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El Ejército de Myanmar presenta cargos contra Suu Kyi: ¿cómo se ha llegado aquí?
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El Ejército de Myanmar presenta cargos contra Suu Kyi: ¿cómo se ha llegado aquí?

Myanmar, el país donde los 'hombres fuertes' han conseguido retroceder al pasado. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí, por qué la democracia ha durado tan poco y qué es lo que ocurrirá ahora?

Foto: Simpatizantes del ejército de Myanmar celebran el golpe de este lunes. (Reuters)
Simpatizantes del ejército de Myanmar celebran el golpe de este lunes. (Reuters)

Después de varias semanas de ruido de sables, los militares de Myanmar decidieron tomar el poder por la fuerza el lunes. Tanto Aung San suu Kyi como el resto de los líderes del partido de la Liga Nacional por la Democracia fueron arrestados, y este miércoles el Ejército presentó cargos contra ellos: contra Aung San Suu Kyi, por violar una ley de importación y exportación (poseer unas radios presuntamente ilegalmente importadas), y contra el depuesto presidente del país, Win Myint, por saltarse las restricciones anticovid. El golpe militar acaba así con un experimento democrático de cinco años en un país donde, a menudo, los generales han sido los que han mandado.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí, por qué la democracia ha durado tan poco y qué es lo que ocurrirá ahora?

La historia de Myanmar ha estado caracterizada por un fuerte liderazgo militar desde que se volvió independiente del Reino Unido en 1948. El golpe más reciente fue en 1990, cuando la NLD ganó por mayoría absoluta, pero los militares se negaron a aceptar los resultados y pusieron bajo arresto domiciliario a Aung San Suu Kyi. Su lucha pacífica por la democracia le valió el Premio Nobel de la Paz en 2001, consiguiendo además que el mundo entero se fijara en este pequeño país del sudeste asiático hasta que fue liberada en 2010.

Foto: Retrato de Aung San Suu Kyi. (EFE)

Con la popularidad de los militares cayendo en picado por el colapso económico debido al aislamiento internacional, la junta decidió celebrar unas elecciones a regañadientes en 2015. Pero con un matiz: la constitución prohibía ser presidenta o primera ministra a Suu Kyi. Además, el Ejército controlaría un cuarto de todos los asientos del Parlamento, así como carteras importantes de seguridad.

La NLD barrió en las elecciones y Myanmar se convirtió en un país abierto al desarrollo y a la inversión extranjera. Este enorme influjo de dinero ayudó a Suu Kyi —líder de facto del país— a gestionar la complicada relación con el ejército, que rechazó todos los intentos de reformar la constitución para reducir su poder.

placeholder Un seguidor de Aung San Suu Kyi con un retrato suyo en Myanmar. (Reuters)
Un seguidor de Aung San Suu Kyi con un retrato suyo en Myanmar. (Reuters)

Cuatro años después, Suu Kyi sorprendió a los donantes occidentales al defender a los generales, culpados de genocidio por la Corte Penal Internacional por su campaña militar contra el pueblo musulmán rohingya. En algo que fue calificado por la ONU como un “manual de limpieza étnica” por el ejército —y alabado por monjes budistas en Facebook—, quemaron pueblos enteros y obligaron a más de 700.000 rohingyas a escapar a Bangladesh. En respuesta, la inversión extranjera desapareció y la reputación internacional de Suu Kyi se hundió. Al mismo tiemo, sin embargo, su popularidad en casa empezó a aumentar, pues una mayoría de la población veía como invasores a los rohingya. En las elecciones de noviembre, la NLD consiguió una victoria contundente, aumentando las tensiones entre el Gobierno civil y el ejército.

Cuando los resultados mostraron que el partido de la oposición apoyado por el ejército tan solo ganó un 7% del voto, los generales aseguraron que había habido fraude, amenanzando con suspender la constitución si no se investigaban sus alegatos. Si demostraba algo, esto fue que su resultado fue tan bajo que los militares tenían miedo de perder el poder.

Pero el golpe revierte el declive del poder de los generales. El nuevo líder de Myanmar, el General Min Aung Hlaing, se tenía que retirar este año, pero ahora puede permanecer en el poder hasta por lo menos 2022 y quizá mucho más.

La Junta ha prometido elecciones en el próximo año, pero es probable que encuentre excusas para retrasarlas. Incluso si la votación sale adelante, los militares no aceptarán un resultado en el que ellos o sus aliados no ganen. Mientras tanto, la economía seguirá hundiéndose con las sanciones de otros países y Myanmar se convertirá, de nuevo, en el paria internacional que era hace una década.

Foto: Ciudadanos de origen birmano protestan contra el golpe de Estado en Bangkok, Tailandia. (EFE)

En cuanto a los pocos amigos de Myanmar, China es el más importante: es su único aliado fiable y su socio comercial clave. Siempre y cuando el nuevo régimen esté abierto a estrechar lazos con Pekín, China no tendrá problema en aceptar los nuevos cambios. Además, también tendrá un ojo puesto en la construcción de un gasoducto mil millonario que podría dar acceso a China al océano Índico a través de un nuevo puerto… situado en el estado de Rakhine, donde viven la mayoría de los rohingya.

Sin embargo, será una tarea complicada para los generales: necesitan el dinero y el apoyo diplomático chino para contrarrestar las sanciones de Occidente, pero tendrán miedo de que Myanmar, de nuevo, se convierta en un estado clientelar chino.

*Este artículo fue publicado originalmente en inglés en GZERO Media. Si te interesa la política internacional, pero quieres que alguien te la explique, suscríbete al 'newsletter' Signal aquí.

Después de varias semanas de ruido de sables, los militares de Myanmar decidieron tomar el poder por la fuerza el lunes. Tanto Aung San suu Kyi como el resto de los líderes del partido de la Liga Nacional por la Democracia fueron arrestados, y este miércoles el Ejército presentó cargos contra ellos: contra Aung San Suu Kyi, por violar una ley de importación y exportación (poseer unas radios presuntamente ilegalmente importadas), y contra el depuesto presidente del país, Win Myint, por saltarse las restricciones anticovid. El golpe militar acaba así con un experimento democrático de cinco años en un país donde, a menudo, los generales han sido los que han mandado.

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