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La defensa europea comienza en el Sahel: guía para entender el caos en África Occidental
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el flanco sur ya está aquí

La defensa europea comienza en el Sahel: guía para entender el caos en África Occidental

El modus operandi habitual de Rusia es ofrecer al presidente de turno blindaje frente a posibles golpes de Estado, proporcionando personal de seguridad y formando la guardia pretoriana de turno

Foto: El helicóptero de Macron en Malí, en 2017. (Reuters/Christophe Petit Tesson)
El helicóptero de Macron en Malí, en 2017. (Reuters/Christophe Petit Tesson)
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El sábado 24 de junio, amaneció con uno de los acontecimientos más inauditos de la guerra de Ucrania. Fuerzas del Grupo Wagner había tomado el control de la ciudad de Rostov del Don. Una columna de blindados y vehículos militares emprendió entonces rumbo a Moscú. Yevgeni Prigozhin, el líder wagnerita, la bautizó como la “marcha por la justicia”. Las tropas rusas levantaron obstáculos en las carreteras y bloquearon en los puentes. Al final, el choque entre las tropas regulares y los mercenarios —que llegaron a derribar algunas aeronaves militares en su fugaz rebelión— no se produjo finalmente.

El amago de levantamiento terminó con una negociación en la que Wagner entregó su armamento pesado al Ejército ruso y sus efectivos fueron exiliados en Bielorrusia. Nada volvería a ser igual para la empresa militar privada rusa, cuya cúpula moriría dos meses después cuando su avión fue derribado en pleno vuelo por una explosión. Sin embargo, el lunes después de la insurrección del Grupo Wagner, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, aseguraba a la comunidad internacional que nada de esto alteraría sus operaciones en dos países clave para el Kremlin: Malí y República Centroafricana. África es demasiado importante y allí todo debe seguir igual.

El modus operandi habitual de Rusia es ofrecer al presidente de turno blindaje frente a posibles golpes de Estado, proporcionando personal de seguridad y formando la guardia pretoriana de turno, además de entrenamiento y armamento ruso para el ejército nacional. El desembarco ruso en países como Malí y República Centroafricana coincidió con la presencia francesa en ambos países. Pero la tensión entre los gobiernos nacionales y París terminó con una ruptura de los acuerdos militares. Así hablamos de que los rusos “desalojaron” a los franceses de Malí y República Centroafricana.

Tras el golpe de Estado en Níger del 26 de julio y el golpe de Estado en Gabón del 30 de agosto, dos antiguas colonias francesas, se ha instalado una densa incertidumbre sobre la orientación de la política exterior que tomarán los gobiernos de facto surgidos de ambos golpes. Y la influencia de Rusia en la región, a través Wagner, hace de este flanco sur una prioridad en defensa para Europa.

Wagner en África

Las primeras pruebas de la presencia del Grupo Wagner en África aparecieron en diciembre de 2017 en Sudán. Empleados vinculados a la organización militar privada desembarcaron en Jartum para proteger al régimen de Omar Al Bashir. No solo con personal armado, también con desinformación y agitación en las redes sociales, un negocio del que Prigozhin había sido pionero en Rusia con las granjas de trolls de la Agencia de Investigación de Internet. El régimen de Al Bashir fue derrocado en 2019, pero la débil apertura democrática sudanesa fue abortada en un golpe militar en 2021 que garantizó que todo cambiara para que todo siguiera igual.

Foto: La ministra de Defensa, Margarita Robles, en Bamako. (EFE)

Wagner fracasó en su misión de proteger al cliente original, pero logró acomodo en el nuevo régimen proporcionando personal de seguridad y entrando en el negocio del oro sudanés. A partir de ahí, los intereses del grupo ruso se expandieron en África y entraron en colisión con los de Francia. El continente, en pleno auge económico antes de la pandemia, se convertía nuevamente en un gran tablero geopolítico con varias potencias moviendo sus piezas.

El continente africano ha vivido sucesivas eras de gran competición entre actores internacionales. La primera tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XIX y se la conoce como la "carrera por África" (scramble for Africa en inglés) por tomar posesión de territorios y recursos. El proceso de descolonización después de la Segunda Guerra Mundial llevó a movimientos de liberación nacional y gobiernos recién independizados a buscar apoyo en la Unión Soviética, China y Cuba para enfrentarse a los aliados de Occidente, dividiendo el continente según la política de bloques de la época. Así, África sería escenario de intervenciones militares y operaciones encubiertas donde te podías encontrar a mercenarios cubanos como pilotos al servicio de la CIA en el antiguo Congo Belga o a la Stasi de la Alemania comunista desembarcando en Tanzania para asesorar a los servicios de inteligencia nacionales.

Foto: Memorial por la muerte de Prigozhin en Moscú. (Reuters/Maxim Shemetov)

Cuando acabó la Guerra Fría, el interés de Washington y Moscú por sostener los gobiernos locales y transferirles recursos desapareció. La región entró en un tiempo de colapso de la estructura del Estado, guerras civiles y emergencia de grupos insurgentes violentos; con guerras civiles extremadamente largas, como la de la República Democrática del Congo, o extremadamente cruentas, como la de Sierra Leona.

Con el nuevo siglo emergió una ola de grupos armados de carácter yihadista que se hicieron fuertes, fundamentalmente, en África Occidental y el Cuerno de África. Ese es el contexto del desembarco de Rusia y el Grupo Wagner en el continente con otras potencias, como China, Turquía, India y Emiratos Árabes Unidos participando en la liza. Pero el punto neurálgico de la estabilidad continental está en un puñado de países del Sahel donde una seguidilla de golpes que incluso ha hecho sonar los sables de guerra en la región.

Níger, punto de inflexión

Níger es hoy un país doblemente sometido al azote yihadista. Comparte su frontera occidental con Malí y Burkina Faso, formando uno de los puntos más calientes de la violencia armada en África. Durante un tiempo, era el que menos víctimas por la violencia yihadista de los tres países. En Occidente lo consideraban el alumno aventajado en la región. De ahí la sorpresa por un golpe de Estado que ha tenido como justificación la inseguridad y protagonizado por los mismos militares responsables de la lucha contra el yihadismo. El otro avispero de Níger es su frontera oriental en la cuenca del Lago Chad, donde opera el grupo de origen nigeriano Boko Haram (otro ejemplo más de la complejidad del carácter transnacional de la violencia yihadista).

El golpe de Estado en Níger del 26 de julio fue el quinto (exitoso) en el Sahel Occidental en apenas tres años. El primero, agosto de 2020, en Malí. Y el segundo, de nuevo en la propia Malí, donde el Gobierno surgido del golpe fue depuesto en mayo de 2021 para dar paso a junta militar. Burkina Faso también sumó sendos golpes, el 23 de enero y el 30 de septiembre de 2022. Cada uno radicalizó al nuevo Gobierno y creó un problema a los aliados occidentales de Malí y Burkina Faso: colaborar con una dictadura en la lucha contra el yihadismo o abandonar a su suerte al país. Y ahí entró Rusia ofreciendo un catálogo de armamento, asesores y personal del Grupo Wagner.

La presencia rusa en Malí y su influencia en Burkina Faso, con dos juntas militares en el poder, creó la sensación de urgencia ante el golpe de Estado en Níger. Si se consolidara en el poder el nuevo Gobierno de facto nombrado por los líderes de la junta golpista y entrara en colisión con Occidente, la posibilidad de desarrollar una estrategia contra el yihadismo en la región se vería limitada a Mauritania y Chad, en los márgenes occidentales del Sahel. Mientras tanto, Rusia habría consolidado la presencia de una región origen de los flujos de emigración hacia Europa, un fenómeno que fomentó en Siria en 2015 con los ataques contra la población civil.

De momento, vemos cómo voces en Estados Unidos proponen una aproximación "pragmática" a las relaciones con el nuevo Gobierno de facto en Níger. Allí, el Pentágono tiene su principal base de drones en el Sahel Occidental y el país sirve además de base para la flota de aeronaves de empresas privadas que apoyan la actividad militar y diplomática estadounidense en la región.

Tambores de guerra en el Sahel

La iniciativa en la crisis de Níger la está llevando Nigeria, en quien recaía la presidencia temporal de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (Cedeao o Ecowas, por sus siglas en inglés) en el momento del golpe. Su nuevo presidente, Bola Tinbu, se había propuesto poner fin a la plaga de golpes de Estado en la región. La posibilidad de una intervención militar esta coalición africana no se ha descartado, mientras dan nuevas oportunidades a las negociaciones.

De momento, Nigeria, Senegal, Costa de Marfil y Benín se han pronunciado a favor de ofrecer tropas para una potencial intervención militar en Níger. Pero el incumplimiento de los plazos establecidos, los anuncios de movilizaciones de fuerzas militares sin consecuencias prácticas y la falta de concreción cuestiona la credibilidad de Nigeria y el Cedeao. Lo que sí hemos visto es que los poderes militares al frente de Burkina Faso, Malí y Níger han mostrado su disposición de formar una alianza militar y enfrentar conjuntamente una eventual intervención militar en Níger.

Por su parte, la junta militar de Guinea Conakry, en el poder desde septiembre de 2021, si bien no ha se ha mostrado dispuesta a unirse a la alianza militar, sí se ha manifestado en contra de una operación militar de la Cedeao en Níger y de cualquier boicot contra el país. Esto supone en la práctica la división de la organización regional en dos bloques.

Foto: Soldados nigerianos enseñan una bandera incautada a los yihadistas de Boko Haram. (Reuters)

Los acontecimientos en el corazón de África Occidental generan ondas de choque que terminan alcanzando a Europa. Y España es uno de los países en la primera línea de este flanco sur. La creación de áreas fuera del control del Gobierno consolida el arraigo de las fuerzas yihadistas, pero también permite la consolidación de rutas del narcotráfico. Basta recordar que, en 2009, un Boeing 727 con 10 toneladas de cocaína aterrizó en una pista clandestina de Malí procedente de Venezuela en un vuelo de usar y tirar. Las rutas de tráficos ilícitos de personas y drogas que tienen como destino final Europa prosperan cuanta decae la presencia estatal sobre el terreno.

Las juntas militares que han llegado al poder en Malí, Burkina Faso y Níger han argumentado la necesidad de métodos expeditivos y mano dura contra el yihadismo. En la práctica, encontramos matanzas de civiles y tensión con las comunidades locales. En Malí, ya han sucedido los primeros enfrentamientos entre las fuerzas gubernamentales y los rebeldes del norte del país, en paz tras la firma de un acuerdo garantizado por los mismos azules que ahora mismo se están marchando del país.

La consolidación de la presencia rusa en la zona más caliente del Sahel es darle al Kremlin la llave de flujos que afectan a Europa

Rusia sacó rédito de la crisis de los refugiados en Europa en el verano de 2015, viendo el auge en Europa de partidos populistas xenófobos y simpatizantes de Putin. La consolidación de la presencia rusa en la zona más caliente de la violencia yihadista del Sahel Occidental es darle al Kremlin la llave de flujos que afectarán en un futuro a Europa.

Precisamente, la atribución de una matanza de civiles en Malí en 2022 al Ejército de Malí y personal extranjero, sin duda ruso, fue el punto central del conflicto de la junta militar con Naciones Unidas. La retórica de mano dura de las juntas militares y sus aliados rusos no se acompaña con resultados efectivos en el terreno y anticipan más problemas para la región. El dilema para Occidente es si reconocer esas juntas militares, ayudando en la práctica a su consolidación. O, por el contrario, limitarse a colaborar con gobiernos democráticos y ser por tanto resignarse a ser un actor periférico con unos intereses cruciales.

El sábado 24 de junio, amaneció con uno de los acontecimientos más inauditos de la guerra de Ucrania. Fuerzas del Grupo Wagner había tomado el control de la ciudad de Rostov del Don. Una columna de blindados y vehículos militares emprendió entonces rumbo a Moscú. Yevgeni Prigozhin, el líder wagnerita, la bautizó como la “marcha por la justicia”. Las tropas rusas levantaron obstáculos en las carreteras y bloquearon en los puentes. Al final, el choque entre las tropas regulares y los mercenarios —que llegaron a derribar algunas aeronaves militares en su fugaz rebelión— no se produjo finalmente.

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