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"Diplomacia en los márgenes": cómo Estados Unidos canjea sus presos con Vladímir Putin
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"Diplomacia en los márgenes": cómo Estados Unidos canjea sus presos con Vladímir Putin

El Gobierno de Estados Unidos intercambió a un escurridizo traficante de armas ruso por una jugadora de baloncesto. El trato no ha sentado bien en ciertos sectores del país

Foto: Brittney Griner. (Reuters/Evgenia Novozhenina)
Brittney Griner. (Reuters/Evgenia Novozhenina)

"Soy Joe Biden. Bienvenida. Bienvenida a casa". Estas fueron las palabras que el presidente de Estados Unidos le transmitió a Brittney Griner, baloncestista norteamericana, tras ser liberada en un intercambio de prisioneros con Rusia. Un final feliz que, sin embargo, deja decepciones y malos humos por el camino, y un retrato de cómo funcionan las cañerías diplomáticas entre Washington y Moscú.

Pese a que una ciudadana estadounidense volvía a vivir en libertad, varios congresistas criticaron a la Administración Biden por el hecho de que Griner, detenida en Rusia el pasado febrero por tratar de introducir (cargo que ella niega) menos de un gramo de aceite de cannabis en el país, fue intercambiada por el más notorio traficante de armas de las últimas décadas, el ruso Viktor But. Un desequilibrio evidente en la talla política, por así decirlo, de ambos reos.

El canje podría sentar un precedente, animando a países adversarios a detener a ciudadanos estadounidenses para usarlos luego como baza

"Se han quedado con nosotros", declaró el congresista republicano Tim Burchett en un comunicado. "Viktor But conspiró para vender armas que serían usadas contra americanos. Se benefició de la guerra y el genocidio, y lo canjeamos por alguien que faltó al respeto a nuestro país [durante las protestas raciales de 2020, a raíz del asesinato de George Floyd, Griner pidió que no se tocara el himno nacional en los partidos de baloncesto de la liga femenina] mientras dejábamos atrás a un marine. Me alegro de que Brittney esté en casa, pero este fue un mal acuerdo".

Según fuentes consultadas por varios medios americanos, los agentes del FBI y de la agencia antidroga DEA criticaron "enfadados" el acuerdo. Por un lado, les había llevado años de trabajo capturar a un tipo tan escurridizo y de tan alto perfil como But, al que acabaron tendiendo una trampa en Bangkok. Por otro, el canje podría sentar un precedente, animando a países adversarios a detener a ciudadanos estadounidenses para usarlos luego como baza de negociación. Y tercero: otro ciudadano americano, Paul Whelan, el exmarine al que se refería el congresista Burchett, sigue encerrado en una prisión rusa, condenado por espionaje, desde 2018.

Foto: Varios ciudadanos pasan por delante del centro de prensa para la 34º cumbre de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean). (EFE)

Aun así, después de meditarlo y de mandar un análisis de seguridad respecto a But, que al fin y al cabo lleva casi 15 años fuera de circulación y habría perdido sus influencias, Joe Biden dio luz verde al intercambio. Griner se convertía, por tanto, en la segunda persona estadounidense en ser canjeada este año por un reo ruso, después de que Trevor Reed, acusado de atacar a dos policías moscovitas, volviese a Estados Unidos en abril. Sendas operaciones eran tan sensibles, dado el enfrentamiento indirecto de EEUU y Rusia en torno a Ucrania, que se hicieron de manera opaca, sin filtraciones a la prensa. Aunque intervinieran, de forma decisiva, agentes del sector privado.

El antiguo gobernador de Nuevo México, secretario de Energía y embajador de EEUU ante Naciones Unidas, el demócrata Bill Richardson, dirige un grupo dedicado a la diplomacia privada. Entre otros menesteres, el Richardson Center negocia en secreto, y sin cobrar a las familias, la liberación de norteamericanos detenidos en prisiones extranjeras. El vicepresidente y director ejecutivo del centro, Mickey Bergman, practica lo que él llama fringe diplomacy (diplomacia en los márgenes), llenando los huecos que dejan los gobiernos y las oenegés. Fue Bergman quien negoció el canje de Trevor Reed en abril y de Brittney Griner recientemente.

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Durante una entrevista con The Times of Israel, Bergman, ciudadano israelí, reconoce que se puso a trabajar en el caso de Griner desde su detención, en febrero, a petición de la familia de esta. Durante estos últimos meses, él y su jefe, Bill Richardson, viajaron dos veces a Moscú a reunirse con "el liderazgo ruso". Nunca en lugares oficiales, dice, sino en hoteles, restaurantes o apartamentos privados.

"Las conversaciones son muy amigables", cuenta Bergman al periódico. "Con el paso de los años, hemos desarrollado relaciones personales y eso es lo que nos ha ayudado a resolver estas crisis. Básicamente, llevamos a cabo conversaciones informales con la otra parte. No hacemos declaraciones grandiosas y nos centramos en escuchar y en entender a la otra parte, de manera que podamos desarrollar ideas que nos permitan alcanzar un acuerdo".

Bergman, que tuvo que asentir educadamente al escuchar más de una perorata sobre el lugar de Rusia en el mundo, añade que su negociación se hacía en paralelo con los pasos que iba dando la Casa Blanca, y que en una ocasión las fricciones entre ambos gobiernos les obligaron a cancelar el viaje a Moscú. Bergman también viajó a Armenia a reunirse con altos cargos. "No hay sustituto para el contacto directo".

Foto: Soldados ucranianos rendidos en Azovstal. (Reuters/Alexander Ermochenko)

El hecho de que Bergman, Richardson y otros asociados no sean diplomáticos ni trabajen para el Gobierno les da flexibilidad y les ayuda en su trabajo. Pero Bergman reconoce que, a veces, tienen problemas al lidiar con el enorme y complejo entramado de intereses burocráticos estadounidenses. Al periodista Daniel Fenster, detenido por el régimen de Myanmar, lo liberaron ellos solos, sin ayuda alguna del Gobierno. Lo cual pudo haber herido algunos egos en Washington.

Según la reconstrucción parcial hecha por la revista Rolling Stone, durante los meses de negociación hubo momentos en que esta parecía saltar por los aires. La mujer de Griner, Cherelle Griner, se cansó de que desde el Gobierno, según ella, la ignoraran o le dieran largas y decidió reivindicar el caso ella misma en los principales medios de comunicación estadounidenses. Finalmente, cuando Biden ya había dado orden de canjear a Viktor But, un periodista de la CBS recibió una pista y estuvo cerca de dinamitar el proceso. Los rusos habían puesto como condición el máximo secreto en las negociaciones, de las que poca gente en el Gobierno tenía constancia.

Ahora el Richardson Center está trabajando para liberar a Paul Whelan, lo que resulta un caso mucho más difícil. La intención inicial de la Casa Blanca era canjear a Viktor But por Brittney Griner y Paul Whelan. Al ser But un pez de tal calibre, pensaron que los rusos aceptarían. Pero no fue así. Moscú dejó claro desde el principio que Whelan tenía que ser aparte. Los norteamericanos trataron de ablandar esta postura arrojando otros elementos a la negociación. Sin resultados.

Foto: Joe Biden firma la ley del matrimonio igualitario en la Casa Blanca. (EFE/EPA/Michael Reynolds)

El caso de Paul Whelan no está tan claro como los de Griner o Reed, detenidos visiblemente por razones nimias, quizá para ser usados como bazas frente a Washington. Whelan fue agente de policía durante una década y luego entró en los marines, de donde lo acabaron echando por "intento de latrocinio". Desde entonces, trabajaba como consultor de seguridad privado y tenía una manera de vivir un tanto peculiar. Whelan viajaba mucho, sobre todo a Rusia, donde cultivaba amistades con varios rusos, algunos de ellos con una trayectoria policial o militar.

El 28 de diciembre de 2018, Whelan fue detenido por el servicio secreto FSB en el Hotel Metropol, adonde había acudido a la boda de un compatriota con una rusa. La acusación dice que Whelan recibió un dispositivo de memoria USB con los nombres de los empleados de una agencia de seguridad rusa.

Foto: Una persona pasa por delante de la catedral de Santa Sofía, en Kiev, Ucrania. (EFE/EPA/Roman Pilipey)

Tradicionalmente, Estados Unidos no reconoce en público la identidad de sus agentes, incluso si estos han sido arrestados en el extranjero. Aun así, un antiguo agente de la CIA responsable de operaciones encubiertas en Rusia, John Sipher, declaró a The New York Times que la agencia americana jamás habría usado a alguien como Whelan para espiar en Rusia: con un pasado militar, sin cobertura diplomática y moviéndose entre rusos con aparente torpeza. Otro detalle que pudo haber alarmado a los rusos es que Whelan tiene cuatro pasaportes: estadounidense, canadiense, británico e irlandés, dadas sus circunstancias familiares y personales.

Los familiares de Whelan aseguran que los cargos de espionaje, por los que el norteamericano cumple una condena de 16 años de prisión, son una fantasía. "Rusia dice que atrapó a James Bond en una misión de espionaje", declaró el propio Whelan en su comunicado ante los tribunales rusos. "En realidad, secuestraron a Mr. Bean de vacaciones". Sea como fuere, los rusos trazaron desde el principio una línea roja en torno a Paul Whelan, que manifestó su decepción por no haber sido parte del trato que brindó la liberación de sus conciudadanos en Rusia.

"Soy Joe Biden. Bienvenida. Bienvenida a casa". Estas fueron las palabras que el presidente de Estados Unidos le transmitió a Brittney Griner, baloncestista norteamericana, tras ser liberada en un intercambio de prisioneros con Rusia. Un final feliz que, sin embargo, deja decepciones y malos humos por el camino, y un retrato de cómo funcionan las cañerías diplomáticas entre Washington y Moscú.

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