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La cultura en 2020, el año en el que todo cambió
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La cultura en 2020, el año en el que todo cambió

Los cambios ya estaban ahí como ese elefante en la habitación que nadie quería ver. Las plataformas, la precarización, el consumo compulsivo. La pandemia simplemente las puso en el foco. ¿Será 2021 un año valiente?

Foto: Manifestación del sector del espectáculo por la falta de ayudas. (EFE)
Manifestación del sector del espectáculo por la falta de ayudas. (EFE)

Los cambios ya estaban ahí como ese elefante en la habitación que nadie quería ver. Las grandes plataformas digitales, los intermediarios de las mensajerías, el consumo rápido, casi bulímico de la cultura (¿o ya es puro entretenimiento?). Los malos salarios. Las intermitencias. Las cuotas de autónomos. La precarización. Los alquileres altos. Pero aún seguíamos perdidos en debates: ¡las salas de cine no desaparecerán! ¡El teatro nos da la vida! ¡Sin la cultura no se puede vivir! Grandes palabras que al covid-19 le dieron completamente igual. En marzo se cayó todo y el foco nos dibujó al elefante mientras el Ministerio de Cultura andaba perdido en otra década.

Esta es la crónica de nueve meses en los que el sector cultural mutó, en ocasiones porque no le quedó más remedio para adaptarse a un bicho casi sin armas. Transformaciones en hábitos que no sabemos si recuperaremos. Cambios que también han dejado a muchos dañados por el camino. Y una conclusión evidente: sin el paraguas de lo público —llámese ERTE, llámase ayuda, llámese inyección, llámese deducción fiscal— y sin mecenas —¿apuntalarán estos cambios la tan ansiada Ley de Mecenazgo en 2021?—, lo que llamamos Cultura seguirá en la UCI.

1. Dejamos de ir al cine

En 2020 dejamos de ir al cine, al principio porque no podíamos, después porque decidimos que estábamos más cómodos en el sofá de nuestra casa y eligiendo la cartelera con el mando a distancia. Las plataformas se convirtieron en las nuevas salas. A nadie se le pasa por alto: si alguien ha ganado en esta pandemia han sido Netflix, HBO, Amazon Prime y compañía. Hasta Filmin, la plataforma de los culturetas y 'a priori' más minoritaria, se ha llevado su pellizco de suscriptores (y buen hacer).

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Todo ello ha sido alimentado por varios factores. Uno es que este año no ha habido blockbusters. Solo 'Tenet', de Christopher Nolan, y 'Wonder Woman 84' se han estrenado en las salas de cine. Otros pelotazos como la última de James Bond se han pospuesto. Y algunas multinacionales han decidido estrenar sus grandes producciones en sus propias plataformas, como ha hecho Disney + con ‘Mulan’ y 'Soul'. De hecho, muchas películas ya no se estrenan en las salas sino en las plataformas. Las 'majors' decidieron que, antes de perder el dinero, este año no habría grandes estrenos en los cines. Ni superhéroes ni las películas de animación para toda la familia, que son las que hacen el caldo gordo del negocio.

A nadie se le pasa por alto: si alguien ha ganado en esta pandemia han sido Netflix, HBO, Amazon Prime y compañía

Por supuesto, tampoco se puede dejar de lado el miedo de buena parte de los ciudadanos, las zonas confinadas —los cines cada vez están más alejados de las ciudades— y que después de ir al cine… ¿a dónde vas?

Los grandes damnificados de estos cambios han sido las salas de cine. Obviamente no solo en España, ya que esto es un fenómeno a nivel mundial. En EEUU, país en el que ir al cine forma parte de su genética cultural, cadenas como Cineworld, la segunda más grande, anunció que cerraría 536 salas. A la primera, AMC, tampoco le ha ido muy bien: tiene una deuda seis veces mayor a sus ingresos brutos.

Por estos lares, la Federación de Cines de España (FECE) anunció a finales del año que hasta el 96% de las salas podría acabar en la quiebra. Y Comscore dio la puntilla con sus datos el 29 de diciembre: los cines españoles perdieron 446 millones de euros en taquilla, es decir, un 72% menos que en 2019, un año que había sido bastante positivo. En total, en 2020 solo se recaudaron 170 millones de euros y fueron al cine 28,3 millones de espectadores. En resumen: cuatro gatos.

Los cines españoles perdieron 446 millones de euros en taquilla, es decir, un 72% menos que en 2019, un año que había sido bastante positivo

De esta bofetada no solo salieron las salas trasquiladas. También fue un mazazo para el cine español, que se ha quedado en los 42 millones de euros de recaudación en taquilla y 7,2 millones de espectadores frente a los 94,1 millones de euros y 16 millones de espectadores en 2019. Eso sí, cuando decidimos ir fue sobre todo por las comedias, como la de Santiago Segura ‘Padre no hay más que uno 2’ y ‘ Hasta que la boda nos separe’, y las películas de miedo, como ‘Malasaña 32’. El drama de la inmigración ‘Adú’, que se estrenó en enero, también consiguió colarse entre el 'ranking' de las más vistas.

El interrogante para 2021 es evidente: ¿volveremos a ir al cine o las salas se quedarán como ese sustrato nostálgico para paladares de 'Cinema Paradiso'?

2. El mundo editorial se digitalizó (y volvimos a leer)

El gigante digital amenazaba el negocio del libro desde hacía diez años. Amazon ya estaba ahí, pero realmente se hizo visible con la pandemia. Al principio, porque con el confinamiento no había otra manera de hacerse con libros. Después porque el hábito permaneció y los grandes 'retailers' —también Casa del Libro— implementaron su negocio 'online' multiplicando sus cifras con respecto al año anterior. Esto provocó un auténtico terremoto. Un movimiento que ya estaba en el magma y que erupcionó como el propio virus.

Los primeros meses dejaron al sector, en este caso las librerías, con el pie cambiado. La gran mayoría permanecieron cerradas durante tres meses. Tampoco tenían comercio digital. Tres meses sin ingresos. Pero el ritmo impuesto por Amazon y el resto de los grandes comercios hizo que la idea de todostuslibros.com, una plataforma de CEGAL, el gremio de las librerías independientes que ya estaba presente, comenzara realmente a funcionar como una plataforma de venta 'online' en el mes de noviembre. Para finales de año ya había más de 300 librerías registradas.

El ritmo impuesto por Amazon y el resto de los grandes comercios hizo que la idea de todostuslibros.com comenzara a funcionar

Por supuesto, este asunto trajo conflictos, ya que nunca son iguales las condiciones para grandes comercios que para pequeños. Y, sobre todo, cuando en el sector han entrado los intermediarios de las empresas de mensajería, un negocio cuyas leyes aún están por definirse —y que en casos como el de Glovo han incluso pasado por el Tribunal Supremo—. Una de las bombas saltó cuando Casa del Libro llegó a un acuerdo con esta empresa para llevar libros a las casas en media hora. ¿Hacía falta? ¿A esto habíamos llegado? El acuerdo puso de relieve las diferencias en los márgenes de beneficios dentro de un sector que no es tan igualitario como señala la tan manoseada Ley del Precio Fijo. Y esta será una de las batallas de 2021 que posiblemente deje su reguero de ganadores y perdedores.

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La digitalización también rompió las tradicionales formas de la industria en cuanto a presentaciones, cursos y la relación entre escritores, lectores y libreros. Los primeros compases de la pandemia apagaron todo; pero poco después, cuando ya todos habíamos incursionado en los zoom, teams y skype, no fueron pocas las librerías que comenzaron a hacer encuentros 'online' con escritores. De ahí se pasó a la posibilidad de que se firmaran libros y se enviaran a las casas. Y eran encuentros que, obviamente, rompían todas las fronteras. Lo mismo ocurrió con los cursos 'online', que también pusieron en marcha algunas editoriales como una forma de conseguir ingresos durante aquellos meses. Y a algunas como Páginas de Espuma, afirman, les salvaron muchos muebles.

¿Quedarán las librerías como negocios en 'streaming'? Ante esta pregunta hay diversidad de opiniones. La mayoritaria es que convivirán los encuentros 'online' junto a los presenciales. También hay quien señala que organizar un encuentro digital no es tan sencillo y no siempre da los réditos que, al fin y al cabo, busca desde el librero al editor y el escritor. Desde las librerías se indica que se venden más libros cuando la presentación es presencial. Pero tampoco se olvida que los zoom nos acompañarán durante un tiempo.

En julio se anunciaban pérdidas de más del 40%, al final la facturación solo ha bajado un 20%. El sector del libro ha sobrevivido

Otro dato reseñable es que si bien a los cines no volvimos sí lo hicimos a las librerías. En aquellos primeros meses se barruntaba la tragedia en el sector y en julio, FEDECALI, la asociación en la que se encuentran editores, distribuidores y libreros, anunciaba pérdidas de más de 840 millones de euros. No se había celebrado la Feria del Libro de Madrid se pospuso a octubre y tampoco se celebró por razones obvias—, se hizo un Sant Jordi descafeinado en julio —solo facturó un 25% de lo habitual, unos cinco millones de euros—, las librerías habían estado mucho tiempo cerradas y una gran mayoría de sus trabajadores en ERTE (también en las editoriales).

Pero, entre los sucesos positivos del año aciago, hay que destacar el milagro de la lectura. Al final, el sector no perdió tanto como se pensaba y para finales de año, según la Federación del Gremio de Editores (FGE), la facturación solo ha caído un 20% (de un total de 2,4 millones de euros); es decir, nada que ver con las cifras que se dieron en julio cuando se preveía una bajada del 40%. En este buen final de año se destaca que muchas editoriales echaron el resto (literal) con sus novedades, muchas de ellas aplazadas de los meses de abril y mayo. Y otras adelantadas. Aquí sí hubo mucho ‘blockbuster’. Así, los lectores pudieron acceder a lo nuevo de Arturo Pérez-Reverte, ‘En la línea de fuego’; Rosa Montero, ‘La buena suerte’; Eva García Sáenz de Urturi, ‘Aquitania’ (premio Planeta); o Elvira Lindo y su ‘A corazón abierto’. Y el año estalló con la grata sorpresa del libro sobre libros, ‘El infinito en un junco’, de Irene Vallejo, premio Nacional de Ensayo y uno de los grandes 'bestseller' de 2020. Al final sí nos va a gustar leer.

3. Llenamos los teatros… pero algunos cerraron

El mundo del teatro se echó las manos a la cabeza el 14 de marzo cuando se decretó el Estado de Alarma. Si había un sector que necesitaba completamente al público en directo ese era el de las artes escénicas, desde el teatro al musical, la danza, el ballet, la ópera, la zarzuela… Sin espectadores, ¿qué le queda al teatro? De ahí que los primeros días fueran de auténtico abatimiento. "Cerrar un mes es la muerte absoluta", decían productores, actores y directores por entonces a este periódico. El cierre arrastraba además a técnicos, taquilleros, acomodadores, equipos de prensa… Un sector que mueve más de 300 millones de euros al año –si bien es cierto que el grueso se lo llevan pocas empresas que mueven grandes espectáculos como los musicales–, que en 2019 llegó a facturar más que todo el cine español y que en este 2020 ha vivido uno de los peores años de su historia. En cualquier caso, con las malas perspectivas, el sector auguraba en abril pérdidas de 130 millones de euros con más de 30.000 funciones en las que no se había levantado el telón. No extraña que fuera este sector, junto al de la música en directo, el que más críticas efectuó al Gobierno cuando en abril este dio muestras de estar mirando para otro lado. De hecho, ha sido, con los músicos, el que empezó a montar manifestaciones contra Cultura bajo la plataforma de Alerta Roja.

Inquietos, no obstante, pronto se alumbraron algunas alternativas, desde el teatro one to one (a una sola persona) al 'streaming', que tuvo mayor predicamento. Lo pusieron en marcha salas como el Teatro de la Abadía, pero también lo llegó a hacer el Centro Dramático Nacional; y en Cataluña surgió el TNC digital de Lliure al sofá y el Festival Temporada Alta de Girona también se pudo ver en las pantallas.

Una de las alternativas fue el teatro en 'streaming' que puso en marcha el Teatro de la Abadía y el CDN, entre otros

Para acabar el año no son pocos los que se han incursionado en esta nueva faceta —en el ámbito público y privado—, que casi recuerda al famoso Estudio 1 de TVE, como la iniciativa 'Prendendo Butacas na casa', que puso en marcha la Diputación de Galicia. Otro de los proyectos fue 'Escenario 0', estrenado en HBO —hasta aquí llegaron los tentáculos de las plataformas—, seis piezas teatrales que combinaban el lenguaje cinematográfico y teatral dentro de los parámetros televisivos.

Si continuarán las obras en 'streaming' —o grabadas— (el Teatro Real tiene también Palco Digital) está por ver. Lo que sí demostramos los espectadores tras el confinamiento es que queríamos volver a disfrutar de los espectáculos en vivo (en muchos casos también a falta de conciertos) aunque fuera con mascarilla, con geles, con distancia entre butacas (como así fue). A pesar de las restricciones de aforo, primero volvieron los festivales, como el de Mérida y Almagro, que llenaron sus localidades. Y en septiembre abrieron de nuevo una gran cantidad de teatros, aunque con aforos reducidos, lo cual también fue una merma para muchos. En algunas comunidades como Cataluña y País Vasco hubo cierres durante semanas, pero la gran mayoría mantuvieron estas salas abiertas.

placeholder 'Traición', en el Kamikaze, no llegó a ser estrenada por la pandemia en marzo. (Paula Corroto)
'Traición', en el Kamikaze, no llegó a ser estrenada por la pandemia en marzo. (Paula Corroto)


Sin embargo, precisamente estas restricciones han hecho mella. Hay teatros que con el 50% o incluso el 75% de los aforos no han podido mantenerse. Hablamos de los privados, ya que los públicos cuentan con inyecciones y apoyos económicos. Como decía un responsable político madrileño a este periódico en septiembre, "los teatros públicos se abrirán aunque sea al 30% del aforo". Pero los alquileres, las nóminas, el mantenimiento… se comen las taquillas reducidas en los privados. Así lo contaban los propios miembros de la compañía Kamikaze cuando anunciaron hace unos días el cierre del teatro Pavón, en Madrid previsto para el 30 de enero. Pese a los llenos –es uno de los teatros más queridos en la capital–, la taquilla no llegaba para pagar un alquiler de unos 360.000 euros anuales. Esta vez tampoco las ayudas, como hace dos años, del Ministerio de Cultura y de la Comunidad de Madrid. Quizá, desgraciadamente, no sea el único teatro privado ni la única compañía que cierre sus puertas en este 2021.

4. Apagón musical: el año sin conciertos

Los músicos —y toda la 'troupe' que los rodea— también se han llevado uno de los mayores varapalos en este 2020. Como sucedió con el teatro, lo primero en caer fueron los conciertos. Al principio solo las primeras semanas. Después las cancelaciones iban llegando como una terrorífica gota malaya. También de los grandes festivales como el Primavera Sound, el Sònar, el FIB, el Tomavistas, el BBK, el Mad Cool, el SOS, etc. No se salvó prácticamente nada. Solamente hubo algunos remedos —con inyección pública— de conciertos dispersos y festivales descafeinados en el oasis del verano. Con aforos reducidos, en mesas, con mascarillas, distancia social. Sin bailar. Los peores conciertos, con la salvedad de la música y los músicos, de nuestra historia. Después de la época estival las salas tampoco volvieron a abrir.

Con este panorama, este sector comunicó en octubre a través de Es_Música, plataforma que engloba a las principales asociaciones y agentes de la industria musical española, que de marzo de 2020 a febrero de 2021 se habrían perdido 1.265 millones de euros. Nada que ver con 2019 cuando la música en vivo había generado 382 millones de euros. Los números dan buena cuenta del desastre.

De marzo de 2020 a febrero de 2021 se habrían perdido 1.265 millones de euros. Nada que ver con 2019 cuando se generaron 382 millones de euros

Por supuesto, la tragedia no son solo cifras, sino que hay nombres y apellidos, muchos de ellos de técnicos que no han vuelto al trabajo. Como contaba el técnico de sonido Andreu Hernández a este periódico en septiembre, de los 170 bolos en los que trabajó el año pasado pasó a no alcanzar la decena en 2020. "Se canceló todo, luego se recuperó alguna pequeña cosa y ahora ha vuelto a cancelarse. No creo que haga más de 15 conciertos este año", manifestaba entonces.

placeholder Los festivales en el verano de 2020. (EFE)
Los festivales en el verano de 2020. (EFE)

Para grupos pequeños, no los grandes artistas ya consagrados, los conciertos eran la principal forma de ampliar público, pero todo se complicó incluso cuando se abrió la mano con la desescalada. "Si antes tocabas en una plaza que estaba llena, ahora te van a ver 100 personas o lo que se pueda. No es lo mismo, también porque no vendes la misma cantidad de discos, ni consigues la misma repercusión de gente nueva que te ha descubierto... Estamos descubriendo cuáles son las pegas de la nueva normalidad de nuestro trabajo", contaban los Fizzy Soup.

Por supuesto, la música tenía una salida: las plataformas como Spotify. El consumo de música en 'streaming' no es una transformación pandémica, pero también ha crecido. Así lo anunciaban desde Promusicae: “Los consumidores han incorporado el 'streaming' de manera abrumadora, pero el confinamiento también apuntaló la escucha de música por parte de ese aficionado más circunstancial, que recurre a las modalidades gratuitas de plataformas".

Foto: El logo de Spotify en Nueva York. (Reuters)

El problema con este tipo de intermediarios es que, una vez más, quien reparte se lleva la mejor parte y no son los músicos: los ingresos siguen sin ser proporcionales al volumen de visualizaciones registrados en estas plataformas. Pese al dinero que mueven estas plataformas no es ningún maná para los artistas, como contaba El Confidencial en este artículo.

¿Cambiará la música en 'streaming'? ¿Aparecerán nuevas plataformas en 2021? ¿Cómo y cuándo volverán los conciertos? Haciendo un guiño a una famosa viñeta de Mafalda en este año en el que también nos dejó Quino, si 2020 puso ante nuestros ojos los cambios que no queríamos ver ¿será 2021 un año valiente?

Los cambios ya estaban ahí como ese elefante en la habitación que nadie quería ver. Las grandes plataformas digitales, los intermediarios de las mensajerías, el consumo rápido, casi bulímico de la cultura (¿o ya es puro entretenimiento?). Los malos salarios. Las intermitencias. Las cuotas de autónomos. La precarización. Los alquileres altos. Pero aún seguíamos perdidos en debates: ¡las salas de cine no desaparecerán! ¡El teatro nos da la vida! ¡Sin la cultura no se puede vivir! Grandes palabras que al covid-19 le dieron completamente igual. En marzo se cayó todo y el foco nos dibujó al elefante mientras el Ministerio de Cultura andaba perdido en otra década.

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