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La revuelta de la 'vieja economía': bancos, petroleras y mineras resurgen en bolsa
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La revuelta de la 'vieja economía': bancos, petroleras y mineras resurgen en bolsa

En un año, el mercado ha pasado de dar la espalda a los sectores más tradicionales de la economía a ver en ellos el mejor resguardo ante la amenaza que supone la inflación

Foto: Paneles de cotización en el interior del Palacio de la Bolsa de Madrid. (EFE)
Paneles de cotización en el interior del Palacio de la Bolsa de Madrid. (EFE)
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En los últimos días de julio de 2020, en plena embestida de la crisis del coronavirus sobre la economía mundial, Apple lograba despojar a Saudi Aramco de la condición de compañía cotizada más valiosa del mundo, que había poseído desde su estreno en el parqué en diciembre del año anterior. En apenas siete meses, el fabricante de iPhone había recuperado los casi 800.000 millones de dólares de capitalización en que le había llegado a superar el gigante petrolero saudí.

Por aquellos días, el sector de automoción también experimentaba señales de cambio de era. Tesla, la compañía bandera del boom del vehículo eléctrico, superaba a Toyota como la mayor empresa del sector por capitalización y alcanzaba una valoración superior a la del conjunto del índice sectorial europeo del Stoxx 600, en el que se engloban marcas señeras como Volkswagen, BMW, Daimler, Renault, Stellantis (la unión de Fiat y Peugeot) o Ferrari, además de fabricantes de componentes como Michelín, Continental o Valeo.

Pocos meses después, en septiembre, en el mercado español Cellnex hacía historia al desbancar a Santander de la tercera posición por capitalización, situándose solo por detrás de Inditex e Iberdrola. Por primera vez en casi 20 años, el banco que preside Ana Botín dejaba de figurar entre las tres mayores cotizadas españolas. Y lo hacía a manos de una compañía que a inicios de 2018 tenía un valor casi veinte veces inferior al suyo. Corroboraba así un vuelco del que también habían sido víctimas compañías como Telefónica, BBVA y Repsol, mientras grupos como Siemens Gamesa, Solaria o PharmaMar se convertían en las apuestas predilectas de los inversores.

Foto: Una pantalla muestra los valores del Ibex 35. (EFE)

Todos estos casos representan claros ejemplos de las turbulencias desatadas en las bolsas internacionales por la crisis del coronavirus, que en su primera etapa tuvo un cierto aroma a profecía que se materializaba. Tras años de augurios en este sentido, las firmas de inversión más firmemente aferradas a la retórica de las megatendencias observaban con cierta satisfacción lo que parecía el empujón definitivo hacia la irrupción de la nueva economía.

Acelerando un movimiento que se venía manifestando desde hacía años, los negocios punteros en el ámbito de la digitalización, las empresas más avanzadas en materia de transición energética o las compañías de biotecnología pasaban a copar las preferencias de los inversores, ya sin cortapisas, en detrimento de sectores considerados caducos, como la banca, las petroleras o las telecomunicaciones. Nombres como los de Amazon, Tencent, Netflix, Nvidia, TSMC, Tencent o ASML (y otros de menor tamaño, como Zoom o TeamViewer) pasaban a acaparar casi sin competencia el interés de los inversores, asfixiando las perspectivas de compañías que hace apenas una década reinaban en los mercados internacionales. Los bancos, encabezados por JPMorgan, desaparecieron del ranking de las mayores 15 compañías del mundo, en el que solo Aramco defendía el histórico dominio de las compañías energéticas. Y había que descender más allá de las veinte primeras posiciones para encontrar cualquier compañía de telecomunicaciones, minera o fabricantes tradicionales de vehículos.

Desde entonces, sin embargo, muchos de esos sectores motejados como productos de la vieja economía han sido capaces de dar un vuelco inesperado a su situación sobre los parqués, reclamando nuevamente un lugar preferente en las carteras de los inversores.

Banca, energía y automoción lideran la escalada de la bolsa europea en el último año

Los números son más que elocuentes. En los últimos 12 meses, los sectores de banca, energía y automoción han encabezado la escalada del Stoxx 600 europeo, con subidas que oscilan entre el 80 y el 60%. Un panorama similar se puede apreciar en el S&P 500, donde a petroleras y financieras se unen las compañías del sector de recursos básicos entre las mejores de este periodo. Y el Ibex no representa ninguna excepción a esta tendencia: Sabadell, BBVA y ArcelorMittal se muestran como las acciones más rentables desde finales de octubre del año pasado.

Este cambio de guion se comenzó a escribir hace cerca de un año, a partir del hito que supusieron las primeras noticias positivas sobre el desarrollo de las vacunas contra el coronavirus, en noviembre de 2020. Con la premisa de que el inicio de la recuperación aguardaba a la vuelta de la esquina fueron muchos los inversores que tornaron su mirada hacia aquellos negocios que habían quedado rezagados durante la crisis y que podían encontrar en su final un estímulo mucho más marcado que aquellas industrias que mejor se habían defendido en ese periodo turbulento.

Comenzaba así una etapa de ‘gran rotación’ que, con constantes idas y venidas, se ha mantenido vigente durante todo un año, infundiendo nuevos alientos a los sectores más tradicionales de la economía. Estos grupos se han convertido, de hecho, en los grandes motores de la recuperación. Según las estimaciones del consenso de analistas, el sector de automoción será, junto al de comercio minorista, el que más vea crecer sus beneficios por acción en 2021 y las finanzas, la energía y el consumo discrecional aportarán hasta 36 puntos porcentuales al crecimiento de las ganancias del 59% esperado en el Stoxx 600.

Perspectivas favorables

Y son muchos los expertos que auguran que el buen tono de estos sectores aún podría prolongarse durante los próximos meses. En una nota publicada esta misma semana, en la que expresaban su desconfianza sobre las perspectivas de las bolsas europeas, a causa de la pérdida de impulso de la recuperación, los analistas de Bank of America mostraban su preferencia por sectores como el de materiales de construcción o la banca, frente a industrias como la farmacéutica.

Una de las principales bazas con las que cuenta la vieja economía para apuntalar su resurrección es precisamente la reaparición de un elemento que parecía casi desterrado de las economías desarrolladas desde el estallido de la crisis financiera y que ahora ha hecho su reaparición con una fuerza inusitada desde hace varias décadas: la inflación.

“La inflación actual sigue sorprendiendo al alza debido al aumento de los precios de las materias primas y la energía, las limitaciones de la cadena de suministro, las continuas restricciones de movilidad y algunos signos iniciales de aumentos de sueldos y salarios. Aunque creemos que la mayoría de estos puntos de presión son temporales y deberían normalizarse a lo largo de 2022, tiene sentido que los inversores adopten una postura cautelosa y aumenten sus ponderaciones en sectores que tradicionalmente han proporcionado algún grado de protección contra la inflación”, indicaban los analistas de Banco Santander en un informe publicado el pasado lunes. Con este planteamiento, aconsejaban posicionarse en banca, recursos básicos y materias primas.

Foto: Un trabajador actualiza los precios de los combustibles en Francia. (Reuters)

El impulso que aporta a la banca un escenario de mayor inflación es bastante obvio. De hecho, la ausencia de esta ha sido una de las claves de la decadencia del sector financiero en la última década. Con la persistente presión sobre los precios, están empezando a surgir a nivel global expectativas de un cambio de rumbo en la política monetaria que conduciría a subidas de tipos, lo que ya se viene reflejando en la evolución de los bonos. “La sensibilidad de los resultados de los bancos a las tasas de interés a corto plazo es clara y la correlación entre el Eonia 1 año 1 año y el desempeño relativo bancario en relación con el mercado ha sido históricamente muy alta”, observan en Santander, donde consideran que la remontada reciente solo refleja parcialmente estas expectativas.

Las compañías de recursos básicos también han disfrutado de un periodo muy positivo en bolsa en el último año, favorecidas por los elevados precios que han alcanzado las materias primas. Arcelor y Acerinox, con ganancias en torno al 150 y al 80% en los últimos 12 meses, son claros ejemplos de este escenario en el mercado español. Y aunque hay razones para pensar que la escalada de los materiales podría revertirse próximamente, esto no tiene por qué significar el final de la remontada de un sector que ha llegado a registrar este año sus niveles más elevados de la última década, pero que aún se mantiene más de un 30% por debajo de sus máximos de 2008 (en aquella época, Arcelor llegó a capitalizar más de 90.000 millones, el triple que ahora).

“El mercado descuenta que los precios actuales de las materias primas no son sostenibles y deberían corregirse en los próximos meses, opinión que compartimos, pero la disciplina de inversiones de capital de las empresas, la fortaleza duradera de la demanda en un escenario de recuperación y las continuas restricciones de oferta podrían seguir obligando a los analistas a actualizar sus estimaciones de ingresos, como ha sido el caso en los últimos meses”, defienden en Santander.

El sector energético llegó a cotizar el año pasado un 75% por debajo de su pico de 2008

En el caso de la energía, los argumentos son similares a los del sector de recursos básicos. Después de años de debilidad, el colapso del negocio provocado por la pandemia (cuando algunos contratos de futuros de petróleo se llegaron a intercambiar a precios negativos) parecía el tiro de gracia para un sector que el año pasado llegó a cotizar hasta un 75% por debajo de sus máximos de 2008. La fuerte recuperación protagonizada desde entonces por los precios del petróleo y el gas ha dado un notable impulso a las valoraciones del sector. Pero ni siquiera ha sido suficiente para superar los niveles de inicios de 2020.

“El reclamo de valoración para el sector de petróleo integrado es claro, dado que cotiza con un descuento de casi el 60% respecto al mercado europeo, el más amplio de los últimos 20 años. Además, el sector ha realizado un esfuerzo significativo durante los últimos años para mejorar la disciplina de capex, invertir en la transición energética, mejorar la generación de flujo de caja y devolver el flujo de caja a los accionistas”, observan en Santander, donde llaman la atención sobre el desacople entre las valoraciones del sector (un 60% inferiores a la media del mercado) y sus rendimientos de flujo de caja libre y su rentabilidad por dividendo (2,5 veces mayor), que debería favorecer su mejor desempeño.

Sobre todo, porque como observan en Cobas AM, hay razones para confiar en que los fundamentos de su negocio sigan evolucionando de forma positiva. Porque, frente a la creencia de que la reciente escalada de los precios responde a factores coyunturales que se disiparán próximamente, “nosotros pensamos que como no se ha hecho la inversión previa necesaria durante los últimos 5 años, cuando se consolide la reactivación de la demanda el precio va a tener que reflejarlo, como de hecho ya está ocurriendo”. Ante esa tesitura, auguran un incremento de la inversión en la industria que esperan que beneficie especialmente a las compañías de ingeniería relacionada con el sector petrolero, como serían Subsea 7, Petrofac o Técnicas Reunidas.

Foto: Foto: EFE.

La revitalización de estos sectores ya ha dado pie a que algunas de las compañías punteras vuelvan a reclamar un lugar en el club de las grandes cotizadas. Si JPMorgan ya vuelve a tener al alcance un lugar para la banca en el ‘top ten’ por capitalización mundial, y Aramco ha logrado rebajar en menos de dos meses la brecha que le separa de Apple en más de 250.000 millones de dólares, quizás el mejor ejemplo lo aporte la bolsa española: Santander y BBVA han vuelto a superar el valor de Cellnex (a pesar de la importante ampliación de capital que llevó a cabo esta el pasado abril) y Repsol ha borrado los más de 14.000 millones en que le superaba Siemens Gamesa a inicios de este año para mostrarse ahora por encima en casi 1.500 millones.

Los expertos insisten, no obstante, en que esta revuelta de los sectores tradicionales no invalida la tesis de la irrupción de un nuevo marco económico en el que la digitalización, la tecnología más vanguardista y las energías limpias están llamadas a llevar la delantera. Al fin y al cabo, si Apple ha acabado cediendo su trono recientemente no ha sido sino ante otro gigante tecnológico como Microsoft y Tesla no solo ha resistido el empuje de los fabricantes tradicionales de vehículos, sino que en las últimas semanas ha vuelto a ampliar la brecha con estos. Y el grupo holandés de sistema de pagos de última generación Adyen se valora en bolsa en un 10% más que el mayor banco de la eurozona, BNP Paribas, a pesar de generar unos beneficios 18 veces inferiores.

Lo que sí ha venido a revelar este giro de guion es que probablemente haya sido muy osado dar por acabados a algunos sectores muy firmemente afianzados en las estructuras económicas y con la suficiente potencia financiera para acometer importantes planes de transformación que les capaciten para afrontar los desafíos de la economía del futuro. Porque no hay que olvidarse que mientras se benefician un entorno económico que se ha vuelto mucho más propicio para sus negocios tradicionales, bancos, petroleras, fabricantes tradicionales de vehículos o grupos de telecomunicaciones siguen implementando importantes planes de inversión para superar sus vulnerabilidades actuales y poder enfrentarse con garantías a las realidades que se espera que marquen el rumbo de la economía en las próximas décadas. De momento, ya les ha servido para recobrar parte del atractivo perdido en bolsa.

En los últimos días de julio de 2020, en plena embestida de la crisis del coronavirus sobre la economía mundial, Apple lograba despojar a Saudi Aramco de la condición de compañía cotizada más valiosa del mundo, que había poseído desde su estreno en el parqué en diciembre del año anterior. En apenas siete meses, el fabricante de iPhone había recuperado los casi 800.000 millones de dólares de capitalización en que le había llegado a superar el gigante petrolero saudí.

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