No solo sufren la sequía en Cataluña: en Canarias tienen incluso que dar de beber a las abejas

Puede resultar paradójico que ocho islas rodeadas de mar no tengan agua. Pero lo cierto es que Canarias se está enfrentando a un periodo de sequía casi sin precedentes en la historia y que ha obligado a las instituciones a adoptar medidas para evitar el desabastecimiento de este recurso natural tanto en la población como en el campo. Tanto, que incluso tienen que dar de beber a las abejas, mientras apicultores y agricultores ven un horizonte muy negro.

Gran Canaria es el territorio con más concentración de embalses por kilómetro cuadrado del mundo, con un total de 167 presas. De ellas, 69 superan los 15 metros de altura y entran en las denominadas "grandes presas". Y de cerca le sigue La Gomera donde, con solo 370 kilómetros cuadrados de isla, tiene 63 infraestructuras, de las cuales 24 son grandes. Son ejemplo de cómo se ha aprovechado y almacenado el agua en el Archipiélago durante su historia.

Tras el paso de la tormenta Filomena, en 2021, las islas no han tenido aporte de agua y cada vez más se ha visto cómo presas y embalses se vacían, llegando el 80% de ellas a no tener ni una gota de agua. Además, la evapotranspiración (fenómeno por el que parte del agua pasa a la atmósfera por evaporación directa del agua del suelo y por la transpiración de las plantas) ha subido entre un 10 y un 25% en medianías y en consonancia con el aumento de la temperatura media y de la radiación solar. Todo ello ha obligado a que cuatro islas, El Hierro, La Gomera, Fuerteventura y Tenerife, declaren la emergencia hídrica para asegurar el abastecimiento a la población.

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Se prevé la instalación de desaladoras y ponerlas en marcha lo antes posible. Pero el Archipiélago sigue esperando por el Convenio de Obras Hidráulicas del Estado, firmado en 2019 y con una dotación superior a los 900 millones de euros, que sigue sin ejecutarse y permitiría garantizar la producción, el suministro y la depuración del agua.

"Nos quedamos sin abejas"

La apicultura fue uno de los sectores que más daño irreparable sufrió el pasado mes de agosto en el incendio de Tenerife. Muchos apicultores perdieron todas sus colmenas y, aquellos que salvaron la estructura, las colmenas en sí, perdieron las abejas quemadas o muertas por el calor. Ahora, cuando comenzaban a recuperarse, la sequía vuelve a ponerles contra la pared. Antonio Herrera es apicultor de Arafo, en la isla tinerfeña, y se plantea abandonar el oficio.

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"Las abejas se alimentan de las plantas, si no hay agua, no hay plantas y si no hay plantas… se mueren porque no tienen a dónde ir", lamenta. Además, afirma que no es una situación extraordinaria, aunque "en los últimos años se ha tornado alarmante y ya está siendo casi insostenible mantener las casi 500 colmenas que tengo".

Herrera comenta que "muchas abejas van a la zona alta donde más flora hay". Sin embargo, ha empezado a adoptar medidas en su finca y les pone complementos de comida y un bebedero artificial donde beben agua. "Son gastos adicionales que no compensan porque este año la producción será escasa", afirma.

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Tenerife concentra el 60% del sector en el Archipiélago con casi 700 apicultores y una media de 15.000 colmenas y, según Herrera, "los cuadros de miel están secos, cuando otros años ya están a rebosar, y eso solo significa una cosa: no hay comida en el campo y, por tanto, apenas se podrá obtener miel. La que habrá será a precio de oro líquido", concluye.

"Enero fue más verano que invierno"

Y del aire a la tierra, porque los agricultores no dejan de mirar al cielo en busca de una nube que les dé tranquilidad… y agua. "Sin agua, la agricultura no produce y aquí ya no tenemos ni de riego. Ha sido más verano que invierno", comenta Marcos Cruz, un agricultor de la zona norte de Tenerife.

En su finca de papas la cosecha este año es escasa y muy pequeña, "normalmente el tamaño medio de la papa que sacamos es del tamaño de la mano, este año no llega ni a la mitad y más delgada de lo habitual", añade. Asegura que "las balsas están vacías y con mayor frecuencia en los últimos riegos sale agua de mala calidad porque lo que queda es lodo del final del embalse".

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Finaliza diciendo que la situación se complica cada día más y muchos compañeros han abandonado ya la tierra "porque se parte el alma cada vez que vemos cómo lo que nos dio de comer a nuestras familias y no hacía falta regar porque llovía, ahora no dé sino pérdidas y tristeza".