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Los festivales de música se hunden en el caos: cancelaciones, desorganización, inseguridad...
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Verano pospandemia

Los festivales de música se hunden en el caos: cancelaciones, desorganización, inseguridad...

Varios eventos celebrados estas semanas han acabado con quejas por aglomeraciones, falta de agua y de personal, desmayos por el calor y solapamientos de conciertos

Foto: Asistentes al Primavera Sound de Barcelona, el pasado fin de semana. (EFE/Alejandro García)
Asistentes al Primavera Sound de Barcelona, el pasado fin de semana. (EFE/Alejandro García)

"Llegamos al festival alrededor de las 12:30, media hora después de la apertura de puertas. En aquel momento ya había una cola exagerada para entrar en el recinto ferial, así que, debido a que Sidonie había cancelado su concierto, decidimos tomarnos ese tiempo para ir a un bar cercano a comer algo y refrescarnos. Menos mal que lo hicimos, porque fue un poco lo que nos salvó de lo que se nos vino encima las horas posteriores. Sobre las 14:30 ya estábamos en la puerta del ferial dispuestos a entrar y disfrutar del concierto de Miss Cafeína. Habíamos comprado unos ‘flus flus’ para llenarlos de agua y refrescarnos durante los conciertos. Vimos a gente a la que los de seguridad obligaron a vaciar sus botellas de agua en la puerta y sus pulverizadores, y teniendo en cuenta que días antes en Instagram la organización dejó claro que no se podían introducir ni bebida ni pulverizadores, hicimos lo mismo y pasamos hacía dentro".

"Las colas para recargar la pulsera en ese momento eran interminables, ni siquiera se podía percibir la colocación porque era una marea de personas buscando la sombra de la carpa e intentando sobrevivir a las altas temperaturas. Al ver que la espera sería larga, dejé a mis amigos en la cola y me fui a buscar agua para los pulverizadores. Menos mal que lo hice porque poco después se empezó a correr la voz de que los grifos habilitados y los de los baños se habían cortado (algo que no llegué a comprobar, pero que tenía muy disgustado al personal)".

placeholder Las aglomeraciones en el Capital Fest. (Cedida por David Maquedano)
Las aglomeraciones en el Capital Fest. (Cedida por David Maquedano)

"Tras una hora de espera habíamos avanzado tan solo unos metros, pero habíamos conseguido entrar en la sombra. Aunque nos estábamos mojando con los pulverizadores, esa agua pasó a ser sopa y ya era hasta incómodo, en lugar de refrescar daba más calor. Cabe recordar que desde que habíamos entrado en el recinto no habíamos bebido agua, ya que para comprarla había que recargar primero la pulsera y es a lo que estábamos esperando. La espera en esa cola se alargó hasta las dos horas y media, por lo que el concierto de Miss Cafeína no lo pudimos disfrutar. La última media hora fue muy crítica para nosotros, ya habíamos salido de la sombra de la carpa y el calor era insoportable. Eso se reflejaba en nuestro descontento y en el cuerpo, ya que por falta de hidratación se nos empezaron a pelar los labios y teníamos pesadez en el cuerpo. Una vez recargada la pulsera recuperamos la ilusión del festival, hasta que nos dirigimos a por la bebida y ¡sorpresa! Una cola más. Estuvimos esperando mientras veíamos el concierto de Veintiuno. Conseguimos lo que queríamos, pero al final del concierto decidimos que lo mejor era salir a comprar comida y bebida a una tiendecita cercana e ir a buscar la sombra al parque de los montículos".

"Durante el tiempo que estuvimos dentro, las horas más críticas de calor, los bomberos ya habían acudido a nuestro rescate para remojar a las personas y combatir los golpes de calor. Sin embargo, no fue suficiente y hubo un momento en el que Cruz Roja no paraba de atender a personas que habían caído desplomadas del calor. Fue terrible. La situación me pareció de película, de hecho, les dije a mis amigos que tenía la sensación de que en algún momento cerrarían las puertas y eso se convertiría en ‘El Juego del Calamar’, una lucha por la supervivencia".

"Hubo un momento en el que Cruz Roja no paraba de atender a personas que habían caído desplomadas del calor. Fue terrible"

"Y no me equivocaba. A las 19:00 ya estábamos en el recinto esperando a Carlos Sadness. Una vez más, fuimos a las barras a pedir consumición y eso parecía un hormiguero, la gente estaba apelotonada intentando conseguir algo de beber. Nos sumamos al mogollón porque era eso, o estar otra vez varias horas sin tomar nada y con calor. Una hora de reloj fue la espera, por lo que una vez más, el concierto acabó sin que pudiéramos disfrutarlo".

"Al llegar al camarero, pedimos cuatro cervezas y una botella de agua, nos las cobraron y cuando fueron a por las cervezas nos dijeron que no había. Subsanaron el problema dándonos cuatro tintos de verano y cinco botellas de agua caliente. Era imposible beber esa agua, ni siquiera nos dieron un vaso con hielo. Tampoco podíamos echárnosla por encima porque literalmente quemaba. Nuestra rabia aumentaba por momentos".

"El resto de los conciertos fue más de lo mismo, así que para nosotros ha sido una experiencia inolvidable, pero no de manera positiva”. María Muñoz. 23 años. La Nava de Ricomalillo (Toledo).

"No sabría por dónde empezar... Creo que las instalaciones y los servicios no estaban pensados para las 13.000 personas que estuvimos. La zona de sombra escasa, los humidificadores estaban al sol, había pocos y no funcionaban muy bien y estaban siempre llenos de gente. El sistema de recarga de tokens era muy lento, las colas eran de una hora al sol, salvo el momento que te tocaba dentro de la carpa, pero a 38°. Esperar una hora sin agua ni nada fue horrible, yo pensaba que me daba algo. La zona de sombrillas y sillas de 'descanso' muy pequeña para todos los que estábamos. Los pobres camareros/as no daban abasto, estaban uno por barra y el tiempo para pedir era de por lo menos 20 minutos"

"El agua salía marrón y la mitad ni iba o iba a ratos. Tuvieron que llamar a los bomberos para que refrescasen a la gente de los golpes de calor"

"Pusieron grifos, como fuentes donde el agua salía marrón y la mitad ni iba o iba a ratos. Tuvieron que llamar a los bomberos para que refrescasen a la gente de los golpes de calor que estaba habiendo. Se quedaron sin agua fría de botellín antes de las 15:00. La comida aparte de carísima, había el mismo problema que en las barras de bebida, solo había tres chicas atendiendo a todo el mundo. Los conciertos todos tarde, ninguno empezó a la hora".

"Dijeron que el dinero no utilizado se devolvería al final del festival, cuando te marchases y cuando fui a pedirlo me dijeron que no, que a partir del lunes en la web. Y mi sorpresa fue que encima se quedan con dos euros porque sí". Susana Jarauta. 24 años. Navarra.

placeholder Las colas del Capital Fest. (Cedida por David Maquedano)
Las colas del Capital Fest. (Cedida por David Maquedano)

"Sobrevivimos, que ya es bastante. La semana previa intuíamos que se mascaba la tragedia. He estado en unos cuantos festivales y la comunicación que daban en redes sociales no era la ideal. Se veían venir las temperaturas desde una semana antes y hasta un día antes no se publicó un mapa de dónde estaría cada cosa. Y se dijo que habría fuentes y zonas de nebulización y sombras porque la gente las había pedido... Y si no, ¿no se hubieran puesto? Tampoco respondían a las preguntas en su web".

"Llegamos al recinto, el primer concierto empezaba a la una y nos pusimos a hacer cola a las 12:20 para entrar. Entramos y vimos lo que había, las sombras no abundaban, pero luego también nos pusimos a hacer la cola para rellenar la pulsera. Yo metí 60 euros y ahí tuvimos suerte, porque hicimos cola de 20 minutos, que no se llevaba mal. Pero cuando salimos a comer vi que había colas muy raras y eran para la pulsera. Eran muy grandes, desproporcionadas, menos mal que nosotros ya habíamos metido el dinero".

"En otros festivales bebes por vicio, pero en este era por necesidad. No querías deshidratarte"

"En otros festivales bebes por vicio, pero en este era por necesidad. No querías deshidratarte. Me pedí dos consumiciones del tirón para ir teniéndolas. En las barras había dos zonas sin contar la de la zona vip y no más de 20 camareros para 13.000 personas. Estaban llenas de botellines vacíos, vasos sucios, no había visto un suelo tan sucio nunca. Pedí un tinto de verano y una botella de agua, que te cobran antes de traértelo. Y cuando me trajeron la botella, era del tiempo… y el tiempo ahora es bastante caliente, por lo que te quedas con cara de gilipollas porque ya no te devuelven el dinero". Óscar G. León. 30 años. Valladolid.

Fin de semana aciago

Este es el testimonio que han dado a El Confidencial tres personas que acudieron el pasado sábado 11 de junio al Capital Fest, que celebró su segunda edición en Talavera de la Reina (Toledo) y cuyo gancho eran grupos como Izal, Lori Meyers, La Casa Azul y Sidonie. La entrada más barata eran 55 euros (un día). En las redes sociales hay muchas más quejas que hablan de un caos organizativo que llegó a poner en peligro la salud y seguridad de sus asistentes, puesto que hubo numerosos desmayos debido al calor extremo. Tal ha sido la gravedad que el concejal de Planificación y Promoción de Talavera Ferial, Roberto Gallegos, ha pedido explicaciones a los organizadores —el promotor Víctor del Río Robles y su empresa Capital Fest Music SL— y, según un escrito en la web del ayuntamiento, "se ha solicitado a Cruz Roja que nos traslade un informe que recoja las diferentes actuaciones que se produjeron durante esa jornada, para conocer, principalmente, aquellas atenciones derivadas de las altas temperaturas". Desde el festival solo se publicó este jueves un comunicado en su web en el que pedían "disculpas por los 20 minutos que estuvimos sin suministro" de agua recalcando que hubo un fallo en las seis fuentes que se habilitaron. También manifestaron que iban a colgar un enlace en la web para tramitar las devoluciones. El comunicado tuvo tal avalancha de quejas que se desactivaron todos los comentarios. Este periódico ha intentado ponerse en contacto con los responsables de Capital Fest, pero no ha habido ninguna contestación.

placeholder El sábado pasado, la entrada en el Primavera Sound de Barcelona. (EFE)
El sábado pasado, la entrada en el Primavera Sound de Barcelona. (EFE)

Sin llegar a esta situación, el asunto es que no es el único festival de música en el que ha habido problemas en estos últimos fines de semana cuando prácticamente acaba de empezar la temporada después de dos años de pandemia. El Primavera Sound de Barcelona fue pasto de las críticas por las largas colas en barras, lavabos, fuentes, además de por las grandes aglomeraciones en los accesos a los escenarios. En el Boombastic, dedicado al rap y el reguetón, y que cambió su sede solo una semana antes de su celebración, con todos los contratiempos que eso causó para los asistentes —además del pago de 10 o 20 euros de la lanzadera desde Rivas al centro de Madrid—, también se destacaron en las redes quejas por el solapamiento de conciertos, el mal sonido y por no poder salir del recinto una vez se había entrado, a lo que sumaron las colas para comprar la bebida y falta de personal. El coste de la entrada era de 45 euros (dos días) con la rebaja de última hora. Y para cerrar el aciago fin de semana, solo un par de días antes, el Fan Fan Fest anunciaba su cancelación en Ifema (Madrid), por no cumplir los protocolos de seguridad, según esta institución (si bien esto se negaba desde el festival).

Festival serio, festival chapucero

¿Qué está pasando con los festivales? ¿Improvisación, prisas, deseos de rentabilizar a toda costa (y sin costes) por parte de los promotores tras dos años sin ingresos en el sector de la música en vivo? ¿Una normativa más restrictiva? Es cierto que no es la primera vez que este tipo de eventos tienen estos problemas. Pero también es verdad, como dicen los promotores, que muchos festivales cumplen con todos los criterios de seguridad y administrativos. Como ejemplo: este último fin de semana se celebró el Palencia Sonora sin ningún incidente.

"A partir de ahora me aseguraré de si los festivales son serios. Ahora se piensa que todo el mundo puede organizar un festival"

"El año pasado en el Sonorama Ribera, la primera semana de agosto hacía muchísimo calor y lo prepararon todo genial. Fue con sillas por la pandemia y hubo una situación parecida en condiciones climatológicas, pero nada que ver. Te regaban los bomberos de Aranda… bajaron el precio del agua… Aquí [en el Capital Fest] costaba dos euros todo el tiempo. Y en Aranda pusieron fuentes con agua limpia. Y varias. Como el Capital Fest no he vivido nada nunca. Incluso el Arenal Sound, que es un poco chapucero, no tiene nada que ver con lo que pasó", rememora Óscar G. León. "Nunca he tenido una experiencia de este tipo, en todos los festivales se pasa calor, hay problemillas, pero no tienes la sensación de querer abandonar", añade María Muñoz. Por este motivo, León afirma que sí volverá al Sonorama este verano, "pero a partir de ahora me aseguraré de si los festivales son serios. Es que ahora se piensa que todo el mundo puede organizar un festival y rentabilizarlo rápidamente". Como ejemplo de empresarios que saben cómo funciona el sector habla de Javier Ajenjo, director del Sonorama: "Él siempre dice que tardaron diez años en ver dinero positivo. Aquí [en el Capital Fest] han ido a saquear a la gente".

"Hay que hacer un reajuste"

Kin Martínez es el presidente de la Federación de Música en España, además del promotor del Festival O Son do Camiño, que se celebró la semana pasada en Monte do Gozo con grupos como The Chemical Brothers, Editors, Foals o el músico Liam Gallagher. Hace un par de semanas sufrió uno de esos contratiempos que nadie desea: durante el montaje la cubierta del escenario se cayó y quedaron atrapados varios trabajadores. Por suerte, todo quedó en un susto y de los seis heridos, cinco ya están dados de alta y uno permanece estable y evoluciona favorablemente.

placeholder La cubierta desplomada en Monte do Gozo, en Santiago de Compostela. (EFE/Lavandeira)
La cubierta desplomada en Monte do Gozo, en Santiago de Compostela. (EFE/Lavandeira)

"Por causas que se desconocen, aunque todo apunta a una racha de viento, la cubierta del escenario hizo vela y lo colapsó, pero es la empresa más importante en el montaje de escenarios de este país y cumplen todos los protocolos. De hecho, venían de montar el concierto de los Rolling Stones. Ha sido un accidente de trabajo como muchos accidentes de trabajo que pasan y por eso, agradezco el respeto que ha habido con este tema porque el sector también tiene derecho a que pase un accidente sin que nadie empiece a cuestionar", explica a El Confidencial añadiendo que, por supuesto, hay una investigación en curso.

Más allá de los accidentes sobrevenidos, Martínez, que conoce muy bien al sector de la música en vivo, intenta explicar qué está pasando en este arranque de temporada con algunos eventos y lamenta que se ponga el foco en aquello que ha salido mal cuando otros festivales sí están funcionando correctamente. No obstante, la realidad es que cuando hay fallos, estos están siendo graves. Sus claves: el lastre de los dos años en paro por la pandemia, la falta de formación en el sector y de financiación pública.

"Muchas veces los problemas vienen por la falta de personal. Pues formemos a la gente en este sector y vamos a eliminar parte del problema"

"Durante la pandemia, como la gente no podía tener otro trabajo, mucha ha derivado en otro tipo de actividad. En este país la tasa de paro es muy elevada y seguimos careciendo de planes formativos, de ciclos medios, carreras universitarias, que formen en este sector, que seguro que iban a tener mucha empleabilidad. La industria de la música puede colaborar en la empleabilidad porque en este sector sí hay empleo. Muchas veces los problemas vienen por la falta de personal. Pues formemos a la gente en este sector y vamos a eliminar parte del problema", manifiesta.

Sabe, no obstante, que eso no exime a algunos festivales de sus problemas de seguridad, como ha sucedido en el Capital Fest. "Por supuesto, hay una autorresponsabilidad por parte de los organizadores para conseguir el mayor grado de satisfacción de nuestro público", apostilla y, en este sentido, cree que "hay mucho estrés por volver cuanto antes y por volver a la normalidad de una manera rápida y para eso el sector también necesita unos ajustes. Quizá tenemos la hoja de ruta de tiempos pasados y hay que adaptarla a la hoja de ruta actual".

placeholder Ambiente durante el concierto de la banda estadounidense The Strokes, la pasada semana en el Primavera Sound de Barcelona. (EFE)
Ambiente durante el concierto de la banda estadounidense The Strokes, la pasada semana en el Primavera Sound de Barcelona. (EFE)

En estas prisas por volver tras un par de años sin apenas ingresos, las últimas olas del coronavirus han jugado, dice, un papel importante. "Cuando se empezaron a elaborar los proyectos de festivales de este año estábamos en un momento en el que todo parecía que ya estaba muy normalizado. Y vino otra ola que hizo que se volviera a reconfigurar todo. La situación ha sido casi de tensión permanente a ver qué pasaba. Y de repente se levantaron las restricciones y todo el mundo se puso a trabajar. Lo deseable es que hubiera más tiempo, más personal cualificado, más material, más infraestructura. Que hay que hacerlo bien y con responsabilidad y con seguridad, por supuesto. Eso es lo que tenemos que trabajar. ¿Que se van a cometer errores? Bueno, espero que los mínimos. Yo creo que está todo el mundo muy alerta porque nadie quiere que el público se marche descontento porque detrás de un año viene el siguiente", ratifica.

"Lo deseable es que hubiera más tiempo, más personal cualificado, más material, más infraestructura. Y hay que hacerlo bien"

Lo cierto es que viene un verano cargado de festivales como hacía mucho tiempo que no se veía. Más allá de los megafestivales (desde el Primavera Sound al MadCool o el FIB), en 2022 hay festivales hasta en los pueblos más recónditos de España. De hecho, ya se está hablando de burbuja y de sobresaturación, como sucedió entre los años 2007, 2008 y 2009. Aquel último año se facturaron 262.233.498 millones de euros en conciertos, según el anuario de la Asociación de Promotores Musicales (APM). Después llegó el batacazo de la crisis económica y no hubo recuperación hasta los años 2016, 2017, 2018 y 2019. El año anterior a la pandemia se llegó a los 382.596.238 millones de euros de facturación, según la misma fuente. Siempre más eventos y más dinero, y, por los últimos casos, menos trabajadores, más problemas en las barras, con las colas y en los accesos.

"Todo viene por una situación de parálisis absoluta y es normal que la apuesta sea esa, además hay festivales aplazados, nuevas propuestas. La industria tiene que asistir ahora a un reajuste y que se normalice absolutamente todo. Eso sí, de manera segura y responsable. Hay que estar muy atento para que todo salga bien y todo sea seguro, pero acabamos de arrancar y merecemos un periodo de gracia. Estos dos años han sido muy duros para el sector", concluye Martínez.

"Llegamos al festival alrededor de las 12:30, media hora después de la apertura de puertas. En aquel momento ya había una cola exagerada para entrar en el recinto ferial, así que, debido a que Sidonie había cancelado su concierto, decidimos tomarnos ese tiempo para ir a un bar cercano a comer algo y refrescarnos. Menos mal que lo hicimos, porque fue un poco lo que nos salvó de lo que se nos vino encima las horas posteriores. Sobre las 14:30 ya estábamos en la puerta del ferial dispuestos a entrar y disfrutar del concierto de Miss Cafeína. Habíamos comprado unos ‘flus flus’ para llenarlos de agua y refrescarnos durante los conciertos. Vimos a gente a la que los de seguridad obligaron a vaciar sus botellas de agua en la puerta y sus pulverizadores, y teniendo en cuenta que días antes en Instagram la organización dejó claro que no se podían introducir ni bebida ni pulverizadores, hicimos lo mismo y pasamos hacía dentro".

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