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La victoria que Putin ha tardado 2 años en lograr: meterse en la cabeza de los ucranianos
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Montaña rusa de la moral

La victoria que Putin ha tardado 2 años en lograr: meterse en la cabeza de los ucranianos

"Intento ser realista. Nuestros soldados llevan dos años desplegados sin descanso, nos faltan hombres, y Europa no envía proyectiles"

Foto: Soldados ucranianos en la región de Donetsk. (Reuters/Thomas Peter)
Soldados ucranianos en la región de Donetsk. (Reuters/Thomas Peter)

La moral en la guerra es como una montaña rusa, y Putin ha sabido bloquear los raíles justo cuando el vagón giraba boca abajo en mitad del loop. Traicionados, exhaustos, más pobres y contra las cuerdas en el frente de batalla. Ese es el sentir general en Ucrania a pocos meses de empezar el tercer año de invasión total. Un país al que todo el mundo miraba con preocupación por el futuro de la salud mental, mientras un mal mayor para el devenir de la guerra se colaba en las cabezas de los ciudadanos. Día a día, funeral tras funeral, el ánimo ha decaído con la llegada del invierno y el estancamiento del frente.

No importa que las renovadas defensas antiaéreas protejan mejor las grandes ciudades o que las cajas con velas para los apagones del pasado año estén cogiendo polvo. Tampoco que los rusos hayan sufrido más de 13.000 bajas y perdido centenares de blindados solo en el asalto de Avdiivka, el nuevo Bajmut del Donbás. Si la invasión de Ucrania fuera una partida de póker, a Kiev tan solo le quedaría una ciega más. Una última apuesta contra un rival que arroja montañas de fichas, sin mostrar debilidad, para forzar una mala decisión y ganar.

O al menos eso creen muchos aquí.

Y, al igual que ocurre con las cartas, cuando el enemigo detecta dudas y miedo, ni siquiera una mano ganadora te garantiza la victoria final. Ucrania soñaba en verano con una fiesta nacional en Crimea durante 2024, y ahora muchos ven incluso posible que Rusia llegue a conquistar el país entero.

Foto: La analista sobre Rusia y escritora de 'El mundo de Putin', Angela Stent. (Cedida)

—¿Hasta Leópolis? ¿Pero cómo va a caer toda Ucrania?

—En Europa no entendéis que Rusia ya tiene su industria trabajando casi al 100%. Están tensionando el frente y, de romper en algún eje, todo caerá como fichas de dominó —dice Pavlo en un café de la capital—. El año pasado no había luz, pero teníamos esperanza.

Pavlo ha donado miles de euros al Ejército desde el inicio de la invasión, ha viajado a la primera línea y recorrido ciudades como Bajmut o Avdiivka, colaborando con brigadas en momentos complicados. Así lo hizo el invierno pasado, cuando escaseaba la munición artillera y el Kremlin apretaba en el Donbás. Sin embargo, nunca antes había mostrado dudas sobre la victoria.

"Intento ser realista. Nuestros soldados llevan dos años desplegados sin descanso, nos faltan hombres, y Europa no envía proyectiles. No hay ningún motivo para imaginar una contraofensiva exitosa en los próximos meses", insiste sorbiendo té, para esquivar las miradas de las mesas cercanas. "Cuando Putin nos obligue a luchar contra vosotros [europeos], entenderéis la rabia de un pueblo al que pedisteis que resistiera y ahora no ayudáis".

Rusia redobla una apuesta a largo plazo

Y, aunque parezca una locura —que refleja el enfado con la burocracia y la lentitud europeas—, Pavlo no es el único en expresarlo. En términos similares habla Nataliya. Y Román, y Katya, y Olha, y Alona, y Andrii, y otros muchos más con los que este periódico ha podido hablar durante el mes de diciembre. También el Institute of Study of War (ISW), principal think tank de análisis de la invasión rusa, lo deslizó la semana pasada en un ensayo titulado El alto precio de perder Ucrania, en el que planteaba cuatro escenarios sobre el posible desenlace de la guerra y alertaba del riesgo que supondría para Estados Unidos no atajar el problema a tiempo.

"La economía rusa se recuperará gradualmente a medida que las sanciones se vayan reduciendo y Moscú desarrolle formas de eludir las que aún persisten. Con el tiempo, reemplazará su equipo y reconstruirá su cohesión, aprovechando la experiencia adquirida", sostenía el ISW. Y añadía: "Rusia puede suponer una gran amenaza militar para la OTAN por primera vez desde los años 90 (…). Dado que Moscú ya se ha comprometido a llevar a cabo un ambicioso programa de expansión militar, EEUU no puede confiar en que el plazo sea muy largo".

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden, y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. (Reuters/Leah Millis)

El propio Putin insistió el jueves pasado en "desnazificar" y "desmilitarizar" Ucrania. "Habrá paz cuando alcancemos nuestros objetivos", declaró el mandatario ruso en su conferencia de prensa navideña anual. Aspiraciones que siguen pasando por lograr la victoria, subvertir el poder político y anexionarse territorios que imposibiliten una futura entrada ucraniana a la OTAN y a la Unión Europea.

Según el diario alemán Bild, que cita fuentes de inteligencia, los objetivos del Kremlin pasan por la conquista de grandes zonas de Zaporiyia, Dnipro y Járkov, además de Donetsk y Lugansk, para el año 2026. Una "operación militar especial" a la que Putin ha llamado "guerra civil". "Somos esencialmente un pueblo", dijo el jueves. El domingo, también amenazó a Finlandia por su ingreso en la OTAN y anunció la creación de un nuevo distrito militar en la frontera con el país nórdico.

División ucraniana

Esta aparente fortaleza que muestra Rusia, cuatro meses antes de las elecciones, contrasta con los rumores de desencuentros y lucha de poder entre el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, y Valery Zaluzhny, comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. A las calles han llegado también otros debates, como el gasto que la Administración de Kiev está haciendo en infraestructuras. Cientos de manifestantes acudieron esta semana al ayuntamiento de la capital para exigir el uso de los fondos de obras públicas para ayudar al Ejército. "Es mejor comprar drones que construir un nuevo parque", gritaban en la protesta.

Irina, de 22 años y voluntaria en un batallón médico, fue una de ellas. "Me frustra y asusta ver a los adolescentes modernos cuando regreso a Kiev. No les importa el país", explicaba. En verano, ella prefería mantenerlos lejos del frente porque no eran soldados motivados. Ahora tampoco los quiere cerca, ni a ellos ni a los que evaden el reclutamiento. Sin embargo, el tono ha cambiado. "Son colaboradores potenciales, no confiaría en ellos en el campo de batalla".

Foto: Un anuncio de reclutamiento para la 3.ª, Azov, en Kramatorsk. (Alicia Alamillos)

Una división que resumía muy bien Alexandr, sociólogo y piloto de drones desplegado en el este, este verano a El Confidencial: "Nos cuesta un minuto unirnos para luchar si tenemos un enemigo en frente, pero, cuando todo acaba..., cuando el enemigo no está... No sé por qué, pero peleamos entre nosotros. Somos cosacos, lo llevamos en la sangre".

¿Acaso ya no hay amenaza? Sí, y está muy presente. Los movimientos de tropas aumentan en el norte, el Ejército ruso sigue lanzando oleadas para conquistar Avdiivka y clavó la bandera en los escombros de Marinka. También extiende cada vez más lejos sus tentáculos, ahora que ha detectado tibieza en los socios occidentales. Una investigación de la BBC ha revelado la existencia de más de 12.800 cuentas en TikTok dedicadas a esparcir propaganda rusa.

Sin embargo, la extenuación no se puede explicar solo por la desinformación o por las expectativas, quizá desmedidas, tras recuperar el 10% del país en 2022. Ni siquiera por los retrasos de las ayudas europeas o el riesgo de ver de nuevo a Donald Trump en la Casa Blanca. Son dos años de esfuerzo, de ley marcial, de amigos muertos, de sirenas, de misiles balísticos y drones sobrevolando el cielo, de toque de queda y de restricciones que impiden a los hombres salir del país. En definitiva, de vida normal.

"Aquí [en la retaguardia] sufres la guerra 24/7, aunque no la vives igual", resume Oksana. "No me atrevo a decirle a mi mejor amiga que me cansan sus historias de Instagram. Donación para su marido, donación para drones, donación para la brigada no sé cuál… Y lo mismo cuando entro a Facebook. Todo son personas pidiendo dinero, mostrando muertos o anunciando el siguiente funeral. No hay manera de escapar".

Palanca europea, al rescate

Carteles, debates, políticas, redes sociales, souvenirs… Ucrania gira en torno a la guerra. Quizá por eso, este jueves hubo más de un grito con el tuit de Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, anunciando la decisión de abrir negociaciones con Kiev y Chisináu para su acceso a la UE.

Y, aunque horas después Hungría vetó los 50.000 millones de ayuda europea, la maquinaria de buenas noticias se ponía en marcha. Bulgaria anunció un nuevo paquete de 3.600 millones de euros. Dinamarca aseguró otros 1.000 en material militar. Un documento del Ministerio de Defensa estonio adelantó que, antes de final de año, los primeros aviones F-16 podrían llegar a Ucrania, y Reuters publicó información estadounidense desclasificada que estimaba las bajas rusas en 315.000, casi el 90% del Ejército que tenía antes de la invasión.

Todas noticias buenas, a la espera del auxilio financiero de Occidente. Según la última encuesta del Instituto Internacional de Sociología de Kiev, el 87% de la población ucraniana cree que doblegarían a Rusia si recibieran la ayuda necesaria en armas, sanciones y economía.

"Capitular ahora es morir dentro de tres años con más sufrimiento y dolor", explica Pavlo, recibiendo la aprobación de su mujer. Las dudas están en la mesa y la desconfianza ha aumentado, pero, para la mayoría, dejar de pelear no es una opción. Europa tiene en sus manos el poder de activar la palanca y, quién sabe, si de hacer funcionar de nuevo la montaña rusa de la moral.

La moral en la guerra es como una montaña rusa, y Putin ha sabido bloquear los raíles justo cuando el vagón giraba boca abajo en mitad del loop. Traicionados, exhaustos, más pobres y contra las cuerdas en el frente de batalla. Ese es el sentir general en Ucrania a pocos meses de empezar el tercer año de invasión total. Un país al que todo el mundo miraba con preocupación por el futuro de la salud mental, mientras un mal mayor para el devenir de la guerra se colaba en las cabezas de los ciudadanos. Día a día, funeral tras funeral, el ánimo ha decaído con la llegada del invierno y el estancamiento del frente.

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