina Blanco, la actual capitana de Las Leonas, tiene dudas. "Si te digo la verdad, no es que esté al cien por cien a favor o en contra de la medida, porque si el dinero que se recauda por la venta de las camisetas con nuestros nombres no se hace de una forma avariciosa, sino que revierte en los jugadores o en la Selección, me parece algo positivo", afirma.

Después de jugar varias temporadas en el Olímpico de Pozuelo, Blanco se trasladó el año pasado a Londres para enrolarse primero con las Wasps y más tarde con las Trailfinders Women. En su club, que milita en la máxima categoría de la liga inglesa, las jugadoras solo portan el número en las camisetas.

En cambio, en otros como el Gloucester Hartpury, donde militan las españolas Laura Delgado y Carmen Castelucci, sí llevan el nombre. "Creo que eso es un reconocimiento de tu club. Es como si te dijeran que lleva tu nombre porque te lo has ganado".

La oportunidad de negocio no tiene que estar reñida necesariamente con echar un pulso a las auténticas señas de identidad del rugby

A sus 28 años, —Blanco que es licenciada en INEF y acabó sus estudios de Fisioterapia— no entiende que lucir los nombres de las jugadoras vaya en detrimento de las que han lucido el mismo dorsal o de las que lo puedan hacer en el futuro.

"Es que eso no significa que sea mejor o peor que ellas, porque también se puede interpretar como que en ese momento de la historia tú eras la más idónea para vestirla, la que más se lo ha currado o la que tiene mayor proyección". Admite, no obstante, que es un tema del que nunca ha hablado con sus compañeras en la Selección.

Si surge, seguro que les recuerda el "muy bonito detalle que tuvo su anterior club de los Wasps cuando desapareció por motivos económicos. "Nos regalaron a todas como recuerdo una camiseta con nuestro nombre y la pienso guardar toda mi vida". En cualquier caso, aclara que la visión de que se juega al rugby por pasión no es anticuada. Cuestión distinta es aspirar a ser profesional, "y es ahí donde hay que empezar a generar ingresos".

placeholder Jonathan Sexton, en un calentamiento. (Reuters/Marcelo del Pozo)
Jonathan Sexton, en un calentamiento. (Reuters/Marcelo del Pozo)

La oportunidad de los patrocinadores

El caso es que el rugby presume de ser un deporte de equipo donde prima el trabajo colectivo sobre el individual. Una especie de masa coral donde todos entonan o desafinan al mismo tiempo. El valor del número, que identifica la posición del jugador en el campo, ha estado siempre por encima de los personalismos.

Que la camiseta es propiedad del club o de la selección correspondiente, y no del jugador, era hasta hace poco un tema del que no se debatía porque era del agrado de la mayoría. El orgullo de lucir un dorsal con el que jugadores míticos se habían partido antes la cara por defender una camiseta sin bautizar era un reto al que nadie hacía ascos.

Cualquier jugador galés con el 15 a la espalda no tenía miedo a que le compararan con el recientemente fallecido John Peter Rhys Williams. Al contrario, era un honor que el mismo número de la camiseta les uniera. La selección siempre por encima de cualquier amago de egocentrismo.

Que la camiseta es propiedad del club o de la selección, y no del jugador, era hasta hace poco un tema del que no se debatía

La fórmula centenaria que servía como señal identitaria a unos colores y a todo lo que representan se ha desvanecido. El brainstorming de los publicistas para sacar otro conejo más de la chistera previó incluir la publicidad en las camisetas y que, más tarde, los nombres de los jugadores aparecieran serigrafiados.

Los primeros en dar un paso adelante fueron los ingleses en los tests que disputaron en noviembre de 2022, si bien tanto en Rugby League (rugby a 13) como en el seven ya es una práctica consolidada desde hace años. La todopoderosa Rugby Football Union (RFU) parecía temerosa a la hora justificar su decisión a juzgar por las palabras de su CEO, Bill Sweeny, donde se desprendía claramente que se ponía la venda antes de la herida.

"Si bien los fanáticos y los jugadores siempre se enorgullecerán de enarbolar la bandera y usar la rosa para apoyar a los equipos de rugby de Inglaterra, creemos que los nombres de los jugadores en las camisetas pueden tener el potencial de acercar a los hinchas a las estrellas internacionales de nuestro deporte la cual nos parece una muy buena iniciativa", proclamó a los cuatro vientos.

placeholder Una melé durante la anterior edición del VI Naciones. (EFE/Yoan Valat)
Una melé durante la anterior edición del VI Naciones. (EFE/Yoan Valat)

Una locura similar a la que hubo con Messi

Los últimos románticos del rugby pueden utilizar como argumento a su favor la política que llevan a cabo sobre esta misma cuestión los Yankees de Nueva York, el equipo de béisbol más laureado de Estados Unidos gracias a sus 27 títulos en la Serie Mundial. Y es que, cuando en la década de los sesenta, las franquicias apostaron por llevar escrito a la espalda los apellidos de sus jugadores, solo los neoyorkinos y los Red Sox de Boston se opusieron.

Si los de Nueva York no lo habían hecho años antes cuando tenían en sus filas a una superestrella como Joe DiMaggio, que en la década de los treinta y de los cuarenta no cesó de acaparar records (alguno de ellos vigente hoy en día), tampoco lo iban a hacer años después con otras figuras de la franquicia de menos relumbrón. El caso es que el año pasado la revista Forbes publicó que los Yankees era la franquicia más valiosa del planeta con un patrimonio de más de 6.500 millones de euros.

A los ingleses les siguieron los italianos, japoneses y hasta los escoceses, siempre un tanto reacios a los cambios extradeportivos en el rugby. Tal vez, antes, las respectivas federaciones habían mirado de reojo lo que había ocurrido en el fútbol a raíz de la vuelta de Cristiano Ronaldo al Manchester United en 2021 con 36 años de edad. La venta de camisetas con el nombre de CR7 superaron los 38 millones de euros en un solo día.

Foto: Canelo Álvarez amenazó a Messi. (EFE/Luis Díez)

Si se tiene en cuenta que la casaca roja costaba entre 93 y 128 euros, se supone que se vendieron alrededor de 350.000. Esa locura fue incluso superior a la que se vivió en París con la llegada de Messi al PSG o cuando el mítico quarterback de la NFL, Tom Brady, abandonó su equipo de toda la vida, los New England Patriots, para mudarse a Florida tras fichar por los Tampa Bay Buccaneers.

Ese mismo año, dos clubes históricos del rugby inglés como los London Wasps y Worcester Warriors descendieron ahogados por las deudas económicas. Esa crisis del rugby inglés no ha desparecido. De hecho, ha provocado que un icono del XV de la Rosa como Owen Farrell haya fichado por el conjunto francés del Racing 92.

A nadie se le escapa tampoco que el dinero está detrás de la fuga de talentos a la NFL como el caso del galés Louis Rees-Zammit a la que se puede sumar en breve la del australiano Jordan Petaia, que seguiría así los pasos de su compatriota, Hayden Smith, que abrió la veda hace más de una década.

placeholder Hay interés por ver las camisetas de este VI Naciones. (EFE/Javier Lizón)
Hay interés por ver las camisetas de este VI Naciones. (EFE/Javier Lizón)

El inicio en la Eurocopa de 1992

Los últimos en subirse al carro han sido irlandeses, galeses y franceses. Tampoco les ha sido fácil dar el paso. La directora comercial de Irish Rugby Football Union (IRFU), Jessica Long, trató en vano de ser sutil con la nueva iniciativa puesta en marcha ya el pasado mes de noviembre. "Nos complace anunciar que, por primera vez, estarán en nuestro nuevo uniforme de Canterbury los nombres de los jugadores", afirmó. La respuesta de algunos aficionados fue furibunda y trataron de golpear a los dirigentes del rugby irlandés donde más duele. "No necesitamos copiar de los ingleses en todo lo que hacen porque el rugby es un deporte de equipo y no un juego de individualidades".

En realidad, todo es consecuencia de un modelo de profesionalización que comenzó en 1995 tras el histórico triunfo de Sudáfrica ante Nueva Zelanda en la Copa del Mundo disputada aquel año en el país de Nelson Mandela. Desde entonces, cualquier iniciativa para recaudar ingresos que choque con la centenaria filosofía del rugby se convierte en un agrío debate entre los que apuestan por la continuidad o los que ven en este deporte un modelo de negocio.

Y es que, además del béisbol, otras ligas como la NBA descubrieron que lucir el nombre de los jugadores en las camisetas podía ser un negocio redondo. La moda llegó al fútbol en 1992 a raíz de la Eurocopa disputada en Suecia y a la liga española en la temporada 1995-96. Hasta ahora, no se ha oído la queja de ningún club, aunque sí de los aficionados por su alto precio.

placeholder Los sudafricanos, eufóricos tras ganar el Mundial. (Europa Press)
Los sudafricanos, eufóricos tras ganar el Mundial. (Europa Press)

Los datos de la pasada Copa del Mundo son como frotarse las manos para abordar una aventura empresarial con ciertas garantías. El fondo inversor británico CVC Capital Partners, que ha realizado fuertes inversiones en el circuito femenino de tenis profesional (WTA), en el mundo del motor y hasta en la liga española de fútbol, vio en el rugby otra oportunidad.

De momento, ya se ha hecho con el 14,3 por ciento de las participaciones del Seis Naciones a cambio de realizar una inversión de alrededor de 410 millones de euros. Por lo visto, estaban satisfechos con el deporte del balón oval, ya que tenían experiencia desde 2020 cuando entraron en la liga inglesa con una inversión de 135 millones de euros. Lo cierto es que, un año después, el torneo logró doblar los ingresos audiovisuales.

Foto: Presentación del VI Naciones en 2018. (EFE/Will Oliver)

Tal vez sea un rumor, si bien todo apunta a que CVC pueda estar detrás de esta nueva moda de exhibir el nombre de los jugadores en las camisetas o del rodaje de la serie compuesta por ocho capítulos y titulada Seis Naciones: el corazón del rugby que se emite estos días en una plataforma de pago. A los críticos del rugby 3.0 todavía les chirrían los oídos al escuchar los términos futboleros con los que se expresó en la serie el medio de apertura escocés Finn Russell al querer compararse con Messi.

Es verdad que lo dijo sonriendo, pero si ese es el precio a pagar, parece demasiado elevado. Viene al caso una frase que se atribuye en internet a un monje irlandés: "Los niños debían jugar a rugby para conocer el esfuerzo y el sufrimiento del trabajo en equipo, respetar la autoridad o valorar el silencio, sobre todo por lo que cuesta ganar un metro y lo fácil que es perderlo por no saber callar".

Por primera vez en sus 140 años de historia, los jugadores de las selecciones que disputan el VI Naciones llevarán impreso su nombre en las camisetas. En un deporte más antiguo que el fútbol, los nostálgicos interpretan cualquier cambio como una especie de herejía que provoca daños irreparables en los valores intrínsecos al rugby.

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