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La piedra de la discordia entre Inglaterra y Escocia sobre la que Carlos ha sido coronado
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La piedra de la discordia entre Inglaterra y Escocia sobre la que Carlos ha sido coronado

Ese bloque de arenisca de 156 kilos de peso concentra 20 siglos de mitos, leyendas, simbolismo y nacionalismo esenciales para esas de Gran Bretaña

Foto: La Piedra del Destino, una reliquia que enfrenta a Escocia y a Inglaterra. (EFE)
La Piedra del Destino, una reliquia que enfrenta a Escocia y a Inglaterra. (EFE)

Después de cientos de kilómetros y decenas de castillos, piedras y tapices por carreteras escocesas, es fácil no acabar de entender el profundo significado de un bloque de piedra de 156 kilos sin ornamentos, sin ninguna forma o talla especial, expuesto en el castillo de Edimburgo, junto a esculturas del rey Robert the Bruce o William Wallace y otros símbolos nacionales venerables de Escocia. Más aún, antes de 1996, dicha piedra se podía contemplar en la abadía de Westminster, en Londres, Inglaterra, con otro simbolismo y otra explicación.

La Piedra del Destino, que estará debajo de la silla de San Eduardo sobre la que se ha sentado este sábado Carlos III para ser coronado finalmente rey de Gran Bretaña, es esencial desde hace ocho siglos para Inglaterra y desde hace 20 para Escocia. Ahora ha vuelto a viajar por quinta vez desde que fuera robada en 1296 por el rey Eduardo de Inglaterra de uno a otro reino, aunque sobre el papel están unidos desde el Acta de Unión de 1701 que les convirtió en Gran Bretaña.

placeholder El rey Carlos III. (EFE)
El rey Carlos III. (EFE)

Y, en cada viaje, una historia de desunión: después de la primera sustracción, hubo otra en la Nochebuena de 1950, esta vez por parte de nacionalistas escoceses para reivindicar su independencia. Tras su recuperación, otra más, en 1996 regresó de vuelta a su lugar de origen como gesto de buena voluntad por parte del Gobierno británico para que se expusiera en Edimburgo. Ahora está en Londres de nuevo y ha cumplido su tradicional función: la coronación de Carlos, reabriendo el debate del pasado entre ambos reinos.

¿Es la Piedra del Destino una reliquia escocesa llevada a Inglaterra o una reliquia inglesa llevada de Escocia? Parece un trabalenguas, pero no lo es: lo primero requiere que tenga una historia larga y comprobable en Escocia, mientras que lo segundo implica que su importancia solo se hizo evidente después de que fuera llevada a Londres y, más concretamente, cuando a partir del siglo XIV se producen las Guerras de Independencia Escocesas y se esgrime contra el invasor. Se trata de un símbolo medieval, como tantos otros en Europa, y en España, que han servido para forjar y fundar una conciencia nacional.

La piedra en la que descansó su cabeza Jacob

Por si fuera poco, lo más increíble es que, mucho antes de todo eso, la piedra habría viajado de un lugar mucho más lejano… Nada menos que desde Bethel, junto al mar Muerto, es decir, el reino de Yaveh del Antiguo Testamento, en la actual Israel. El aparentemente anodino bloque rectangular de arenisca habría adquirido su primer significado cuando Jacob, hijo de Josué, hermano de Esaú, descansó su cabeza en la dura superficie de la piedra, justo antes de subir con su visión por la escalera de los ángeles y recibir la bendición de Dios para forjar su reino.

Sí, la escalera de Jacob que llevaba al cielo del Antiguo Testamento está íntimamente relacionada con el bloque de arenisca sobre el que Carlos III jurará como rey del Reino Unido —Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte—.

El mismo Jacob que habría engañado a su padre con los auspicios de su madre, Rebeca, para obtener las bendiciones del primogénito que habría conseguido de su hermano gemelo Esaú a cambio de un plato de lentejas. Una piedra que hundiría sus raíces en la antigua Palestina bíblica desde donde habría viajado de manos del profeta Jeremías hasta Escocia.

placeholder La Piedra del Destino. (EFE)
La Piedra del Destino. (EFE)

Las crónicas de estos días resumen algunos aspectos archiconocidos y explotados una y otra vez: la piedra tenía un significado casi sagrado para los escoceses desde tiempos inmemoriales, pero documentados realmente a partir del XIV; una piedra donde jurar ser rey, que debía reconocer al verdadero heredero y que, tras el robo en 1296 por parte del rey Eduardo, habría servido para validar de cara al pueblo no solo al monarca de Escocia, sino al de Inglaterra, es decir, al mismo rey, precisamente por haberles sometido. Según la leyenda: “La Piedra rechazaría a cualquiera que no fuera el legítimo monarca, lo que significa que aceptaría a cualquiera que estuviera destinado a ser rey”, M. Naples, D. Bews, The Stone of Destiny: In Search of the Truth.

El relato de un artefacto así, enraizado en la historia de ambos reinos, explica rápidamente por qué en las islas han surgido historias, leyendas y mitos de ese carácter tan genuinamente místico anglosajón y celta con los que, a través primero de a tradición de las narraciones artúricas y después la moderna literatura del siglo XX, han germinado las mentes del pueblo y los lectores durante generaciones, de J. R. R. Tolkien a J. K. Rowling pasando por George R. R. Martin.

Es imposible escuchar la historia de la piedra de Scone y no pensar inmediatamente en el título o epígrafe de un Cuento Inconcluso de El Señor de los Anillos o en una de las historias que pueblan el universo de Harry Potter: sí, una Piedra del Destino con una cierta aura mágica que confiere al verdadero merecedor de ese honor el reino, como si habláramos de la Varita de Saúco del mago Albus Dumbledore de la casa Gryffindor o de la espada de Aragorn, Ánduril, forjada de los pedazos de Narsil, prueba definitiva del derecho al antiguo reino de Gondor.

Ese bloque de piedra importa y mucho, puesto que, más allá de forjar la identidad de Escocia, representa también la historia de la conquista inglesa

No en vano, esas leyendas provienen a su vez de alguna forma de los autores medievales como Chretién de Troyes o Wolfgram von Eschenbach y la construcción del mito del rey Arturo, del Santo Grial… A nadie se le puede escapar el increíble parecido de Excalibur, la espada de Arturo clavada en la piedra, enviada por la dama del lago; con Ánduril, la espada forjada de nuevo de los fragmentos de Narsil, según El Señor de los Anillos.

Lejos de ser una broma, es perfectamente coherente, ya que los símbolos patrióticos, a menudo de origen medieval que han servido para forjar posteriores identidades nacionales, son exactamente así. Y, en el Reino Unido, aunque suele raro, ese bloque de piedra, sea o no la almohada del Jacob bíblico, importa y mucho, puesto que, más allá de forjar la identidad de Escocia, es también la historia de la conquista inglesa nada menos.

Símbolos de identidad nacional

Es el papel que juega realmente en el mecanismo de la coronación desde el siglo XIV, ya que la realidad es que, tras el robo de la piedra en 1296, ni el propio Eduardo ni sus herederos Eduardo II y III ni Ricardo II la emplearon con ese fin. No sería hasta 100 años después, en 1399, cuando lo hizo Enrique IV y en el contexto de las Guerras de Independencia Escocesas —cuando la mayoría de leyendas y mitos sobre la misma fueron escritos—. Es lo que concluyen los expertos Mark Naples y David Bews: “El robo de la piedra fue una jugada de la corona inglesa para subordinar a la monarquía escocesa, así como otro de la Iglesia de Roma en Inglaterra para lograr un servilismo similar de parte de la Iglesia celta en Escocia”, M. Naples, D. Bews The Stone of Destiny: In Search of the Truth. De esta forma, la importancia misma de la Piedra del Destino para los escoceses provendría realmente del momento en el que fue sustraída, y no de antes.

Es lo que ocurre en casi toda Europa, según explica a El Confidencial Oscar Uceda, profesor de la Universidad de Lleida y experto en simbología y nacionalismo: “La mayoría de las leyendas y mitos fundacionales de los reinos y posteriormente estados-nación tiene su origen en la Alta Edad Media, en los siglos VI a X, se escriben en la Baja Edad Media, a partir del XI y se reinterpretan, con su simbología actual, en el XIX, con el Romanticismo y la aparición de la identidad nacional. Así ocurre en Cataluña, por ejemplo, con la invención de Wifredo el Velloso y el mito de las cuatro barras, una invención de un valenciano, Pere Antoni Beuter, que lo escribe por primera vez diciendo que cae herido en combate contra los moros y moja sus dedos en la herida y sobre un paño dorado marca las cuatro barras con sangre… Luego está la exageración de don Rodrigo en Covadonga, del que sí existen en cambio fuentes históricas, pero a quien se le otorga un significado acorde a ese interés”.

El robo de la piedra fue una jugada de la Corona inglesa para subordinar a la monarquía escocesa

Es la diferencia entre una leyenda, donde no se sabe cuál está el origen, y una invención, en la que se conoce con nombres y apellidos a quién la fabrica. "La leyenda se pierde así en el tiempo, se mezcla con el folclore y se recupera para crear una nación nueva o para consolidar una existente en un reino", explica Óscar. Sería el caso de Escocia, que, a partir de la invasión inglesa, recurre a estas leyendas sobre la Piedra del Destino, el origen bíblico, etc., para reforzar su reino.

Siguiendo esa estela romántica del XIX y con motivo de la coronación de la reina Victoria, se hicieron indagaciones científicas que asociaban de alguna forma el tipo de piedra con un origen en Palestina y que perdieron consistencia muy pronto. Todo sugiere que proviene efectivamente de Scone y, lo que es más revelador, que el significado se contaminaría con el tiempo, ya que, según M. Naples y D. Bews, "cuando la Piedra fue llevada a Londres, Edward ordenó que se construyera una silla para albergar la propia piedra. Debió haberse dado cuenta desde el principio de que la piedra era incómoda para sentarse…". La silla, el trono, podría haber sido también originalmente en Escocia el verdadero eje simbólico de la coronación, y la piedra quizás un simple reposapiés para cuya función estaba mejor diseñado que para sentarse y ser coronado.

Lo que es evidente es que, una vez que se consolidó el relato de la coronación, en los siglos posteriores no dejó de jugar un papel fundamental como símbolo de esa independencia escocesa comprometida desde fecha tan antigua, que es lo que motivó a un grupo de estudiantes liderados por Ian Hamilton —fallecido este mismo enero— a robarla en 1950 de la Abadía de Westminster como gesto de reivindicación política, otorgando al bloque de 156 kg de arenisca un nuevo valor como mito fundacional de la nación escocesa. Fueron descubiertos inmediatamente —la piedra se entregó a la Iglesia de Escocia, que la devolvió a las autoridades—, sin embargo, aunque fueron acusados por el Gobierno británico, no se les procesó, ya que temían que suscitara una revuelta independentista en Escocia. Se hizo una película en 2008 y el gesto ha quedado para la posteridad como otro emblema de la nación escocesa. Lo cierto es que en 1996 se decidió hacer retornar esa piedra, común ya para ambos reinos, para que fuera exhibida en el Castillo de Edimburgo, a pesar de que una consulta reciente efectuada entre la ciudadanía sobre si dejarla en la capital o retornarla a su lugar de origen, cerca de Scone, en Perth, dio como resultado lo segundo. Lo que quiere decir que, ahora que ya ha tenido lugar la coronación de Carlos, la piedra viajará de nuevo, aunque sea dentro de la propia Escocia.

Después de cientos de kilómetros y decenas de castillos, piedras y tapices por carreteras escocesas, es fácil no acabar de entender el profundo significado de un bloque de piedra de 156 kilos sin ornamentos, sin ninguna forma o talla especial, expuesto en el castillo de Edimburgo, junto a esculturas del rey Robert the Bruce o William Wallace y otros símbolos nacionales venerables de Escocia. Más aún, antes de 1996, dicha piedra se podía contemplar en la abadía de Westminster, en Londres, Inglaterra, con otro simbolismo y otra explicación.

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