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Feria de San Isidro | Caballos de Troya
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Feria de San Isidro | Caballos de Troya

Guillermo Hermoso de Mendoza salió a hombros y cortó tres orejas el día en que tomaba la alternativa, acompañado de la rejoneadora Vicens

Foto: Salida a hombros de los rejoneadores Hermoso de Mendoza y Vicens. (EFE/JJ Guillén)
Salida a hombros de los rejoneadores Hermoso de Mendoza y Vicens. (EFE/JJ Guillén)

Lleno de no hay billetes en el segundo festejo de rejones de la feria. Tarde muy agradable sin que sea reseñable el viento por no tener influencia. Seis toros de Carmen Lorenzo y El Capea de entre 509 y 623 kilos. Bien presentados aunque con mucha diferencias de peso. Procedentes de un encaste que ha devenido propicio para el toreo a caballo. Bravos persiguiendo los equinos con celo y nobleza, el único difícil el segundo, de excepcional juego el cuarto y el quinto. Facilitaron la labor de los matadores con su entregado galope y, por tanto, el espectáculo. Gran corrida de toros.

Guillermo Hermoso de Mendoza, que confirmaba alternativa, con chaqueta campera azul pavo con botonadura en plata y calzona azul marino, palmas, oreja y dos orejas. Lea Vicens, con chaqueta de terciopelo burdeos con remates en azabache y calzona negra y zahones, silencio, oreja y oreja. Ambos salieron por la puerta grande. Actuaron mano a mano tras la baja de Pablo Hermoso de Mendoza, padre de Guillermo, tras un reciente percance del que no ha podido recuperarse. Eso alteró el orden normal de las actuaciones lidiando Guillermo primero, tercero y quinto y Lea segundo, cuarto y sexto.

Foto:  El diestro Ángel Tellez. (EFE/Miguel Osés)

El caballo de Troya es estratagema bélica. Cantada en tiempos de Homero en su clásica Odisea. Un artilugio muy bello que la superficialidad y la superstición de los troyanos llevó a conservarlo intramuros tras supuesta retirada de los ejércitos aqueos. Llevaba en sus huecas tripas la simiente de la derrota. Los 30 soldados más fieros, apostados de barriga, armados hasta los dientes, esperaron que la noche rematara su cobijo para vencer desde dentro las infranqueables murallas. Consumaron su estrategia. Con nocturnidad y alevosía pasaron a cuchillo a los pocos que custodiaban la puerta y lo que era en aquel tiempo la joya de Asia Menor, Anatolia, pasó a ser un infierno, pero de puertas abiertas.

La tauromaquia estos tiempos tiene que estar bien atenta. Aferrada a las murallas de la tradición y la cultura, es un reducto seguro para los que nos vemos dentro. Pero baja la población, envejece y empieza a mostrar con demasiada frecuencia claros síntomas de endogamia. Hoy, como en la mitología, los aqueos, una combinación de intereses, atacan nuestra sagrada Troya. Son muchos los enemigos, y sin haber conquistado y secuestrado a Helena, la violencia sobre el animal, con perspectiva de Disney, es hoy mayor afrenta para la superflua sociedad que nos rodea que la infidelidad manifiesta. Quiero decir que, sin que estén los enemigos de la fiesta con ánimo de retirada, debemos vigilar los caballos a los que demos guarida.

placeholder La rejoneadora Lea Vicens, durante su faena en Las Ventas. (EFE/JJ Guillén)
La rejoneadora Lea Vicens, durante su faena en Las Ventas. (EFE/JJ Guillén)

No es alusión al rejoneo, quede claro. Ni mucho menos al festejo de hoy. El futuro de la fiesta pasa por la amplitud de ritos, por la variedad de espectáculos. Hoy es difícil de explicar la liturgia de los toros en toda su puridad. Necesita la reconquista de la sensibilidad del público, un acercamiento sencillo, unas reglas evidentes, un reducir los matices. Es una táctica casi de troyano escaldado. La de meterles el bicho de ver embestir a un toro. Ese virus, o troyano, es el que salvará la fiesta. Si para ese acercamiento hay que mantener encierros, toros por las calles o el campo, recortadores, toreo cómico, becerradas de aficionados o rejoneo, pues, adelante con los caballos.

Que no suene a menosprecio. Es más bien todo lo contrario. Hoy la plaza estaba llena. Con cartel de no hay billetes. Llena de gente muy nueva, de gente joven y mujeres. Gente que, con el regalo del abono del aficionado purista, que no quiere ver un caballo ni en pintura, consigue sin darse cuenta acercarse a nuestro mundo. Y ese público es tan nuevo que mira con otros ojos lo que nosotros vemos. No sé si al caballo regalado de la entrada no se le mira mucho el diente, pero vienen con disposición de disfrutar y no poner muchas pegas. Y eso curiosamente es garantía de vuelta.

A mí me parece un logro que el arte del rejoneo despierte nueva afición. Vaticino más festejos que equilibren las taquillas en las ferias de provincia que peor lo están pasando. Porque para el público nuevo que no detecta sutilezas el espectáculo es completo, es más amable, menos trágico, más vistoso y sobre todo ,dan el crédito al caballo que no le dan al torero. Paradojas producidas en este mundo urbanita donde tu contacto con animales, quitando esclavas mascotas, se reducen a verlos envueltos y a trozos en los estantes de un supermercado.

Los oles estruendosos en el sexto toro al banderillero de turno cuando lo llevaba al centro me han causado un gran impacto. Es una experiencia nueva que yo no había vivido en una plaza. Podría pensar que es motivo para encender las alarmas. Yo lo quiero ver ahora, ya veremos si mañana, como una oportunidad en ciernes. Quiero pensar que ese público que jaleaba los lances se quedó con ganas de algo y puede que vuelva otro día.

Porque hoy ha sido una tarde preciosa de toros, de caballos y de toreros. La dinastía de Hermoso continúa con su hijo que se doctoraba en las Ventas. Con tres orejas bien ganadas marca, si no superar la carrera de su padre —algo al alcance de nadie—, un alto nivel de desempeño y una juventud envidiable que cala bien en los tendidos y que puede tener eco y éxito en la estrategia de utilizar un caballo para vencer reticencias.

Lea con una gran cuadra, con muchas tardes ya hechas, con su genio y con su estética también conquistó puerta grande. La elegancia de la dama y la habilidad de la amazona consolidaron su éxito. Muy buena faena al cuarto y rápida muerte al sexto le valieron dos orejas y una nueva puerta grande. Incluyendo algunos pasos de doma que no se hacían, ha cosechado aplausos y sinceras alegrías, bienvenido sea el repertorio, entiéndanlo los puristas.

Todo ha sido posible por lo que sostiene esto. Una gran corrida de toros que el maestro Capea, herido, por cierto, en la preparación de su vuelta, hubiera también querido ver en puntas y con muleta. Pero que no venza la nostalgia, ni el purismo, ni el prurito, ni los complejos de guardianes, ni el academicismo, ni el historicismo, ni leches. Celebremos los veintitrés mil que con picor en las manos de aplaudir y de sorpresa igual vuelven algún día y sostienen esta fiesta.

Lleno de no hay billetes en el segundo festejo de rejones de la feria. Tarde muy agradable sin que sea reseñable el viento por no tener influencia. Seis toros de Carmen Lorenzo y El Capea de entre 509 y 623 kilos. Bien presentados aunque con mucha diferencias de peso. Procedentes de un encaste que ha devenido propicio para el toreo a caballo. Bravos persiguiendo los equinos con celo y nobleza, el único difícil el segundo, de excepcional juego el cuarto y el quinto. Facilitaron la labor de los matadores con su entregado galope y, por tanto, el espectáculo. Gran corrida de toros.

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