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La sequía devora media España. Algunos pueblos confían en un invento árabe de hace 1.000 años
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UN TESORO QUE NOS DEJARON

La sequía devora media España. Algunos pueblos confían en un invento árabe de hace 1.000 años

Un proyecto para desenterrar y restaurar una red inmensa de unos 3.000 kilómetros de acequias que dejaron los reinos musulmanes podría cambiar el tablero de juego en la lucha contra la escasez hídrica

Foto: Varias personas excavan una acequia en la Alpujarra, en Andalucía | MEMOLab
Varias personas excavan una acequia en la Alpujarra, en Andalucía | MEMOLab
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La situación actual es desesperada en muchos puntos de España. Se consume más agua de lo que llueve. En Andalucía, los niveles de los embalses estaban al 31% de su capacidad hace dos años. Ahora están al 20%. El problema es tan serio que hace unas semanas la Junta avisó de que podría llegar a cortar el agua en las grandes ciudades. Y recientemente ha prohibido que en ciertas zonas se llenen las piscinas este verano. Ante este escenario, varios pueblos creen haber descubierto una solución contra la sequía: un milenario invento árabe enterrado bajo tierra.

Cuando la lluvia empezó a faltar en Cáñar, a los vecinos de esta localidad situada en Sierra Nevada se les ocurrió dejar de mirar hacia arriba para empezar a mirar hacia abajo. Fue ahí cuando comenzó un proyecto de gran envergadura para desenterrar y restaurar una red de canales de agua creada por campesinos musulmanes en la era islámica, hace más de 1.000 años. Este sistema, que empieza a una altitud de unos 1.800 metros, se alimentaba con la lluvia y la nieve derretida, suministrando agua a los pueblos cercanos durante siglos. Sin embargo, cayó en el olvido en la década de los 80 a raíz de la despoblación.

Hasta ahora.

La iniciativa fue ideada por MEMOLab, el laboratorio de arqueología biocultural de la Universidad de Granada y es apoyada con financiación local y europea. Junto con ayuda de vecinos, voluntarios y comunidades de regantes, han conseguido que el agua vuelva a fluir en un momento en que la crisis climática y la agricultura intensiva está asfixiando los cultivos. "Lo que nos han legado son formas de manejo de agua que han demostrado ser sostenibles y resilientes a lo largo de un siglo, algo habrán hecho bien y algo podremos aprender de ellos. Y todo eso lo tenemos desde hace 1.000 años aquí, pero no hemos sido somos capaces de protegerlo ni reconocerlo hasta ahora", explica a El Confidencial José María Martín Civantos, arqueólogo y coordinador del proyecto.

placeholder Varias personas excavan una acequia en la Alpujarra, en Andalucía (MEMOLab)
Varias personas excavan una acequia en la Alpujarra, en Andalucía (MEMOLab)

La lógica detrás de este arcaico sistema de acequias es que las lluvias o la nieve que pueden caer en un momento dado en ráfagas torrenciales no se pierdan al escurrirse a los ríos y al mar. Es decir, permite controlar el flujo de agua, al mismo tiempo que permite que esta sea absorbida por la tierra para reponer los acuíferos. Y gracias a la propia gravedad transporta agua a través de grandes áreas agrícolas sin necesidad de energía externa, aumentando su caudal durante la estación seca, cuando más se necesita.

El único problema es necesita mantenimiento continuo. Si se abandona la tierra y se obstruyen los canales, el agua no puede pasar y queda bloqueada. Por eso, la universidad y los vecinos organizan grupos de voluntarios para eliminar todo lo que se cuele en las acequias. No solo hojas y barro, también hay que colocar o cambiar las piezas de pizarra que recubren las acequias.

Foto: El embalse de la Baells, en la provincia de Barcelona. (EFE)

"Los empresarios opinan que son infraestructuras obsoletas y anticuadas porque se piensa en el manejo del agua con un concepto de eficiencia ligado solo a la productividad. Nosotros creemos, sin embargo, que la eficiencia se mide con la multifuncionalidad de los sistemas agrarios, en los que no solo producen alimentos y materias primas, sino que permiten la recarga de acuíferos, la biodiversidad, la estabilidad térmica, la fertilidad de los suelos y una protección anticatástrofes naturales", señala Civantos.

Es una misión ardua: hablamos de una red inmensa de unos 3.000 kilómetros de acequias en el entorno de Sierra Nevada, según datos de MEMOLab, en las que han trabajado unas 1.500 personas y solo se han desenterrado hasta el momento unas 30. Una hazaña titánica que, de completarse, podría cambiar el tablero de juego en la lucha contra la escasez hídrica. "Hemos recuperado ya hasta 100 km de acequia con 120 comunidades de regantes de Granada y Almería", apunta el arqueólogo.

placeholder Varias personas excavan una acequia en la Alpujarra, en Andalucía. (MEMOLab)
Varias personas excavan una acequia en la Alpujarra, en Andalucía. (MEMOLab)

Una herencia que aprovechar

La invasión del reino visigodo que residía en la península ibérica por dirigentes del Califato omeya fue un proceso que duró 15 años, del 711 al 726. Pero el tiempo que permanecieron aquí se prolongaría durante ocho siglos, hasta 1492, momento en que el último rey nazarí rindió Granada a los Reyes Católicos. En todo ese tiempo, los musulmanes gobernaron el sur de España y trajeron con ellos muchas cosas: la cerámica, el ajedrez, el alcohol, la brújula e incluso el arroz. Pero de todas, una de las herencias más importantes que dejaron en nuestro país los reinos musulmanes fueron sus modernas técnicas de conservación del agua, perfeccionadas durante siglos en Oriente Medio.

Una de ellas consistía en cavar acequias, aprovechando las pendientes del terreno y usando palos y piedras para construir presas junto a los ríos. Estas acequias, excavadas en el suelo, eran utilizadas por ganaderos y agricultores para canalizar el agua del deshielo o las lluvias y hacerla filtrar por los valles.

Foto: Pantano de Sau, en Barcelona. (EFE/David Borrat)

Las investigaciones arqueológicas con técnicas de datación realizadas en este proyecto han demostrado que ya en el siglo XI existían acequias de careo en funcionamiento en esta zona de Andalucía. Lo que da pistas que este sistema se implementó por primera vez durante el periodo del al-Ándalus. Podría decirse que la revolución agrícola islámica fue la primera revolución verde.

"Estamos hablando de un patrimonio muy importante y muy grande que ha generado paisajes culturales con mucho valor. Aprender de sistemas antiguos y cómo podemos aprovecharlos, introduciendo mejoras e innovación que faciliten la vida de la gente y los agricultores, es algo esencial para nuestro desarrollo", subraya Civantos.

placeholder Un hombre excava una acequia en la Alpujarra, en Andalucía. (MEMOLab)
Un hombre excava una acequia en la Alpujarra, en Andalucía. (MEMOLab)

Una de las más importantes fue la acequia de Aynadamar, que proporcionó agua al Albaicín de la ciudad de Granada. En el siglo XIII, también los artesanos que subían a la Alhambra para construir los palacios nazaríes se abastecieron del agua que circulaba por esta acequia. Y no solo eso, ayudó a introducir cultivos propios de zonas tropicales y adaptarlos al clima mediterráneo, como el algodón, la alcachofa, las espinacas o la caña de azúcar.

El sistema estuvo activo hasta finales del siglo XX, momento en el que la población rural empezó a disminuir y muchos canales fueron abandonados y bloqueados tras años de desuso. La de Aydanamar dejó de funcionar en la década de los ochenta, tras un milenio de explotación, cuando se reconstruyó la carretera de Granada hacia Murcia. Hoy, con un problema de sequía enorme, los españoles han hecho lo mismo que hace siglos, volver al pasado para protegerse del futuro.

La situación actual es desesperada en muchos puntos de España. Se consume más agua de lo que llueve. En Andalucía, los niveles de los embalses estaban al 31% de su capacidad hace dos años. Ahora están al 20%. El problema es tan serio que hace unas semanas la Junta avisó de que podría llegar a cortar el agua en las grandes ciudades. Y recientemente ha prohibido que en ciertas zonas se llenen las piscinas este verano. Ante este escenario, varios pueblos creen haber descubierto una solución contra la sequía: un milenario invento árabe enterrado bajo tierra.

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