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Ucrania y el retorno de los 'no alineados': "A nosotros no nos metáis en vuestras guerras"
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No alineados, pero sí interesados

Ucrania y el retorno de los 'no alineados': "A nosotros no nos metáis en vuestras guerras"

La guerra de Ucrania ha devuelto el escenario de la Guerra Fría y, con él, el bloque de países que buscan actuar como si el conflicto no existiese

Foto: Vladímir Putin, frente a las banderas de los BRICS (India, China, Rusia, Brasil y Sudáfrica). (EFE/Mikhail Metzel)
Vladímir Putin, frente a las banderas de los BRICS (India, China, Rusia, Brasil y Sudáfrica). (EFE/Mikhail Metzel)

“En el nazismo, no luchar contra los nazis significaba apoyarlos”. Esta frase, convertida en mantra después de la Segunda Guerra Mundial, combatía los ideales de neutralidad de muchos países que no se posicionaron oficialmente en contra del Tercer Reich. Las razones para situarse en el no intervencionismo pueden ser éticas, pacificistas, antiimperialistas o económicas, pero estos argumentos han sido cuestionados por las medidas que se toman. El problema no es ser neutral, es parecerlo de verdad. ¿Abstenerse en una votación de condena en la ONU por un ataque unilateral a otra nación es ser neutral? ¿Lo es condenar lo que hace ese país y luego comerciar con él?

La guerra de Ucrania ha devuelto el escenario de la Guerra Fría. "Vamos a desnazificar Ucrania", repetía el presidente ruso, Vladímir Putin, al inicio de su operación especial. Más de un año después, Moscú entendió que le quedaba una última carta mucho más rentable que los fantasmas del nazismo. "Occidente ha desatado una guerra contra Rusia", exclamó Putin el pasado 9 de mayo durante la conmemoración del Día de la Victoria.

El mensaje tenía un destinatario: todo ese mundo de países no alienados, que dicen mantener una neutralidad ante las superpotencias, a los que Moscú necesita tan preocupados por la paz como por comprar sus carburantes.

Occidente son las viejas colonias, los abusos en África, Asia y América, el rodillo de sus instituciones financieras, el racismo, su apoyo a dictaduras afines, su reguero de guerras por el globo… Putin sabe que ese mensaje tiene público. "Estados Unidos necesita dejar de fomentar la guerra y empezar a hablar de paz. La Unión Europea necesita comenzar a hablar de paz para que podamos convencer a Putin y Zelenski de que la paz es del interés de todos y que la guerra solo interesa, por ahora, a ellos dos", dijo recientemente el presidente de Brasil, Lula Da Silva, igualando al agresor y al agredido.

No es algo inusual esta visión. Sudáfrica también apunta a la hipocresía occidental. "He mencionado en otras ocasiones el problema del doble rasero en los asuntos globales. Existen muchos otros países que han estado involucrados en guerras, invasiones de territorios, asesinatos de personas y arrestos de activistas, pero ninguno de ellos ha sido llamado por la Corte Penal Internacional (CPI)", ha dicho la ministra de Asuntos Exteriores de Sudáfrica, Nalendi Pandor, ante la posibilidad de que el presidente ruso deba ser detenido en su país tras la orden de aprensión emitida por la CPI, de la que Sudáfrica es miembro.

Sudáfrica y Brasil, junto a China e India, son socios de Rusia en el grupo llamado BRICS. Los cuatro, hasta ahora, se han autodefinido como neutrales en el conflicto de Ucrania. No apoyan las sanciones económicas de Occidente, suelen abstenerse en la votaciones de condena en la ONU y aseguran no suministrar armas. ¿Eso es ser neutral?

Esta semana, el embajador de Estados Unidos en Sudáfrica, Reuben Brigety, ha acusado al Gobierno de Pretoria de entregar armas a Rusia. Según su versión, el armamento se habría entregado a un barco ruso entre el 6 y 8 de diciembre pasados en el puerto de Ciudad del Cabo. El Gobierno sudafricano se ha limitado a pedir pruebas y ha dicho que "responderemos en su debido momento". India, por su parte, ha multiplicado por 22 la compra de combustible a Rusia en 2022, según declaró el viceprimer ministro ruso, Alexandr Novak, en lo que calificó como "venta a países amistosos".

Estos son solo dos ejemplos de países hoy importantes, con lazos históricos con Moscú desde la Guerra Fría, dentro de una larga lista de Estados que no apoyan los embargos occidentales y mantienen sus relaciones comerciales con Rusia. Socialmente, en sus países, como en otros muchos Estados del globo, la gente no entiende que haya una orden de detención de la CPI contra Putin y no contra el expresidente de Estados Unidos George W. Bush, que invadió Irak presentando pruebas falsas en la misma ONU. O les causa perplejidad escuchar a Washington hablar de derechos humanos y libertades con el amplio historial bélico que tiene.

Foto: Mujeres ucranianas protestan frente a la embajada de Rusia en México. (Reuters/Luis Cortes)

La guerra de Ucrania en Europa copa titulares desde hace más de un año. Es una guerra en la frontera en la que en un inicio se hacían reportajes de hasta dónde llegaría la nube nuclear y cómo combatir la lluvia radioactiva. Para un africano, asiático y latinoamericano es, sin embargo, algo lejano a lo que se le da una importancia diversa. No es que no se hable, es que se habla desde otra perspectiva y otro relato. Eso es algo que Occidente, acostumbrado a analizar todo el globo desde sus analistas, think tanks y catedráticos de sus universidades, no entiende. Pero en Perú, Ghana o Bangladés, lo de Ucrania es solo un conflicto más.

El retorno de los no alineados

Todo ese otro mundo de pensamiento tiene un espacio común que está recobrando estos meses, como concepto, protagonismo: el Movimiento de Países No Alienados (MPNA). Un viejo foro, vestigio de la Guerra Fría, que lo conforman las naciones que se han convertido en esenciales para el devenir de este conflicto. Moscú está salvando el embargo de Occidente porque hay un enorme y creciente mercado neutral interesado en vender y comprar materias a buen precio sin importarles una guerra en Europa. Su guerra, la de crecer y mejorar su calidad de vida, es diaria y afecta a toda su población. Y en estos países, los mensajes éticos de Occidente caen en saco roto entre sus libros de historia.

El MPNA cuenta con 120 Estados miembros. No tienen ningún poder ejecutivo, ni son un grupo constituido con herramientas para conseguir fines. Es una idea común, no un organismo. Son los otros, los sin voz que querín tener voz.

Foto: Reunión del 60º aniversario del Movimiento de Países No Alineados en 2021. (Reuters/Andrej Cukic)

Durante décadas, el mundo se dividió en dos grandes bloques liderados por estadounidenses y soviéticos, hasta que algunos decidieron crear un tercero al que llamaron “países no alineados”. Una suerte de naciones de desheredados que quisieron tener un peso propio en el tablero internacional desde el prisma de no posicionarse con ninguno de los dos grandes bloques: OTAN y Pacto de Varsovia.

Los promotores fueron India, Egipto e Indonesia. Crearon los cimientos de un movimiento en 1955, en la Conferencia de Bandung, Indonesia, que abogaba por el respeto a la soberanía de las naciones, la autodeterminación, el no intervencionismo… Al final, fue en 1961, en Belgrado, donde el grupo celebró su primera cumbre. Acudieron allí 25 países como miembros y tres como invitados.

Tras ese primer éxito, el MPNA, con los años, converge en una suerte de representación de los intereses de lo que se llamaba el Tercer Mundo. Esos eran los años del colapso de los colonialismos y la creación de decenas de naciones que recobraban su capacidad de decisión. Se improvisaba todo porque la libertad les cayó de golpe y muchos demostraron que estaban más preparados para luchar por ella que para ejercerla.

placeholder Mural conmemorativo de la conferencia de Bandung. (Reuters)
Mural conmemorativo de la conferencia de Bandung. (Reuters)

Desde el inicio, la asociación pretende situarse en un centro que en realidad es un centro escorado. La Guerra Fría es la explosión de las llamadas guerras proxy. Estados Unidos y la URSS desencadenan todo tipo de enfrentamientos por el globo movidos por sus intereses. El no alineamiento es una doctrina que se soterraba en aeropuertos y fronteras donde se descargaban armas y dólares provenientes de Washington y Moscú para sus guerras internas de poder.

La revuelta de los estudiantes en la plaza de Tiananmén, en 1989, hace pensar que el mundo está inevitablemente girando. Unos meses después, el Muro de Berlín cae y el mundo vive el espejismo de creer que se producirá un efecto dominó. Como si con aquel muro de una ciudad del norte de Europa hubieran caído los cientos de muros que había por el planeta. Occidente creyó que la llegada masiva de las democracias liberales era cuestión de tiempo. Fue otro error más del ensimismado supremacismo ideológico occidental.

Foto: Cuerpos de rescate tras el atentado contra el World Trade Center de Nueva York. (EFE)

Pero las Torres Gemelas borraron primero la impresión de que la Pax Americana regularía todo. La crisis económica de años después desató el miedo, y con él los nacionalismos y populismos en el corazón del imperio. Y llegaron las primaveras árabes. Y lo de los ideales democráticos se complicó entre velos, rezos y decapitaciones. Ganaban en las urnas los que no tenían que ganar, así que hubo que echar marcha atrás en el apoyo a esas libertades. Y mientras tanto, China, una dictadura, entendió que las reglas comerciales liberales que a ellos les impusieron a sangre en las guerras del opio hace 150 años ahora encajaban perfectamente con su capacidad productiva. El país se convierte en el mayor socio comercial del planeta. Todo eso desemboca en un Occidente que tiene hoy un poder decreciente que nadie preveía cuando se empezaron a vender trozos de Muro como souvenir en Berlín.

Principios poco claros

El mundo occidental está de nuevo envuelto en una guerra. El presidente Volodímir Zelenski mantiene que “Ucrania no está sola”. Presume de aliados, de gentes del mundo libre que ven en la resistencia ucraniana una causa justa que sostener. Y los tiene, muy importantes y decisivos, junto a otra enorme parte del globo que aboga por una neutralidad que se circunscribe a apretar un botón en una sala grande de Nueva York. Rusia ha atacado a Ucrania, pero para algunos esto se traduce en que Estados Unidos está atacando a Rusia. Abstención, por tanto, entre los dos bloques.

Foto: Desfile de las fuerzas armadas de Austria, en Viena. (Reuters/Leonhard Foeger)

El no alineamiento es un ideal más que una realidad. Dentro del MPNA, que entre sus 10 principios fundacionales tiene como punto primero “el respeto por los derechos humanos fundamentales y los objetivos y principios de la carta de las Naciones Unidas” y como segundo “el respeto por la soberanía e integridad territorial de todas las naciones”, hay Estados como Bielorrusia, Irán, Arabia Saudí, Corea del Norte, Siria, Myanmar, Cuba, Nicaragua, Venezuela o Afganistán. Las últimas reuniones de este foro, que aboga por la neutralidad internacional, se han producido en Cuba (2006), Egipto (2009), Teherán (2012), Venezuela (2016) y Azerbaiyán (2019).

Los seis apoyos que obtuvo Rusia en la ONU al cumplirse el primer aniversario de la invasión en la resolución que exigía que sus tropas se retiraran de Ucrania fueron de Malí, Nicaragua, Bielorrusia, Eritrea, Corea del Norte y Siria. Además, hay 12 Estados que no emitieron voto. Entre ellos están Venezuela, Burkina Faso, Azerbaiyán, Senegal, Dominica o Líbano. Las 32 abstenciones vinieron de Estados como Burundi, Sri Lanka, China, Laos, El Salvador, Argelia, India, Bolivia… Todos esos 50 Estados forman parte o son países observadores de la MPNA, el foro de no alienados que exige en su punto segundo a los Estados miembros “respeto por la soberanía e integridad territorial de todas las naciones”.

“En el nazismo, no luchar contra los nazis significaba apoyarlos”. Esta frase, convertida en mantra después de la Segunda Guerra Mundial, combatía los ideales de neutralidad de muchos países que no se posicionaron oficialmente en contra del Tercer Reich. Las razones para situarse en el no intervencionismo pueden ser éticas, pacificistas, antiimperialistas o económicas, pero estos argumentos han sido cuestionados por las medidas que se toman. El problema no es ser neutral, es parecerlo de verdad. ¿Abstenerse en una votación de condena en la ONU por un ataque unilateral a otra nación es ser neutral? ¿Lo es condenar lo que hace ese país y luego comerciar con él?

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