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Tácticas de cine contra el 'ataque de los drones': un ángulo defensivo inesperado que España no debería descuidar
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el arte de los señuelos

Tácticas de cine contra el 'ataque de los drones': un ángulo defensivo inesperado que España no debería descuidar

El ejército fantasma de Harry L. Reeder nos recuerda que las tácticas de engaño no son una novedad. Pero el potencial táctico y operativo de los drones en Ucrania ha hecho que el arte de burlar al enemigo haya recobrado un inesperado valor

Foto: Señuelo inflable de un blindado. (Reuters/Eva Korinkova)
Señuelo inflable de un blindado. (Reuters/Eva Korinkova)
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A principios de enero de 1944, aquel veterano teniente coronel, a quien pocos conocían, salió de la reunión aún desconcertado. La misión que le acababan de encomendar en el Alto Mando aliado del general Eisenhower era muy extraña. Algo que nunca se había hecho. Debía crear todo un entramado de señuelos para hacer creer a Hitler que el desembarco en Europa se realizaría en las costas de Calais, en lugar de Normandía. El ejército fantasma de Harry L. Reeder nos recuerda que las tácticas de engaño no son una novedad en los campos de batalla. Pero en el conflicto de Ucrania, donde los drones están mostrando su potencial táctico y operativo, el arte de burlar al enemigo ha recobrado un inesperado valor.

El 23.º Mando de Tropas Especiales, bajo el liderazgo del teniente coronel Reeder, fue activado el 20 de enero de 1944. Fue la primera unidad del ejército estadounidense —y como tal, primera en el mundo— que se creó específicamente para engañar a las tropas enemigas, haciéndolas creer que se enfrentaban contra unidades que en realidad no existían. Comenzó con tan solo un oficial y 57 soldados, pero llegó a contar con más de 1.100 efectivos.

Gran parte de su éxito fue que desde su creación reclutó personal y utilizó medios de todo tipo. ¿Dónde encontrar expertos en hacer parecer real lo que solo es fantasía?, se debió preguntar Reeder. La respuesta estaba en las salas de cine y la ya entonces boyante industria cinematográfica. Decoradores, especialistas en efectos especiales, diseñadores de moda, publicistas, fotógrafos, actores, maquetistas —algunos de ellos de fama y renombre— , fueron alistados de manera muy discreta para dar vida al gran engaño.

Su labor fue inmensa y muy eficaz. Crearon falsas divisiones, simularon tráfico y comunicaciones de radio, batallones blindados de cartón piedra e incluso efectos de sonido a gran escala. El 23.º Mando y sus actividades fueron alto secreto. Muy poco se supo de todo lo que hicieron hasta que su labor se desclasificó en 1996. Ahora, el presidente Joe Biden ha otorgado a esta unidad la Medalla de Honor del Congreso, máxima condecoración militar norteamericana.

placeholder Falso carro de combate Sherman empleado en la Segunda Guerra Mundial. (Roger Viollet)
Falso carro de combate Sherman empleado en la Segunda Guerra Mundial. (Roger Viollet)

Soluciones de cine para problemas reales

Lo anterior nos lleva a pensar si este tipo de técnicas serían de utilidad hoy en día y la respuesta es afirmativa. Pensemos en drones o UAV (vehículo aéreo no tripulado). Su empleo está suponiendo en este conflicto un verdadero quebradero de cabeza para ambos bandos, que no encuentran medidas adecuadas para contrarrestar esta creciente amenaza. Rusos y ucranianos no han dejado de buscar soluciones, volviendo a poner en relieve la importancia del camuflaje y el diseño de rutas con cobertura para evitar ser detectados y atacados por estas armas de bajo coste. Otra de las tácticas eficaces que se están utilizando son los señuelos.

Su misión es crear objetivos falsos. Pueden recrear desde elementos complejos, como centros de mando ficticios, a otros más sencillos, como blindados o piezas de artillería simulados. Siempre se busca reproducir material de alto valor, como radares, sistemas antiaéreos, aviones o lanzacohetes. Y su misión es tan simple como vital: confundir a los UAV. La idea es sencilla; tanto si el ingenio es autónomo como si es de operación remota, el señuelo aparecerá ante él como un objetivo y en función de sus sistemas ópticos o de búsqueda, puede resultar casi imposible de diferenciar de un blanco real.

placeholder Falso carro de combate Leopard. (Yuriy Biriukov)
Falso carro de combate Leopard. (Yuriy Biriukov)

Mucho se ha hablado de la gran rentabilidad militar de los drones, ya que siendo elementos relativamente baratos, pueden dañar o destruir activos muy caros y, en el afán para derribarlos, obligan al enemigo a utilizar costosos misiles antiaéreos. Este tipo de cálculos muchas veces son engañosos, porque en realidad el coste de derribar un UAV no es tanto el valor del misil empleado, sino el coste del daño o destrucción que pudiera causar de no ser contrarrestado. Pero desde un simple punto de vista económico, el dron aparece como un arma ganadora: con pocos miles de dólares puedes destruir equipo que vale millones.

El señuelo contraataca

Con el señuelo le estaríamos pagando con la misma moneda. Uno mínimamente elaborado puede hacer que el atacante se dirija hacia él en lugar de un objetivo real, con dos efectos. Por un lado, se pierde un activo (el dron) y se salva un equipo real; y al mismo tiempo el enemigo va a creer que ha destruido un ejemplar real y que ha cumplido con su misión. En ambos casos, la relación coste eficacia cambia de manera radical. El UAV ya no es tan ventajoso.

El empleo de señuelos en Ucrania está siendo bastante abundante, sobre todo por el bando de los defensores. Los de Kiev están preparando verdaderas obras de arte destinadas a engañar a los rusos, tanto desde el punto de vista de inteligencia —hacerles creer que hay objetivos donde no están— como hacerles gastar sus recursos de drones (algunos ya no tan baratos) contra objetivos de cartón piedra.

Foto: Tanques israelíes cerca de Gaza, con la 'boina' metálica. (Reuters/V. Santos Moura)

Esto es algo sobre lo que muchos ejércitos del mundo están ya trabajando, porque un empleo profesional de estas tácticas puede cambiar las reglas del juego cuando se utilicen estas armas. Imaginemos un ataque con drones planificado contra las defensas antiaéreas de una base aérea, paso previo al ataque convencional con aviones. El primer movimiento sería un análisis de inteligencia que localizara los emplazamientos defensivos, su distribución, número y capacidades. En función de esa información, el atacante determinará el número de unidades a emplear para causar un daño suficiente.

Pero si resulta que varias de esas defensas son señuelos, además fáciles de mover, el panorama puede ser muy diferente. ¿Cuántos UAV emplear ahora? ¿Se duplica el número de elementos de ataque o se asume que las bajas reales pueden ser inferiores a lo previsto? El dilema está en que ya no será posible evaluar si los objetivos destruidos han sido reales o simulados y, en consecuencia, cuántas defensas quedan activas. Esta incertidumbre es fatal a la hora de planificar el ataque aéreo convencional.

Es cierto que para los rusos el engaño es un 'arte' incorporado a su doctrina militar. De la Maskirovka ya tuvimos una buena dosis en todos los meses previos a la invasión ucraniana. Recuerden aquello de "son solo maniobras", "no va a haber invasión", "son invenciones de la OTAN", etc., pero aquello englobaba actuaciones que trascendían a lo militar. Si descendemos al terreno más táctico, al combate, vemos que engañar al enemigo —algo que se lleva haciendo toda la vida—, tiene efectos más tangibles e inmediatos.

El ataque de los drones

Esta guerra se ha convertido en objeto de estudio. Muchos oficiales de todos los ejércitos se están dedicando a desmenuzar lo que allí ocurre, analizar las tácticas empleadas y sus resultados, a la vez que tratan de obtener lecciones de utilidad. El problema es que todas las guerras son diferentes y a veces se tiende a sacar conclusiones apresuradas de episodios concretos que quizás no sirvan para el siguiente conflicto.

Los drones sean un magnífico ejemplo para ilustrar este factor. Por lo que estamos viendo y su desempeño en combate, podríamos tender a pensar que las guerras del futuro se van a librar de manera exclusiva a base de sistemas autónomos o remotamente tripulados. Ningún experto duda de que su relevancia irá en aumento, pero ni llegarán a reemplazar al elemento humano –al menos en un horizonte temporal razonable– ni serán el arma definitiva.

placeholder Señuelo inflable de un sistema antiaéreo Tor-M1. (InflaTech)
Señuelo inflable de un sistema antiaéreo Tor-M1. (InflaTech)

Hay una realidad de la que debe partir cualquier análisis y es el hecho de que, en este conflicto donde parece que estos ingenios son protagonistas, ninguno de los dos contendientes estaba preparado para ello. No lo estaban para actuar con estos equipos en modo ofensivo, ni de una manera organizada ni homogénea. Pero mucho menos para defenderse de una amenaza que está actuando con una dimensión, capacidad y diversidad que han superado todas las expectativas.

Esta falta de preparación en ambos bandos es evidente. Por un lado, en la proliferación de modelos artesanales, armados y operados con medios ajustados a las circunstancias. Vemos todos los días varios vídeos de drones pequeños neutralizando blindados. Pero no pensemos que siempre tiene ese desenlace. Solo vemos los casos de éxito de los cientos (o miles) que se utilizan casi a diario.

Pero la efectividad indiscutible que están teniendo parte de la casi total carencia de medios eficaces para defenderse de ellos. Unos sistemas que deberían implementar detección, identificación, interferencia / hackeo y destrucción. Sin perder de vista que la defensa contra estos ingenios depende mucho del tipo y capacidades de cada uno, podemos afirmar que no existía ningún sistema defensivo eficaz, probado y en número suficiente. De aquí la proliferación de medidas improvisadas y de eficacia dudosa, como las famosas cope cages (o jaulas antidrón).

Una nueva esperanza

Los señuelos son una forma muy eficaz de contrarrestar esta amenaza. Los hay con materiales muy elaborados pero más complicados de mover, y otros muy fáciles de transportar como los inflables, que pueden ser montados por un par de soldados en cuestión de minutos. Su coste es muy variable, desde unos 25.000-30.000 dólares los inflables de alta calidad —algunos bastante más— hasta otros realizados con medios improvisados de coste casi marginal. Hay que tener en cuenta que los más elaborados no solo replican la forma del equipo simulado, sino también su firma térmica, por lo que engañarían a los sensores de búsqueda por infrarrojos, de ahí su precio.

placeholder Radar Sentinel. A la izquierda el señuelo, a la derecha el modelo real.
Radar Sentinel. A la izquierda el señuelo, a la derecha el modelo real.

En comparación, el coste de un dron Lancet ruso anda por los 35.000 dólares y el de un Shahed iraní por los 30.000. Las cifras ya encajan, sobre todo si se piensa que, con el señuelo, se podría salvar un equipo de diez millones de dólares, como un radar Sentinel o un carro de combate moderno.

Por eso los ejércitos deberían tomarse muy en serio —algunos ya lo hacen— este asunto de los señuelos. En España parece que vamos un poco retrasados y que este campo no ocupa un lugar relevante en el orden de prioridades del Ejército de Tierra, que son muchas. Sin embargo, este ángulo se debería abordar en conjunto con la Armada y el Ejército del Aire y del Espacio, incorporando su empleo a la doctrina de guerra y con unidades específicas para trabajar en ello.

Por ejemplo, todas las unidades de artillería de campaña y las de artillería antiaérea deberían incorporar al menos una sección de señuelos, con personal especializado y adiestrado en preparar falsos objetivos cada vez que entren en acción. Esto aplicaría también a las unidades logísticas y, sobre todo, a los Batallones de Cuartel General de las brigadas, que deberían estar formados y dotados de material específico para montar falsos centros de mando, comunicaciones ficticias y otros elementos de engaño.

En cualquier caso, el empleo de los drones va a más, eso está claro, por lo que los sistemas antidrón integrados habrán de evolucionar en consonancia y deberán estar presentes en todas las unidades de combate. Otras medidas, como es el empleo de señuelos, deberán formar parte activa del sistema defensivo, sobre todo por su escaso coste frente a los resultados obtenidos y por la incertidumbre que generan en el atacante.

A principios de enero de 1944, aquel veterano teniente coronel, a quien pocos conocían, salió de la reunión aún desconcertado. La misión que le acababan de encomendar en el Alto Mando aliado del general Eisenhower era muy extraña. Algo que nunca se había hecho. Debía crear todo un entramado de señuelos para hacer creer a Hitler que el desembarco en Europa se realizaría en las costas de Calais, en lugar de Normandía. El ejército fantasma de Harry L. Reeder nos recuerda que las tácticas de engaño no son una novedad en los campos de batalla. Pero en el conflicto de Ucrania, donde los drones están mostrando su potencial táctico y operativo, el arte de burlar al enemigo ha recobrado un inesperado valor.

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