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'Guerra no declarada': Inglaterra, sin internet, es bien poca cosa
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'Guerra no declarada': Inglaterra, sin internet, es bien poca cosa

La mini-serie británica consigue que la aburrida escritura de código informático parezca fascinante

Foto: 'Guerra No Declarada' en SkyShowtime.
'Guerra No Declarada' en SkyShowtime.

Como no he podido ver más de cinco minutos seguidos de la española Tú también lo harías (Disney+), he visto cinco horas seguidas de programadores británicos geniales. La mayoría de las series tienen demasiada prisa, emplean demasiados planos y arrojan demasiados fuegos de artificio en sus primeros diez minutos. Por mucho que su única máxima sea enganchar al espectador para que no se vaya a ver otra serie en otra plataforma, a veces un poco de pausa ayuda al amor. En Tú también lo harías cambian de plano cada cuatro segundos, todo por darle emoción a la peripecia. Lo único que consiguen es que uno tenga claro que el director no sabe cómo darle emoción a la peripecia.

Después del epiléptico comienzo de esta serie española, me puse Guerra no declarada (SkyShowtime), y me dejé arrullar por su esmerada sintaxis. Es duro no saber escribir, no saber filmar, poner la cámara a lo tonto. Guerra no declarada funciona gramaticalmente, pero al final es como que no entiendes nada. Va de Rusia, eso sí.

Como no he podido ver más de cinco minutos seguidos de la española 'Tú también lo harías', he visto cinco horas seguidas de británicos geniales

La cosa empieza a la manera de Nolan, particularmente de Inception (2010). Esto resulta estimulante. Uno ve a la protagonista subiendo escaleras y abriendo puertas, y empieza a notar fallos de raccord. La confusión es tal que te preguntas si no te has puesto otra vez una serie española. Este es un chiste anti-patriótico gratuito, sí. Se hacen muy bien (ya) las series españolas.

Al cabo descubres que esa joven de origen oriental que de pronto tiene alrededor de la cintura un cinturón de herramientas que no estaba ahí en el plano anterior no se halla en realidad alguna. Está escribiendo y revisando código, JavaScript, Ruby, quién sabe qué texturas antipáticas.

Foto: Aspecto de la exposición 'Sorolla ha muerto, viva Sorolla', en la casa-museo del pintor en Madrid. (EFE/Borja Sánchez Trillo)

El gran hallazgo de esta serie (y no hay otro) es comunicar a los espectadores la belleza y complejidad de la programación informática mediante su dramatización a ojos vista. Lo que en principio no es sino una señorita mirando letras en una pantalla se convierte en una aventura como de Indiana Jones. Hay trampas, secretos, cortinas de humo, troyanos y autismo. Eso es un poco el código por dentro.

'Guerra no declarada' plantea un futuro donde Reino Unido ha visto atacado su suministro de internet y el país está al borde del caos

Guerra no declarada plantea un futuro inmediatísimo (2024) donde Reino Unido ha visto atacado su suministro de internet y el país está al borde del caos. Este ataque coincide con unas elecciones venideras donde el sustituto de Boris Johnson (ucronía) debe revalidar su puesto, conseguido por un “golpe de estado” interno dentro del partido conservador.

El caos reina, que diría aquella película de Lars von Trier. O, bajando un poco más a ras de suelo, “si te quitaran tu tarjeta de crédito lo contarías todo”, que afirma Woody Allen en Annie Hall.

Inglaterra, sin internet, es bien poca cosa, nos dicen en Guerra no declarada.

La serie, con sutileza digna de agradecer, da algunas pinceladas woke aquí y allá. ¿Y si los rusos no son tan malos?

Enseguida las sospechas del hackeo masivo de la red apuntan a Putin. En general, si algo no funciona en Europa, la culpa tiene que ser de Putin. Hay como un halo mágico del mal en que los rusos sean capaces de manipular elecciones, tumbar sistemas y hacer que el chocolate sepa a vodka simplemente apretando un botón desde una computadora de segunda mano en Vladivostock. Y a lo mejor es así.

La serie, con sutileza digna de agradecer, da algunas pinceladas woke aquí y allá. ¿Y si los rusos no son tan malos? ¿Y si los hombres dejaran a las mujeres dirigir las operaciones anti-hackeo, pues, como puede verse en cada capítulo, son las que saben programar? ¿Y si el amor reinara en el mundo?

Foto: Fotograma de 'Succession'.

Hannah Khalique-Brown, la protagonista, en realidad es un cliché narrativo, por mucho que su personaje, Saara Pavin, se plantee como reivindicación moderna. Desde, por lo menos, Perceval (1180), de Chrétien de Troyes, es el novato, el virgen, el debutante el que resuelve los grandes problemas que los mayores y más avezados son incapaces de enmendar. Luego hay un poco de sexo entre chicas que no viene a cuento, problemas familiares muy aburridos y el mito estirado hasta el infinito de que, si eres autista, eres un genio en cosas que a nadie le importan lo más mínimo. Números, códigos, palillos que caen al suelo.

Simon Pegg, protagonista de esa comedia desternillante que fue Zombies party (Edgar Wright, 2004), lidera el equipo de programadores que defiende Albión. Es también el encargado de advertir de las complicaciones para-nucleares de la informática belicosa: la escalada. Si nos vengamos, se vengarán, y al final acabaremos todos leyendo un libro porque no funciona el internet. Eso hay que evitarlo.

No me ha quedado muy claro si Rusia es mala o no, se lo reconozco.

Como no he podido ver más de cinco minutos seguidos de la española Tú también lo harías (Disney+), he visto cinco horas seguidas de programadores británicos geniales. La mayoría de las series tienen demasiada prisa, emplean demasiados planos y arrojan demasiados fuegos de artificio en sus primeros diez minutos. Por mucho que su única máxima sea enganchar al espectador para que no se vaya a ver otra serie en otra plataforma, a veces un poco de pausa ayuda al amor. En Tú también lo harías cambian de plano cada cuatro segundos, todo por darle emoción a la peripecia. Lo único que consiguen es que uno tenga claro que el director no sabe cómo darle emoción a la peripecia.

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