Es noticia
¿Recesión técnica? Que no cunda el pánico: el peligro real es Putin o un error del BCE
  1. Economía
DECIDIRÁN LAGARDE Y EL INVIERNO

¿Recesión técnica? Que no cunda el pánico: el peligro real es Putin o un error del BCE

A diferencia de lo ocurrido en 2008 y 2020, los expertos prevén que la contracción de la economía sea suave, dure solo dos trimestres y no suponga una destrucción masiva de empleo

Foto: Una terraza, en Pamplona. (EFE/Jesús Diges)
Una terraza, en Pamplona. (EFE/Jesús Diges)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

España camina hacia una recesión técnica, pero no será, ni de lejos, tan larga como la de 2008 o tan profunda como la de 2020. Pese a que el Gobierno sigue negando este escenario, cada vez son más los organismos y los expertos que auguran una caída de la actividad durante dos trimestres consecutivos, que es exactamente la definición aceptada en la ciencia económica. La palabra produce escalofríos a toda una generación que no ha conocido otra cosa que una crisis permanente, pero la realidad es que no hay motivos para pensar que el crecimiento negativo vaya a tener un impacto dramático en los hogares. Al menos mientras no se agudice o cronifique, como ocurrió en las últimas dos ocasiones.

Esta vez la economía parte de unas bases más sólidas, y la corriente de fondo sigue apuntando a un ciclo expansivo. Con permiso de una extraña pareja: la que forman la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, y el líder ruso, Vladímir Putin. Si cualquiera de los dos cruza la línea roja, la partida se empezaría a jugar en un terreno muy distinto.

* Si no ves correctamente este formulario, haz click aquí

De momento, nuestro país se está acercando al estancamiento. Tras una recuperación pospandemia vigorosa, frenada únicamente por la irrupción de la variante ómicron, el PIB y el empleo empiezan a dar síntomas de agotamiento: la economía española solo creció un 0,2% en el tercer trimestre, mientras que el número de ocupados incluso disminuyó en términos desestacionalizados, según el Instituto Nacional de Estadística.

Los datos conocidos esta semana constituyen la primera señal de alerta sobre lo que se avecina, a pesar de que aún tienen en cuenta el efecto de un verano histórico para el turismo. La advertencia la completan la fundación de las antiguas cajas de ahorros (Funcas), el servicio de estudios del segundo banco español (BBVA Research) y la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF), que en las últimas semanas han vaticinado una recesión en la economía española durante el último trimestre de 2022 y el primero de 2023.

"La contracción está prácticamente asegurada y la recesión es bastante probable, pero no debiera de durar más de medio año"

El Banco de España fue el primero en sugerirlo hace ya casi un mes, pero evitó ofrecer previsiones trimestrales ante la excepcional incertidumbre. De hecho, la dispersión de las estimaciones de los principales organismos y casas privadas es una de las mayores de la historia. Para el periodo entre julio y septiembre, por ejemplo, había quienes ya preveían un crecimiento cero —el rango del regulador estaba entre el -0,5% y el 0,5%—, mientras que otros se atrevían a augurar un repunte de hasta ocho décimas.

Pese a las dudas, durante el último mes, todas las instituciones han ido recortando generosamente las previsiones para el conjunto del año que viene. Hasta el Gobierno lo ha hecho, pero sigue estimando un crecimiento superior al 2% que se aleja de lo que dicen el Fondo Monetario Internacional (FMI), la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) o el propio Banco de España. El consenso es que la economía española crezca entre un 1% y un 1,5% en el próximo año, y la fundación de las antiguas cajas de ahorros incluso rebaja esta cifra hasta un exiguo 0,7%. En medio de la indefinición sobre unos datos desagregados que muy pocos se atreven a dar, este es, precisamente, el mejor indicador de que se acerca una recesión técnica.

El director de Coyuntura Económica de Funcas, Raymond Torres, atribuye el recorte de las previsiones al llamado efecto carry-over: el arrastre de los datos negativos durante el otoño y el invierno condicionará el desempeño de todo el 2023, por lo que incluso se tendrían que dar crecimientos robustos a partir del segundo trimestre para llegar a las siete décimas que prevé su institución. "Todo indica que el entorno es recesivo. Es muy difícil que evitemos una caída del PIB en el cierre de año y el inicio del año que viene" asegura. Manuel Hidalgo, profesor de la Universidad Pablo de Olavide, cree que los datos del tercer trimestre no han sido tan malos como se esperaba, aunque coincide en el vaticinio: "La contracción está prácticamente asegurada y la recesión es bastante probable, pero no debiera de durar más de medio año". Ahí está una de las claves por las que, esta vez, la crisis será más parecida a un bache que a un descarrilamiento.

Pese a las conjeturas sobre los próximos dos trimestres, todos los organismos y casas privadas, sin excepción, auguran un 2023 en positivo. A diferencia de lo que ocurre con Alemania, donde el consenso apunta claramente a una recesión, o con Italia y Reino Unido, donde existen más dudas, la certeza ahora mismo es que España empezará a remontar el vuelo a partir del segundo trimestre, impulsada por la fortaleza del mercado laboral, la moderación de la inflación y la llegada de los fondos europeos. El patrón que seguiría nuestra economía sería similar al de Estados Unidos, que creció un 0,6% entre julio y septiembre tras medio año en negativo. Esa diferencia, seis meses, es el retraso que lleva el ciclo de la eurozona respecto al de la primera potencia mundial. En otras palabras: Estados Unidos anticipa una recesión técnica, pero también una rápida recuperación.

El mejor ejemplo de ese decalaje son las subidas de tipos de interés de los bancos centrales. Mientras que la Reserva Federal norteamericana inició la contracción de la política monetaria en marzo, el BCE hizo lo propio en julio, cuatro meses después. Es por ello que los efectos del enfriamiento que Lagarde ha buscado deliberadamente para frenar la inflación solo se están empezando a notar ahora, mientras que al otro lado del charco la economía ya crece pese a una mayor agresividad del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell. Un dato: el incremento interanual del PIB de Estados Unidos se sitúa en el 1,8%, lo que demuestra que el ciclo a medio plazo sigue siendo expansivo, pese a los vaivenes causados por la inflación (y la lucha contra ella).

Dos cisnes negros

Este es, precisamente, el primero de los cisnes negros que podrían dejar atrapada a la economía española en lo que, al principio, solo parecía un bache. Torres apunta el término del que depende el futuro: tipo de interés de equilibrio. En la situación actual, se trataría del precio del dinero que permitiría controlar la inflación sin poner en riesgo el crecimiento. Si Lagarde traspasa esa línea roja y acaba subiendo los tipos más de la cuenta, el resultado será el ahogamiento de la economía. No es la primera vez que pasa: en 2008, el conocido como error Trichet —en alusión a la subida de tipos del expresidente del BCE— condenó a la eurozona a una crisis sin precedentes y a los países del sur, entre ellos España, a una devaluación interna cuyos efectos todavía perduran. En aquel momento, como en este, se utilizaban eufemismos como ralentización o desaceleración. Algunos ni siquiera se atrevían a pronunciar la palabra crisis. Unos años después, todos la conocen como la Gran Recesión.

El BCE subirá tipos más pendiente de Berlín que de Madrid, y esto podría tener unos efectos devastadores para la economía española

El problema para España, apunta Hidalgo, es que el Banco Central Europeo desarrollará su política monetaria más pendiente de Berlín que de Madrid. O, en todo caso, buscará una solución que satisfaga a todos, cuando los intereses —y las situaciones— son muy distintas en los diferentes países. El dato del índice de precios de consumo (IPC) conocido este viernes sitúa a España a la cola de la inflación en la zona euro, igual que sigue rezagada en la recuperación del PIB prepandemia —no lo hará hasta el primer trimestre de 2024, según el consenso actual— y a la cabeza del paro. En esa coyuntura, los expertos consultados apuntan que una subida de tipos que puede tener sentido para controlar la espiral inflacionista en los países más afectados por el encarecimiento de la energía —algunos de ellos con pleno empleo o incluso graves problemas para encontrar mano de obra— podría causar unos efectos devastadores para la economía de nuestro país.

Foto: Una industria en Toledo. (EFE/Ismael Herrero)

La situación en Europa es desigual, y también diferente a la de Estados Unidos. Como ocurre actualmente con la inflación, el impacto de la recesión resultará mucho mayor en aquellos países más dependientes del gas ruso, pero puede acabar afectando a todos. Y ahí está el segundo cisne negro que amenaza a la economía española. Cualquier movimiento de Putin que lleve a la guerra a un estadio superior tendrá una grave repercusión en los mercados energéticos, que en los últimos dos meses han experimentado un alivio considerable. Un invierno especialmente frío tendría el mismo efecto, a saber: una profunda recesión en Alemania, con caídas del PIB de hasta el 7,9% en 2023 y el 4,2% en 2024, según las proyecciones de los principales institutos del país. Tal como recordaba la semana pasada el director general de Economía del BCE, el español Óscar Arce, el efecto dominó acabaría impactando a toda la eurozona, y a la española incluso en mayor medida, debido a nuestro intenso componente exportador y a la importancia de las grandes potencias del continente como mercados emisores para el sector turístico.

Esta vez aguantará el empleo

Nuestro país no está a salvo de las incertidumbres que recorren Europa, y ya las empieza a sufrir en forma de una contribución negativa del sector exterior al PIB (en el tercer trimestre restó ocho décimas). Sin embargo, la fortaleza interna permite afirmar —con todas las cautelas— que, en condiciones normales, esta recesión no será como las anteriores. Torres recuerda que la economía española no presenta los grandes desequilibrios que caracterizaron a crisis, como una industria mastodóntica y obsoleta o un endeudamiento masivo del sector privado. Es cierto que la deuda pública está en máximos históricos (116% del PIB), pero las condiciones de financiación son mucho más favorables que en otros momentos debido al cambio de actitud de las autoridades europeas, que nada tiene que ver con la austeridad que presidió —y alimentó— la Gran Recesión.

España podría atravesar una recesión sin una destrucción masiva de puestos de trabajo

Además, de momento la demanda interna está mostrando un gran resiliencia gracias al ahorro embalsado que aún persiste tras la pandemia: la dentellada de la inflación en las economías familiares no impidió que aportase 1,1 puntos al crecimiento durante este verano. De cara a los próximos meses, la moderación del IPC que prevén todos los organismos mejorará la situación, siempre y cuando se cumpla una condición esencial: el mantenimiento del empleo, es decir, de la principal fuente de ingresos de los hogares. Para Torres, este es el verdadero factor diferencial de la recesión que se avecina respecto a las que forman el imaginario colectivo: "Es posible que durante los últimos meses no asistamos al desplome del empleo de otras ocasiones".

El director de Coyuntura Económica de Funcas recuerda que, pese al aumento del paro, en el tercer trimestre todavía se crearon 77.000 puestos de trabajo. De hecho, España cuanta con 20,54 millones de ocupados, muy cerca del récord de 2007, y una tasa de desempleo del 12,67%, la más baja desde 2008. Es cierto que la vitalidad del mercado laboral se ha frenado en seco, en un anticipo de la temida recesión, pero ningún organismo prevé una destrucción masiva de puestos de trabajo durante los próximos meses. Como ocurre en otros países, el ajuste podría venir por el número de horas trabajadas, que ya cayó un 0,1% entre julio y septiembre. En el mejor de los casos, esto supondría un cambio histórico en los patrones de la economía española, que hasta ahora saldaba los periodos recesivos con el un aumento exponencial de las colas del paro. En el peor, simplemente indicaría que la contracción no habrá sido para tanto.

Foto: Un empleado descarga bebidas en Madrid. (EFE/Luis Millán)

En un punto medio entre los apóstoles del desastre y los discípulos que niegan la realidad, Hidalgo resume el impacto que tendrán los próximos meses en las economías familiares: "Una recesión nunca es una buena noticia. Va a haber gente que no lo va a pasar bien, pero si se compara con los dos últimas, esta sería en términos bursátiles una corrección técnica, una recogida de beneficios". Siempre y cuando Lagarde, Putin y el general Invierno no crucen la línea roja.

España camina hacia una recesión técnica, pero no será, ni de lejos, tan larga como la de 2008 o tan profunda como la de 2020. Pese a que el Gobierno sigue negando este escenario, cada vez son más los organismos y los expertos que auguran una caída de la actividad durante dos trimestres consecutivos, que es exactamente la definición aceptada en la ciencia económica. La palabra produce escalofríos a toda una generación que no ha conocido otra cosa que una crisis permanente, pero la realidad es que no hay motivos para pensar que el crecimiento negativo vaya a tener un impacto dramático en los hogares. Al menos mientras no se agudice o cronifique, como ocurrió en las últimas dos ocasiones.

Recesión Banco Central Europeo (BCE) Macroeconomía
El redactor recomienda