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Del "paz y amor" de los 60 al "fuego y destrucción" de los 90. Así mostró Woodstock cómo hemos cambiado
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Del "paz y amor" de los 60 al "fuego y destrucción" de los 90. Así mostró Woodstock cómo hemos cambiado

Netflix estrena la serie documental 'Fiasco total: Woodstock 99', en la que recuerda cómo, 30 años después, el mítico festival se convirtió en una guerra campal

Foto: Una imagen de 'Fiasco total: Woodstock 99', disponible en Netflix. (Cedida)
Una imagen de 'Fiasco total: Woodstock 99', disponible en Netflix. (Cedida)

Fue la madre de todos los festivales. Woodstock 69: paz y amor. Celebración del amor libre, del idealismo, de las ansias de cambio. Cuatrocientos mil asistentes se congregaron en la granja de un tal Max Yasgur, en el Estado de Nueva York. En el escenario, The Who, Jefferson Airplane, Joan Báez, Santana, Canned Heat, la Creedence, Janis Joplin y Jimi Hendrix, entre muchos otros. Tres días que supusieron un antes y un después para una juventud estadounidense que imaginaba un futuro brillante y optimista, sin guerras, sin fronteras y sin injusticias. Y sin sujetadores. Y con muchas drogas, claro.

El organizador de todo aquello fue Michael Lang, un emprendedor joven cuya experiencia en la industria musical hasta entonces había sido la celebración de un par de conciertos y la apertura de un estudio de grabación en Woodstock, el pueblo donde iba a celebrarse inicialmente el festival, pero cuyos vecinos se opusieron al evento, que tuvo que relocalizarse y marcharse a Bethel, a unos cien kilómetros de distancia. Woodstock —el festival, no el pueblo— quedó marcado como el epítome de los cambios sociales de la década de los 60, el espejo ampliador de sus idiosincrasias y particularidades. Después volvió a celebrarse —con menos repercusión— media docena de veces. En los 80, en los 90, en los 2000. Y si Woodstock 69 fue el festival de la paz y el amor, el que se celebró 30 años después fue el Apocalipsis. Violaciones, incendios provocados, saqueos, violencia normalizada... ¿Y qué es lo que dice esto de nosotros mismos?

placeholder El caos y la violencia se adueñaron de un festival al que acudieron 250.000 personas. (Netflix)
El caos y la violencia se adueñaron de un festival al que acudieron 250.000 personas. (Netflix)

¿Será la alimentación, el tipo de música, el tipo de drogas? Porque el cerebro no abraza de la misma manera un porro de marihuana que una pastilla de éxtasis. ¿Por qué treinta años después del mayor festival de todos los tiempos, al intentar reproducir el modelo, se provoca la ignición del mismísimo infierno? Netflix acaba de estrenar la serie 'Fiasco total: Woodstock 99', del director Jamie Crawford —no confundir con la película documental 'Woodstock 99: Peace, Love, and Rage' de Gareth Price, distribuida por HBO como parte de la serie 'Music Box'—, que recupera metraje casero grabado por los asistentes, partes de la programación que le dedicó MTV y nuevas entrevistas tanto a artistas como a público para intentar comprender qué desembocó en el caos absoluto.

En los últimos años, han sido noticia los problemas organizativos de los grandes festivales españoles: en 2017 falleció el acróbata Pablo Aunión Monroy, al caer al vacío desde treinta metros de altura; los promotores decidieron continuar con la programación "por razones de seguridad". Este verano, el primero de 'normalidad' pospandémica, y como cuenta Paula Corroto en este reportaje, los asistentes del Capital Fest en Talavera de la Reina se quejaron de aglomeraciones, de falta de sombra y de previsión de las altas temperaturas que provocaron golpes de calor entre los asistentes, de fuentes de las que el agua 'potable' salía marrón.

El Primavera Sound también fue objeto de las críticas por las largas colas y la escasez de baños. El Boombastic cambió pocos días antes de celebrarse su localización desde el centro de Madrid hasta Rivas, a las afueras y con problemas de comunicación. El Mad Cool 2022, patrocinado por Cabify, impidió que los taxis llegaran hasta la puerta del recinto para favorecer a la empresa de VTC, lo que provocó también largas esperas y peregrinaciones. El Fan Fan Festival se canceló en el último momento por desavenencias, dicen, con el recinto Ifema.

placeholder Hubo incendios, saqueos y violaciones en un evento descontrolado. (Netflix)
Hubo incendios, saqueos y violaciones en un evento descontrolado. (Netflix)

Puede que los problemas logísticos, la falta de efectivos de seguridad y la suciedad, que empezó a acumularse el primer día en Woodstock 99, tuviera algo que ver con el campo de batalla que resultó después, como plantea 'Fiasco total: Woodstock 99'. Que el público se sintiese ninguneado o, de alguna forma, maltratado y estafado por las condiciones del recinto probablemente prendieron la mecha del descontento, pero difícilmente pueden verse como el principal catalizador de una ola de destrucción como la que cuenta el documental. Desde un análisis social, la juventud de 1999 distaba mucho del "paz y amor" de treinta años antes.

El promotor Michael Lang, ya no tan joven, quiso que sus hijos repitiesen la experiencia que marcó a su generación. Pero no tuvo en cuenta cómo la música y el entretenimiento habían cambiado hasta entonces. Del estilo multicultural, psicodélico y cósmico del rock comprometido de los 60 a las guitarras iracundas de Korn o Limp Bizkit y la electrónica estridente y frívola de 'The Chemical Brothers' o 'Fatboy Slim'. De los psicotrópicos depresores como el cannabis a los excitantes de diseño como el éxtasis. De una juventud contra la Guerra de Vietnam a una juventud que acababa de sufrir Columbine y que más adelante vería cómo los tiroteos masivos protagonizados por alumnos de escuela y de instituto se convertían en algo casi cotidiano.

placeholder Un ejército de zombis llenos de heces en Woodstock 99. (Netflix)
Un ejército de zombis llenos de heces en Woodstock 99. (Netflix)

Nada ocurre por un solo fallo, la causa siempre es por acumulación. Primero fue la falta de previsión logística —o escatimo de dinero en las subcontratas—, lo que hicieron que la zona de los baños se convirtiese en un lodazal de excrementos y orina, que nadie recogiese los desperdicios de la basura y que nadie reparase las fuentes de las que salía agua potable —de la que bebieron los asistentes— y que tras analizarla descubrieron que contenía restos fecales. En vez de la granja de 1969, escogieron ¡una base militar! Para celebrar el evento, donde el suelo de hormigón y la falta de sombras provocaron que las altas temperaturas afectasen inclementes al público. También intentaron hacer negocio con los puestos de comida y marcaron precios, para muchos de los asistentes, abusivos.

Segundo fue el desconocimiento de los organizadores de los grupos que iban a actuar: Lang ya no estaba al día como en los años 60, así que confeccionó junto a su socio John Scher un cartel que reunió demasiado seguidos a bandas con alta carga explosiva y de rabia en los decibelios. Uno de los productores más jóvenes del proyecto avisó de esto a sus compañeros, pero no se le tuvo en cuenta. Muchos pogo, mucha excitación y letras que encomian los actos de destrucción ayudaron a que la mecha prendiera un poco más fuerte. En el momento en el que Limp Bizkit, con el público desatado, instigó a que destrozasen parte del mobiliario, una turbamulta arrancó de cuajo las protecciones de la torre de sonido y los trabajadores tuvieron que ser evacuados.

Y ese fue el principio del fin: luego llegaron los saqueos, los incendios provocados y la demolición. La turba prendió fuego a la flota de camiones, reventó los cajeros automáticos, asaltó los puestos de comida. Los trabajadores huyeron y los bomberos tenían tanto miedo de la muchedumbre que se negaron a apagar los fuegos. Al cuarto día Woodtock 99 ya solo era escombros.

placeholder Asistentes a Woodstock 99. (Netflix)
Asistentes a Woodstock 99. (Netflix)

Muchos de los testimonios de algunas de las mujeres que acudieron al festival coinciden en que se respiraba un ambiente caldeado en el que se reproducían comportamientos muy de machos pasados de vueltas. Incluso Jewel o Sheryl Crow lo percibieron desde el escenario, cuando el público masculino les impelía a que se desnudasen. Reproduciendo aquello de 1969 de quemar los sujetadores, muchas mujeres acudieron con los pechos desnudos o adornados con body painting. Pero a diferencia del amor libre de los sesenta, se encontraron con las manadas: al final del festival hubo múltiples denuncias de violación y abusos. En las imágenes se puede escuchar a un reportero pidiendo a un grupo de chicos que dejen en paz a una de las mujeres, a la que todos rodean y soban. Algunas de las denunciantes tenían entonces quince años. Cómo quita hierro al asunto uno de los promotores es espeluznante.

¿Qué es lo que hace que gente aparentemente normal se comporte de esa manera tan violenta y destructiva? ¿Cómo la pulsión animal subyuga a la razón y provoca estos estallidos de furia colectiva? ¿Qué es lo que provoca ese abandono del civismo y de la razón? ¿Qué hemos aprendido de esto? A pesar de que el documental es repetitivo y le sobra demasiado metraje anticlimático, es interesante escuchar la reflexión de quienes estuvieron allí como testigos, pero también como parte de la muchedumbre que arrasó con todo aquello. ¿Qué ha cambiado en nosotros como sociedad para que Woodstock 69 y Woodstock 99 sean el anverso luminoso y el reverso tenebroso? El documental contesta con mayor o menor atino a algunas de estas cuestiones e, implícitamente, deja una en el aire. ¿Cómo sería un Woodstock 2022 —sobre todo después de la ola de pinchazos a mujeres que leemos todos los días en los medios?— Habría que verlo.

Fue la madre de todos los festivales. Woodstock 69: paz y amor. Celebración del amor libre, del idealismo, de las ansias de cambio. Cuatrocientos mil asistentes se congregaron en la granja de un tal Max Yasgur, en el Estado de Nueva York. En el escenario, The Who, Jefferson Airplane, Joan Báez, Santana, Canned Heat, la Creedence, Janis Joplin y Jimi Hendrix, entre muchos otros. Tres días que supusieron un antes y un después para una juventud estadounidense que imaginaba un futuro brillante y optimista, sin guerras, sin fronteras y sin injusticias. Y sin sujetadores. Y con muchas drogas, claro.

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