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La mayor guerra cultural (y legal) por los toros está ocurriendo ahora mismo en México
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La Monumental reabre sus puertas

La mayor guerra cultural (y legal) por los toros está ocurriendo ahora mismo en México

La batalla en los tribunales ha llevado a prohibir y reinstaurar las corridas de toros varias veces en la Ciudad de México. El presidente, López Obrador, propone un referéndum al respecto

Foto: Trabajadores de la Plaza México retiran el cuerpo de un toro en su reapertura el pasado 28 de enero. (Getty/Cristopher Rogel Blanquet)
Trabajadores de la Plaza México retiran el cuerpo de un toro en su reapertura el pasado 28 de enero. (Getty/Cristopher Rogel Blanquet)

Es el 28 de enero y la plaza está a reventar. Cerca de 42.000 personas, lleno absoluto, se disponen a disfrutar de la lidia en un ambiente festivo, aunque acompañado también por los gritos de protesta que llegan del exterior del recinto. En el centro del ruedo, pintada sobre el albero amarilllo, una sola palabra, escrita en mayúsculas y formando un semicírculo: "LIBERTAD". ¿Nos encontramos, tal vez, en el Madrid de Isabel Díaz Ayuso? No, estamos en la Ciudad de México, donde la Monumental, la plaza de toros más grande del mundo, ha reabierto sus puertas después de un año y medio de prohibición. Apenas tres días después, un juez suspendía de nuevo las corridas en la capital mexicana. A la mañana siguiente, un recurso ante la Suprema Corte de Justicia las reinstauraba. Una guerra legal y cultural que está alcanzando su apogeo y que, más allá del habitual cara a cara entre animalistas y taurinos, supone un choque de interpretaciones de conceptos como la libertad, la tradición o, incluso, la españolidad.

México, inmerso en sus incontables contrastes y contradicciones, es un país donde el activismo a favor de los derechos de los animales tiene mucho fervor, a pesar de que en muchos de sus rincones el maltrato animal sigue normalizado, sobre todo en equinos y perros —no hay censos oficiales, pero se estima que solo en el estado de México hay más de 2.5 millones de perros callejeros y abandonados en parajes naturales—. Sin embargo, en lo que a los toros respecta, fue la presión de la asociación civil Justicia Justa la que logró que en junio de 2022 la Monumental, también conocida como Plaza México, no pudiese celebrar más las famosas corridas, uno de los espectáculos que tradicionalmente ha concentrado al público de origen español.

Como en España, la tauromaquia es una disciplina imposible de separar de la polémica en México. Los aficionados lo defienden como una expresión artística y una tradición, además de una potente industria ganadera; para sus detractores es, sencillamente, tortura y crueldad contra los animales. Y en el medio son pocas las voces que intentan (o proponen) un término conciliador, es decir, seguir celebrando las corridas, pero sin que éstas culminen con el sacrificio del toro. Un tema de difícil solución y que va más allá de las opiniones y gustos populares. El ecosistema legal beneficia, por ahora, a los taurinos. Pero el presidente del país, Andrés Manuel López Obrador, presentó este mismo mes una propuesta de reforma constitucional para erradicar el maltrato animal en todo el territorio nacional. Esta incluiría los toros, por lo que la nueva batalla está servida.

El ruedo legal

En diciembre de 2023, quedó anulado el decreto que en junio de 2022 había establecido la suspensión de los toros en la Ciudad de México. El intríngulis del caso, desde el punto de vista legal, es que la legislación del espectáculo taurino es solo a nivel local y no federal. Son cinco estados donde están prohibidas ya las corridas: Sonora (2013), Guerrero (2014), Coahuila (2015), Quintana Roo (2019) y Sinaloa (2022). Por otra parte, está considerada como un bien cultural y material en siete estados: Aguascalientes, Tlaxcala, Hidalgo, Querétaro, Zacatecas, Michoacán y Guanajuato.

Foto: El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. (EFE/José Méndez)

No todos los animales nacen con igualdad de derechos. En 2015, se prohibió la explotación de animales en espectáculos circenses; en 2017, las peleas de perros quedaron tipificadas como delito federal (uno de los casos únicos a nivel nacional), y un año más tarde se decretó la prohibición de animales marinos para eventos de entretenimiento, así como para terapias. Pero los toros y los gallos no han corrido con la misma suerte, ya que ambos forman parte de celebraciones tradicionales y populares y las líneas legales que los definen siempre son borrosas. Esto, pese a que hay amplios sectores de la sociedad que hoy repudian esas actividades que implican la muerte de algún animal con un alto grado de violencia.

placeholder Fotografía aérea de la Plaza México durante su reapertura, el pasado 28 de enero. (EFE/Isaac Esquivel)
Fotografía aérea de la Plaza México durante su reapertura, el pasado 28 de enero. (EFE/Isaac Esquivel)

El punto es que las corridas de toros, pese a haber estado suspendidas desde junio de 2022 hasta enero de 2024, se celebrarán de nuevo en la Plaza México durante la campaña 2024. Así lo determinó una jueza federal, Sandra de Jesús Zúñiga, tras negar la suspensión y el amparo presentado por la asociación civil "Todas y todos por amor a los toros" y defendido por Jorge Gaviño, un diputado local que ha abanderado férreamente la causa antitaurina.

El legislador ha declarado, incluso publicado en redes sociales, que el juicio para lograr la prohibición absoluta del espectáculo taurino aún sigue y que se agotarán todos los recursos legales hasta lograrlo. Y, en un tuit, lanzó la siguiente pregunta: “¿Es constitucional el maltrato al que son sometidos los toros en este espectáculo?”. La pregunta sigue en el aire, especialmente cuando el propio presidente del país no para de pronunciarla. López Obrador, que ya había propuesto a finales de 2023 someter la continuidad de las corridas de toros a referéndum, volvió a plantear este mes la posibilidad de una consulta popular al respecto. También prometió una reforma de los artículos 3, 4 y 73 de la Constitución Mexicana para incluir disposiciones específicas que prohíban cualquier forma de crueldad hacia los animales antes de que concluya su mandato, este mismo año.

La batalla cultural

Manolo, académico mexicano de nacimiento y español por sus abuelos, cuyo nombre real esconde bajo ese pseudónimo debido a que su familia es muy cercana al mundo taurino de México, cuenta a El Confidencial por qué la tauromaquia sigue siendo un tema difícil de resolver, sobre todo para gente que tiene posturas ambivalentes al respecto.

De niño lo llevaron varias veces a las corridas de la Plaza México, a Las Ventas, y a la Maestranza. Recuerda históricas faenas de Eloy Cavazos, por ejemplo. Recapitula los gritos, los “¡oleeee!” y las verónicas, además de las suertes charras, las escaramuzas y, sobre todo, un sinfín de carteles taurinos de los dos lados del Atlántico. Para Manolo, la fiesta brava, como así la llama, le resultaba algo familiar. Sin embargo, jamás ha reparado en expresar que el sacrificio del animal en el ruedo es algo con lo que nunca se ha sentido muy cómodo. “Aunque parezca contradictorio, me parece una versión no muy distinta de un circo romano. Y es de una crueldad innegable”, suelta. Ninguno de sus amigos, en México y España, aprueban la tauromaquia.

Foto: Corrida de toros mixta en Valencia. (EFE/Kai Forsterling)

“En casa nunca me preguntaron si me gustaba o si quería ir a la plaza. Simplemente me llevaban, ya que era un niño. Conocí plazas y ruedos en tantos sitios, pues mi familia siempre ha sido muy taurina. Pero, en silencio, siempre sufrí por ser parte de algo que me parecía repugnante, es decir, torturar y matar con crueldad a un animal tan noble”, dice. Sus palabras parecen serenas, pero después, con el ejercicio de la confesión, parece alterarse. “Mi problema no es decidir si la tauromaquia es arte o no, la cuestión es que matar a un toro sea un espectáculo. Entiendo que sea muy difícil ver que son dos cosas distintas, pero ya estamos en 2024, por favor”, opina.

Manolo también critica lo incuestionable del valor tradicional de ese evento. Pero para él, que tiene un posgrado en herencia cultural —disciplina, según dice, encargada de estudiar el patrimonio cultural desde el presente, y no “en el pasado”, como lo hace la Historia—, el que a esta disciplina se le considere como una tradición no le resulta un argumento lo suficientemente fuerte como para no cambiar y eliminar del espectáculo el sacrificio del toro.

“La única constante es el cambio. Eso lo han dicho incontables filósofos en la historia. Y los toros es una expresión cultural que, siendo honestos, no es milenaria como muchos suelen decir, no, al menos, en la forma en la que la conocemos ahora”, expresa. De acuerdo con este académico, todas las tradiciones fueron innovadoras en algún momento, nacieron de una manera, sufrieron cambios, se adaptaron a la gente que las creó en su momento y, después, con algunos otros cambios, fueron moldeándose a cada una de las épocas. Y, la tauromaquia, según él, no es la excepción. “Mucha gente aún cree que las tradiciones son inamovibles, y eso es un grave error. El día que entendamos que todo puede cambiar y que todo es digno de resignificarse y adaptarse a su tiempo, a su gente, a sus nuevas formas, entonces podremos considerar que la tauromaquia se celebre sin crueldad”, sentencia.

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No obstante, la opinión de Manolo no tiene el eco que tienen otras voces, como, por ejemplo la de Jorge. Él es empresario, tiene 39 años, es mexicano, y fue uno de los asistentes a la fiesta taurina del pasado 5 de febrero. Se trataba de una noche especial: se celebraban los 78 años de la Plaza de Toros México, fue la despedida del rejoneador navarro Pablo Hermoso de Mendoza (que tiene casi un millar de actuaciones en México desde 1999), y era la confirmación de que los toros siguen teniendo un público férreo, pese al año y medio de la suspensión.

“Me encantan los toros. Mi abuelo nos llevaba desde niños. Yo no soy español, pero me encanta la cultura española. Amo su concepto de libertad y, si fuera español, votaría a Ayuso. ¡Que viva la libertad!”, lanza sin aspavientos. Para él, la problemática radica en el mismo punto que para Utrera-Molina: la prohibición impulsada desde el activismo de izquierdas. “Si no te gustan los toros, no vayas a la plaza. Pero eso no te da el derecho de prohibirlos. Es como si yo quiero prohibir el reguetón solo porque no me gusta”, opina.

“El maltrato animal no se negocia”

Armando, abogado, vive cerca de la Plaza México y aborrece la tauromaquia. Para él, igual que para Manolo, no solo es el hecho de que se torture hasta la muerte a un animal, sino que se haga una fiesta y un espectáculo de ello. Y asiste a las marchas animalistas cuando su agenda de padre se lo permite. “¿Por qué los toros tienen otra categoría legal que otros animales en México? ¿Es por cuestiones culturales, por favor?”, dice. Para él no hay justificación alguna para celebrar un espectáculo que él mismo tacha de indigno y grotesco. “Estamos en 2024, ¿por qué queremos vivir como si estuviésemos en 1950?”, se pregunta.

Armando dice no tener vínculo alguno con España (pese a que su abuelo era catalán y su abuela valenciana). Tacha de "ridículos" a los que asisten a las corridas de toros para “sentirse españoles”. “Mucha gente está acomplejada y le gustaría vincularse a España, pero no pueden o simplemente no lo hacen. Viven en México, pero quieren vivir como españoles. Lo que no saben es que es precisamente en España donde mucha gente lucha para abolir esta práctica”, dice.

Foto: El presidente Andrés Manuel López Obrador celebra "el Grito", la conmemoración anual de la independencia mexicana de España. (Reuters)

El mexicano reflexiona sobre los tiempos que corren en los que se ha industrializado la muerte animal para el consumo humano. Habla de la sobre explotación de pollos y gallinas, de la crisis que ha generado la sobre explotación de la ganadería y de todos los recursos que se destinan para el consumo masivo de carne. Cierra diciendo: “No se trata de libertad. La constitución mexicana, en teoría, garantiza el bienestar de los animales y su derecho a la vida, ¿por qué seguimos celebrando las corridas de toros, por la "libertad"? Eso es una falacia. En la plaza el único que no es libre es el toro. Las cosas tienen que cambiar”.

Es el 28 de enero y la plaza está a reventar. Cerca de 42.000 personas, lleno absoluto, se disponen a disfrutar de la lidia en un ambiente festivo, aunque acompañado también por los gritos de protesta que llegan del exterior del recinto. En el centro del ruedo, pintada sobre el albero amarilllo, una sola palabra, escrita en mayúsculas y formando un semicírculo: "LIBERTAD". ¿Nos encontramos, tal vez, en el Madrid de Isabel Díaz Ayuso? No, estamos en la Ciudad de México, donde la Monumental, la plaza de toros más grande del mundo, ha reabierto sus puertas después de un año y medio de prohibición. Apenas tres días después, un juez suspendía de nuevo las corridas en la capital mexicana. A la mañana siguiente, un recurso ante la Suprema Corte de Justicia las reinstauraba. Una guerra legal y cultural que está alcanzando su apogeo y que, más allá del habitual cara a cara entre animalistas y taurinos, supone un choque de interpretaciones de conceptos como la libertad, la tradición o, incluso, la españolidad.

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