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¿Demoler presas o azudes? El debate (y los bulos) tras la devastadora sequía en España
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LAS 'GUERRAS' DEL AGUA

¿Demoler presas o azudes? El debate (y los bulos) tras la devastadora sequía en España

El país con más embalses de Europa también es el que más demoliciones contabiliza, aunque la mayoría son de obstáculos fluviales. Hay razones para hacerlo, pero ¿deberíamos almacenar más agua ante el cambio climático?

Foto: El embalse de la Baells, en la provincia de Barcelona. (EFE)
El embalse de la Baells, en la provincia de Barcelona. (EFE)
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La sequía que sufre gran parte de España empieza a dar miedo, no solo por sus consecuencias a corto y medio plazo, sino porque ya no parece un hecho coyuntural sino una tendencia imparable para el futuro. Los estudios dibujan un panorama con precipitaciones más escasas e irregulares, además de temperaturas más altas. Si cada vez está más claro que vamos a tener menos agua, muchos se preguntan qué estamos haciendo para gestionarla de la mejor forma posible. Así surgen conflictos como la polémica por los regadíos de Doñana, pero no es la única.

El anuncio del derribo de la presa de Valdecaballeros (Badajoz) también ha generado grandes críticas en los últimos días. Levantada para refrigerar una central nuclear que nunca llegó a ponerse en marcha, lleva casi cuatro décadas en pie, pero Endesa e Iberdrola solicitaron deshacerse de la concesión y, a cambio, el Gobierno les pide que la derriben. Muchos vecinos de la zona no están de acuerdo, puesto que abastece a algunos pueblos que tendrían que buscar nuevas captaciones. En Teruel, sucede algo parecido con la presa de Los Toranes: la Justicia ha decidido recientemente que Iberdrola, que la estuvo explotando 75 años, debe encargarse de eliminarla una vez finalizado su periodo de aprovechamiento, a pesar de la oposición que esta medida está generando. En estos casos, los defensores de su permanencia argumentan que destruir sistemas de almacenamiento de agua en esta época de incertidumbre sobre los recursos hídricos es una temeridad.

Foto: Pantano de Sau, en Barcelona. (EFE/David Borrat)

La demolición de presas solo llega a los medios de comunicación y genera controversia en casos puntuales como estos, cuando están implicados embalses de cierta envergadura o que afectan a intereses contrapuestos. Sin embargo, es un fenómeno corriente en los últimos años en este país. De hecho, según un informe publicado por Dam Removal Europe, una coalición de organizaciones que abogan por la eliminación de estas infraestructuras en nuestro continente, solo en 2021 España destruyó 108 de estas barreras fluviales. Otros países están haciendo lo mismo, pero a un ritmo mucho menor: los siguientes en la lista eran Suecia (40) y Francia (39). ¿Por qué lideramos esta peculiar clasificación?

Un país de ríos fragmentados

Los datos del Ministerio para la Transición Ecológica y el Cambio Climático indican que España tiene más de 1.200 embalses, así que es el país de la Unión Europea con mayor número de infraestructuras de este tipo. Sin embargo, a esto habría que añadir una cantidad ingente de pequeñas presas y azudes. "Tenemos todos los ríos repletos de obstáculos", explica a El Confidencial el investigador Arturo Elosegi, profesor de Ecología Fluvial de la Universidad del País Vasco. "No se trata de eliminar todas las presas, porque vamos a seguir necesitándolas y vamos a depender muchísimo de ellas, pero en la mayor parte de los ríos no caben más, a pesar de que los usos que tenían desaparecieron hace décadas", añade.

En contra de lo que pudiéramos pensar, la mayor parte de estas construcciones son muy antiguas, incluso de época medieval. En la España atlántica, había molinos, ferrerías, batanes y todo tipo de infraestructuras que pretendían aprovechar la fuerza del agua para usos artesanales e industriales. En la vertiente mediterránea, predominaban los azudes destinados al regadío. Tan solo en la provincia de Guipúzcoa, que es la más pequeña del país, con 1.997 kilómetros cuadrados, "había unas 1.000 presas, de las que ya se han eliminado unas 110", comenta el experto. Cientos de las que quedan están obsoletas y "ocurre lo mismo en cualquier otra provincia de España".

placeholder Embalse muy por debajo de su máximo nivel. (EFE)
Embalse muy por debajo de su máximo nivel. (EFE)

La mayor parte de las presas destinadas a reconducir las aguas hacia antiguos molinos, por ejemplo, hace mucho que dejaron de tener utilidad. En cambio, la agricultura sigue siendo la actividad que más demanda, responsable de más del 80% del consumo. No obstante, sucede algo parecido: "Hay muchas zonas agrícolas en las que hace 50 años los azudes permitían regar zonas cercanas al río, pero donde hoy en día se ha construido un gran embalse aguas arriba y se ha configurado una red totalmente nueva de canales, así que muchas de las antiguas presas ya no sirven para nada". En definitiva, "las infraestructuras humanas se construyen con un objetivo y cuando ese objetivo deja de existir, habría que repensarlas", afirma Elosegi.

Por qué eliminarlas

Sin otra utilidad práctica, la existencia de obstáculos en los ríos tiene muchos inconvenientes, según los ecólogos. La continuidad del curso fluvial es importante para muchas especies, especialmente las que migran, como el salmón. Basta una pequeña presa para impedir que muchos peces circulen por cientos de kilómetros de ríos. En el caso de la anguila, por ejemplo, se calcula que actualmente solo puede colonizar una décima parte del hábitat que tenía hace siglos. Además, muchos de nuestros ríos acumulan una gran pendiente en su trayecto y modificar sus condiciones con una zona estancada profunda aguas arriba es poco favorable para las especies nativas.

Por otra parte, hay otros problemas que resultan menos evidentes pero que también están muy estudiados: los embalses retienen sedimentos, acumulan lodos y generan emisiones de gases de efecto invernadero. Incluso pueden contribuir a las inundaciones, al menos en el caso de las presas pequeñas. "Un azud eleva la lámina de agua y cuando vienen riadas, provoca que el río se desborde más", comenta Elosegi. Aunque los grandes embalses ayudan al control de los caudales, cerrando compuertas cuando es necesario, con las pequeñas presas abandonadas puede ocurrir lo contrario.

placeholder Los ríos, esenciales para la biodiversidad. (EFE)
Los ríos, esenciales para la biodiversidad. (EFE)

En algunos casos, la demolición de infraestructuras obsoletas incluso se apoya en motivos económicos, puesto que el mantenimiento genera costes. Hay presas que ya no se utilizan, pero que tienen un concesionario que debe encargarse de su conservación por ley, especialmente, algunas que tienen un cierto tamaño. Este asunto está muy relacionado con las polémicas de Badajoz y Teruel. Por el contrario, otras son tan antiguas que ya no tienen un concesionario legal. Finalmente, están las que dependen de las administraciones públicas, que generalmente "están haciendo poco o nada para su mantenimiento, con el consiguiente riesgo de que puedan colapsar y causar daños aguas abajo", advierte el profesor de la Universidad del País Vasco.

Motivos para el debate

No obstante, no todo es blanco o negro. En muchos aspectos, las presas también tienen efectos positivos o, al menos, existen los suficientes argumentos y matices para el debate sobre su continuidad. Algunas "han generado un nuevo ecosistema que, aunque sea artificial, tiene mucho valor", explica Elosegi. De hecho, hay embalses que forman parte de la Lista Ramsar de humedales que merece la pena conservar por motivos de biodiversidad, incluida la protección de las aves. Aun así, "existe la percepción errónea de que estas zonas siempre son buenas, pero algunas se convierten en focos para la proliferación de especies exóticas", aclara.

Desde un punto de vista social, muchas de estas infraestructuras tienen un valor cultural, etnográfico e histórico. Todos esos factores forman parte de la ecuación, así que los expertos defienden analizar caso por caso. "No es que estemos yendo al otro extremo, sino que estamos reduciendo algo la fragmentación de los ríos", señala el investigador. En el caso de la presa pacense de Valdecaballeros, muchos vecinos aluden a beneficios como la pesca y el turismo. Deshacerse del paisaje que les ha acompañado durante décadas genera muchas incertidumbres.

placeholder Los embalses muestran el efecto de la sequía. (EFE)
Los embalses muestran el efecto de la sequía. (EFE)

En cualquier caso, está claro que las presas son un elemento clave en la gestión del agua, una cuestión especialmente relevante en la actualidad, cuando gran parte del país viene arrastrando una importante sequía, con especial dramatismo en zonas de Cataluña y Andalucía, y ese es otro de los grandes argumentos de quienes defienden el mantenimiento de algunas de estas infraestructuras. Para colmo, los estudios dejan claro que en las próximas décadas la falta de lluvia se puede agravar en la península Ibérica. ¿Qué papel deben tener los embalses ahora y en el futuro? ¿Habría que mantenerlos para hacer acopio de agua?

Su papel para almacenar agua

"En principio, la eliminación de presas no tiene por qué afectar negativamente a los usos que tengamos del agua en el futuro, lo cual no quiere decir que no pueda haber algunas que sean importantes y haya que mantenerlas, pero creo que serían más las excepciones que la norma", comenta Elosegi. En líneas generales, los expertos no creen que los pequeños embalses puedan resultar relevantes para las reservas de agua. Más bien al contrario, recuerdan que el cambio climático implica un aumento de los fenómenos extremos y que las presas en desuso pueden propiciar inundaciones y riadas.

Foto: Árboles secos en el embalse de As Portas en Vilariño de Conso (Ourense). (EFE/Brais Lorenzo)
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Esta idea puede contrastar con la imagen tradicional que tiene gran parte de la sociedad española acerca de la utilidad de estas infraestructuras, marcada en muchas zonas por la escasez de recursos hídricos. ¿Dejar correr el agua es un desperdicio? "Hay una visión negativa de los ríos mediterráneos, que en verano llevan poca agua o se llegan a secar, pero son así de forma natural. Tenemos que aprender que las cosas son como son y que no siempre podemos convertir nuestro paisaje en una campiña inglesa", comenta el experto.

Hay otro aspecto relacionado con el cambio climático que parece enfrentarnos a un dilema parecido: el papel de la producción hidroeléctrica dentro de las energías renovables. Sin embargo, casi toda esa producción la aportan los grandes embalses, que nadie cuestiona. "La mayoría de las presas que se están eliminando son las que no tienen ningún uso. Conozco algún caso en el que se ha estropeado una turbina y deciden eliminar la presa porque costaba demasiado arreglarla, pero, al menos en mi entorno, rara vez los motivos medioambientales han prevalecido sobre las concesiones activas", apunta Elosegi. En la mayor parte de los pequeños azudes, la producción de electricidad es tan insignificante que la ganancia para el conjunto de la red es mínima.

La sequía que sufre gran parte de España empieza a dar miedo, no solo por sus consecuencias a corto y medio plazo, sino porque ya no parece un hecho coyuntural sino una tendencia imparable para el futuro. Los estudios dibujan un panorama con precipitaciones más escasas e irregulares, además de temperaturas más altas. Si cada vez está más claro que vamos a tener menos agua, muchos se preguntan qué estamos haciendo para gestionarla de la mejor forma posible. Así surgen conflictos como la polémica por los regadíos de Doñana, pero no es la única.

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