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Feria de San Isidro | Nazarí, qué gran torero
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Feria de San Isidro | Nazarí, qué gran torero

Diego Ventura, dos orejas y oreja con fuerte petición de la segunda. Al final de su segunda faena rindió homenaje a su caballo que deja el riesgo de la lidia para rentabilizar su semen

Foto: El rejoneador Diego Ventura, a hombros, por la puerta grande de Las Ventas tras cortar tres orejas. (EFE/Daniel González)
El rejoneador Diego Ventura, a hombros, por la puerta grande de Las Ventas tras cortar tres orejas. (EFE/Daniel González)

Plaza Monumental de Las Ventas, 20 de mayo de 2023

10ª de la Feria de San Isidro. Primera corrida de rejones de la feria.

Lleno en tarde primaveral y agradable. Con viento que, sin embargo, no afecta al toreo a caballo. Variopinto el público, variado, diferente al habitual en Las Ventas.

Toros de los Espartales, primero y quinto, que remendaron los tres de Carmen Lorenzo, segundo, tercero y cuarto. Sexto de El Capea. Se rechazaron dos toros del hierro titular en el reconocimiento. Bien presentados y de buen juego en general para el desarrollo del espectáculo de rejones. Sin la obligación de humillar, los toros duran mucho y los de Capea se están especializando en este tipo de lidia. Especialmente bueno el segundo facilitó el triunfo de Ventura.

-Diego Ventura, dos orejas y oreja con fuerte petición de la segunda. Al final de su segunda faena rindió homenaje a su caballo Nazarí, en una suerte de pública retirada al estilo de las grandes figuras del toreo. Impresionante el reconocimiento al equino. Salió Ventura por la puerta grande sumando su 18ª salida en esta plaza lo que supone un record sin precedentes en la historia del toreo.

-Leonardo Hernández, ovación y ovación tras aviso tras descabellar a pie a su toro.

-Duarte Fernandes, que confirmaba alternativa, ovación y aplausos tras dos avisos, también descabelló a pie su toro. Duarte sufrió un fuerte corte en la mano en la ejecución del rejón de muerte y una fea fractura de dedos que le dificultó finiquitar al de El Capea, pasando a la enfermería al finalizar la lidia.

Ese portentoso espectáculo de doma, y de afición equina a la tauromaquia, reúne en Madrid cada vez a más adeptos

El mérito de la domesticación alcanza su sublimación en el espectáculo ecuestre de una corrida de rejoneo. Equinos al borde de la consciencia desarrollan la habilidad del engaño, por puro placer, a la bruta embestida del toro bravo. Parece por momentos que lo hacen más por propio gusto que por mandato ajeno. Caballos desafiantes se rebozan del riesgo del toro bravo en lances de precisión milimétrica e inspiración artística difíciles de explicar a un animalista. Como con los toreros de a pie hoy en día, los toreros de cuatro patas, alcanzan cotas de exposición, de técnica, absolutamente impresionantes. Ese portentoso espectáculo de doma, y de afición equina a la tauromaquia, reúne en Madrid cada vez a más adeptos. Se llenan las tardes de rejoneo en Madrid y en muchas plazas de España. A veces parece que se valora más el valor inconsciente de un caballo que el valor consciente de un torero que reta a un toro a su pie. Lo acreditan las taquillas. Pero todo suma afición y futuro si, aunque sea sin darse uno cuenta, se disfruta de la embestida brava de un toro en la plaza.

Gran tarde de toreo a caballo en Las Ventas. Momentos y conjunciones que seguirán ampliando el espectro de aficionados que saquen una entrada para disfrutar de doma y toreo al unísono. Los caballos que hoy torean lo hacen con tanta entrega, tanta torería y arte, tanta verdad por delante, tantas condiciones físicas que es difícil no sucumbir a un espectáculo tan único que se me hace que será salvavidas de la Fiesta. Se le da mérito y valor al caballo. Una forma retorcida e inconsciente de valorar la quietud y la exposición de los muslos del de a pie al arranque de un morlaco.

placeholder El rejoneador Diego Ventura durante el décimo festejo de la Feria de San Isidro, en la Monumental. (EFE/Daniel González)
El rejoneador Diego Ventura durante el décimo festejo de la Feria de San Isidro, en la Monumental. (EFE/Daniel González)

Los toros en los rejones salen claramente mermados. Con recortes de pitones. Nadie aguanta a estas alturas heridas de los caballos. Curioso cuando menos el desagravio de trato ante potenciales heridas de caballos y de humanos. Son las nuevas sensibilidades, Dios me libre de juzgarlas, pero esa verdad astifina de la integridad de los toros deberían potenciar la valoración de toreros expuestos a la cornada. Nadie pita a los caballos por mostrar dudas o por miedo. Mañana que no hay caballos volveré a pensar en esto.

El hito del día de hoy podía haber sido la decimoctava vez que el animal de Ventura, no me refiero a su caballo, me refiero al caballero, sale por la puerta grande. Son tantas que son rutina. Y sin quitarle mérito al dato, y sin dejar de reseñarlo, me ha resultado más destacable el homenaje que el caballista brindó a su caballo fetiche. Nazarí, de veinte años, toreó, reitero el término, toreó por última vez en su vida. Un animal especial que ha hecho carrera con Diego, o Diego carrera con él, y que llegado el momento deja de exponer sus pechos al albur de la embestida de toros por todas las plazas de España.

Le llevó de vuelta al ruedo Diego a su Nazarí. Con gesto de no me lo creo le acompañó el equino. Tímido, pero, consciente, liberado de la silla, de la cincha y del bocado, paseó su gallardía a la vera de su amo. Los aplausos, divididos, se inclinaban a su paso hacia el artista ecuestre. Nazarí, cabeza baja, tímido y sorprendido, sublimaba con su instinto de saber que algo pasaba su paso español y sus requiebros. Chulo, orgulloso y altivo, cumplimentó la vuelta en lo que digamos ha sido el gesto más humanizado de un animal que haya visto.

Le volará la cabeza a cualquier antitaurino ver la expresión de Nazarí al final del paseíllo

Deja el riesgo de la lidia para rentabilizar su semen. Se ha ganado con creces un final tan deseado. Tanto valor, tanto arte, tanta entrega y afición ha derrochado el caballo que el homenaje de hoy por voluntad de su amo no se lo rendimos al de arriba, se lo rendimos al de abajo.

Le volará la cabeza a cualquier antitaurino ver la expresión de Nazarí al final del paseíllo. Percibir su decisión, sus bufidos, los guiños de sus orejas como muestra de placer, de consciencia por el riesgo y por voluntad de probarse romperá cualquier esquema de la percepción del espíritu de los que llamamos animales. Ellos no sienten lo que pensamos. Ellos sienten lo que quieren. Nazarí siente el toreo. Explíqueselo a quienes piensan que pueden pensar por ellos.

Plaza Monumental de Las Ventas, 20 de mayo de 2023

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