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España-Argentina 1978: Juan Carlos I agasajó al dictador Videla tras la Operación Galaxia
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España-Argentina 1978: Juan Carlos I agasajó al dictador Videla tras la Operación Galaxia

A finales de noviembre hace ahora 44 años, el rey Juan Carlos I viajó a Buenos Aires para validar la dictadura argentina apenas unos días después de la intentona golpista militar de Tejero conocida como Operación Galaxia

Foto: El rey Juan Carlos hace entrega a Videla de la orden.
El rey Juan Carlos hace entrega a Videla de la orden.

El teniente coronel Antonio Tejero se levantó de la mesa en un rincón de la cafetería Galaxia en Madrid, en el barrio de Argüelles, para acudir a una cita con el antiguo jefe de Policia y coronel de Caballería Federico Quintero. Era el 11 de noviembre de 1978, hace ahora justo 44 años. En la mesa de la cafetería que daría nombre a la operación se habían quedado el resto de conjurados, los capitanes Ricardo Ynestrillas y Alemán Artiles y los comandantes Rodríguez Solano y Vidal Francés. Tejero estaba fraguando un golpe de estado involucionista, militar, dos años y medio antes de que entrara en el Congreso con una compañía de la Guardia Civil pegando tiros, secuestrando a los diputados y al gobierno. Dos años y medio antes del 23-F.

A la vuelta de su reunión con Quintero, Tejero concretó el plan con Ynestrillas, Alemán y Rodriguez Solano —Vidal Francés se había marchado a casa—. Consistía nada menos que en asaltar el Palacio de la Moncloa el 17 de ese mismo mes, justo el día que el rey Juan Carlos I salía de España para una gira iberoamericana que le llevaría a Argentina, en donde Jorge Videla presidía una junta militar desde 1976, modelo de golpe involucionista militar en el que se habían fijado los ultras.

La visita del rey Juan Carlos I se veía en Argentina como un espaldarazo internacional a la dictadura

Era el denominado Proceso de Reorganización Nacional que garantizaba en Argentina, según sus ejecutores, la lucha contra la subversión de la guerrilla comunista, retratado en la recién estrenada película Argentina 85. En España estaba ETA y la insoportable presión de los asesinatos de la Transición: había que reorientarla para salvar al país según unos principios más que similares. Para los conspiradores de Galaxia la partida del Rey era clave: con el jefe del Estado —y de las Fuerzas Armadas— fuera del país, una cadena de militares se sumarían al golpe y a su vuelta este reconocería la situación de facto. Parece ahora descabellado, pero no lo era tanto —Roberto Muñoz Bolaños, El 23F y los otros golpes de Estado de la Transición (Espasa)—.

placeholder Cafetería Galaxia, años 80.
Cafetería Galaxia, años 80.

Así, mientras arreciaba el ruido de sables, el Rey se subía a un avión para acudir al encuentro precisamente del dictador argentino Jorge Videla, que adoraba España y para quien la visita del rey Juan Carlos I era un espaldarazo internacional. En la calle, en el Parlamento y en la prensa se montó un escándalo. ¿Qué hacía el Rey validando a la Junta Militar? ¿Realmente iba a enviar un mensaje de democracia al pueblo argentino o se congraciaba con su visita a los militares golpistas? El Rey llevaba bajo el brazo la condecoración de la Orden de Isabel la Católica con la que se agasajó al jefe de la junta, Jorge Videla, que reconoce la "lealtad acrisolada y los méritos contraídos a favor de los territorios americanos de España". Las relaciones con Argentina eran, de hecho, amigables, el embajador español, entonces Enrique Pérez-Hernández, había estado ya en Argentina el periodo de 1947 a 1952, con Perón y después en Chile justo a partir del golpe de Pinochet, de 1971 a 1976, por su experiencia como director de las relaciones con Iberoamérica.

El embajador español trasladaba a la Junta el proceso de Transición, pero el Ejército estaba sumido en la furia y reaccionó de forma brutal

Lo explica a El Confidencial su hijo Enrique, que trabajó, además, en la banca Argentina en los 80 durante la reestructuración de la deuda de Latinoamérica: "Mi padre, que era conservador liberal, salvó a mucha gente durante la dictadura de Augusto Pinochet, a españoles y chilenos, pero luego fue destinado en 1976 con la dictadura de la Junta Militar Argentina y aquello era mucho más complicado porque no se trataba de una sola fuente de poder, estaba la ESMA de la Armada, Tierra, la Fuerza Aérea... Había competencia entre Massera, Videla y Agosti. De hecho, mi padre desarrolló la labor de trasladar a los militares precisamente el proceso de Transición a la democracia que se estaba produciendo en España, pero el ejército estaba totalmente sumido en la furia por la guerrilla y los atentados y reaccionaron de una forma brutal, era dificilísimo gestionar nada con ellos. Aun así, se hicieron listas, claro. En ese contexto, la visita del Rey para ellos era ciertamente un espaldarazo internacional muy importante, que era una obsesión, como lo fue para Pinochet. El Rey envió un mensaje democrático sin duda en cualquier caso al pueblo argentino".

El abrazo de Videla

A menos de una semana de que se ratificara la constitución en referéndum por todos los españoles, la imagen con la dictadura argentina, el posible abrazo a pie de pista con Videla era un escollo. Un abrazo como el que en 1959 buscó y consiguió Francisco Franco con Ike Eisenhower; esa obsesión de las dictaduras conservadoras con el prestigio de las democracias occidentales. Estaba, además, el obsequio que formalizó Juan Carlos con el dictador argentino. En fin, los militares ultras y los no tan ultras en España admiraban a sus colegas de ultramar: había que hacer algo.

El viaje de la comitiva real se había anunciado a mediados del mes de agosto levantando polvareda desde el comienzo. Tal y como estudiaron Carlos Barrera y Ricardo Zugasti: "Estimaban que podía interpretarse como un respaldo tácito al régimen militar presidido por el general Jorge Rafael Videla desde marzo de 1976, y caracterizado por su vulneración de los más elementales derechos humanos. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), principal partido de la oposición, presentó una moción en el Congreso de los Diputados en la que solicitaba el aplazamiento del viaje. Finalmente, no prosperó y el viaje regio se realizó dentro de una gira que llevó a los Reyes de España a visitar antes México y Perú. Se trataba del cuarto viaje al continente americano en apenas tres años de reinado" —C. Barrera, R. Zugasti, La prensa española y el viaje del rey a la Argentina de Videla en 1978 (Revista Historia y Comunicación Social)—.

'El País' y 'Diario 16' fueron claramente beligerantes por la posible contaminación del Rey con golpistas militares

Además de la postura del PSOE, que sería rápidamente contestada por la propia UCD y AP, debido al reciente viaje que había efectuado su plana mayor con Felipe González a la cabeza nada menos que a la URSS, los diarios El País y Diario 16 fueron claramente beligerantes indicando el clima contrario a cualquier posible contaminación de la casi recién estrenada monarquía plenamente democrática, a falta de la ratificación de la Constitución de diciembre, con la dictadura militar de Videla. Los editoriales de ambos periódicos fueron más que elocuentes.

placeholder Los Reyes de España junto a Jorge Videla y su mujer a su llegada a Buenos Aires.
Los Reyes de España junto a Jorge Videla y su mujer a su llegada a Buenos Aires.

"El País tituló el suyo con dos palabras que definían claramente su postura: 'Aplazamiento indefinido'. En él se rebelaba contra 'esa posible imagen (…) del Rey que ha propiciado el desmantelamiento de una dictadura abrazando al teniente general de una dictadura argentina de perfiles ciertamente siniestros', y postulaba 'la necesidad de dar estado parlamentario a los viajes reales'. Diario 16 hacía un mayor hincapié en la responsabilidad del Gobierno ucedista por olvidar que Videla, al que calificaba como 'un auténtico depredador de las libertades humanas', había implantado 'en su país un estado de terror'; por lo tanto, la presencia del Rey podría contribuir innecesariamente a un cierto reconocimiento a la política de Videla, lo que supondría “un flaco servicio a la democracia” —C. Barrera, R. Zugasti, La prensa española y el viaje del rey a la Argentina de Videla en 1978—.

La amistad con Argentina

Lo cierto es que el viaje era, cuando menos, ambiguo —es cierto que Argentina era una parada más— y todo esto se producía sin saber o al menos sin ser plenamente conscientes que el ruido de sables había traspasado la barrera de las charletas y las soflamas en los cuarteles y clubes militares y habían pasado a la categoría de verdaderas operaciones e intentonas de golpe de Estado. Se ha tendido a ridiculizar algunas de ellas como la propia Operación Galaxia en los años posteriores, pero en realidad eran más serias de lo que se ha explicado y fueron sin duda el acicate del golpe del 23-F. Lo que ocurriría en esas mismas semanas, con el Rey en Argentina agasajando a Videla, Tejero e Ynestrillas ultimando planes en la cafetería Galaxia, por no hablar de Atarés y Milans vilipendiando al ministro de Defensa, el teniente coronel Gutiérrez Mellado, explica mucho de lo que ocurrió después.

Juan Carlos I había sido el primero en reconocer oficialmente a la Junta Militar argentina en 1976

Para empezar, España, por medio del jefe del Estado, Juan Carlos I, había sido el primer país en reconocer oficialmente a la dictadura de la Junta Militar argentina, antes incluso que Augusto Pinochet en Chile o Hugo Stroessner en Paraguay, militares golpistas de perfil prácticamente idéntico al de sus colegas argentinos. Aun así, había llovido bastante desde que aquel Gobierno pretransición de Carlos Arias Navarro, prácticamente un Gobierno más de la dictadura, en el que, sin embargo, ya era jefe del Estado Juan Carlos I tras la muerte de Francisco Franco el año anterior.

Foto: El general Armada sale del Congreso el 24 de febrero de 1981.

Entremedias, se había puesto en marcha toda la operación de la Transición a la Democracia, impulsada por el rey Juan Carlos I y ejecutada por Adolfo Suárez con el famoso guion de Torcuato Fernández Miranda. ¿Qué pintaba entonces el Rey agasajando a Videla? En su defensa, tal y como recogió Paul Preston, la realidad es que, nada más bajarse en Buenos Aires del avión de las Fuerzas Aéreas de España, el Rey consiguió evitar hábilmente el abrazo de Videla a pie de pista y, poco después, pronunció un discurso claramente en defensa de la democracia que molestó profundamente a los militares argentinos, por no hablar de que se interesaron por los desaparecidos españoles.

Ruido de sables en Cartagena

Antes, el mismo día de su partida hacia México, el 17, la policía había detenido a los golpistas Tejero, Ynestrillas, Alemán Artiles y Vidal Francés. Resulta que el último, que se había ausentado de la reunión del día 11 aunque estaría de nuevo el día 14 en los preparativos del golpe, había denunciado a su jefe, el teniente coronel García Polavieja, lo que se estaba tramando: "Este alertó inmediatamente al general de brigada de Infantería José Timón de Lara, inspector general de la Policía Armada quien informó al director del Cesid, general Bourgón (...). Bourgón tras consultar con el teniente coronel Casinello, entonces jefe del Servicio de Información de la Guardia Civil decidió informar ese mismo día a Gutiérrez Mellado" —Roberto Muñoz Bolaños, El 23F y los otros golpes de Estado de la Transición (Espasa)—. El golpe se había desmontado, pero lo más increíble es que a Gutiérrez Mellado le informaron estando en un hangar en Cartagena en una reunión con parte de la plana mayor del ejército, en donde algunos de los generales de más alto rango se le habían encarado.

El Rey consiguió evitar hábilmente el abrazo de Videla, después pronunció un discurso en defensa de la democracia

Gutiérrez Mellado estaba precisamente en una gira por diversas guarniciones para explicar la Constitución y ese mismo día 17, en un enorme hangar de aviación en Cartagena, "se desarrolló en una atmósfera muy tensa", según Paul Preston. "Esa misma mañana, Diario 16, había anunciado la detención de Tejero y Sáenz de Ynestrillas. Mientras Gutiérrez Mellado hablaba, el jefe de la Guardia Civil de Levante, general Atarés Peña, hombre de muy corta estatura pero ardiente defensor del franquismo, le interrumpió gritando que la Constitución era "la mayor mentira" —Paul Preston, Juan Carlos I, el rey de un pueblo (Debate)—. Atarés había sido superior de Tejero en el País Vasco y, cuando el entonces ministro de Defensa le pidió que se marchara y que le acompañaran los que pensaban como él, acudió también el teniente general Jaime Milans del Bosch que se solidarizó con Atarés. Es poco probable que Atarés o Milans conocieran la Operación Galaxia, pero Milans sería quien le encargaría a Tejero dos años después la toma del Congreso el célebre 23-F.

Memoria, olvido, perdón

El clima del viaje de Juan Carlos a Argentina, que respaldaba de alguna forma a la Junta Militar, no podía ser más tenso en los cuarteles, y, aunque se evitó entonces en cierta medida congraciarse con Videla y su Gobierno, la imagen no dejó de ser de familiaridad. De hecho, con el desgaste de Suárez y la UCD, el Rey se acercó a los planteamientos golpistas de Milans del Bosch, el resto es conocido. Jorge Videla fue condecorado por el propio Rey con la Orden de Isabel la Católica que nunca se derogó.

Se ha hablado mucho de por qué en España no ha habido un juicio como el que retrata la película Argentina 85 liderada por el fiscal Julio Strassera, pero es que no lo ha habido porque, a diferencia de Argentina, aquí los golpes de Estado de los militares fracasaron o se evitaron, por diferentes motivos, casi en las mismas fechas: la Operación Galaxia (1978) la intentona Torres Rojas (1979), el 23-F (1981) o, incluso posteriormente, el de De Meer (1986). Lo otro fue una Guerra Civil de 1936 a 1939 más la represión resultante y el terrorismo también resultante. Todos tenían que dar cuentas.

El teniente coronel Antonio Tejero se levantó de la mesa en un rincón de la cafetería Galaxia en Madrid, en el barrio de Argüelles, para acudir a una cita con el antiguo jefe de Policia y coronel de Caballería Federico Quintero. Era el 11 de noviembre de 1978, hace ahora justo 44 años. En la mesa de la cafetería que daría nombre a la operación se habían quedado el resto de conjurados, los capitanes Ricardo Ynestrillas y Alemán Artiles y los comandantes Rodríguez Solano y Vidal Francés. Tejero estaba fraguando un golpe de estado involucionista, militar, dos años y medio antes de que entrara en el Congreso con una compañía de la Guardia Civil pegando tiros, secuestrando a los diputados y al gobierno. Dos años y medio antes del 23-F.

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