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La Gran Destrucción de valor de los titanes de la bolsa: 5 billones evaporados solo en 2022
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La Gran Destrucción de valor de los titanes de la bolsa: 5 billones evaporados solo en 2022

Frente a la creencia de que las grandes cotizadas resisten mejor las crisis, este año, los gigantes del mercado están sufriendo un castigo más severo que los grupos más pequeños

Foto: Logos de las aplicaciones móviles de Apple, Google, Facebook, Netflix y Amazon en una pantalla. (Reuters/ Regis Duvignau)
Logos de las aplicaciones móviles de Apple, Google, Facebook, Netflix y Amazon en una pantalla. (Reuters/ Regis Duvignau)
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Es casi una reacción instintiva: en caso de dificultades económicas o financieras, los inversores buscan resguardo en las empresas más grandes. Aunque cada crisis tiene sus particularidades, en el imaginario popular está firmemente asentada la idea de que, cuando las cosas vienen mal dadas, los mayores recursos que se presuponen a los gigantes del mercado representan una ventaja crítica frente a los riesgos que afrontan las cotizadas más pequeñas.

Los números lo reflejan de forma clara. En los últimos 20 años, las bolsas mundiales han cerrado cinco ejercicios con pérdidas (2002, 2008, 2011, 2015 y 2018) y en cuatro de ellos, los recortes del índice global MSCI World superaron sensiblemente los números rojos experimentados por el Dow Jones Global Titans 50, un índice que engloba medio centenar de entre las mayores cotizadas del mundo.

A falta de solo dos meses para el cierre del año, el Dow Jones Global Titans 50 acumula recortes en el ejercicio superiores al 26%

El año 2002, un ejercicio marcado por los últimos coletazos del pinchazo de la burbuja puntocom, el escándalo financiero de Enron y las tensiones geopolíticas entre EEUU e Irak (que provocaron un agudo encarecimiento del petróleo) representa la única excepción a este patrón. Hasta ahora.

Más de veinte años después, los gigantes del mercado apuntan a registrar un tropiezo superior al de la bolsa global. A falta de solo dos meses para el cierre del año, el Dow Jones Global Titans 50 acumula recortes en el ejercicio superiores al 26%, casi cinco puntos porcentuales de caída por encima del castigo registrado en ese periodo por el MSCI World.

Las cotizadas que figuraban a inicios de año como las 50 mayores de los mercados mundiales acumulan un descalabro valorado en términos de capitalización en alrededor de siete billones de dólares. Una destrucción de valor que se concentra de forma significativa entre las más grandes. Solo las 20 principales han visto esfumarse cerca de 5 billones de valoración, una cifra superior al PIB de Japón (la tercera mayor economía del mundo) y casi diez veces la capitalización conjunta de las 35 compañías del Ibex.

Solo tres de estos veinte colosos de los parqués internacionales (la petrolera Saudi Aramco; el grupo de salud UnitedHealth y el gigante de los productos de farmacéuticos y de consumo Johnson & Johnson) registran avances en el año, mientras que casi la mitad han experimentado pérdidas de al menos un tercio de su valor, con Meta (la matriz de Facebook) encabezando el descalabro, al perder más de un 70%.

Precisamente, Meta ha sido uno de los más destacados protagonistas del mercado en una última semana que ha visto agudizarse el derrumbe de las grandes firmas del parqué, a pesar del alivio de este viernes. La compañía dirigida por Mark Zuckerberg se dejó un 25% de su valor en la sesión del jueves, tras presentar unos resultados que confirman el estancamiento de sus negocios principales y la falta de resultados hasta la fecha de sus esfuerzos para abrir nuevas vías de ingresos.

En estas circunstancias, la compañía propietaria de Facebook, Instagram y WhatsApp, que hace poco más de un año se introdujo en el exclusivo club de las cotizadas que superaban el billón de dólares de valoración, ha visto hundirse su capitalización a poco más de 250.000 millones. Su PER (la relación entre su cotización y sus beneficios estimados) se sitúa ahora por debajo de las 10 veces —inferior al del Ibex—, menos de la mitad de su media en el último lustro.

Aunque condicionado por sus dificultades particulares, la debacle de Meta es, en muchos aspectos, representativa del derrumbe de los titanes de la bolsa, que se explica, en buena medida, por el hundimiento del sector tecnológico.

Las grandes tecnológicas internacionales han sido la cara más representativa del boom que protagonizaron las bolsas tras el batacazo post-Lehman. Enfundadas en unos relatos de crecimiento a largo plazo embriagadores, muchas de estas compañías alcanzaron valoraciones extremas, difícilmente justificables por sus cifras presentes, pero favorecidas por el entorno de liquidez extrema y tipos de interés en mínimos al que dieron forma los bancos centrales.

Foto: EC.

Ahora que ese mundo ha saltado por los aires por la irrupción de la inflación y el consiguiente endurecimiento de la política monetaria, los inversores se han visto forzados a ajustar sus asunciones sobre estas compañías. En un contexto, además, de debilitamiento económico que amenaza con poner en entredicho muchas de las expectativas creadas en torno a estos negocios. La era de oro de las FAANG (un acrónimo usado para referirse a estas grandes tecnológicas y, curiosamente, encabezado por la inicial de Facebook) ha terminado —o, al menos, se ha visto pausada— de forma brusca, como también muestran en los últimos días los batacazos bursátiles de Alphabet, Microsoft o Amazon.

Y lo peor para muchos de estos grupos es que algunos analistas ven razones para que las caídas acumuladas en 2022 sean solo el principio de un colapso mucho más severo. Así lo señalaba esta misma semana, por ejemplo, el CIO de UBS Wealth Management, Mark Haefele, en una nota citada por Bloomberg. "No creemos que los persistentes vientos en contra para el sector estén todavía puestos en precio de forma completa por el mercado", escribió el experto del banco suizo.

El hundimiento de las grandes compañías no es exclusivo de Wall Street, sino que tiene repercusiones globales

Solo Apple, apoyada en la solidez de su negocio de ordenadores Mac y wereables, se ha mostrado relativamente capaz de lidiar con las inclemencias actuales. Este viernes sumó un 7,5% (y aun así pierde más de un 12% en el año), lo que le permite defender su condición de mayor compañía del mundo, aunque su margen sobre la petrolera Saudi Aramco se ha reducido a menos de 500.000 millones de dólares, cuando a inicios de año superaba el billón.

El hundimiento de las grandes compañías no es exclusivo de Wall Street, sino que tiene repercusiones globales, especialmente en Asia. Así, el gigante tecnológico chino Tencent ha experimentado la destrucción de más de la mitad de su valor desde que se inició el año, en un proceso que también refleja los temores por los vaivenes regulatorios del gobierno de Xi Jinping, que también han pasado una onerosa factura a los accionistas de Alibaba. Y también firmas como el grupo taiwanés de microchips TSMC, envuelto en medio de las disputas comerciales entre EEUU y China, o el fabricante coreano Samsung se cuentan también entre los colosos más penalizados por la crisis.

En Europa, las grandes cotizadas están resistiendo mejor en relación con las pequeñas

El peor comportamiento de los gigantes del mercado es menos notorio cuando se centra la mirada en la bolsa europea. De hecho, el EuroStoxx 50 (que agrupa a 50 de las principales cotizadas de la región) registra a estas alturas del ejercicio un comportamiento mejor al del EuroStoxx amplio (que comprende casi 300 firmas). Y en el caso de España, la brecha entre el Ibex 35 y el Índice Small Caps es claramente favorable al índice de las grandes compañías.

Esta diferencia se explica mirando, también en este caso, hacia el sector tecnológico, con una presencia mucho más limitada en el mercado europeo y una mayor exposición hacia sectores más resistentes a la crisis actual, como el lujo, la alimentación o la salud, con LVMH, Nestlé y Roche como las tres compañías más grandes de la región y con grupos petroleros como Shell o Totalenergies salvando el periodo con ganancias significativas.

Todo esto muestra que tras el colapso de los gigantes bursátiles hay una gran parte de rotación sectorial, motivada por el brusco cambio de las condiciones financieras, que, mientras ha perjudicado de forma muy significativa a la industria tecnológica, ha impulsado unas condiciones más alentadoras para otros negocios.

Foto: EC.
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Un dato resulta elocuente: la diferencia de retorno bursátil entre el mejor sector del MSCI (el energético) y los peores (los de servicios de comunicación y tecnologías de la información, los que agrupan a las principales tecnológicas mundiales) en el año supera los 70 puntos porcentuales. En los últimos 20 años, el único precedente de una brecha de tal magnitud tuvo lugar en 2020, el año de la pandemia, y tuvo también como protagonistas a las tecnológicas (entonces, en el lado positivo) y a las energéticas (ocupando la posición de cola).

El movimiento de 2020 también tuvo lugar en medio de consideraciones sobre un cambio estructural, el que vendría a motivar la pandemia, acelerando el ocaso de industrias caducas como la representada por las compañías petroleras y atrayendo un nuevo entorno digital, que apuntalaría el dominio de los grupos tecnológicos.

Foto: Una terraza, en Pamplona. (EFE/Jesús Diges)

Es obvio que muchos de esos vaticinios han quedado ahora en papel mojado, obligando a los mercados a rehacer sus estimaciones a medio y largo plazo, con importantes implicaciones para los mercados financieros.

Este tipo de rotaciones no son, ni mucho menos, una anomalía en los mercados. Y, de hecho, el sector tecnológico ya fue víctima de una similar, precisamente, hace dos décadas, cuando la ya citada burbuja puntocom. El derrumbe de entonces se llevó por delante gran parte del valor de muchas de las compañías asentadas en los principales rankings de capitalización (solo Microsoft se mantiene en el top ten). Un recuerdo doloroso para los inversores de que, a menudo, en los mercados, más grande no significa más sólido, como 2022 está volviendo a poner en evidencia.

Es casi una reacción instintiva: en caso de dificultades económicas o financieras, los inversores buscan resguardo en las empresas más grandes. Aunque cada crisis tiene sus particularidades, en el imaginario popular está firmemente asentada la idea de que, cuando las cosas vienen mal dadas, los mayores recursos que se presuponen a los gigantes del mercado representan una ventaja crítica frente a los riesgos que afrontan las cotizadas más pequeñas.

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