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TOROS

La Feria de San Isidro | De perdidos al trío

Hoy se fue Pablo Hermoso con el silencio respetuoso de la Plaza de Las Ventas. Poco ruido me parece para el mayor artista que ha enfrentado el toreo con pureza a lomos de rocines tan mezclados

Foto: La rejoneadora gala Lea Vicens durante el vigésimo segundo festejo taurino de la Feria San Isidro. (EFE/Fernando Villar)
La rejoneadora gala Lea Vicens durante el vigésimo segundo festejo taurino de la Feria San Isidro. (EFE/Fernando Villar)

3 de Junio de 2023

22ª de la Feria de San Isidro.

Lleno de no hay billetes, y ya van bastantes, en tarde primaveral, fresca y con rachas de viento que, por suerte, no perjudican al toreo a caballo. Segundo y último cartel de rejones con el irrepetible atractivo de la despedida de Pablo Hermoso de Mendoza de esta plaza, el último los grandes revolucionarios del toreo a caballo. Figura indiscutible durante más de dos décadas, dice adiós anunciado con su hijo en lo que se suponía un homenaje a su amplia e impresionante tauromaquia.

6 toros de Fermín Bohórquez, bien presentados, algunos con serias arboladuras a pesar del recorte de sus astas, y de juego en general decepcionante... Noble el segundo, pero sin transmitir por clara falta de fuerzas. El cuarto se vino muy abajo tras quedar mermado en los rejones de castigo, tampoco dio opción de triunfo. Destacó el bravo y bueno sexto que no dejó de embestir hasta su muerte

PABLO HERMOSO DE MENDOZA, silencio y silencio.

LEA VICENS, ovación tras leve petición y oreja.

GUILLERMO HERMOSO DE MENDOZA, silencio y oreja.

Impecablemente vestidos los tres rejoneadores, con casacas, azules, granas y grises que remataban una deslumbrante estética de toreros a caballo.

A caballo entre la lógica y el milagro, Pablo Hermoso de Mendoza ha representado el mejor concepto del toreo desplegado nunca a cuatro patas. Recuerdo en esa publicidad del 6 toros 6, o quizá fuera en el Aplausos, —que compraba los dos con agregado sacrificio— el anuncio de un rejoneador que venía a cambiar el clasicismo por el espectáculo. Recuerdo aquellas páginas en blanco y negro promoviendo navarro rejoneador que, siendo eso mérito en sí mismo, lograba destacar además su gran virtud y habilidad de dar muerte desde el caballo al burel a estoque limpio. Nada de ventajistas rejones de muerte con asidero de casi metro. Se abalanzaba hacia el toro con los pechos por delante de su más torero caballo —el alter ego equino del mismísimo Juan Belmonte— con un estoque de veras. Cagancho, pónganse de pie al oír su nombre, les llegaba tan cerca a los toros en el lance de la muerte que Pablo decidió verse capaz de dar finiquito al oponente con estoque de matar a pie. Y lo anunciaba a bombo y platillo, a página completa, eso sí, en color de sepia, en aquellos medios precarios, pero de precisión inequívoca, que eran las revistas taurinas de final de los noventa.

Llamaba la atención la suerte en tiempos en el que el rejoneo vivía momentos de tránsito después de aquellos grandes nombres de señoritos de campo. De los Domeqs, de los Peralta, de los Vidrié o los Fornillos, pasamos al espectáculo del valiente Curro Bedoya, del renovador Ginés Cartagena. Gestos, gritos y aspavientos reclamaban el aplauso de gradas recién llegadas y rendidas al equino. Mucho ruido, pocas nueces, muchos giros, pocos pases. Confusos años noventa para el toreo a caballo que Pablo Hermoso de Mendoza redireccionó con tino. Con tino y con Cagancho, recuerden ponerse de pie al repetir este nombre. Primer caballo torero, más allá de la doma o el encargo, más allá de la obligación de un caballo o una montura en trance de ser artista.

Las claves de torear a caballo con pureza y clasicismo no parecen complicadas. Darle la ventaja al toro, enfrentarse con los pechos, clavar delante del estribo y salir airoso del encuentro son esas reglas básicas con las que valorar al torero cabalgando. Antes de que este monstruo, a los centauros siempre se les consideró fieras salvajes, decidiera con su doma, con su temple y con su clase redefinir el toreo de cuando intervienen tres seres, el rejoneo era prisa, era quiebro a la deriva, era huida más que lance.

Pero llegó el navarro y paró todos los tiempos. Templó con cuartos traseros como si fuera muleta. En vez de enseñar los pechos del corcel a los impulsos frenéticos del toro con prisa de sálvese quien pueda, se los pasó por el morro a cámara lenta increíble. Ahí nos surgió el olé hasta a los más incrédulos. Los escépticos de que el arte pudiera casi delegarse a un penco, jaco o jamelgo. Vino este Pablo divino y reordenó el torero de cara a cara con el toro. Y de perdidos al trío, que decía una buena amiga, y toro, caballo y torero despliegan la sinfonía del arte del rejoneo.

Son más de treinta años de reinventar el rejoneo, de dar verónicas despacio con el passage, con el estribo, con la penca, con el rabo. Años, temporadas, décadas, de dar ventaja a los toros, mostrando la valentía de aficionados caballos al lance de enfrentar toros domados, con afición y con innegable compromiso.

placeholder El rejoneador Guillermo Hermoso durante el vigésimo segundo festejo taurino de la Feria San Isidro. (EFE/Fernando Villar)
El rejoneador Guillermo Hermoso durante el vigésimo segundo festejo taurino de la Feria San Isidro. (EFE/Fernando Villar)

Hoy se fue Pablo Hermoso con el silencio respetuoso de la Plaza de Las Ventas. Poco ruido me parece para el mayor artista que ha enfrentado el toreo con pureza a lomos de rocines tan mezclados. Le vamos a echar de menos. Su hijo apunta maneras, a punto de estar preparado. Vicens cabalga y camina con afición y con entrega. Orejas de una en una empiezan a ser poco premio en tardes de una afición específica al arte del rejoneo que entiende que por el hecho de ir a la plaza cualquier sábado debe el presidente ratificar con premios auriculares el precio de sus entradas. Al margen de feos requiebros, de prisas, de desencuentros, el espectáculo taurino de ver implicado a un torero, y sobre todo a un caballo, garantizan los aplausos que no merecen quienes nunca consiguieron domesticar o domar equinos de buena presencia.

Despedimos a un artista que a pesar de tanto éxito creo poco ponderado. Lo que ha toreado a lomos de sus caballos Pablo Hermoso de Mendoza no lo han toreado tantos ni a pie ni a pecho descubierto. Darle un pase a un cinqueño con la muleta por bajo depende de tu muñeca, lograr dárselo con temple gestionando a un caballo no está al alcance de muchos. Y replicar la carrera de este gran monstruo navarro no está al alcance de nadie, ni siquiera de su hijo.

3 de Junio de 2023

Tauromaquia
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