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Por qué Francia se ha convertido en el santuario de la tauromaquia
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Por qué Francia se ha convertido en el santuario de la tauromaquia

La implicación institucional, el peso de los aficionados, la integridad del espectáculo y el trabajo legislativo en la protección convierten Dax, Nîmes o Arlés en el faro del porvenir

Foto: Imagen de la plaza francesa de Dax en el festejo celebrado el 11 de septiembre. (R. A.)
Imagen de la plaza francesa de Dax en el festejo celebrado el 11 de septiembre. (R. A.)
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Harían bien los antitaurinos, los incrédulos y hasta los nacionalistas en desplazarse a Dax con ocasión de las fiestas de septiembre (o con las de agosto). Y sorprenderse del paseo —de la explanada— que conduce hacia la plaza de toros. Allí se reúnen las peñas taurinas de nomenclatura española —'Los calientes', 'Alegría'—, se levantan casetas de 'gambas y tapas' y destaca un escenario al que se arriman figurones de la música latina.

'Toros y salsa' es el eslogan de la feria de Dax y el remedio local al chauvinismo. Tanto ha permeado la cultura española en las Landas que una bandera rojigualda rodea el perímetro de los tendidos. Lo mismo puede decirse de los restaurantes aledaños —El Txupinazo, el Secreto, Casa Miguel— y de los menús feriales que proponen sangría, paella y el jamón ibérico.

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Dax se encuentra a 90 kilómetros de Irún y aloja 20.000 habitantes, motivo suficiente para impresionarse por el tamaño de la plaza —se inauguró en 1913— y por la afluencia de aficionados. Franceses en su inmensa mayoría, igual que sucede en los grandes ruedos del suroeste (Bayona, Mont de Marsan, Vic Fezensac) y en las 'candentes arenas' del sureste.

El anfiteatro romano Nîmes celebra precisamente este fin de semana su feria de la vendimia. Y consolida su posición de vanguardia en la tauromaquia universal. Mérito de Simón Casas, un empresario audaz y visionario que lideró hace medio siglo la resistencia de la tauromaquia francesa. No ya frente a la incredulidad y rechazo de la Francia parisino-septentrional, sino respecto a los abusos que cometía a su antojo la colonización española.

Patrimonio cultural inmaterial

Hay en Francia 59 municipios taurinos. Muy pocos respecto a los 36.000 que no lo son, pero muy relevantes en su valor cualitativo, en su poder simbólico y en el peso que han adquirido en la defensa de la tauromaquia. Por su valor tradicional. Por su peso cultural. Por su espesor identitario. Y porque los activistas del toreo en Francia —el exmatador André Viard en cabeza de todos ellos— han ido perfeccionando el esquema de la protección legislativa.

Foto: Manuel Granero durante la corrida en la que perdió la vida el 7 de mayo de 1922 en Madrid. (Getty/Ullstein Bild/Ernest Hemingway) Opinión
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Francia ha convertido los toros en patrimonio cultural inmaterial (2011). Y ha sentado los fundamentos conceptuales y jurídicos para blindarla de las amenazas que la agreden. Partiendo de una paradoja: la tauromaquia está prohibida en Francia menos… donde está permitida. O sea, que la excepción cultural garantiza su vigencia en las plazas meridionales donde está demostrada la tradición, pero la contraindica en París o Estrasburgo.

Francia parte de una paradoja: la tauromaquia está prohibida menos… donde está permitida

El crítico taurino Zocato habla con buen criterio de la “muralla de Adriano”. Y la describe en la frontera natural del río Garona. “No tiene sentido exportar los toros, organizar corridas fuera de su hábitat geográfico y cultural. Lo importante es preservar la tauromaquia allí donde se ha arraigado y donde forma parte de una idiosincrasia y de un fervor indiscutibles”.

Impresiona, al respecto, el ejemplo de Dax. Una feria —unas ferias— de organización modélica que se conciben desde la autogestión municipal y que tienen en cuenta la voluntad y los gustos de los aficionados. Es el trabajo de Eric Darrière, presidente de la comisión taurina que planifica los carteles y que forma parte del círculo de confianza del alcalde. No cobra un euro por su trabajo. Y su tarea consiste en elegir las ganaderías, confeccionar los carteles, promover la feria en su dimensión comercial y cultural, y garantizar la reputación de Dax desde la integridad y la coherencia. Quiere decirse que la plaza francesa no participa de las miserias del sistema taurino respecto al conflicto de intereses, la presión de las figuras o la imposición de ciertas ganaderías. Se premia al que triunfa, por ejemplo, a Daniel Luque. Se castiga al que defrauda. Se valora la sensibilidad de las peñas taurinas.

Foto: Joel Ramírez. (Miguel Arboledas)

Dax es una plaza seria porque se cuida la presentación del toro y porque se reconocen los méritos del escalafón. Y es una plaza lúdica porque el propio ayuntamiento convierte 'las arenas' en el centro de gravedad de las fiestas. Ocurre dentro del ruedo, con la tradición de los festejos landeses (recortes). Y sucede fuera del ruedo con la efervescencia de las casetas y con la atracción de la música en directo, mayormente el flamenco y la salsa.

Un modelo propio

“Francia ha cambiado mucho porque ha dejado ser una colonia española y ha encontrado su propio modelo entre la constancia y las dificultades”, explica André Viard, presidente del Observatorio de las Culturas Taurinas. “Ha ido creándose un hábitat autosuficiente. Proliferan las ganaderías bravas y muchos chavales quieren ser toreros. El tejido social e institucional es muy sólido. No hay una división ideológica en los municipios taurinos. Y la afición adquiere un peso que rara vez suele tener en las plazas de España”.

Foto: Imagen: Irene de Pablo.
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Es el contexto en que han prorrumpido las grandes figuras (Castella, Juan Bautista, Léa Vicens) y el 'ambiente' en que se ha consolidado la definición de Francia como santuario de la tauromaquia. Bien lo saben los aficionados catalanes que no pueden ir a Barcelona ni a Tarragona. Y que cruzan la frontera para cantar 'Els segadors' en la plaza de toros de Ceret. O que viajan a Arlés porque la tauromaquia 'española' hay que disfrutarla en el exilio, como antaño sucedía con el cine y los libros prohibidos. Tiene sentido recordar que la cuadrilla del maestro Pedrés ocultó en el sombrero de un picador la cinta de Viridiana. Así llegó a Francia la película de Buñuel y pudo exhibirse en Cannes. Una operación libertaria que atravesó los Pirineos cuando los lobos eran lobos y no se había inoculado en la sociedad el fundamentalismo animalista.

Harían bien los antitaurinos, los incrédulos y hasta los nacionalistas en desplazarse a Dax con ocasión de las fiestas de septiembre (o con las de agosto). Y sorprenderse del paseo —de la explanada— que conduce hacia la plaza de toros. Allí se reúnen las peñas taurinas de nomenclatura española —'Los calientes', 'Alegría'—, se levantan casetas de 'gambas y tapas' y destaca un escenario al que se arriman figurones de la música latina.

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