Es noticia
Himmler, el genocida animalista que se desmayó en los toros
  1. Cultura
crónica cultureta

Himmler, el genocida animalista que se desmayó en los toros

El centenario del nacimiento de Pepe Luis Vázquez evoca la tarde en que el jefe de las SS y padrino de la solución final reprochó la crueldad de la tauromaquia en Las Ventas

Foto: Himmler en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid.
Himmler en la plaza de toros de Las Ventas de Madrid.

Al comandante Himmler le dio un vahído, le indispuso y hasta mareó la experiencia de asistir a los toros en Las Ventas aquella tarde del 20 de octubre de 1940. Un cartel estremecedor evoca el acontecimiento. Estremecedor quiere decir que el fondo rojo de la pancarta enfatiza todavía más el círculo de la esvástica. Y distrae la atención sobre los toreros que se anunciaban: Marcial Lalanda, Gallito y Pepe Luis Vázquez, constreñidos todos ellos a levantar el brazo y sumarse a la obscenidad de la dramaturgia.

Colgaban banderolas nazis en las balconadas de la plaza. Y hasta hicieron un paseíllo preliminar los soldados del Ejército germano. Franco acompañaba al invitado alemán en el palco, pero la cortesía y las atenciones no alcanzaron a remediar las incomodidades del lugarteniente de Hitler.

placeholder Banderas nazis en la plaza de toros de Las Ventas, en Madrid.
Banderas nazis en la plaza de toros de Las Ventas, en Madrid.

Tiene sentido evocarlas porque acaba de cumplirse —21 de diciembre— el centenario del nacimiento de Pepe Luis Vázquez, niño prodigio de Sevilla y protagonista involuntario de la kermés nazi en Las Ventas. No es que fuera obligado a saludar con el brazo en alto. Las autoridades le forzaron incluso a vestirse de luces. Hubiera preferido no hacerlo el maestro sevillano, sobre todo porque el homenaje a Himmler precipitaba su confirmación de alternativa. Demasiado prematura. Se había doctorado en La Maestranza el 15 de agosto del mismo año y carecía de sentido presentarse tan pronto en la plaza de Madrid, pero los intentos de escabullirse no impidieron que un par de controles en las carreteras dieran con su paradero y le condujeran al Ministerio de la Gobernación para inscribirlo en el cartel definitivo. Pepe Luis tenía 18 años. Y un aspecto ario —rubio, piel blanca, ojos claros— que bien podía agradar a la delegación nazi, más allá de las habilidades taurómacas por las que fue contratado el maestro hispalense.

placeholder Tarde de toros 'nazi' en Las Ventas.
Tarde de toros 'nazi' en Las Ventas.

Contaba el torero décadas después el sobrecogimiento que supuso participar en la mascarada. Y el trance de los saludos en el antepalco presidencial. Himmler permanecía mareado en un sillón. Pepe Luis se acercó a saludarlo. Y tuvo tiempo de preguntarle, con la mediación de los intérpretes, qué tal se encontraba. Himmler le confió el desagrado de la experiencia. Porque le pareció cruel. Y porque le resultó insoportable el sufrimiento de las reses.

La meteorología jugó a favor de la angustia del tirano. Tanto llovía en Las Ventas que el festejo hubo de suspenderse después de la lidia del tercer toro. Himmler se retiró descompuesto a su 'suite' del hotel Ritz, aunque antes regaló a Pepe Luis una pitillera de plata con el 'sello' de la esvástica.

Enciclopedia nazi

Impresiona la historia porque la sensibilidad de Himmler hacia los mamíferos no incluía a los humanos que formaban parte de ciertas razas, etnias, orígenes, hábitos sexuales, ideologías, enfermedades, discapacidades y nacionalidades, pero confirma la siniestra relación entre el nazismo y el animalismo. Es interesante estudiarla recurriendo, por ejemplo, a la reciente 'Enciclopedia nazi contada para escépticos' (Planeta). La ha escrito Juan Eslava Galán de manera amena y exhaustiva. Y tiene sentido aludir a ella para mencionar las iniciativas de protección animal que estableció Hitler mientras construía los hornos crematorios, exterminaba a millones de judíos y organizaba el plan de eugenesia entre los propios ciudadanos del Reich.

placeholder 'Enciclopedia nazi' (Planeta).
'Enciclopedia nazi' (Planeta).

Himmler, cabeza del las SS, formó parte de los jerarcas que planificaron un genocidio psiquiátrico y una criba eutanásica entre los alemanes inadecuados. Se llegó a asesinar a 250.000 de ellos mediante el envenenamiento, la medicación o el abandono, no solo a partir de un gélido plan de ejecuciones acordado en 1939, sino cuando la proliferación de heridos de guerra “hizo necesario” despojar los hospitales de germanos impuros. Y conducirlos por un atajo a la expectativa de “una vida mejor”.

Himmler se atribuyó las iniciativas legislativas destinadas a proteger a los animales

Todavía no se había decretado la “solución final” ni organizado el plan de exterminio de los judíos, pero Himmler se atribuyó las iniciativas legislativas destinadas a la protección de los animales. Se exigía tratarlos con compasión. Los caballos debían ser herrados con procedimientos indoloros. Se castigaba con penas de cárcel la vivisección. Y estaba incluso prohibido cocer las langostas y otros crustáceos parecidos. Resultó más complicado vetar la caza. Algunas leyes protegían la incolumidad de aves y venados, pero Himmler colisionó con el compadre Göring porque el vicecanciller del Reich disfrutaba de las monterías y nunca se avino a sacrificarlas pese a adherirse formalmente a la conciencia animalista del régimen nazi.

Excursión a Auschwitz

Debían ignorar las autoridades franquistas la hipersensibilidad vacuna de Himmler. Y debió resultarles frustrante la vulgaridad de aquel oficial germano con aspecto desnutrido, ademanes de oficinista y título de perito agropecuario. No es así exactamente como lo recordaba Pepe Luis recién estrenada su mayoría de edad, pero sí es como lo retrata Jünger en sus diarios de la época nazi a propósito de la banalidad del mal y de los cómplices. “Detrás de la primera ventanilla puede aparecer nuestro verdugo. Hoy nos manda una carta certificada, y mañana la sentencia de muerte. Hoy nos hace un agujero en el billete del tren, y mañana en un agujero en la nuca. Y ejecuta ambas cosas con la misma pedantería, con el mismo sentido del deber”.

Le disgustaron los toros a Himmler. Le revolvieron las tripas. Nada que ver con la locuacidad y el sentido del humor que identificaron su comportamiento con ocasión de una excursión al campo de concentración de Auschwitz el 17 de julio de 1942. Se le amenizó la visita con el espectáculo del exterminio de un puñado de judíos transportados desde Holanda. Y se le dispensó una cena oficial que él mismo agradeció con una dicharachería inusual.

Lo cuenta con detalles Rudolf Hoss (que no Hess), el comandante del campo de exterminio polaco. Describe la simpatía de Himmler. Y la sorpresa que produjo la soltura con que fumaba y bebía. “Todo el mundo se sintió fascinado por su buen humor y su conversación vivaz. Nunca le había visto así antes”. Puede reconstruirse la visita en las páginas de ' El Tercer Reich y los judíos' (Saul Friedländer, Galaxia Gutenberg). Y puede comprenderse la discriminación jerárquica que el genocida hacía entre judíos, crustáceos y toros de lidia.

Al comandante Himmler le dio un vahído, le indispuso y hasta mareó la experiencia de asistir a los toros en Las Ventas aquella tarde del 20 de octubre de 1940. Un cartel estremecedor evoca el acontecimiento. Estremecedor quiere decir que el fondo rojo de la pancarta enfatiza todavía más el círculo de la esvástica. Y distrae la atención sobre los toreros que se anunciaban: Marcial Lalanda, Gallito y Pepe Luis Vázquez, constreñidos todos ellos a levantar el brazo y sumarse a la obscenidad de la dramaturgia.

El redactor recomienda