'Soul': la avasalladora nueva joya animada de Pixar
Te pasa por encima con su ambición, deslumbra con su estética y desarma gracias al afecto que dedica tanto a sus personajes como al entorno en el que se mueven
Ha llovido mucho desde que los creativos de Pixar dejaron de parecer prácticamente incapaces de hacer malas películas —siempre y cuando, eso sí, no se llamaran ‘Cars’—, pero si algo no han perdido con el tiempo ha sido la voluntad de explorar conceptos complejos y honduras existenciales. Mientras otros estudios de animación se contentan con llenar la pantalla de minions o reciclar 'Scooby Doo' para espectadores preescolares, ellos prefieren explorar los mecanismos de la emotividad humana —en 'Del revés' (2015)—, constatar que ni las relaciones afectivas más felices son para siempre —en 'Toy Story' (2019)—, meditar sobre la pérdida y la muerte —en ‘Onward’ (2020)— y, ahora, en su nuevo trabajo, tratar de explorar el sentido de la vida. Y puede que ‘Soul’ no alcance a lograr ese objetivo, pero aun así avasalla con su ambición, deslumbra con su estética y desarma gracias al afecto que dedica tanto a sus personajes como al entorno en el que se mueven.
Su protagonista es Joe, un pianista de jazz frustrado que llega a final de mes dando clases de música en un instituto y que, tan solo unas horas antes de participar en el que podría ser su concierto más importante y la llave de acceso al éxito con el que siempre soñó, sufre un accidente que lo deja atrapado entre el mundo terrenal y el más allá y abocado a cuestionarse si hizo algo relevante con su vida; ‘Soul’, en otras palabras, es la primera película de Pixar sobre la crisis de la mediana edad.
Su director es Pete Docter, que a estas alturas ya se ha confirmado como el gran autor de Pixar, y con motivo. Sus tres largometrajes previos —'Monstruos, S.A.’ (2001), ‘Up’ (2009) y ‘Del Revés’ (2015)— son extraordinarios no solo en el campo de la animación, sino en el del cine en general; los primeros cinco minutos de ‘Up’ son ejemplares por su concisión narrativa y su capacidad para conmover, y hasta los expertos en psicología consideran ‘Del Revés’ un retrato verosímil del funcionamiento de nuestra mente. E, incluso de acuerdo a esos estándares, ‘Soul’ es una ficción excepcionalmente madura, en tanto que medita sobre lo que significa tener un propósito vital que nos impulse a seguir adelante día a día y reivindica los placeres ocultos en esos momentos aparentemente banales a los que a menudo no prestamos suficiente atención: el sabor de un pedazo de pizza, una hoja que vuela gracias a la brisa otoñal, todas esas interacciones humanas diminutas que, en realidad, son lo que nos nutre el espíritu. Sin duda, son inquietudes particularmente pertinentes en este presente de aislamientos y ansiedades pandémicos.
Coreografías de acción exquisitamente orquestadas y un derroche de brillantez visual
Y mientras las explora, además, la película ofrece momentos desternillantes de ‘slapstick’ arquetípico —por momentos, su trama conecta con títulos como ‘De tal astilla, tal palo’ (1987) o ‘Ponte en mi lugar’ (2003)—, coreografías de acción exquisitamente orquestadas y un derroche de brillantez visual tanto cuando toma el frenético pulso a la ciudad de Nueva York como cuando pasea por el mundo extraterrenal.
Es cierto que el universo metafísico creado por Docter —mano a mano con el guionista Kemp Powers, aquí codirector— funciona de forma algo desorganizada y simplista; la película, por ejemplo, asume que las personalidades son cultivadas antes de ser asignadas a sus correspondientes seres humanos, y por tanto independientes respecto a la genética o la experiencia, y asimismo sugiere que para curarse de la baja autoestima y la depresión no hay más que prestar atención a la naturaleza que nos rodea durante unos segundos. Además, Docter vuelve a ignorar —ya lo hizo en ‘Del Revés’— que una persona puede manejar varios sentimientos de forma simultánea; que, en concreto, Joe puede sentirse orgulloso de su labor como profesor y al mismo tiempo anhelar un futuro profesional en la música.
Por último, es una pena que Docter no se dejara inspirar a nivel narrativo por el tipo de libertad y de imprevisibilidad estructurales que caracterizan la música que tanto ama su protagonista. Al fin y al cabo, ‘Soul’ ofrece una mezcla de indagaciones existenciales, humor liviano e inventiva visual genuina muy similar a la aportada en su día por ‘Del revés’, que en todo caso se las arreglaba para resultar más trascendente; en última instancia, casi todo cuanto se alcanza a decir aquí acerca de la experiencia humana es algo así como “aprovecha cada momento”. Aunque, por otra parte, en ese sentido la película resulta admirable por su voluntad de predicar con el ejemplo: del mismo modo que Joe necesita aprender a ver la belleza en las cosas pequeñas y a apreciar el viaje en lugar de obsesionarse con el destino, Docter nos invita a disfrutar de las constantes recompensas emocionales y sensoriales que contemplar su periplo proporciona. ¿Qué más da si al final su camino resulta no ser especialmente revelador?
Ha llovido mucho desde que los creativos de Pixar dejaron de parecer prácticamente incapaces de hacer malas películas —siempre y cuando, eso sí, no se llamaran ‘Cars’—, pero si algo no han perdido con el tiempo ha sido la voluntad de explorar conceptos complejos y honduras existenciales. Mientras otros estudios de animación se contentan con llenar la pantalla de minions o reciclar 'Scooby Doo' para espectadores preescolares, ellos prefieren explorar los mecanismos de la emotividad humana —en 'Del revés' (2015)—, constatar que ni las relaciones afectivas más felices son para siempre —en 'Toy Story' (2019)—, meditar sobre la pérdida y la muerte —en ‘Onward’ (2020)— y, ahora, en su nuevo trabajo, tratar de explorar el sentido de la vida. Y puede que ‘Soul’ no alcance a lograr ese objetivo, pero aun así avasalla con su ambición, deslumbra con su estética y desarma gracias al afecto que dedica tanto a sus personajes como al entorno en el que se mueven.