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El camino del ciervo: cómo España desarrolló el sistema militar puntero que ahora todos necesitan
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El camino del ciervo: cómo España desarrolló el sistema militar puntero que ahora todos necesitan

Este es el camino de cooperación empresa-ejército que recorrió el sistema antidrones Cervus III para ofrecer una solución tecnológica nacional a un problema militar global. Una senda que merece la pena recorrer más veces

Foto: Sistema Cervus. (TRC)
Sistema Cervus. (TRC)

A estas alturas, cualquiera que siga la actualidad militar tiene claro que los vehículos no tripulados —en sus mil y una variantes— han transformado para siempre los campos de batalla por tierra, mar y aire. Su producción rápida y barata, versatilidad táctica y coste humano cero en caso de fracaso, los convierten en una amenaza ubicua y difícil de contrarrestar. Incluso los modelos más rudimentarios pueden eliminar tropas y equipos sobre el terreno, poner en jaque infraestructuras críticas o atentar contra objetivos civiles. Mientras estrategas de seguridad y defensa en todo el mundo todavía se están adaptando a los desafíos que suponen estos aparatos, accesibles a fuerzas armadas y grupos paramilitares de todo tipo, España ya maneja una solución operativa pionera en el mercado. Conozcan al Cervus III.

Cervus es un sistema de detección, seguimiento e interceptación de drones aéreos y terrestres y en su tercera evolución incorpora inteligencia artificial para automatizar y agilizar su operación. El proyecto lleva varios años funcionando y ha sido desplegado en misiones internacionales y operaciones domésticas. Ahora, acaba de ser integrado con el sistema nacional de detección de drones del Ministerio de Interior. Pero antes de hablar del equipo, es interesante detenerse a analizar el camino recorrido por el ciervo antidrones y cómo una solución tecnológica nacional se convirtió en una respuesta efectiva a un problema militar global. Una senda que merece la pena recorrer más veces.

En 2019, el Ejército de Tierra puso en marcha Fuerza 2035, una iniciativa para actualizar y modernizar las capacidades de sus unidades. En este contexto, los propios militares tenían la oportunidad de presentar carencias y soluciones a sus necesidades operativas. Durante esta suerte de brain storming en los cuarteles, el Regimiento de Guerra Electrónica 31 identificó un problema cuyas dimensiones reales no se comenzarían a entender hasta la guerra de Ucrania.

"Ya en el conflicto de Nagorno-Karabaj empezamos a ver que los drones iban a marcar un antes y un después. Con los medios que teníamos, no estábamos preparados para esa amenaza. Una amenaza muy específica que requería una solución especial", explica una fuente militar conocedora del proyecto Cervus.

En ese momento, los sistemas para vigilar y neutralizar aeronaves no tripuladas eran solo efectivos con modelos grandes como los estadounidenses Predator o Reaper o el Bayraktar turco. El problema eran los drones pequeños y baratos, más difíciles de detectar por equipos tradicionales y cuyo coste de derribo con armamento antiaéreo podría exceder muchas veces el precio del aparato, haciendo insostenible la defensa. Buscando soluciones a este problema, dieron con un trabajo desarrollado poco antes por la empresa TRC, una firma española especializada en software, comunicaciones, integración de sistemas y ciberseguridad.

"Nosotros habíamos empezado a trabajar un sistema de detección de drones con financiación del CDTI (Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación). El programa planteaba algunas soluciones, pero se había descartado. Hasta que llegó el Regimiento de Guerra Electrónica y lo rescató de un cajón", recuerda Alfredo Estirado, consejero delegado de TRC, en una entrevista con El Confidencial.

Ver los drones como los virus

La empresa, guiada por la experiencia del Regimiento y con asesoría puntual de universidades y expertos, se puso a trabajar en un sistema para dar una respuesta operativa al desafío no tripulado. El primer problema era de base. La mayoría de los sistemas de detección de drones se basaban en la lectura de la firma electromagnética del aparato. Como el 80% de los drones los vende el gigante electrónico chino DJI parece relativamente sencillo identificarlos. Pero, ¿y de los que no se tenga registro? ¿Y los aparatos caseros armados por actores paraestatales? ¿Y los equipos futuros? TRC aplicó entonces su experiencia en ciberseguridad para desarrollar un nuevo concepto.

"La diferencia radical de Cervus es que no identifica al dron por su firma, sino por cómo se mueve, por las señales manda, el tipo de frecuencia y el comportamiento. Es un cambio sustancial. Eso estaba muy asumido en el mundo de la ciberseguridad: antes se identificaban al virus o el malware por su estructura; ahora por lo que hace, las órdenes que trata de ejecutar, su misión. Hacemos igual con los drones", explica Estirado.

placeholder Sistema Cervus desplegado. (TRC)
Sistema Cervus desplegado. (TRC)

Otra virtud del diseño es que debía tener una arquitectura abierta, modular y escalable. Esto permite emplear una misma solución para distintas misiones y, al mismo tiempo, mantener el equipo actualizado con los sensores más avanzados. Así, TRC empezó con una unidad estática para defensa de puestos de mando a la que le fue integrando radares de última tecnología (de ART), inhibidores (de ALT Europe), plataformas móviles (de Urovesa), optrónica de grado militar y sistemas de armas (de Escribano M&E). Pero cada uno de estos elementos puede reemplazarse, adaptarse o mejorarse según las necesidades, el usuario o la tecnología disponible. Esto hace del sistema un firme candidato a la exportación.

"Estamos deseando exportarlo", reconoce el consejero delegado de TRC. "Tenemos multitud de solicitudes mostrando interés, pero estamos siendo prudentes porque es una capacidad única del Ejército español".

Triple detección, triple neutralización

El corazón del Cervus es la capacidad de triple detección simultánea. Para larga distancia, cuenta con cámaras Oteos para identificación visual y térmica (con distintos alcances efectivos de entre 10-25 km); a media distancia tiene el radar S-3D que permite calcular las coordinadas exactas, distancia, rumbo y altura (efectivo entre 5-10 km) y a corta, los rastreadores de radiofrecuencia (entre 3-5 km) buscando actividad en las bandas donde operan los drones. Además, tiene antenas direccionales para ubicar vehículos no tripulados en 24 zonas de localización. Por último, un dron cautivo, alimentado y controlado mediante un cable al puesto de control (puede subir hasta 120 metros) para aumentar la capacidad de detección del sistema y aportar otras funciones, como la posibilidad de analizar las comunicaciones en áreas determinadas.

Foto: Dron UAV A900, de la empresa española Alpha. (Juanjo Fernández)
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Una vez detectado e identificado el vehículo no tripulado, el sistema tiene otra triple opción para neutralizar la amenaza. Primero, puede tratar de inhibir la señal y hacerse con el control del dron para obligarlo a aterrizar o volver a su origen. También puede tratar de perturbar la comunicación para que el operador pierda el control del dron. Como último recurso, el Cervus III incorpora una función hard kill para eliminar el vehículo no tripulado con una torreta automatizada Guardián 2.0. Esta puede cargar un cañón rotatorio Dillon Areo Minigun M134D de 7,62 mm (alcance 200-600 metros) o un lanzagranadas Mk-19 con munición de fragmentación ABM 40 mm Nammo (alcance 200-900 metros) que estalla lanzando esquirlas de caucho para afectar un área más amplia. Todo esto montado sobre un vehículo táctico militar ST5 de Urovesa.

La última incorporación ha sido la inteligencia artificial para automatizar al máximo al sistema de mando y control. En las primeras versiones, gran parte del valor lo ponía el operador de radio, con su conocimiento y experiencia, pero sujeto al desgaste físico y mental. Ahora, los algoritmos ayudan a minimizar el error humano, mejoran la eficiencia de identificación y puntería, y permite la expansión del sistema sin necesidad de tantos especialistas a los mandos. Todo queda centralizado bajo una única interfaz gráfica, intuitiva y guiada, que se nutre de varias fuentes y sensores de información de manera simultánea.

"La nueva versión modernizada puede convertirse en un sistema vital para la defensa nacional", explica Joaquín Garrido, analista y divulgador de Drones de Guerra, a El Confidencial. "Tenía algunas carencias tecnológicas que se han resuelto, como la capacidad hard-kill que, más allá de la interferencia o la inhibición, te permite destruir la amenaza. Y ahora la inteligencia artificial y el machine learning, que hacen que un operador sin mucha experiencia pueda utilizarlo de forma efectiva", agrega.

placeholder Alfredo Estirado, consejero delegado de TRC. (TRC)
Alfredo Estirado, consejero delegado de TRC. (TRC)

Paraguas militar con capacidad civil

El sistema está en pruebas desde 2021 y las diferentes versiones mejoradas se han ido desplegando y probado sobre el terreno en misiones internacionales, como Mali —donde hay un contingente de medio millar de efectivos— y Letonia —donde hay una batería antiaérea—. Actualmente, hay tres unidades operativas; una en misión internacional, otra al servicio del Mando de Artillería Antiaérea y la tercera, la más moderna y completa, todavía en modo demostrador.

"Es un proyecto orientado a la protección de la fuerza. Es un sistema escalable que da solución a todos los sistemas de mando; desde la defensa aérea, que puede necesitar un sistema hard-kill, a la infantería, que puede llevar tan solo un sistema receptor en una mochila. Puede ser estático, para proteger una base; o móvil, para un puesto de mando de campaña o una fuerza mecanizada", explican fuentes militares que han probado el sistema. "Estamos viendo cómo en Ucrania para tirar un dron de 400 euros necesitan municiones que cuestan cientos de miles de euros. Pero los potenciales daños de ese dron —una infraestructura o un carro de combate de varios millones— pueden ser más caros que los misiles para derribarlos. Necesitamos este paraguas antidrones".

Foto: Una imagen fija de un vídeo, difundido por el Ministerio de Defensa ruso, muestra disparos hacia lo que dijo ser el barco ucraniano no tripulado que atacó al buque de guerra ruso Priazovye en el mar Negro. (Reuters/Ministerio de Defensa ruso)

Lejos del frente, el Cervus puede defender edificios o infraestructuras críticas o desplazarse temporalmente para dar protección a eventos civiles o diplomáticos. El sistema ha sido recientemente integrado con Siglo-CD, el Sistema Global Contra Drones que opera el Ministerio de Interior, para dar cobertura a la cumbre europea de Granada celebrada en octubre. También se está estudiando su posible instalación para proteger un ente público en un entorno civil. La clave es que el sistema cubre emplazamientos o ubicaciones, no espacios, por lo que se necesita una unidad por cada punto crítico a escudar.

"El concepto es innovador porque no teníamos un sistema que combinara todas estas funciones de inhibición, interferencia y destrucción en uno solo equipo, con tecnología actualizada y móvil. Pero como todo, si no tenemos una cantidad suficiente, no podemos hablar de una capacidad de defensa efectiva. Y tres ejemplares no son suficientes", asegura Garrido.

A estas alturas, cualquiera que siga la actualidad militar tiene claro que los vehículos no tripulados —en sus mil y una variantes— han transformado para siempre los campos de batalla por tierra, mar y aire. Su producción rápida y barata, versatilidad táctica y coste humano cero en caso de fracaso, los convierten en una amenaza ubicua y difícil de contrarrestar. Incluso los modelos más rudimentarios pueden eliminar tropas y equipos sobre el terreno, poner en jaque infraestructuras críticas o atentar contra objetivos civiles. Mientras estrategas de seguridad y defensa en todo el mundo todavía se están adaptando a los desafíos que suponen estos aparatos, accesibles a fuerzas armadas y grupos paramilitares de todo tipo, España ya maneja una solución operativa pionera en el mercado. Conozcan al Cervus III.

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