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La utopía anarcoliberal fundada en una isla que triunfó a pesar de no haber logrado nada
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La utopía anarcoliberal fundada en una isla que triunfó a pesar de no haber logrado nada

¿Puede ser exitoso un país sin habitantes? ¿Puede triunfar un Estado que ni siquiera existe? Dos periodistas franceses han documentado la utopía más contemporánea, diseñada en internet y representada en una isla

Foto: El presidente de Liberland, Vit Jedlička, de camino a Liberland en 2017. (Alamy/Zuma Wire/David Tesinsky)
El presidente de Liberland, Vit Jedlička, de camino a Liberland en 2017. (Alamy/Zuma Wire/David Tesinsky)
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En 2013, un grupo de emprendedores checos proclamaron la creación de un nuevo país independiente en la periferia de la Unión Europea, sobre los terrenos desocupados de una isla fluvial del Danubio. El proyecto fue un éxito virtual sin precedentes y su presidente acabó en la fila de primeros ministros en la inauguración del gobierno de Donald Trump. Su estado recibió más atención mediática que la mayoría de los países del mundo, se lanzó a fabricar su propia marca de cerveza, a recibir turistas y a organizar concursos de belleza. Recibió inversiones millonarias, cientos de miles de solicitudes de ciudadanía y llenó Internet de manifiestos políticos. Montó una agencia de noticias propia y nombró ministros y embajadores por todo el planeta. Se codeó con algunas de las personas más poderosas, pero nunca fue capaz de levantar ni una triste cabaña sobre los terrenos de la isla.

Dos periodistas franceses (Timothée Demeillers y Grégoire Osoha) han pasado años investigando uno de los fenómenos más raros e interesantes de esta burbuja ideológica. Lo retratan en un libro (Viaje a Liberland, La Caja Books) que reduce al absurdo el sueño libertario y también la tendencia a convertir los países, las ciudades y los territorios en marcas comerciales que a menudo no tienen mucho que ver con las personas que las habitan. Hasta el punto de que pueden llegar a funcionar bien aunque no existan. Hablamos por videoconferencia con los dos autores, a quienes citamos como un solo interlocutor para facilitar la lectura.

placeholder Los periodistas franceses Timothée Demeillers y Grégoire Osoha. (Cedida)
Los periodistas franceses Timothée Demeillers y Grégoire Osoha. (Cedida)

PREGUNTA. ¿Qué es Liberland?

RESPUESTA. Es una isla fluvial situada en el Danubio, entre Croacia y Serbia. Cuando terminó la guerra en los años 90, estos países acordaron un alto el fuego, pero no se pusieron de acuerdo sobre las fronteras. Ese pedazo de territorio quedó fuera, nadie lo añadió a su territorio. Este hecho, muy poco conocido, llegó a oídos de un grupo de hombres de la República Checa que estaban buscando por Internet lugares donde poder crear su propio país. No hay muchos sitios así en el mundo, y no hay ningún otro en Europa: lugares despoblados que no reclama ninguna nación. Como además les pillaba cerca de Praga, decidieron viajar y fundar un nuevo país.

P. ¿Pero qué es lo que encontraron cuando llegaron allí?

R. Realmente no había nada allí. Llegaron cuatro de ellos, el presidente Vit Jadlička, su esposa, un colaborador y un periodista amigo. Se hicieron una foto sosteniendo un cartel y clavando una bandera. Además, con cierta dificultad porque el suelo estaba duro. Fue un anuncio, un movimiento de relaciones públicas. Así que clavaron esa bandera y lo reivindicaron como suyo. Ese era el plan.

P. ¿Estaban nerviosos? Se decía que en esa isla, que se llamaba Gornjua Siga, había minas de la guerra.

R. Estaban un poco estresados, temiendo que sucediese algo. Ese tipo de historias de los Balcanes que asustan. Pero llegaron y se encontraron básicamente un pantano. Forma parte de un parque regional, es casi selvático. Un bosque muy húmedo, con mucha naturaleza, muchos caminos para hacer senderismo, muchos mosquitos.

Foto: Bandera de Liberland (liberland.org)

P. ¿Pero la isla estaba totalmente deshabitada o hay excursionistas y gente haciendo camping?

R. Bueno, es parte de un parque regional y había un centro ecológico que organizaba caminatas y visitas, principalmente para ver animales. Hay muchos jabalíes y ciervos, además de águilas de cola blanca y algunas especies endémicas. También hay rutas en bicicleta que pasan por allí. Es una especie de limbo, de tierra fronteriza, con un ambiente remoto y salvaje, como si a nadie realmente le importase mucho. Así que algunos turistas y pescadores se acercaban en sus barcos a curiosear.

P. ¿Y para qué querían esa isla? ¿Qué querían hacer allí en mitad de la nada?

R. Pertenecían a grupos que reclaman una sociedad sin estado. Es gente que está muy en contra del poder del estado. Pensaban que el estado les cobra demasiados impuestos y ellos querían crear uno sin impuestos. Pensaban que los estados tenían demasiadas reglas, y ellos querían crear uno sin apenas reglas. Se identificaban como libertarios. En su idea de que los estados tienen que ser lo más ligeros que fuese posible, y ante la imposibilidad de reformar los que ya existen, decidieron crear el suyo. Estaban hartos de la burocracia de la Unión Europea y de la propia República Checa. El proyecto empezó siendo una web (www.liberland.net), y solo existía online. Era una fantasía, una utopía muy atractiva para un grupo de activistas de todo el mundo. Hasta que decidieron dar el salto e intentar hacerlo realidad. Ahí es cuando empezaron a buscar un lugar que estuviese libre. Cuando vieron que había una isla en Europa, se decidieron a colonizarla.

P. Consiguieron enseguida donaciones millonarias, miles de solicitudes de ciudadanía, la atención de los medios y de muchos políticos. ¿Lograron establecer una sociedad en Liberland?

R. No consiguieron nada. Para empezar, Croacia les cerró el paso y excepto unos días al principio, no eran capaces de poner el pie en su isla más que en expediciones puntuales y muy cortas. Pero el hecho de que enfrentasen tantos problemas, de que Croacia les negase la entrada e invirtiese tanto dinero en pararlos, poniendo policía y patrullas costeras… eso les vino muy bien para darse publicidad. Al principio, el mero hecho de que Croacia les tomase en serio les parecía un éxito. Obviamente, la presión de un gobierno de verdad detuvo sus esfuerzos por establecer un verdadero país. Todos esos jóvenes que llegaron con la idea de instalarse en Liberland no duraron demasiado.

placeholder El presidente de Liberland, Vít Jedlička, muestra la isla durante un seminario. (Alamay/Jurriaan Brobbe)
El presidente de Liberland, Vít Jedlička, muestra la isla durante un seminario. (Alamay/Jurriaan Brobbe)

P. Vosotros habéis estado allí. Tengo mucha curiosidad por saber cómo era realmente ese campamento. ¿Llegaron a levantar un solo edificio? ¿Una tienda de campaña al menos?

R. A ver, no hay absolutamente nada en el Liberland real. Sigue siendo el mismo exacto pantano boscoso que era cuando llegaron. Hace ocho años, cuando fundaron el país, los primeros grupos de gente se instalaron unos días llevando su propia comida. Pero enseguida Croacia bloqueó el paso con patrullas en el Danubio y tierra adentro, evitando que nadie entrase. La gente se tuvo que establecer en la orilla, en el lado serbio. Durante todo el verano de 2015, los activistas intentaron llegar a Liberland y poner pie en la isla, pero fueron sistemáticamente detenidos, multados y, en algunos casos, llevados al calabozo. Ahora, ocho años después, de los varios cientos de habitantes del lugar solo quedan un puñado de personas que se han instalado en la costa y todavía intentar cruzar a la isla de vez en cuando.

P. ¿Sigue habiendo tanta policía?

R. No, cada vez hay menos. Obviamente, no han logrado construir nada. Ni un aeropuerto, como planeaban, ni siquiera una casa, porque no pueden meter material de construcción. La ciudad que habían imaginado y prometido, simplemente no existe. La actividad de Liberland se da ahora únicamente en el lado serbio del Danubio, donde tienen algunos barcos, algún terreno comprado y una estructura que parece más un hotel de ecoturismo que otra cosa. Tienen cabañas para alojar turistas y algunos barcos y casas flotantes. El sueño libertario se ha quedado en una extraña atracción turística en Serbia.

placeholder Vít Jedlička, presidente de la República Libre de Liberland junto con otros fundadores. (Liberland)
Vít Jedlička, presidente de la República Libre de Liberland junto con otros fundadores. (Liberland)

P. En el mundo real fue un absoluto fracaso, mientras que en el mundo virtual se convirtió en un éxito sin precedentes modernos. El presidente de algo imaginario viajaba por todo el mundo para celebrar reuniones a alto nivel, participó en la inauguración de la presidencia de Donald Trump en el Capitolio, en la primera fila de los jefes de estado, negoció su reconocimiento con países como Haití y Somalilandia. ¿Cómo se puede mantener esa ficción cuando lo que representas realmente es un pequeño establecimiento de ecoturismo en Serbia?

R. Esto es interesante porque es la distancia entre el mundo virtual y el real. Se rodearon de una muy buena red de colaboradores y diplomáticos en todo el mundo. Como hay libertarios en casi todos los países, se dirigieron a ellos. Sin tener ninguna embajada oficial, tenían embajadores por todo el planeta. Ahora mismo, el 90% de los países del planeta tienen un representante de Liberland, un embajador oficioso. Eso les ayudó a tener acceso a personas importantes e influyentes en muchos países.

P. Y negociaron su reconocimiento con gobiernos reales.

R. Eso les funcionó sobre todo en países muy pobres a los que trataron de seducir gracias al dinero que lograron reunir. Les prometían financiar una fábrica o traer ayuda humanitaria, a cambio de reconocimiento diplomático. Su estrategia funcionó, al menos para tener reuniones formales, pero nunca lograron nada. Por mucho que esos países necesitasen dinero, son naciones que dependen de la ayuda humanitaria de terceros y no van a hacer nada inconveniente para sus benefactores. Ahora tienen esperanzas en El Salvador, y tienen algún contacto con el presidente Nayib Bukele, que simpatiza con estas ideas.

placeholder Vit Jedlicka concede la ciudadanía de Liberland a un hombre en 2015. (Reuters/Antonio Bronic)
Vit Jedlicka concede la ciudadanía de Liberland a un hombre en 2015. (Reuters/Antonio Bronic)

P. ¿Con Bukele?

R. Sí, es un presidente muy interesado en las criptomonedas y con ideas parecidas a las suyas. Fallaron en otras partes, pero El Salvador podría ser una buena entrada para ellos. Durante el gobierno de Trump tuvieron muy buenas relaciones porque la persona que fungía como ministro de Asuntos Exteriores de Liberland, Thomas D. Walls, estaba muy bien relacionado en el entorno republicano, y les ayudó mucho a codearse con la Casa Blanca al inicio. Pero luego pasaron de ellos. Supongo que la diplomacia estadounidense tenían cosas más importantes con las que lidiar.

P. De no ser por todo el reconocimiento, las donaciones, el marketing y los mensajes en foros de internet, la historia de Liberland no sería más que la anécdota de un grupo de frikis en un día de borrachera.

R. Sí, de hecho eso es lo que nos llevó a escribir un libro. Cuando fuimos a verlo por primera vez era casi una broma. Estábamos viajando por los Balcanes para hacer reportajes muy dramáticos y decidimos echar un vistazo allí para escribir algo más ligero y divertido. Pero luego nos dimos cuenta de todo lo que había detrás: un montón de personas influyentes, algunos militantes libertarios puros, otros adictos a las teorías de la conspiración, otros ultraderechistas peligroso, otros soñadores… Llegamos pensando que esta ideología era algo muy pequeño y nos dimos cuenta de que era un auténtico fenómeno global. Personas que estaban hartas del sistema, que desconfiaban de todo, y estaban tan determinadas en cambiar las cosas como para creer realmente en que podían crear un país en un pantano en medio del Danubio.

P. Era una ideología que llevaba tiempo creciendo y que en aquellos años subió mucho. Sus ideas son parte de las ideas del Tea Party y de sus ramificaciones por todo el mundo, también en Europa. La derecha alternativa ha mutado mucho en los últimos años, pero hay un germen en estos movimientos de frikis en Internet soñando con un mundo con cero impuestos y sociedades autogestionadas sin más norma que respetar los contratos entre pares y la propiedad privada.

R. En mi opinión, había de todo. Había libertarios puros, muy teóricos, pero también se acercó un montón de gente, probablemente la mayoría, que solo veían una buena oportunidad para convertirse en líderes de algo, o para no pagar impuestos. En definitiva, para favorecer su estatus. La mayoría son hombres de unos 50 años, con mucho dinero, tipos muy ricos. Para ellos, ser libertarios es una forma de confirmar su posición y deshacerse de todas las reglas y leyes que les obligan a redistribuir parte de su riqueza entre los pobres, que les obligan a vivir bajo ciertas reglas que no les gustan. Supongo que por eso existe esta extraña conexión entre gente de extrema derecha y los libertarios. Muchos de los que orbitaban en Liberland no tienen una agenda muy liberal, pero defienden la libertad en el sentido de que no quieren pagar impuestos, ni someterse a regulaciones.

placeholder Una lancha de la policía croata patrullando en torno a Liberland en 2021. (Alamy/Jurriaan Brobbel)
Una lancha de la policía croata patrullando en torno a Liberland en 2021. (Alamy/Jurriaan Brobbel)

P. ¿Cómo eran los activistas más radicales?

R. Había personas muy idealistas, algunos que eran más bien anarquistas, con una base apolítica. Es gente escéptica con el papel del estado, con lo oficial, con los medios de comunicación, con las teorías mainstream, con los expertos reconocidos, con las instituciones, y con la voz de la mayoría. Ellos quieren dudar de todo lo establecido y son personas inclinadas por ello a creer teorías de la conspiración y cosas así. A mi entender encierran también la paradoja del libertarismo. Porque hay algo más importante que la libertad, y es la propiedad privada. En una sociedad libertaria, todo es privado, por lo tanto, lo más sagrado es que se respete la propiedad privada.

P. La evolución de Liberland atraviesa todas las contradicciones a las que se llega cuando intentas llevar a la realidad una idea que sobre el papel suena muy bien. Por ejemplo, cuando el presidente se enfrenta a la exigencia de que convoque elecciones libres. O cuando incendian el barco. O cuando le exigen transparencia con las cuentas y las donaciones. Hay algunos pasajes fascinantes sobre los resultados de aplicar al mundo real las cosas que se te ocurren en Internet y leyendo cosas.

R. Creo que tienes razón, pero creo que esto es inherente a cualquier ideología. Si miras el sueño marxista y lo que ocurrió en la URSS, ocurre algo parecido. Si miras el dogma del libre mercado y el advenimiento de la paz mundial y el fin de la historia… pues otra vez lo mismo. La realidad es muy contradictoria y muy diferente a lo que proyectan las ideologías. Esto en Liberland se intensifica porque el presidente es un hombre muy contradictorio. Muchas veces es difícil saber si está defendiendo la ideología o sus propios intereses.

P. Ese es otro clásico de los proyectos utópicos, que acaban sirviendo para justificar los intereses de quienes lo ponen en marcha. ¿Cómo es Vit Jadlička en persona? ¿Cuál era vuestra relación?

R. Es como un niño grande. Podía llegar a ser muy amable y seductor. Cuando le interesaba, nos invitó al barco, nos dejó su suite personal, con el retrato y la bandera. Podía ser generoso y desinteresado cuando quería. Me sorprendió mucho que no se interesase más por saber quiénes éramos, cómo queríamos enfocar la historia, de dónde veníamos. Parecía desinteresado por todo eso y nos dejaba hacer lo que quisiésemos. Cuando tenía tiempo, nos ayudaba. Pero luego, de repente, desaparecía unos meses y no devolvía las llamadas. Es totalmente imprevisible. Otra cosa que siempre me pareció curiosa es su fascinación por los coches y cómo idolatra a personas como Elon Musk. Se emociona hablando de Musk. Le chispean los ojos.

placeholder Pasaporte diplomático de Liberland. (Alamy/Zuma Wire/David Tesinsky)
Pasaporte diplomático de Liberland. (Alamy/Zuma Wire/David Tesinsky)

P. Es divertido que eligiesen para su utopía libertaria la frontera de los dos estados europeos con más ganas de ejercer el poder del estado.

R. Son países que tienen una bandera nacional en cada casa. Y Liberland también tiene su bandera, pero lo que representan es radicalmente diferente. Las de Serbia y Croacia son símbolos de reivindicación de una cultura y un territorio concreto. Mientras, Liberland representa unos principios, da igual donde estén y quienes los defiendan. No les importa que sea en el Danubio o en Indochina. Es un contraste muy bonito sobre las dos maneras radicales de entender un estado y una bandera.

P. Liberland nunca levantó una sola casa, ni cultivó una solo palmo de terreno, pero tiene su propia marca de cerveza y su propio concurso de belleza, Miss Liberland.

R. Es otra de las cosas fascinantes de Liberland, que reduce al absurdo la esencia contemporánea. Cada región, cada territorio, cada ciudad, se está convirtiendo en una marca. Son productos comerciales que compiten con otros productos comerciales para atraer turismo, inversiones, etcétera. Liberland te recuerda que ni siquiera es importante que existan. Piensa en la bandera suiza, que se ha convertido en un logotipo. Cada país, cada ciudad, pelea por crearse una identidad propia, construida como un producto lo más competitivo posible. Y, como decía Frak Zappa, no eres un país de verdad hasta que tengas una cerveza y una aerolínea. Liberland al menos tiene una cerveza.

P. En el libro contáis cómo el sueño se fue desvaneciendo, hubo desencanto, problemas, peleas en el barro y desavenencias prácticamente desde el principio. ¿En qué situación está ahora el proyecto? ¿Queda algo en pie?

R. El presidente sigue adelante. Esta semana vendrá a Paris para un acto con gente del mundo de las criptomonedas. El proyecto sigue vivo, pero ha dejado de ser algo colectivo en lo que participan cientos de personas y ahora es básicamente Vit Jadlička. Se ha convertido en el proyecto de un solo hombre. Sigue habiendo mucha gente orbitando alrededor y sigue quedando gente en el campamento, pero ya son decenas y personas que pasan temporadas allí. Creo que la mayoría son conscientes de que apenas hay posibilidades de que Liberland prospere como algo real. Pero para Vit Jadlička es una empresa que funciona relativamente bien. Si visitas el sitio web ahora, verás que es casi un mercado para comprar banderas y pins, o para reservar unas vacaciones en una casa flotante en el Danubio.

placeholder Una de las orillas del Danubio cerca de Liberland. (Alamy/Jurriaan Brobbel)
Una de las orillas del Danubio cerca de Liberland. (Alamy/Jurriaan Brobbel)

P. A los activistas de Liberland les fascinan las criptomonedas y, por lo que contáis, algunos llevan también oro encima y reclaman volver al patrón oro.

R. Piensa que los libertarios están obsesionados con los impuestos. Les parecen una pesadilla y están dispuestos a hacer lo que sea para evitarlos. Por eso el dinero criptográfico es perfecto para ellos porque el estado no puede controlar los intercambios de dinero. Lo ven como una manera segura, fiable y libre de intercambiar riqueza entre personas sin necesidad del estado.

P. ¿Con qué reflexión cerramos la entrevista?

R. Yo creo que la gran cuestión que eleva Liberland es si los estados pueden convertirse en productos, si pueden convertirse en marcas atractivas en las que invertir tu tiempo y tu dinero.

En 2013, un grupo de emprendedores checos proclamaron la creación de un nuevo país independiente en la periferia de la Unión Europea, sobre los terrenos desocupados de una isla fluvial del Danubio. El proyecto fue un éxito virtual sin precedentes y su presidente acabó en la fila de primeros ministros en la inauguración del gobierno de Donald Trump. Su estado recibió más atención mediática que la mayoría de los países del mundo, se lanzó a fabricar su propia marca de cerveza, a recibir turistas y a organizar concursos de belleza. Recibió inversiones millonarias, cientos de miles de solicitudes de ciudadanía y llenó Internet de manifiestos políticos. Montó una agencia de noticias propia y nombró ministros y embajadores por todo el planeta. Se codeó con algunas de las personas más poderosas, pero nunca fue capaz de levantar ni una triste cabaña sobre los terrenos de la isla.

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