Quién le iba a decir a Parejo que incluso sin jugar en el Barça iba a luchar por la Liga
En un campeonato en que los equipos de Madrid han dimitido de sus aspiraciones al título, el Barcelona todavía no tiene allanado el camino gracias a que el Valencia se postula como candidato
Lo del Valencia empieza a ser cosa de magia negra, de brujería. Si estuviéramos en la Edad Media, Torquemada ya habría mandado investigar al murciélago y lo habría mandado quemar sobre una pira ante los gritos enfervorecidos de la plebe debota. Pero por suerte esos ritos condenables son parte únicamente ya de los libros de historia y la vida nos permite contemplar una transformación digna de estudio. Recuerda a la de esos equipos ingleses de los años 70 y 80, ubicados en la media o baja tabla y sin aspiraciones mayores que evitar la hoguera del descenso que, de repente, los entrenaba Brian Clough y ganaban la siguiente Championship ante los gigantes dormidos de su época.
Clough es un mito, Marcelino es real y actual. Las comparaciones todavía son lejanas y bastante optimistas, en realidad. El Valencia no ha ganado nada, pero está haciendo lo que debe para ganarlo todo. En otro momento de la línea temporal, el Valencia se encontraría muy destacado en la clasificación de la Liga y se hablaría de él como firme aspirante al título. Hoy, como es otra situación, hay un equipo que se ha demostrado superior a los demás y que lo ha ganado todo menos un día que le empató el Atleti. El Barça no es mejor que muchos, pero gana más que nadie y ahí está, liderando la tabla con una comodidad pasmosa y en cierto modo increíble. Pero detrás está el Valencia.
No están los equipos de Madrid. Estos han dimitido de sus aspiraciones, que no de sus deseos. El campeón, el Real Madrid, ha desaprendido lo que era marcar goles, el Atlético nunca lo aprendió. Ganar les supone un esfuerzo cuyo físico e intelecto no logra alcanzar, pese a que la fórmula para ello la habían obtenido y patentado en el último lustro, especialmente en la vertiente blanca, que vivió en 2016 el mejor año en casi seis décadas. De hecho, sin ellos, cualquiera podría pensar que el Barça ya sería virtual campeón. A diez puntos con doce jornadas solo disputadas... como para no pensar en él como único favorito. Ahí está el Valencia para molestar.
Dani Parejo tiene que estar que ni se lo debe de creer. Le pide a veces a sus compañeros y familiares que le pellizquen a ver si está soñando. Hasta la última milésima de segundo del pasado mercado estaba moviéndose tanto él como su entorno para conseguir un traspaso al Fútbol Club Barcelona. Canterano del Madrid, sintió esa llamada del Barça como la vía de escape de la ciénaga en la que se había convertido la acequia de Mestalla y su oportunidad para ganar títulos por fin, algo que solo ha hecho con la selección en categorías inferiores. A quién no le apetecería estar en el Barça, que sí, no es el mejor Barça de la historia, pero se le caen las copas por todas partes, haga lo que haga, esté bien o esté mal.
El Barça no se decidió a pagar los muchos millones que pedía Peter Lim por su capitán y Parejo se tuvo que quedar otra temporada más en el infierno o lo que para él se había convertido en algo parecido al averno. Claro que todo olía mejor desde que Marcelino pasó la aspiradora y fregó los suelos del club. Era todo tan fácil como que el singapurense tomara por fin una decisión acertada, una, solo una: darle el control deportivo del club a uno que supiera lo que hacía. A Marcelino le cayeron palos por cómo acabó en el Villarreal, le pudo el corazón hacia el Sporting. Pero de esto sabe un ratazo y se le ocurrió una idea: conjuntar una escuadra en torno a Parejo, que todo fluyera por él, que le permitiera sentirse el líder que su brazalete así indicaba que era. Y a partir de ahí se fomentó un Valencia con aspecto de campeón.
Jugó en Barcelona, pero contra los de la 'meravellosa minoria'. El Espanyol de Quique Flores está también bastante entonado y de hecho durante los 90 minutos reglamentarios le pegó un buen repaso a este Valencia. Quique también formó su columna sobre pilares nacidos pericos, como Pau López, Sergi Darder y Gerard Moreno y las cosas le van bien. Darder y Moreno estrellaron dos balones en el palo y no aplicaron en el marcador la ventaja futbolística que demostraban en el césped. La mira la tenía mucho más afinada Kondogbia, un futbolista que si lo comparamos con Enzo Pérez, parece Maradona, y el argentino es el que ya no está.
Le salen las cosas tan a pedir de boca a Marcelino que hasta un descartado como Santi Mina se quiere comer el mundo cuando aparece sobre el césped. Cinco goles y solo ha sido titular en tres partidos. Las otras veces juega Simone Zaza, que ni siquiera tuvo que salir del banquillo en Cornellá. Tampoco empezaron Carlos Soler y Gonçalo Guedes. Marcelino se permite hasta rotar sin dejar de ganar. Hasta juega mal, es notablemente inferior al contrario y gana, como un grande. Como lo que ha sido toda la vida el Valencia, solo que desde que se fue Emery todo se ha hecho del revés y nos creíamos que ya era un equipo normalito. El Valencia ha vuelto y tiene una reválida muy seria en una semana en casa contra el Barça. Ganar significaría confirmar que sí, que quieren ser campeones.
Ficha técnica
0 - Espanyol: Pau López; Víctor Sánchez, David López, Naldo, Aarón; Darder, Fuego; Baptistao (Jurado, min.12), Sergio García, Piatti (Hernán Pérez, min.71) y Gerard Moreno.
2 - Valencia: Neto; Montoya, Murillo (Garay, min.65), Gabriel, Lato (Guedes, min.60); Pereira (Soler, min.80), Kondogbia, Parejo, Gayá; Mina y Rodrigo.
Goles: 0-1, m.69: Kondogbia. 0-2, m.83: Santi Mina.
Árbitro: Hernández Hernández (Comité Canario). Expulsó al entrenador del Valencia, Marcelino. Mostró tarjeta amarilla a Murillo (min.28), Lato (min.48), Montoya (min.49) y Pereira (min.78).
Incidencias: Partido de la duodécima jornada de LaLiga Santander disputado en el RCDE Stadium ante 25.529 espectadores.
Lo del Valencia empieza a ser cosa de magia negra, de brujería. Si estuviéramos en la Edad Media, Torquemada ya habría mandado investigar al murciélago y lo habría mandado quemar sobre una pira ante los gritos enfervorecidos de la plebe debota. Pero por suerte esos ritos condenables son parte únicamente ya de los libros de historia y la vida nos permite contemplar una transformación digna de estudio. Recuerda a la de esos equipos ingleses de los años 70 y 80, ubicados en la media o baja tabla y sin aspiraciones mayores que evitar la hoguera del descenso que, de repente, los entrenaba Brian Clough y ganaban la siguiente Championship ante los gigantes dormidos de su época.