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Drones en la selva contra la dictadura: las guerras civiles en el sudeste asiático han cambiado
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Tres años de Guerra Civil en Myanmar

Drones en la selva contra la dictadura: las guerras civiles en el sudeste asiático han cambiado

El conflicto armado en Myanmar supera los 45.000 muertos desde el golpe de Estado de 2021. En este escenario, el ejército nacional está sufriendo las peores derrotas en el campo de batalla

Foto: Un francotirador de la guerrilla karenni ajusta su rifle antes de una misión. (Ponce)
Un francotirador de la guerrilla karenni ajusta su rifle antes de una misión. (Ponce)

La dictadura de Myanmar cumple tres años con 45.000 muertos, dos millones de desplazados y prácticamente fuera del foco informativo. Pero con el inicio del año, un nuevo giro de acontecimientos en la guerra civil ha dejado a la Junta militar con las mayores derrotas de su historia frente a las fuerzas armadas prodemocráticas. A principios de enero, 2.000 soldados del Ejército birmano se rendían a la alianza de distintas fuerzas democráticas en Laukkai, capital de la provincia norteña de Kokang. Con esta derrota, el actual gobierno golpista birmano pierde su primera capital de provincia y el control de su frontera con China, el gran vecino que mira de reojo y abre (o cierra) la oportunidad de un vuelco en el terreno de batalla, enquistado entre la selva, guerrilleros y, ahora, drones y misiles antiaéreos.

En la densa jungla birmana, los milicianos y milicianas de la llamada revolución democrática llevan tres años enfrentándose no solo a las balas y bombardeos del Ejército sino también a las enfermedades monzónicas y la desidia de un conflicto cuyo fin parecía cada vez más lejano. Tin Thura —nombre ficticio— es uno de los miles de jóvenes que, tras el golpe de Estado de 2021, que dio al traste la apertura política en el país reinstauró una dictadura militar, abandonaron su vida civil para unirse a las guerrillas étnicas que llevaban décadas combatiendo a las sucesivas dictaduras que ha padecido Birmania.

Durante estos tres años de combates, la alianza entre el Gobierno de Unidad Nacional —formado por políticos opuestos a la Junta militar— y varias guerrillas de minorías étnicas había sido incapaz de arrebatar enclaves urbanos a la dictadura. Pero, al mismo tiempo, la supremacía bélica de los militares no era suficiente para derrotar a los guerrilleros en las zonas rurales, donde la aviación y artillería no resultan tan efectivas.

placeholder Guerrilleros de las Fuerzas de Defensa Nacional Karenni hacen guardia en las montañas nubladas de Hpruso, Birmania. (A. P)
Guerrilleros de las Fuerzas de Defensa Nacional Karenni hacen guardia en las montañas nubladas de Hpruso, Birmania. (A. P)

Antes, Thura era estudiante de ingeniería en Yangón, la ciudad más poblada del país, con cinco millones y medio de habitantes. La jungla solo la había conocido en excursiones de fin de semana. Ahora es oficial del Ejército Karen de Liberación Nacional, en uno de los frentes cerca de la frontera de Tailandia. "Llevo tres años sin ver a mi familia, durmiendo casi todos los días en la selva bajo la lluvia y viendo a mis amigos caer enfermos de malaria", explica mientras su copiloto observa en la pantalla de su dron DJI el despliegue del Ejército birmano en el área.

El resto de la escuadra se dedica a cargar metralla en los explosivos improvisados que preparan, alertados de una operación inminente. "Lo más duro no es luchar. Todos estamos dispuestos a morir en combate. Pero pasar años sin ver avances, atascado en la misma trinchera húmeda, se hace eterno y mina la moral", explica el oficial.

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El equilibrio de fuerzas se rompió el pasado octubre cuando la Hermandad del Norte —una coalición de tres grupos armados que se habían mantenido neutrales hasta el momento— atacó por sorpresa a la Junta con la denominada "operación 10/27" en el norteño estado de Shan. El anuncio de que la Hermandad se sumaba a la lucha contra el régimen animó al resto de los guerrilleros a reavivar sus ofensivas en otros frentes. Desde entonces, el Ejército ha perdido más de doscientas bases en la periferia, el control de la frontera con China y su primera capital de provincia.

Para entretenerse, Thura lee novelas de George Orwell en su móvil cuando consigue cargarlo con los paneles solares portátiles del batallón. "Cuesta encontrar traducciones en birmano y los libros en el frente escasean más que los chalecos antibalas", comenta con humor. "Pero preservar tu salud mental es tan importante como protegerte de los disparos, especialmente en esta guerra tan larga".

Aunque él es birmano —la etnia mayoritaria del país— lucha entre las filas de los karen, una de las minorías envueltas en un largo enfrentamiento contra el Ejército que se remonta casi un siglo. "Myanmar ha sido durante décadas un Estado aislado del mundo donde los militares lo censuraban todo. Éramos como Corea del Norte. La mayoría de los birmanos veíamos a las guerrillas como salvajes de las montañas por culpa de la manipulación de los medios de la dictadura. No teníamos ni idea de quienes eran", explica Thura. "Esta vez la situación es distinta. Mi generación pudo aprender los valores de la libertad y la democracia gracias a Internet y cuando el Ejército empezó a aplastar las manifestaciones contra la Junta militar entendimos que la lucha de las minorías y la nuestra era la misma. Por eso vine aquí".

placeholder Un grupo de jóvenes milicianos karenni mantiene su posición en la jungla birmana. (A. P)
Un grupo de jóvenes milicianos karenni mantiene su posición en la jungla birmana. (A. P)

Ahora su escuadra toma parte del asedio de Kawkarei, ciudad por la que pasa la principal ruta comercial a Tailandia, en un intento de aislar a la dictadura de sus rutas terrestres con el exterior. Aunque las misiones se han vuelto más arriesgadas en las últimas semanas, la moral de toda su escuadra, llamada Federal Wings, se ha disparado con las victorias del norte. "Tenemos la sensación de que el Ejército birmano está colapsando. Parece incapaz de atender tantos frentes a la vez y ha llegado la hora de presionar. Da igual que el coste sean nuestras vidas", afirma Thura antes de recoger voluntarios para la siguiente operación.

Drones entre los maizales

Esa noche, cuatro de sus milicianos se acercan a escasos metros de la línea enemiga, cruzando un campo de maizales con un dron de 40 kilos y su carga explosiva para alcanzar un cuartel del Ejército. El ruido atronador de la aeronave revela su posición al despegar y la escuadra toma cobertura en un bancal para refugiarse de los morteros de los militares. Conforme el zumbido del dron se aleja, los milicianos se quedan en la oscuridad. Solo los destellos de la artillería iluminan sus rostros brevemente mientras el piloto les susurra el tiempo que falta para que regrese.

"No van a poder derribarlo, ni siquiera con armas electrónicas. Está configurado para que actúe en piloto automático y si cortan la señal seguirá funcionando con el GPS", aclara con orgullo el operador del dron, otro joven birmano de 21 años, también estudiante de ingeniería.

Foto: Ciudadanos de origen birmano protestan contra el golpe de Estado en Bangkok, Tailandia. (EFE)

Ellos mismos modificaron estos drones diseñados para fumigar campos de cultivo y los convirtieron en armas letales capaces de cargar dos explosivos de 81mm de producción casera. En la distancia se escuchan dos detonaciones y el copiloto confirma el éxito de la misión. Cuando el dron regresa, el equipo lo desmonta a contrarreloj intentando encender sus frontales lo mínimo posible. Sudorosos, emprenden el camino de vuelta bajo el fuego de artillería sin sufrir bajas, cubiertos por la oscuridad.

placeholder El escuadrón “Federal Wings” de la guerrilla karen programa su dron de combate para bombardear posiciones de la dictadura birmana. (A. P)
El escuadrón “Federal Wings” de la guerrilla karen programa su dron de combate para bombardear posiciones de la dictadura birmana. (A. P)

Episodios de combates y escaramuzas como esta se han ido extendiendo por toda la frontera con Tailandia, como es el caso del estado de Karenni. Hasta hace un par de meses, Khu Ree Du, comandante de las Fuerzas de Defensa Nacional Karenni con tan solo 27 años, observaba desde un monte circundante Loikaw, la capital de su estado, bajo el control de la dictadura. "No disponemos de artillería ni de armas antiaéreas para atacar. Apenas tenemos balas. Nuestros recursos son limitados así que estudiamos cada movimiento antes de actuar, aprovechando cada oportunidad que surja", justificaba frustrado.

Salir de la selva

En este frente, la estrategia de esta guerrilla karenni —otra de las minorías de Birmania— se había visto limitada a pequeños asaltos contra los convoyes del Ejército que recorrían el camino a la ciudad, regresando a la seguridad de las montañas antes de que llegasen los aviones de combate o les alcanzaran los obuses de 120mm disparados desde las bases militares cercanas. La mayoría del tiempo, los guerrilleros se dedicaban a cavar refugios y a ayudar a los campesinos de la zona en temas logísticos entre emboscada y emboscada. En agradecimiento, los campesinos se acercaban a sus posiciones para ofrecerles vino karenni —un potente destilado del arroz— y parte de la cosecha.

No obstante, la oportunidad esperada llegó el pasado noviembre con la ofensiva del norte. Ree Du congregó a todas sus fuerzas y las lanzó en un ataque directo contra la capital, recorriendo las explanadas de Loikaw en todo terrenos embarrados bajo el fuego de artillería. El ataque relámpago tuvo éxito, y en cuestión de días los barrios de las afueras cayeron en manos de las fuerzas democráticas, incluída la universidad de la capital. Las aulas del centro, golpeadas por metralla y agujereadas por proyectiles RPG-7, volvieron a albergar a muchos de sus antiguos estudiantes —ahora soldados de la guerrilla— que no dudaron en visitar los pupitres que abandonaron años atrás para enfrentarse a la dictadura.

A día de hoy, la batalla por la ciudad prosigue y la mayoría de sus barrios están reducidos a escombros. Su futuro se aproxima al de Demoso o Hpruso, las otras dos ciudades más pobladas del estado Karenni, ahora borradas del mapa por los bombardeos sistemáticos de la Junta militar. Khun Bedu, el líder de las Fuerzas de Defensa de las Nacionalidades Karenni que dirigen el asedio, asume como necesario el duro sacrificio: "Es un mensaje para la dictadura. Nuestra libertad no tiene precio. Vamos a luchar por nuestras ciudades. Si tenemos que reconstruir todo nuestro estado lo haremos, pero lo haremos como hombres y mujeres libres".

placeholder Guerrillera karenni vigila el frente desde su puesto de guardia en las montañas de Hpruso, Birmania. (A. P)
Guerrillera karenni vigila el frente desde su puesto de guardia en las montañas de Hpruso, Birmania. (A. P)

Esa reconstrucción se ha vuelto un desafío mayor para las fuerzas democráticas con sus nuevas victorias. Más de 300.000 personas han perdido su hogar en los recientes combates y el país sobrepasa los dos millones de desplazados según las Naciones Unidas. La mayoría se encuentran en el territorio de la guerrilla, al que apenas accede la ayuda humanitaria.

Levantar un nuevo gobierno 'revolucionario'

Ree Ree, miliciana karenni de 29 años, es una de las encargadas de paliar estos problemas y levantar una nueva administración. Ella forma parte del nuevo gobierno interino que la guerrilla está forjando en el territorio liberado. Una responsabilidad que afirma ser agotadora. "Esto no es una guerra civil, es una revolución. Estamos construyendo un nuevo país basado en principios democráticos y federales y hay mucho que enseñar y aprender. Todo esto a la vez que nos enfrentamos a un desastre humanitario mientras el mundo exterior nos ignora", expresa Ree Ree.

"Todo esto a la vez que nos enfrentamos a un desastre humanitario mientras el mundo exterior nos ignora"

Cada día, esta revolucionaria se levanta con los titulares de la nueva radio karenni, la primera en toda la historia en tratar asuntos de su región en su propia lengua y gestionada por las fuerzas democráticas. Tras un breve desayuno de arroz con cacahuetes y té hervido, ella y su escolta recorren en un Land Rover las aldeas y trincheras circundantes a la destruida ciudad de Demoso.

Con paciencia recoge las demandas de los civiles desplazados por la guerra y reparte la escasa ayuda humanitaria que consiguen. A medio día, se reúne en asamblea con varios jefes locales para organizar las instituciones de la zona liberada y preparar una nueva campaña de financiación. "Casi todo nuestro apoyo económico viene de donaciones online. La mayoría del país está en contra de esta dictadura y cada uno ayuda como puede pero tres años de guerra y crisis económica han pasado factura al pueblo birmano. Cuesta encontrar dinero y levantar un país es difícil cuando no paran de bombardearte", aclara Ree Ree, que como ejemplo cita los hospitales destruidos por la aviación del Ejército, uno de ellos a escasos kilómetros de su campamento.

placeholder Soldados karenni se refugian de las intensas lluvias del monzón en un cuartel cerca del frente. (A. P)
Soldados karenni se refugian de las intensas lluvias del monzón en un cuartel cerca del frente. (A. P)

Antes de caer la noche, un grupo de jóvenes activistas llega a la asamblea para recibir un taller de administración y democracia antes de ser enviados a distintos pueblos bajo control de la guerrilla. Para Ree Ree esta función es tan importante como la propia lucha armada: "El estado de Karenni, como gran parte de Birmania, es una sociedad agrícola que ha sido marginada cultural y económicamente. Hay mucha gente que no sabe aún lo que es un estado federal y tenemos que formarnos bien para ser capaces de gobernar".

La propia miliciana "pasaba de la política" antes del golpe. Tenía un buen trabajo en Rangún y era baterista en varios grupos de rock. A través de la música empezó a interesarse por la discriminación de su propio pueblo —la etnia karenni— cuando formó una banda integrada por mujeres de diversas minorías. "Ahora estoy involucrada en todo, hay demasiado que hacer y poco tiempo", confiesa. Tres años de entrenamiento y lucha en la jungla la han convertido en una de las principales promotoras del movimiento feminista en la región y una cara importante de la guerrilla.

Un 'Myanmar federal'

En la Birmania democrática, la línea entre activista y miliciano se disuelve fácilmente. Ko Banya es el fundador del Grupo Karenni de Derechos Humanos, una ONG dedicada desde los 90 a documentar los crímenes de guerra del Ejército en este estado del país y contra la minoría karenni, a la que él también pertenece. Su experiencia tratando con organismos tanto locales como internacionales y negociando procesos de paz lo han llevado a formar parte del nuevo gobierno revolucionario.

Ahora conduce por las afueras de Demoso con un fusil M16 en el asiento de copiloto y una pistola de nueve milímetros en la guantera. "No te queda más remedio. La dictadura te asesina por el mero hecho de contar la verdad o repartir ayuda humanitaria, imagínate si además te conviertes en político", defiende. En su memoria hay demasiados horrores cometidos por la Junta que sostienen su argumento para armarse. En la Nochebuena de 2021, dos trabajadores de Save The Children fueron asesinados por los militares junto a una treintena de civiles en su región. Su organización encontró los cuerpos calcinados, incluidos los de cuatro niños. Desde entonces, la Junta ha presionado con duras restricciones a los organismos humanitarios para que cesen sus operaciones en el territorio liberado. "Los bombardeos sistemáticos a campos de desplazados y las amenazas de acabar detenido echan para atrás a casi todo el mundo. Estamos aislados", denuncia.

placeholder Un guerrillero karenni fuma un cigarrillo birmano mientras vigila una base enemiga del Ejército cerca de la frontera con Tailandia. (A. P)
Un guerrillero karenni fuma un cigarrillo birmano mientras vigila una base enemiga del Ejército cerca de la frontera con Tailandia. (A. P)

Pese a la contínua destrucción de la guerra, los frutos de esta nueva administración empiezan a verse con la construcción de escuelas, ayuntamientos y centros médicos en las zonas liberadas de la dictadura. El equipo de Ko Banya lleva meses envuelto en la redacción de una constitución para el estado de Karenni, algo que otros grupos étnicos están imitando en sus respectivos territorios en medio del fervor revolucionario. "Es un paso esencial para formar un Myanmar federal", aclara, asegurando que la decisión parece levantar ampollas entre algunos de sus aliados del Gobierno de Unidad Nacional —formado principalmente por políticos de la mayoría birmana—. "Hay birmanos que tienen miedo de que pidamos la independencia para nuestro estado y nos olvidemos del resto del país, pero no es nuestro objetivo. Lo que no vamos a hacer es esperar al fin de la guerra para debatir el futuro sistema político de toda Birmania", informa. "Esta es nuestra tierra y cada día la pagamos con sangre. Nuestra gente necesita hoy democracia, leyes y libertad".

China y el cambio de tornas en la guerra civil

El gigante asiático, el principal aliado de la Junta militar birmana, ha empezado a involucrarse de una manera más activa en la guerra civil de su país vecino. Hasta el momento, China se había limitado a pedir un acuerdo entre los distintos bandos del conflicto mientras mantenía sus envíos de armamento a la dictadura.

No obstante, en el último año Pekín se había mostrado molesto por el rápido crecimiento de las mafias asiáticas en la frontera. Aprovechando el vacío de poder de la guerra civil birmana, varias organizaciones criminales han levantado grandes complejos hoteleros dedicados a las apuestas, las estafas online y el tráfico de todo tipo. A pesar de algunas detenciones esporádicas, la dictadura birmana no parecía actuar con la suficiente contundencia que China reclamaba contra estos negocios ilícitos que tienen como principales víctimas —y clientes— a los ciudadanos chinos.

Finalmente, ha sido la guerrilla la que ha empezado a desarmar estos complejos con la captura de Laukkai, una de las principales ciudades desde donde se dirigía la trama criminal. Al mismo tiempo, las guerrillas del norte —bajo una importante influencia del gigante asiático— han empezado a usar por primera vez en la guerra armamento antiaéreo, derribando ya dos cazas de la Junta militar en el estado de Chin. Según los vídeos, parece que se trata de misiles tierra-aire portátiles, probablemente FN6 de fabricación china.

Todo esto ocurría a la vez que el Gobierno de Unidad Nacional firmaba un tratado con China, reconociendo como parte de tal a la isla de Taiwán. Lejos de haber abandonado a la dictadura birmana, Pekín parece haber reforzado su pragmatismo político respecto al conflicto, apoyando a ambos bandos según el interés del momento para garantizar las importantes inversiones que mantiene en el país y pacificar lo más rápido posible su frontera.

La presión llevó a la dictadura a sentarse con la Hermandad del Norte en enero, en unas negociaciones hospedadas por China. Los militares firmaron una tregua con la guerrilla por la que entregaban toda la provincia de Kokang y prometían no iniciar nuevos enfrentamientos en la región. No obstante, la tregua ya ha sido violada y los combates por el resto de fronteras sigue en crescendo. Por ahora, tanto la ambición de los militares como el deseo de derrocarlos que mantiene el pueblo birmano parecen superar cualquier proceso de paz, incluso uno deseado por China.

La dictadura de Myanmar cumple tres años con 45.000 muertos, dos millones de desplazados y prácticamente fuera del foco informativo. Pero con el inicio del año, un nuevo giro de acontecimientos en la guerra civil ha dejado a la Junta militar con las mayores derrotas de su historia frente a las fuerzas armadas prodemocráticas. A principios de enero, 2.000 soldados del Ejército birmano se rendían a la alianza de distintas fuerzas democráticas en Laukkai, capital de la provincia norteña de Kokang. Con esta derrota, el actual gobierno golpista birmano pierde su primera capital de provincia y el control de su frontera con China, el gran vecino que mira de reojo y abre (o cierra) la oportunidad de un vuelco en el terreno de batalla, enquistado entre la selva, guerrilleros y, ahora, drones y misiles antiaéreos.

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