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Diez años sin el Nuevo Mestalla: por qué es el pelotazo más lento de la historia del ladrillo
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Peter lim no lo acaba; bankia y caixabank tienen la llave

Diez años sin el Nuevo Mestalla: por qué es el pelotazo más lento de la historia del ladrillo

Peter Lim, dueño del Valencia CF, aplaza el fin de las obras del nuevo estadio sin que aparezcan compradores para el viejo, con 175 millones en hipotecas con Bankia y Caixabank

Foto: Las obras del Nuevo Mestalla comenzaron en 2007 y se paralizaron en 2009.
Las obras del Nuevo Mestalla comenzaron en 2007 y se paralizaron en 2009.

El Valencia C.F. es probablemente el único club de primera división en España que tiene dos estadios en su balance. Uno es el viejo Mestalla, en el que juega como local desde el año 1923 y en el que casi 50.000 aficionados han contemplado domingo sí, domingo no, el declive progresivo de un equipo que una vez soñó con competir de tú a tú con el Real Madrid o el Barcelona y apuntarse al grupo de los fijos de la Champions. El otro es el Nuevo Mestalla, un esqueleto inacabado de hormigón, ubicado en el barrio de Campanar, a cuya imagen se han acostumbrado los habitantes de la ciudad pero que representa tanto los excesos de los años de vino y rosas del 'boom' inmobiliario como el espejismo de pensar que todos los problemas de la crisis económica han quedado atrás.

La afición reclama más compromiso de Peter Lim, pero sin acuerdo para vender los terrenos del viejo estadio a un tercero la operación no sale

La primera piedra de las obras del Nuevo Mestalla se puso un 1 de agosto de 2007, hace ahora justo una década. La operación era de primero de grado en pelotazo inmobiliario: recalifico el viejo estadio con los parabienes del Ayuntamiento y la Generalitat para que en su parcela puedan construirse torres de viviendas, lo coloco en el mercado y con las plusvalías financio un nuevo coso con capacidad para 75.000 aficionados de un equipo campeón. Si añadimos al proyecto una zona comercial y un hotel de lujo completamos el cuadro de proyecciones financieras. Todo encajaba.

placeholder Peter Lim, durante una visita al estadio inacabado de Nuevo Mestalla en 2014. (VCF)
Peter Lim, durante una visita al estadio inacabado de Nuevo Mestalla en 2014. (VCF)

Pero en 2009, con el Valencia al borde de la quiebra, como consecuencia de la deuda acumulada y una gestión económica nefasta, y un muerto por accidente laboral en el casillero, las grúas de la UTE, contratista compuesta por FCC y Bertolín, se borraron del mapa. Con los inversores en ladrillo desaparecidos o purgando penas en los juzgados de los Mercantil, ni el viejo estadio se había vendido ni el nuevo habia podido acabarse. Con 100 millones ya gastados no había más dinero. El primero en caer había sido el impulsor de la iniciativa, el expresidente del Valencia CF, Juan Bautista Soler, hijo del promotor Bautista Soler, un fijo en los buenos tiempos de la lista de Forbes de los más ricos de España.

Desde entonces, la ciudad ha convivido con un armatoste inacabado y sin uso por el que ya han sobrevolado dos grandes promesas huecas. La primera llegó en 2011 de la mano de Rodrigo Rato, entonces presidente de Bankia, principal acreedora de la sociedad anónima deportiva. Como político que era antes que financiero, Rato no tardó en olfatear los beneficios que podría reportar recibir el aplauso de la afición por acabar el estadio y a la vez tratar de sacar tajada del pelotazo inmobiliario inacabado.

Tal como relató El Confidencial, tras la llamada operación Newcoval para rematar el proyecto había sociedades en las que el propio expresidente del FMI tenía intereses. Su salida del banco nacionalizado en mayo de 2012 bloqueó los planes previstos y su sustituto, el actual presidente Jose Ignacio Goirigolzarri, encargó a PwC un informe ‘forensic’ específico que puso al descubierto las conexiones ocultas de Rato con los beneficiarios del plan para acabar las obras y sacar partido del aprovechamiento urbanístico del viejo estadio.

placeholder Juan Soler fue el impulsor de la fallida operación Mestalla. (EFE)
Juan Soler fue el impulsor de la fallida operación Mestalla. (EFE)

La segunda promesa fustrada ha sido la de Peter Lim. El dueño de Meriton compró el Valencia lanzando mensajes de que iba a mantenerlo en órbita, en el grupo de Champions, con la guinda para la afición de jugar en el Nuevo Estadio antes de marzo de 2019, cuando se cumple el centenario de la fundación del club. Esta promesa ya se da por imposible. Tras haber gastado más de 100 millones de euros, sin los resultados deportivos esperados y enfrentado con la afición, la finalización de las obras ha desaparecido de la agenda. Nada se sabe de la reformulación del proyecto para abaratar costes que la anterior presidenta, Layhoon Chan, encargó al arquitecto Mark Fenwick, que ya había rebajado el aforo a 61.000 espectadores. Anil Murthy, su sustituto en lo que pretende ser la segunda era de Peter Lim en el Valencia CF, ya ni siquiera habla de este asunto.

El caballero blanco no llega

Mientras tanto, el esqueleto de hormigón sigue quejándose. El año pasado, la SAD tuvo que apuntar en su balance de inmovilizado un deterioro de 29 millones de euros. Asumido que Peter Lim (que ya ha dejado caer que no pondrá más dinero) no será la solución para el Nuevo Mestalla a corto y medio plazo, a los aficionados solamente les queda esperar la llegada de un caballero blanco que quiera comprar la parcela del viejo estadio, pagar y esperar a que con su dinero se construya el nuevo para poder hacer los derribos y construir pisos.

La llave del pelotazo la tienen Goirigolzarri y Jordi Gual. Las hipotecas de 175 millones de Bankia y Caixabank son sobre las parcelas del viejo estadio

Administrativamente no hay nada que impida esa sucesión de acontecimientos. El solar de Mestalla ya está reparcelado y tiene todos los parabienes de consistorio valenciano para reconvertirse en un área residencial. Son muchos los que han ido a preguntar. Fondos de inversión, promotores, conseguidores de distinto pelaje… Y todos se han encontrado con el mismo muro: las dos hipotecas que Bankia y Caixabank tienen sobre los terrenos del viejo Mestalla, una de 155 millones de euros y otra de 20,6 millones. 175 millones es el peaje de entrada que hay que pagar para hacerse con los terrenos de la Avenida de Aragón, a los que habría que sumar los millones que Lim necesita para acabar el nuevo coliseo, que pueden suponer otro centenar.

Así que ni Peter Lim es la solución al ‘sudoku’, ni es la persona a quien hay que convencer. La llave del pelotazo la tienen José Ignacio Goirigolzarri y Jordi Gual. Razón: paseo de la Castellana de Madrid y avenida de la Diagonal de Barcelona, respectivamente.

El Valencia C.F. es probablemente el único club de primera división en España que tiene dos estadios en su balance. Uno es el viejo Mestalla, en el que juega como local desde el año 1923 y en el que casi 50.000 aficionados han contemplado domingo sí, domingo no, el declive progresivo de un equipo que una vez soñó con competir de tú a tú con el Real Madrid o el Barcelona y apuntarse al grupo de los fijos de la Champions. El otro es el Nuevo Mestalla, un esqueleto inacabado de hormigón, ubicado en el barrio de Campanar, a cuya imagen se han acostumbrado los habitantes de la ciudad pero que representa tanto los excesos de los años de vino y rosas del 'boom' inmobiliario como el espejismo de pensar que todos los problemas de la crisis económica han quedado atrás.

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