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El historiador que explica por qué el mundo entero depende de una empresa desconocida
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entrevista con Chris Miller

El historiador que explica por qué el mundo entero depende de una empresa desconocida

La economía mundial depende de una empresa situada en una isla más pequeña que Extremadura y en el ojo del huracán geopolítico. Un aclamado libro explica cómo hemos acabado metidos en este lío

Foto: Chris Miller, autor de 'La guerra de los chips'. (Getty/Annabelle Chih)
Chris Miller, autor de 'La guerra de los chips'. (Getty/Annabelle Chih)
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Es verdad que la mitad de los ensayos que se traducen del inglés aparecen en las librerías con la faja de "libro del año". Pero el de Chris Miller (La guerra de los chips, Península) ha recibido esa distinción en dos de las principales hoja parroquiales del capitalismo anglosajón: Financial Times y The Economist. También agradó a la prensa progresista estadounidense y entró en la lista de bestsellers de The New York Times. Su autor es profesor de Historia Mundial en la Universidad de Tufts, pero se expresa a menudo como un ingeniero. El ensayo, que llega hoy a las librerías en español, es una clase magistral de geopolítica sin tener que poner el tema en el centro de su análisis. Habla mucho más de empresas y de ingeniería electrónica que de relaciones internacionales. Quizá por eso suena tan convincente.

PREGUNTA. Tu libro es mucho más que una historia de chips, pero trata fundamentalmente de chips. Sostienes que, en términos geopolíticos, son ya más importantes que el petróleo. Algunos datos elegidos para argumentarlo sorprenden. China se gasta más dinero ya en importar chips que petróleo. Más de la mitad del PIB mundial lo generan productos que dependen de semiconductores. Las capacidades militares están totalmente condicionadas por la capacidad para producir o importar chips. ¿Cómo es posible que no nos pasemos el día hablando de semiconductores?

RESPUESTA. Creo que la razón fundamental es su invisibilidad. Dependemos literalmente de miles de chips para nuestra vida diaria. Están en nuestros ordenadores y teléfonos, en nuestros frigoríficos, en nuestros coches, en nuestras cafeteras... Pero muy rara vez vemos un semiconductor. Mira a tu alrededor. La mayoría de la gente nunca en su vida ha comprado un semiconductor. Están enterrados en nuestros dispositivos, así que nunca tenemos que pensar en los chips para beneficiarnos de todo lo que nos ofrecen. Y en cierto modo, eso es genial, porque significa que podemos disfrutar de una tecnología sin tener que entender la ingeniería eléctrica, la física y la química involucradas, que son muy complejas. Pero también significa que hemos subestimado colectivamente su importancia en términos económicos y tecnológicos. Y en consecuencia, también en términos estratégicos.

placeholder La portada y contraportada de 'La guerra de los chips'. (EC)
La portada y contraportada de 'La guerra de los chips'. (EC)

P. Creo que cualquier persona del planeta, incluso en los lugares más remotos, sabe a qué se dedica Coca-Cola. Pero muy poca gente sabría reconocer TSMC, el mayor fabricante de chips del mundo, con una cuota de mercado impensable en otros sectores donde se habla abiertamente de oligopolios.

R. Eso es totalmente cierto. Y creo que casi nadie entiende que todos los días hacen cientos de actividades rutinarias que dependen de unos objetos que solo se pueden producir en esa empresa de Taiwán.

P. Volvamos al ejemplo del petróleo. Todo el mundo es consciente de su impacto sobre la economía y la política mundial. Pero tú dices que el recurso estratégico más concentrado en unas pocas manos y con más potencial para provocar guerras o desequilibrios son los chips. Y que el gran cuello de botella está en Taiwán. Actualmente, la isla está bajo la órbita de Washington. ¿Qué ocurriría si cae bajo la órbita de Pekín?

R. Primero, me gustaría decir que el cuello de botella no solo afecta a Estados Unidos y China. Afecta a todo el planeta. Si hubiera alguna interrupción en la capacidad de Taiwán de suministrar semiconductores al resto del mundo, nos enfrentaríamos a enormes interrupciones. A catastróficas interrupciones en básicamente toda la producción de bienes manufacturados. No podríamos producir teléfonos inteligentes, ni ordenadores, pero tampoco automóviles, lavavajillas… El mundo entero depende de que sigan llegando barcos con chips de Taiwán. Eso le da a la isla una influencia muy superior a su tamaño, su población o su PIB. El mundo entero depende de Taiwán.

"Si China controlase Taiwán, todos los equilibrios internacionales se transformarían"

P. Se ha convertido en un tópico eso de que el centro del mundo actual es Taiwán porque es el centro de la nueva pelea por la hegemonía, la nueva Guerra Fría.

R. Sí, pero creo que tampoco deberíamos exagerar el papel que desempeñan los chips en la seguridad de Taiwán. De hecho, el Ejército estadounidense ha estado ayudando a defender Taiwán de los ataques chinos desde 1949, mucho antes de que se inventaran los primeros chips. Los semiconductores ni siquiera existían en los años en que hubo más tensión en el estrecho. Es cierto que los chips otorgan a Taiwán influencia y significado político, pero no creo que los chips proporcionen garantías de seguridad para sus habitantes. En última instancia, es el poder militar el que proporciona garantías de seguridad. Ahora bien, es cierto que China lleva décadas diciendo que quiere controlar Taiwán y que no renuncia al uso de fuerza militar. Digamos que esa amenaza siempre ha existido, pero ha cobrado ahora un nuevo significado.

placeholder Centro de investigación de semiconductores en Taiwán. (Getty/Annabelle Chih)
Centro de investigación de semiconductores en Taiwán. (Getty/Annabelle Chih)

P. En el último capítulo del libro, desarrollas con bastante detalle todo lo que puede hacer Pekín para controlar Taiwán incluso sin tener que invadir la isla. Si me permites, repito la pregunta: ¿qué ocurriría si Taiwán cae bajo la órbita de Pekín?

R. Básicamente, que tendrían acceso a los chips más avanzados, a los chips utilizados para entrenar sistemas aéreos. La carrera por dominar las tecnologías del futuro sufriría un cambio importante. Hay que entender que, a día de hoy, casi todos los sistemas de inteligencia artificial se basan en chips producidos por esa sola empresa, por TSMC. En este momento, EEUU está intentando prohibir la transferencia de los chips militares más avanzados a China precisamente porque no quiere que Pekín los use para sus propias capacidades militares. Y hay que tener claro que todos los gobiernos del mundo están comenzando a aplicar la inteligencia artificial a sus sistemas militares. La industria de los chips no solo es vital para comprender la economía mundial, sino que es fundamental para entender los actuales equilibrios militares.

Foto: Foto: Dado Ruvic (Reuters)

P. Dedicas muchas páginas, toda la primera parte del libro, a explicar cómo hemos llegado hasta aquí, cómo ha acabado dependiendo todo el mundo de una pequeña isla. La historia empieza en EEUU, pero luego Silicon Valley está a punto de perder el liderazgo en varias ocasiones. Japón se lo arrebata durante un tiempo y surge la necesidad de deslocalizar. La URSS también monta su propio Silicon Valley, roba muchos secretos en EEUU y durante un tiempo se pensó que podría ser un rival serio. La historia siempre ha sido agónica, pero ahora el gran enemigo es China. ¿Crees que esta es una amenaza de distinta naturaleza para la hegemonía tecnológica estadounidense?

R. Creo que Estados Unidos se enfrenta a un competidor tecnológico muy serio. China es un gran rival. El hecho de que Pekín esté amenazando a Taiwán con energías renovadas evidencia lo importantes que son los chips. Washington está haciendo gigantescos esfuerzos para restaurar su capacidad de disuadir de manera creíble a China. El desacople estratégico es parte de ese empeño. Pero no creo que el desafío que plantea China ahora mismo sea insalvable. De hecho, creo que lo más probable es que EEUU, Japón, Corea del Sur y países europeos como Holanda sigan estando muy por delante de China. Un factor importante para asegurarnos de que esto pueda seguir siendo así durante bastante más tiempo es el enorme giro en las políticas de estos países a lo largo de los últimos cinco años. Creo que por fin han entendido el desafío.

"La estrategia china es gastar cantidades ingentes de dinero en fabricar chips propios"

P. En el libro, explicas cómo fracasaron los intentos de la URSS de mantenerse en la pelea tecnológica con Estados Unidos. También cuentas que hubo “momentos Sputnik”, momentos en los que parecía que los comunistas habían tomado la delantera. Hablas de lo decisivo que fue el ecosistema empresarial americano, de lo importante que fue poder salir al extranjero, a Hong Kong, Taiwán y Corea, para deslocalizar y abaratar costes y competir con Japón. Y también de la determinación de varios gobiernos americanos en invertir millonadas para apoyar todo eso. Pero China ha estudiado al detalle los errores de la URSS. ¿Qué está haciendo diferente?

R. La estrategia de China consiste en invertir cantidades ingentes de dinero en desarrollar sus propios chips. Está gastando dinero en todos lados: en levantar fábricas en su territorio, en comprar acciones en empresas extranjeras, en adquirir todas las compañías de semiconductores que puede. El Gobierno de Pekín espera poder resolverlo con paladas de dinero, confía en que podrá comprar la solución para sus problemas. Pero yo creo que no es una gran estrategia. No digo que tengamos que subestimar las capacidades de China, ni caer en las trampas de siempre sobre su capacidad creativa...

P. Es que era lo mismo que se decía de Japón, luego de Corea del Sur… Y ahora son potencias tecnológicas capaces de innovar como las que más.

R. Eso es, pero es que además China ya ha demostrado que puede tener éxito y ser innovadora y disruptiva en otras industrias. Es un mercado muy grande con mucho dinero para gastar. Así que lo que necesitamos es un equilibrio realista. Por un lado, tenemos que reconocer que no es un coloso todopoderoso y que enfrenta desafíos reales en su industria tecnológica, además de que está atrasada en el desarrollo y fabricación de chips. Al mismo tiempo, hay que reconocer que, si no hacemos nada, las posibilidades de que nos adelanten serán mucho mayores. Tenemos que afrontar este reto de manera colectiva. Y recordar que es cercana al 100% la probabilidad de que utilicen cualquier avance a su alcance para potenciar sus sistemas de defensa y su inteligencia militar.

Foto: Foto: Reuters. Opinión

P. China utiliza el acceso a su mercado y a su producción como arma en todas sus batallas. Por lo que dices, también lo hace con los chips. ¿Le otorga eso alguna ventaja?

R. Creo que China tiene esa baza a su favor, pero es una baza difícil de utilizar en este caso. Sus decisiones pueden alterar la industria de los chips. Por ejemplo, amenaza frecuentemente con reducir las exportaciones de galio y germanio, dos minerales fundamentales para la fabricación de semiconductores. Pero el problema que enfrenta China es que hacer eso no solo afectaría a Estados Unidos, Japón u otros países, sino que también afectaría a su economía. Tendría un enorme impacto para millones de chinos. Por lo tanto, China tiene instrumentos muy contundentes para dañar a otros países, pero muy pocos incentivos para utilizarlos. El Gobierno chino ha amenazado repetidamente con usar estas herramientas, pero se ha abstenido de hacerlo porque teme que se le volvería en contra. Eso es lo que explica por qué las respuestas de China a las medidas de EEUU y sus aliados han sido hasta ahora tan limitadas.

"Europa realmente se ha quedado atrás en la carrera por la inteligencia artificial"

P. Salvo la industria de Países Bajos y una anécdota que protagoniza De Gaulle despreciando el poder de la tecnología, Europa está prácticamente ausente del libro y, en consecuencia, entiendo que está prácticamente ausente de esta historia. ¿Por qué Europa ha sido incapaz de entrar en el juego? ¿El mundo es cada vez más una partida entre Asia y Norteamérica?

R. Solo estoy parcialmente de acuerdo con esa afirmación. Si nos fijamos en las máquinas herramienta, por ejemplo, en la holandesa ASML, la producción europea es absolutamente crítica. Ahora mismo no se pueden producir chips avanzados sin esas máquinas. Son el mejor ejemplo, pero hay otros igualmente críticos. Digamos que Europa no es el actor más importante, ni el más avanzado, cuando se trata de producir chips propios. Pero sí tiene un papel en toda la cadena de suministro, que consta de múltiples procesos muy complejos de fabricación, software, desarrollo, investigación… Ahí Europa es un actor fundamental, con empresas muy rentables y tecnológicamente avanzadas. Lo que resulta innegable es que no es un actor de la talla de EEUU o las potencias asiáticas en la fabricación de chips.

P. ¿Por qué?

R. El desafío al que se enfrenta Europa es que no ha logrado crear grandes empresas tecnológicas, no tiene industrias potentes que necesiten millones de chips para seguir creciendo. Esa es la diferencia clave con EEUU. Empresas como Apple, Nvidia o Qualcomm compran enormes volúmenes de chips muy complejos, mientras que las empresas europeas adquieren volúmenes más pequeños de chips, y generalmente de gama baja. ¿Por qué? Porque no hay grandes campeones tecnológicos europeos. Hablando más en general, me parece preocupante cuando escucho a los líderes políticos europeos decir que su estrategia para desarrollar la IA es regularla. No parece una forma muy inteligente de construir la próxima generación de campeones tecnológicos. Ahí creo que es donde Europa realmente se ha quedado atrás.

placeholder Foto: Getty/Annabelle Chih.
Foto: Getty/Annabelle Chih.

P. Una de las partes que más me han interesado del libro es toda la relectura que haces de la Guerra Fría explicándola a través de los chips. Sobre todo del final de la Guerra Fría. Al final, la URSS consiguió superar a EEUU en capacidades tradicionales, como tanques, soldados, incluso cabezas nucleares. Pero perdió la carrera de los semiconductores y, en consecuencia, las armas de precisión.

R. Los chips fueron decisivos para determinar el resultado de la carrera armamentista. Occidente adelantó a la Unión Soviética y no fue precisamente porque Occidente produjera más tanques, más barcos o más misiles. Fue porque la OTAN produjo barcos, tanques y misiles más inteligentes, los interconectó en red, les proporcionó comunicaciones y capacidades de detección más avanzadas y desplegó miles y miles de chips en cientos de sistemas armamentísticos clave. Durante la guerra del golfo Pérsico de 1991, justo al final de la Guerra Fría, EEUU pudo demostrar capacidades como presionar un botón y tener un misil volando cientos de millas hacia el objetivo con una precisión bastante cercana a la perfección. Los soviéticos se dieron cuenta de que solo podían soñar con eso y entendieron que estaban derrotados. Ni sus aviones volaban más lento, ni sus municiones explotaban con menos fuerza. Pero no habían informatizado aún sus sistemas de defensa y habían perdido la carrera.

Foto: Trabajadores de una fábrica de semiconductores en Países Bajos. (Reuters)

P. Recuperemos el juego de espejos anterior. Todo el mundo conoce Coca-Cola y nadie conoce a TSMC. De la misma manera, dentro del propio mundo tecnológico se han creado leyendas alrededor del hardware y el software, pero los fabricantes de chips son casi anónimos. Todo el mundo conoce a Bill Gates, Steve Jobs o Mark Zuckerberg, pero nadie conoce a Gordon Moore, Morris Chang o Akio Morita. ¿Se les debería reconocer más?

R. Creo que es evidente. Pongamos el caso de Moore, uno de los dos cofundadores de Intel, que durante mucho tiempo fue la mayor empresa de chips de Estados Unidos. Hoy es más conocido por haber acuñado la ley de Moore en 1965, según la cual la potencia de los chips se duplicaría aproximadamente cada dos años. Se ha demostrado que eso es correcto. Hoy en día, los chips son aproximadamente 1.000 millones de veces más potentes que cuando se inventó el primer chip. Por esta extraordinaria tasa de progreso, realmente no tiene parangón con ninguna otra industria en toda la historia de la humanidad. Y ese ha sido el motor clave del progreso en la industria actual. Gordon Moore fue el primero en darse cuenta de eso y además jugó un papel importante en toda la I+D que la hizo posible. Un auténtico pionero.

"La industria militar rusa está tan atrasada que ya depende totalmente del contrabando"

P. Estas personas también fueron pioneras en unir las capacidades de Estados Unidos y el este de Asia para un único propósito. Esta visión es interesante porque explica cómo sin esa asociación no habría sido posible mantener el ritmo de Silicon Valley.

R. Correcto. Ellos se globalizaron desde el primer día, combinando I+D y fabricación en Estados Unidos con ensamblaje y embalaje en el este de Asia. Para después llevar sus ventas a un mercado global.

P. La guerra de Ucrania ha abierto los ojos a mucha gente, incluidos muchos expertos militares, sobre la profundidad de las brechas tecnológicas. Rusia se ha quedado muy atrás, pero existe el peligro de creer que los ejércitos de China y Rusia tienen capacidades tecnológicas equiparables.

R. En términos tecnológicos, en semiconductores también, China está algo por detrás de Taiwán, de Estados Unidos y de Corea del Sur. Pero Rusia está muy, muy por detrás de China. En Rusia, apenas existe una industria medianamente sofisticada. Lo que hemos aprendido sobre los sistemas militares rusos que han sido capturados en Ucrania es que todos sus chips han sido fabricados en Occidente o por aliados de Occidente. El Ejército ruso depende de nuestros chips. Su potencia militar actual depende del contrabando. Eso te dice hasta qué punto se han quedado atrás.

P. ¿Crees que Estados Unidos y sus aliados están haciendo lo suficiente para mantener la supremacía tecnológica frente a China?

R. Pongamos el caso de Huawei. La gente a menudo pregunta: ¿cuál es la evidencia de que Huawei esté espiando? Mira, la historia de las telecomunicaciones es la historia del espionaje. Hasta el telégrafo se usaba para espiar. Todos los países van a espiar lo que puedan. La pregunta no es si Huawei lo hace o si está bien que lo haga. Lo van a hacer porque todos lo hacen. Pero la pregunta es, ¿quién prefieres que tenga acceso a tu red de telecomunicaciones? Yo si fuera español, preferiría que ese poder se quedase en manos de los suecos, en manos de Ericsson, mucho antes de que caiga en manos de los espías chinos. Los políticos no pueden decir esto porque es escandaloso. Pero esa es la verdadera pregunta honesta ahora mismo. Eso es lo que nos jugamos. Los gobiernos tienen que mirar cuáles son sus relaciones con los países que proveen sus telecomunicaciones y decidir con quién se sienten más seguros y más cómodos.

Es verdad que la mitad de los ensayos que se traducen del inglés aparecen en las librerías con la faja de "libro del año". Pero el de Chris Miller (La guerra de los chips, Península) ha recibido esa distinción en dos de las principales hoja parroquiales del capitalismo anglosajón: Financial Times y The Economist. También agradó a la prensa progresista estadounidense y entró en la lista de bestsellers de The New York Times. Su autor es profesor de Historia Mundial en la Universidad de Tufts, pero se expresa a menudo como un ingeniero. El ensayo, que llega hoy a las librerías en español, es una clase magistral de geopolítica sin tener que poner el tema en el centro de su análisis. Habla mucho más de empresas y de ingeniería electrónica que de relaciones internacionales. Quizá por eso suena tan convincente.

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