Ni Madrid ni Barcelona: por qué las ciudades con el peor aire no son las que piensas
La contaminación por partículas es la que más muertes prematuras provoca en Europa, pero nos centramos mucho más en el NO₂
Este domingo arranca una nueva cumbre del clima en la ciudad egipcia de Sharm El Sheij, la COP27, que reunirá a mandatarios de todas partes del mundo para replantear qué compromisos tiene que adoptar cada país para limitar el calentamiento global. Esta cita anual sirve para revisar, entre otras cuestiones, los niveles máximos de emisiones de determinados contaminantes a la atmósfera.
En España, Madrid y Barcelona llevan años en el punto de mira por incumplir de forma reiterada la normativa europea de calidad del aire en materia de dióxido de nitrógeno (NO₂). Los planes para reducir la contaminación, como la creación de zonas de bajas emisiones, son parte de la respuesta a las exigencias para paliar el cambio climático que llegan desde Europa.
Las principales capitales del país siguen siendo las que peores valores de NO₂ tienen porque "el 70% de esa contaminación viene del tráfico rodado", explica el investigador del CSIC y experto en contaminación atmosférica, Xavier Querol. En 2021, la mayor parte de las estaciones que registran los datos más negativos son las de Madrid y Barcelona, aunque algunas como Granada, Pamplona o Mollet del Vallés se cuelan entre las que salen peor paradas.
Los protocolos antipolución ceden más protagonismo al dióxido de nitrógeno porque es el que más incumplimientos de normativa europea recopila. Sin embargo, según la Agencia Europea de Medioambiente, la contaminación por partículas en suspensión (PM 10 y PM 2,5) es la que más muertes prematuras provoca en Europa. En 2019, las muertes prematuras asociadas a partículas finas se estiman en 307.000, mientras que las atribuibles al NO₂ fueron 40.400. Si son más peligrosos, ¿por qué no prestamos la misma atención a estos contaminantes?
"Todo el mundo mira el NO₂ porque se supera en las ciudades y es donde más población vive", cuenta Quero, "pero hay una disfunción legislativa clara". El umbral de superación de contaminación por partículas PM10 en la unión europea está fijado en 40 µg/m3, y la mayor parte de las veces, ese umbral no se supera. La cuestión es que ese máximo lleva años desfasado: la OMS ya lo rebajó a 20 y en Europa esta limitación se iba a aplicar en 2013, pero en 2014 se aplazó la revisión para 2020 y ese año el covid empujó las buenas intenciones hasta 2023. "Tenemos diez años de pérdida de tiempo en la aplicación de políticas drásticas", afirma Querol.
El Observatorio de Sostenibilidad ya publicó que en 2021 que las ciudades de más de 80.000 habitantes con peores datos de contaminación por partículas eran Marbella, A Coruña y Murcia, por delante incluso de las clásicas Madrid y Barcelona. En la misma línea, la Agencia Europea de Medio Ambiente publica un mapa para consultar los niveles de PM 10 y PM 2,5 en las principales ciudades de Europa, y A Coruña era la que peor parada salía entre los puntos de nuestro país, con la media de los datos de 2020 y 2021.
Con cifras más recientes de las estadísticas del organismo Europeo, la región de Canarias es la que acumula más puntos negros de contaminación por partículas en el aire, un hecho que se explica en parte por los episodios de calima, que han sido más intensos últimamente. Pero aunque la contaminación por partículas tiene un origen más difuso que la del NO₂, el efecto del hombre sigue siendo la principal causa.
Para eliminar ese efecto calima, y teniendo en cuenta que 2020 y 2021 han dado un respiro a la atmósfera a causa de la pandemia, en los siguientes mapas se puede ver la media anual de niveles de PM10 y PM 2,5 para el año 2019. En rojo, aparecen aquellos puntos cuyo valor excede el umbral que la OMS considera de riesgo para la salud. El peor valor medio en PM10 ese año lo registró la estación Casa Cuna, en el municipio de Santa Cruz de Tenerife, con 42,5 µg/m3 de media al año, seguido de la Playa del Inglés, al sur de Gran Canaria. El tercero está en Puertollano (Ciudad Real), al lado del colegio público Severo Ochoa.
Granada, Avilés, Marbella, A Coruña y Málaga aparecen también entre las ciudades con peores datos, por encima de Barcelona o Madrid que, no obstante, superan los valores considerados saludables en muchos casos, aunque casi nunca pasan de los laxos límites europeos. "En Suiza ya vieron que no tenía sentido tener un valor tan alto cuando en Estados Unidos el límite es 12 desde 1994. Si miras su tendencia, desde 2010 baja la contaminación por partículas, pero si miras en España, está estancada", añade Querol.
Aunque según el experto la industria está muy controlada por las comunidades autónomas y el gobierno central, también se dan niveles más altos de contaminación en zonas con más fábricas. Los mapas reflejan más contaminación en Avilés u Oviedo, así como en algunos puntos del litoral mediterráneo, donde se acumulan algunas de las principales áreas industriales del país.
Las industrias más contaminantes
La planta siderúrgica de Arcelor Mittal en Asturias, con factorías en Avilés y Gijón, arrojó a la atmósfera 5,2 millones de toneladas de CO₂ en 2021. A pocos kilómetros, la central térmica de carbón de Aboño —de las pocas de este tipo que siguen activas—, propiedad de EDP, produjo también más de 5 millones de toneladas. Estos dos complejos industriales fueron los mayores emisores de este gas de efecto invernadero de toda España, según datos recopilados por el Observatorio de la Sostenibilidad. Con su aportación, el Principado lidera las emisiones verificadas, aquellas medidas y auditadas al formar parte del mercado de derechos de emisiones de carbono.
También en el norte, en Muskiz (Bizkaia), está la refinería de Petronor, que liberó a la atmósfera más de dos millones de toneladas de CO₂. Sin embargo, pese a la tradicional presencia de industria pesada en el norte, el este peninsular acumula 21 de las 50 empresas que más gases liberaron en 2021. Por sí solas emitieron más de 15 millones de toneladas de dióxido de carbono en el ejercicio anterior.
Así, las instalaciones de Repsol en Cartagena y en Tarragona fueron dos grandes focos de emisiones, con más de dos millones de toneladas de CO₂ cada una. Les siguen las centrales térmicas de Granadilla (Tenerife) y Barranco de Tirajana (Gran Canaria), con emisiones verificadas de más de 1,5 millones de toneladas. En su conjunto, de los más de 800 complejos industriales analizados por el Observatorio de la Sostenibilidad, los situados en Tarragona, Cádiz, Murcia, Castellón y Barcelona lideran, por detrás de Asturias, el ranking de emisiones verificadas.
Por sectores, la quema de combustibles para generación eléctrica, la producción de clínker de cemento y el refino de petróleo concentraron el 69% de las emisiones de CO₂ de la industria española en 2021. Les siguen, a gran distancia, las siderúrgicas, el tráfico aéreo, o las industrias cerámicas y químicas.
La generación eléctrica mediante la quema de carburantes produjo más de 40 millones de toneladas en 2021, aunque fueron más de 300 las instalaciones que contribuyeron con sus emisiones. Algunas, con gran protagonismo. Además de las plantas de Asturias y Canarias, las centrales de Naturgy en Escombreras (Murcia) y de Total en Castejón (Navarra) también estuvieron por encima del millón de toneladas de gas liberadas. En los otros dos sectores más contaminantes, menos actores provocaron más emisiones: diez refinerías emitieron 12,8 millones de toneladas de dióxido de carbono, lo mismo que 32 cementeras.
La reactivación económica tras el parón de 2020 también tuvo sus efectos. Y se notó con distinta intensidad en cada provincia. La mayoría —30— aumentó sus emisiones de CO₂ por parte de las principales empresas contaminantes. Asturias, con el impulso de la siderurgia y las centrales térmicas, lo hizo en un 32%. Palencia, con una industria mucho más pequeña, en un 37%, debido en buena parte a la factoría de Cementos Portland en Venta de Baños. Por su parte, las que recortaron sus emisiones lo hicieron en menor medida que las que las aumentaron. Es decir, pese a las reducciones en provincias como Burgos, León y Teruel, en 2021 se liberaron en total 3,5 millones de toneladas de gas más que en el año anterior.
"Si veían que la chimenea no sacaba humo, sabían que en unos días habría problemas"
La tendencia no apunta a la descarbonización. "Es cierto que las energéticas han reducido sus emisiones en los últimos años; sin embargo, las petroleras no han bajado nada", afirma Fernando Prieto, director del Observatorio de la Sostenibilidad. Y apunta a dos motivos: el Acuerdo de París, es decir, el de contener el calentamiento global por debajo de los 2 ºC, y el aumento de precios en el mercado de emisiones de carbono. Su precio medio ha escalado de los 5,83€ por tonelada en 2017 a los 80€ en lo que llevamos de año, según datos de Sendeco2. Ante el aumento de costes, "muchas empresas pequeñas han cerrado o han buscado otras fuentes alternativas de energía", explica Prieto.
¿No hemos avanzado nada?
Con todo, más allá de las emisiones de la industria, la calidad del aire ha mejorado si echamos la vista tan solo diez años atrás. Aun así, un 62% de los españoles cree que la situación es ahora peor que hace una década y solo un 7% considera que hemos avanzado. La percepción, que se extrae del último eurobarómetro sobre este tema publicado a finales de octubre, es completamente errónea: "Hemos mejorado mucho, fíjate que estamos hablando de alrededor de 350.000 muertes prematuras anuales, y en 1990 eran un millón", explica Querol. Si se atiende a los datos que recopilan las estaciones de medición distribuidas por todo el territorio, salvo contadas excepciones, los niveles de NO₂ cayeron en todo el territorio entre 2009 y 2019 y, aunque se ha notado menos, también estamos mejor en PM 10 y PM 2,5. "Tenemos mucha suerte de ser europeos, porque tenemos una presión", añade el experto.
"Hay que ser positivos", insiste Querol, que recuerda cómo años atrás, en la zona de tradición de industria cerámica de la que él proviene se empleaba la expresión "humo o hambre". "Si veían que la chimenea no sacaba humo, sabían que en unos días habría problemas", cuenta. Ahora, en cambio, se habla de sostenibilidad para poder hablar de menos emisiones sin más "hambre". "Cuando hay crisis noto que a los gobiernos les viene el humo o hambre a la cabeza", continúa el investigador. "Llevábamos una tendencia maravillosa hasta 2008, pero con la crisis empezaron a pararse cosas y después vino el covid y luego la guerra", lamenta.
Otra de las cuestiones analizadas en la encuesta europea iba sobre quién se esfuerza menos para mejorar la situación. En 2019, un 52% de los europeos y un 60% de los españoles consideraba que desde los hogares no se hacía suficiente para lograr una mejor calidad del aire. Las cifras se sitúan tres años más tarde en el 38% y el 44%, respectivamente. Los números cambian bastante cuando se habla de la inactividad por parte de las grandes industrias, las instituciones públicas o las empresas energéticas que basan su producción en combustibles fósiles. Para los tres casos, en torno a un 66% de los encuestados opina que no se está haciendo lo suficiente para mejorar el estado del aire.
Los resultados de los encuestados españoles coinciden con los de la mayoría de los europeos al señalar que las acciones para combatir la contaminación atmosférica deben realizarse a nivel global. Sin embargo, hay discrepancia en la forma de alcanzar estos objetivos: mientras los españoles se decantan por abordar el asunto a través de políticas y controles a la calidad del aire, la media de los países de la UE opta por sancionar a la industria y la producción de energía.
Precisamente, en lo que respecta a la industria española "las emisiones [de CO₂] en 2022 van a seguir creciendo, y eso a pesar de la Ley de Cambio Climático" —en referencia a la norma impulsada por el ministerio de Teresa Ribera—, "si haces una ley, lo lógico es poner todos los medios para cumplirla", denuncia Prieto. Solo Portugal e Irlanda presentan peores resultados que España en su descarbonización desde 1990, y muy lejos de Dinamarca, Alemania y Suecia, según el último informe del Observatorio de la Sostenibilidad. "Hay que ir hacia la descarbonización, sí, pero también nos tenemos que empezar a adaptar", explica el portavoz, aludiendo a las anomalías térmicas de verano y otoño. Y es que la cumbre del clima de Egipto tiene que afrontar, desde el realismo, las políticas climáticas, ya que parecen lejanos los objetivos de París.
Este domingo arranca una nueva cumbre del clima en la ciudad egipcia de Sharm El Sheij, la COP27, que reunirá a mandatarios de todas partes del mundo para replantear qué compromisos tiene que adoptar cada país para limitar el calentamiento global. Esta cita anual sirve para revisar, entre otras cuestiones, los niveles máximos de emisiones de determinados contaminantes a la atmósfera.