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Menos F-16 y más 'bombas de racimo': la polémica arma que Ucrania necesita ahora
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Menos F-16 y más 'bombas de racimo': la polémica arma que Ucrania necesita ahora

A Kiev le hace falta de todo, pero ahora, aparte del tema recurrente de los cazas F-16, lo que de verdad se necesita en el campo de batalla son estas polémicas municiones

Foto: Operarios de la marina de EEUU manejan bombas de racimo. (Reuters)
Operarios de la marina de EEUU manejan bombas de racimo. (Reuters)

No hay semana en esta guerra sin que se produzca algún suceso que genere amenazas por parte de Rusia y debates a nivel de la opinión pública. En esta ocasión, los culpables son un tipo de armamento muy discutido y, en muchos países, proscrito. Hablamos de las bombas de racimo, que tal como deslizó el propio presidente norteamericano, iban camino de Ucrania y ya han llegado. A Kiev le hace falta de todo, pero ahora, aparte del tema recurrente de los F-16, lo que de verdad se necesita en el campo de batalla son estas polémicas municiones.

Las llamadas generalmente como bombas de racimo (generalización algo errónea), son un tipo de munición especial que busca la destrucción de un área del campo de batalla por efecto de saturación. Se consigue al dispersar un número determinado de municiones más pequeñas que van en su interior. Pueden ser lanzadas por piezas de artillería, normalmente en calibres de 155 mm o los equivalentes rusos, en ojivas de cohetes, como los Smerch rusos o Himars americanos y en misiles o bombas aire-tierra, lanzadas desde un avión.

Foto: Tanques israelíes Merkava 4 durante un entrenamiento militar en la frontera entre Israel y Siria, en 2021. (EFE/EPA/Atef Safadi)

Es en este último caso cuando sería correcto hablar de bombas de racimo o cluster por su nombre en inglés. La forma más correcta sería la de munición de racimo. Las más comunes son las denominadas APICM y DPICM, que se corresponden con las iniciales de Antipersonnel o Dual-Purpose, Improved Conventional Munition, o munición convencional mejorada antipersonal o de doble propósito. Si bien lo de antipersonal no hace falta explicarlo, lo de doble propósito hace referencia a que las municiones más pequeñas o submuniciones, se diseñan para ambas misiones, antiblindaje y antipersonal, de ahí lo de doble propósito.

placeholder Bomba CBU-105 del tipo cluster, en el pylon de un B-52. (USAF)
Bomba CBU-105 del tipo cluster, en el pylon de un B-52. (USAF)

Cada proyectil lleva en su interior un número variable de submuniciones o bombetas —como a veces también se denominan— que se dispersan sobre un área al abrirse a una altura establecida. Se busca asegurar la destrucción dentro de un área y para ello son lo más efectivo que hay. La altura de apertura es clave. Si se abre a una altura excesiva, las submuniciones tendrán una mayor dispersión y cubrirán un área mayor, pero los efectos letales serán menores. Interesa pues, un compromiso entre superficie a batir y daño efectuado, de tal manera que se asegure la destrucción dentro del área atacada. Por eso muchas de las submuniciones llevan elementos de frenado o pequeños paracaídas, para conseguir la dispersión adecuada.

Un ejemplo del tipo DPICM, que además es bien conocido y existe en grandes cantidades, es el modelo americano M483A1. Es un buen ejemplo porque es probable que sea uno de los enviados a Ucrania. Es para artillería de 155 mm, válido por ejemplo para los cañones M777, también suministrados en grandes cantidades. Se dispara como otro normal, pero en su interior lleva alojadas 88 submuniciones de dos tipos, granadas M42 y M46. Ambas son multipropósito, es decir, de fragmentación y válidas contra personal y contra vehículos y blindados ligeros.

El M483A1 lleva 64 unidades del M42 y 24 del M46. Las segundas son más pesadas y se alojan en la parte trasera de la ojiva del proyectil, mientras que las M42, más ligeras y con mayor capacidad de fragmentación (producen más metralla) se disponen en la parte delantera. El área cubierta por uno solo de estos disparos varía ligeramente en función del tipo de arma y de la distancia a la que se haga fuego. Para alcances del entorno de los 24 km, el área arrasada tendría forma de elipse de aproximadamente unos 100 x 120 m, con tendencia a ser un área circular.

placeholder Artillería ucraniana en acción. Pieza de 155 mm M777. (Ucrainian Armed Forces)
Artillería ucraniana en acción. Pieza de 155 mm M777. (Ucrainian Armed Forces)

Dentro de esa zona, casi un 30% más extensa que un campo de fútbol grande, los combatientes que no se encuentren bien cubiertos serán bajas y los vehículos no blindados o con blindaje ligero, quedarán destruidos o inutilizados. La eficacia, por tanto, es muy grande. No precisa de una elevada precisión, son baratos y letales. En principio, todo ventajas.

Convencional frente a racimo

Como concepto, son opuestos. El convencional supone una única ojiva con una cantidad grande de explosivo, justo lo contrario que los ingenios de racimo. La diferencia es que el convencional provoca grandes daños en el punto de impacto, su poder destructivo es enorme, pero no tiene efectos más allá de su área letal, que en términos relativos es más reducida. ¿Cuál es mejor? Depende de lo que se busque.

Si queremos destruir un objetivo concreto, mejor una munición convencional y mejor si es guiada, porque luego está el tema de la precisión. Pero si lo que se busca es barrer una zona donde, por ejemplo, se han concentrado vehículos, tropas, un taller de campo o una zona logística, mucho mejor la de racimo.

Si recordamos cuando hablábamos del CEP y de la precisión de las municiones, decíamos que un proyectil convencional de 155 mm tenía un radio letal de 50 metros. Así, para batir un área equivalente a la de un M483A1 (de nuestro ejemplo anterior) y simplificando cálculos, necesitaríamos unos 30 proyectiles convencionales. Eso contando (que no sucederá) que todos aciertan en el punto deseado para no dejar ningún hueco sin batir. Con esto queda claro que, si no se trata de algo muy fortificado, carros de combate pesados u objetivos muy bien protegidos, la economía - eficacia lograda por estas municiones es imbatible.

placeholder Imagen de 2016. Un artillero norteamericano cargando una munición DPICM (tipo cluster) de 155 mm. (US Army)
Imagen de 2016. Un artillero norteamericano cargando una munición DPICM (tipo cluster) de 155 mm. (US Army)

Ahora vamos con los problemas de Ucrania. En estos momentos tienen dos grandes preocupaciones, a cuál más grave. La primera afecta a su artillería y la segunda a una contraofensiva que, como ocurre con los malos estudiantes, no progresa adecuadamente. Ambas no dejan de estar muy relacionadas, hasta el punto de que la primera puede ser (es, en realidad) uno de los factores que más contribuyen a que se produzca la segunda.

El problema de la artillería, a su vez, tiene dos factores. Uno es la cada vez más acuciante carencia de munición. En esta guerra los niveles de consumo están siendo disparatados, tanto por la parte del invasor como del invadido. Pero el ruso, pese a sus problemas logísticos, de calidad de materiales, etc., lo cierto es que dispone de unas reservas superiores a las que Ucrania, incluso con la ayuda internacional, puede poner en juego. Con una intensidad artillera donde las tropas de Kiev han superado los 15.000 disparos diarios en algunos momentos de la guerra —hoy en niveles que rondan los 2.500 diarios, o menos— la solución es difícil.

"En esta guerra los niveles de consumo están siendo disparatados, tanto por la parte del invasor como del invadido"

Consecuencia de este volumen de fuego hay un segundo factor que muy pocas veces sale a relucir: el desgaste de los cañones. Dependiendo de diversos factores, como el modelo de pieza, el calibre, tipo de munición, calidad constructiva, etc. los tubos de los cañones deben ser reemplazados cada cierto número de disparos. Es necesario. No hacerlo supondría, como mal menor, una pérdida de precisión, pero podría llegar —como así ha ocurrido unas cuantas veces— a que el cañón reviente.

Por seguir con nuestros ejemplos, para una pieza M777 lo normal es cambiar el tubo alrededor de los 2.500 disparos, cifra que en general es menor en el caso del material ruso, sobre todo el más antiguo. La conclusión llega por sí sola. Si hay escasez de munición y elevado desgaste en los tubos, un tipo de arma que permite reducir el número de disparos en más de 30 veces, tiene que ser más que bienvenida.

Riesgos y la cuestión ética

De momento todo parecen ventajas. Ahora, abordemos la parte mala. Desde el punto de vista operativo esta munición es ideal para defensa, para batir tropas enemigas que atacan, pues lo hacen necesariamente a descubierto o en vehículos. Pero no es tan ideal para batir posiciones defensivas que luego han de ser atacadas y ocupadas por fuerzas propias. El motivo es que no son tan eficaces contra tropas a cubierto, pero además, en todas las municiones —grandes o pequeñas— hay riesgo de que algunas fallen y queden sin explotar. Ese riesgo está cuantificado y se estima que es del orden del 2-3% de los disparos. Un porcentaje que puede llegar a aumentar hasta cerca del 40% si la munición no se ha conservado como es debido, está caducada o se maneja por personal sin el debido adiestramiento.

placeholder Restos de un misil ruso Iskander-M con ojiva de racimo, tras haber impactado en Kramatorsk. (Ucrainian MoD)
Restos de un misil ruso Iskander-M con ojiva de racimo, tras haber impactado en Kramatorsk. (Ucrainian MoD)

Bien, siempre encontraremos proyectiles o bombas sin explotar, pero no es lo mismo uno de 155 mm, grande y fácil de localizar, que dos o tres submuniciones —de las 88 que dispersaba el de nuestro ejemplo— queden activas y repartidas en un campo de fútbol. Hay riesgo de que exploten justo cuando estén allí las tropas propias y, además, estas tropas deben estar instruidas en la munición que se usa, para saber identificarlas correctamente.

Fuera del plano operativo está la cuestión moral sobre el empleo de estas armas y cuando nos movemos más allá de datos u operatividad militar, todo se complica. Este tipo de municiones están prohibidas por más de 100 países, España entre ellos, debido a los riesgos de que esas municiones tan diseminadas y que no han explotado, a veces difíciles de distinguir de otros objetos, puedan afectar a la población civil. Ocurre con esto lo mismo que con las minas antipersona.

Sin embargo, ni Estados Unidos —aunque las ha retirado de sus inventarios—, ni Ucrania, ni por supuesto Rusia, son firmantes de esa prohibición, como tampoco lo son Polonia o Rumanía, por donde podrían llegar esos envíos. Por tanto, desde una perspectiva estrictamente legalista, nadie incumpliría nada. Pero la cuestión ética trasciende la legal.

"Fuera del plano operativo está la cuestión moral sobre el empleo de estas armas"

Por otro lado, tampoco es lo mismo utilizar municiones DPICM o APICM en una zona de combate —por más que luego haya que limpiarla— que en una zona poblada y en este sentido está documentado que Rusia, desde el primer momento de la guerra, ha venido utilizando cohetes BM-30 o misiles Iskander con ojivas de racimo, lanzándolas sobre ciudades como Járkov. Es evidente que el objetivo era causar daños a la población civil. Luego están los casos, también documentados, de utilización de bombas de racimo donde las submuniciones estaban disfrazadas de juguetes. Esto ha ocurrido en Afganistán, también en Siria, donde sigue pasando y en algún otro conflicto africano. Si hubiese una escala para clasificar los crímenes de guerra, sin duda este ocuparía el primer puesto.

En estas cuestiones éticas la guerra, demasiado a menudo, impone zonas difusas y muchas hipocresías. Es legal matar un civil con determinada arma, pero no con otra. Desde el punto de vista ucraniano, cuando has sido invadido y la perspectiva es morir en una trinchera, es muy probable que esa zona gris sea vista con mucha mayor permisividad. Para lo demás, ya está la conciencia de cada uno.

No hay semana en esta guerra sin que se produzca algún suceso que genere amenazas por parte de Rusia y debates a nivel de la opinión pública. En esta ocasión, los culpables son un tipo de armamento muy discutido y, en muchos países, proscrito. Hablamos de las bombas de racimo, que tal como deslizó el propio presidente norteamericano, iban camino de Ucrania y ya han llegado. A Kiev le hace falta de todo, pero ahora, aparte del tema recurrente de los F-16, lo que de verdad se necesita en el campo de batalla son estas polémicas municiones.

Conflicto de Ucrania Defensa
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