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De comer, ¿tortuga?: por qué ya no se hierven galápagos vivos para servirlos en la mesa
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De comer, ¿tortuga?: por qué ya no se hierven galápagos vivos para servirlos en la mesa

Una maleta con seis galápagos leprosos, una especie vulnerable, fue hallada en el aeropuerto de Alicante en mayo. Tres meses antes, pasó lo mismo con 30 tortugas vivas y envasadas al vacío. ¿Vuelve el tráfico ilegal?

Foto: Un galápago leproso en el río Manzanares, Madrid. (EFE/Mariscal)
Un galápago leproso en el río Manzanares, Madrid. (EFE/Mariscal)

Cuando Julián era pequeño, veía cómo amarraban por las patas y exhibían dentro de una caldera ejemplares de galápagos leprosos en la plaza del pueblo. "De entonces hace una década", revela. Esta especie está amenazada desde casi todos los frentes posibles: su hábitat natural desaparece, y es frecuente su captura en la compra-venta para consumo humano. Es decir, para comer. Al menos, lo era. El Gobierno ya las blinda al considerarlas especies vulnerables y estar incluidas en listados internacionales de protección, como el Convenio de Berna para la conservación de fauna silvestre o la directiva Hábitat, que vela por los espacios naturales o las poblaciones que los forman. Sin embargo, en el último año —también en varios anteriores— volvieron a verse casos y detenciones por el comercio ilegal de galápagos leprosos. ¿Está volviendo el tráfico de tortugas?

Julián ahora tiene 58 años y es vecino de Matalascañas, en Huelva. En este pueblo del condado, así como en Almonte o El Rocío, comer galápagos era algo medianamente habitual, sobre todo en días especiales. Este residente prefiere mantener su nombre en el anonimato, porque él mismo y su familia compraban y cocinaban en casa estos animales cuando no era legal hacerlo. Una vez creció, ya nadie vendía galápagos en la plaza y su compra-venta estaba "mucho más perseguida", recuerda. Así que los adquiría a conocidos o amigos que, a través del boca a boca, cogían a estos animales y los distribuían a cambio de "unos 20 euros" cada uno. "Es un manjar", asegura. Por las hembras se pagaba algo más, ya que al incubar los huevos –también comestibles– su precio subía. La forma de cocinarlos, explica Julián, era hervirlos vivos.

Foto: El acusado podría enfrentarse hasta a tres años de cárcel por un presunto delito contra la flora y fauna silvestre (EFE, Parque Nacional Galápagos)

"Coges y lo metes en agua limpia, y ahí lo dejas un par de días sin comer nada, para que se limpie bien", comienza. Luego "se enciende la barbacoa, lo sujetas por las patas para que no huya [superan los 200 milímetros] y lo aguantas en el aire unos segundos". Entonces, comienzan los chillidos. El animal grita hasta la muerte. Lo sostienen mientras se cuece vivo, porque así en teoría la carne queda más sabrosa. "Queda riquísimo", sentencia Julián. Su familia y también amigos o vecinos a los que invitaban a casa venían entonces a disfrutar de la comida. El menú: tortuga.

No todos lo probaban. Su mujer, María —nuevamente, este no es su nombre real— reconoce que a ella no le gustaba hacerlo. Aparte de darle algo de "repelús", no estaba de acuerdo con la forma en la que se daba muerte al animal. "A mi me daba mucha pena y nunca lo he probado. La carne parece insípida", reflexiona. Sin embargo, ambos reconocen que ya hace años que no consumen galápagos en familia, ni tampoco en otras reuniones. Era más frecuente hacerlo "en época de mis padres, cuando yo era más pequeño", añade Julián, que luego vio cómo poco a poco esta costumbre se esfumaba. La razón que había detrás era la persecución cada vez más intensa a quienes la promovían.

Un informe de la Agencia de Medio Ambiente y Agua de la Junta de Andalucía, publicado el año pasado en la revista científica de Pensamiento Estratégico y Seguridad (CISDE), ahonda en la problemática que aún supone el tráfico de especies protegidas no solo en España, sino en toda la Unión Europea. En el caso concreto de los reptiles, familia a la que pertenecen estas tortugas, determina que solo un 10% de las más de 10.000 especies que existen se incluyen en la lista CITES, que enumera los casos más amenazados por su "explotación excesiva" a causa del comercio internacional.

Además de para la comida, muchos reptiles en peligro se proveen para la decoración o la industria de la moda. También para algunas medicinas, o tenerlas como mascota. En este sentido, esta investigación académica alerta de que, de entre las diez especies de este tipo más requisadas en todo el mundo, nueve son galápagos o tortugas de agua dulce. Su valor alcanza "precios más altos" que otros reptiles, señala el informe. Su autor, Miguel León Garrido, explica a El Confidencial cuál fue la metodología que siguió.

placeholder Imagen cedida por el Parque Nacional Galapagos, en Ecuador, donde comer tortugas también es habitual. En la foto, los trabajadores del parque cargando a unas tortugas para su liberación. (EFE/Parque Nacional Galapagos)
Imagen cedida por el Parque Nacional Galapagos, en Ecuador, donde comer tortugas también es habitual. En la foto, los trabajadores del parque cargando a unas tortugas para su liberación. (EFE/Parque Nacional Galapagos)

"Lo preparé tras consultar exhaustivamente todas las fuentes abiertas existentes [entre ellas, menciona artículos científicos, informes públicos de organismos oficiales, noticias en medios de comunicación o balances de las ONG] para aproximarme al problema", comienza. En el camino, descubrió que estas tortugas exóticas pueden adquirirse desde muchas vías, como WhatsApp, Instagram o en las webs de subastas, según publicó un estudio realizado por varios investigadores de dos universidades, en Australia e Inglaterra.

Miguel es geólogo, aunque su especialidad de campo suele tener que ver más con otras áreas del medio ambiente que con la protección de la fauna silvestre, así que apunta al Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona), que investiga y efectúa las detenciones a quienes realizan este tipo de tráfico ilegal, para obtener más información. Aunque la actividad cada vez está más regulada y el tráfico ilícito de galápagos es menos usual a día de hoy, en el último año continuaron dándose casos de detenciones en diferentes zonas de España por este mismo motivo. Una de las más recientes, en Alicante.

Fue en mayo cuando agentes de la Guardia Civil hallaron a una persona a punto de subir a un avión con una maleta cargada de animales vivos. Llevaba, en total, 46 especies —eran tortugas y cangrejos— escondidas entre su equipaje. Estaban envueltas en plástico, listas y preparadas. En el Listado de Especies SIlvestres en Régimen de Protección Especial y también en el Catálogo Español de Especies Amenazadas se advierte del peligro que amenaza a estos animales, por lo que el detenido se enfrentaría a un delito de maltrato animal con penas máximas de entre tres meses y un año de prisión, y hasta dos años por tráfico ilegal de especies. Antes de eso, en febrero, otro caso similar encendió las alarmas.

Envasadas al vacío, aparecieron en Madrid 30 tortugas que llegaron a través de una empresa de paquetería. El caso escandalizó, en parte, por la cantidad de dinero que mueve este negocio y comenzó a investigarse a la compañía para averiguar quién era el mensajero. Ocurrió en Arganda del Rey, y el nombre de la sociedad no llegó a trascender. La Policía advirtió en declaraciones a la prensa que hace tiempo que no es posible comercial con casi ninguna especie de tortuga, salvo algunas muy concretas. No es el caso del galápago leproso.

¿Cuántos capturados se recuperan?

En la última década, muchos de los mauremys leprosa capturados de forma ilícita para su compra-venta han sido recuperados. La mayoría con vida, otros no. Muchos intactos; algunos, heridos. Estos datos los ofrece el Seprona, el servicio de protección medioambiental de la Guardia Civil, que ejecuta las detenciones e indagaciones ante casos de este tipo. Sin embargo, ellos mismos aclaran que en su departamento "no tienen contabilizados los arrestos por robar galápagos", pues el tráfico de esta especie en concreto "no empezó a registrarse hasta el año pasado".

Andalucía y Extremadura son las regiones donde más frecuente es su captura para cocinarlos y servirlos en la mesa. Sobre todo, en la primera de ellas. Aunque algunos expertos como César Ayres, director del Banco de Anfibios y Reptiles Ibéricos, consideran que realmente "debe dársele caza en toda España" porque en Galicia, por ejemplo, tienen "poblaciones creadas a partir de ejemplares liberados" pese a que no es una especia autóctona. En la Estación Biológica del Parque Nacional de Doñana, donde en 1994 había más de 2.200 galápagos leprosos —fue el año en el que empezaron a controlar su censo–, aunque a día de hoy les es difícil determinar cuántos quedan.

Otras amenazas

Al espacio protegido también trataron de acceder en ocasiones cazadores furtivos para hacerse con estos ejemplares, y venderlos luego a buen precio. Se concentran, sobre todo, en la zona central del parque, como confirma una de las investigadoras del CSIC en este instituto público, Carmen Díaz Paniagua. Reconoce que en algunos pueblos de los alrededores, este animal es considerado un manjar. Pero también admite que las amenazas que hoy en día repercuten en su supervivencia son otras. Una de las principales, la destrucción de su hábitat: "La sequía es crítica y estos seres viven en pequeñas lagunas y humedales. Se están quedando sin hogar".

Esta es la advertencia que lanza la experta, que alerta además de muchas capturas por error, como cuando se lanzan nasas para pescar cangrejos americanos, anfibios o peces. "Echan las redes, se van un rato y cuando llegan ha caído en ellas una tortuga a la que ya no se le podrá salvar la vida, porque ha quedado enredada", ejemplifica, con el recuerdo de lo que antes hacían antiguos pobladores de Doñana y ahora continúan acometiendo otros pescadores. "Yo misma he visto nasas llenas de galápagos. Son las malas artes: ponen la trampa y no vuelven hasta el día siguiente", denuncia la investigadora.

Foto: Iván Garrido, uno de los hijos de Doñana. (Héctor Garrido)

Otros problemas actuales tienen que ver con la "sobreexplotación de los acuíferos", que altera el régimen hídrico en el que viven. También el coleccionismo: hay gente que los quiere como mascotas. Y luego, detrás de todo eso, quedaría el consumo humano. La actividad está perseguida, y el Seprona reconoce que la ingesta de galápagos, al menos que se tenga constancia, ha caído en los últimos tiempos.

Aunque no incluyen este desglose en sus datos, sí advierten algunos cambios. Tanto en 2012 como en 2022, el primer y el último año completo que ofrecen, hubo una decena de estas tortugas recuperadas por los agentes de la Benemérita. En ambos casos, la mayoría fueron en provincias andaluzas. Sin embargo, en 2018 –el periodo en el que, con diferencia, más galápagos se interceptaron– casi todos los ejemplares pertenecían a un mismo criadero en Badajoz.

2018 fue el año en el que más galápagos se recuperaron, casi todos en la misma finca

Si se recuperaron 85 galápagos hace un lustro, el Seprona calcula que más de 60 fueron hallados en esta finca pacense, cuyo propietario fue detenido. Desde ese año y hasta la actualidad, la cifra de animales recuperados ha caído levemente, con no más de 11 ejemplares traídos de vuelta. La excepción fue 2020, con más del doble. Aunque el Seprona indica que no es posible cotejar estos datos con los del número de detenidos —es decir, saber si realmente caen los arrestos por este delito o si simplemente se recuperan menos tortugas con los años—, sí que ofrecen "un primer acercamiento al estado del problema". Hervir galápagos vivos y servirlos en la mesa ya no es tan habitual, pero su captura para otros fines (compra-venta, tenencia como mascota...) no está para muchos descartada del todo.

Cuando Julián era pequeño, veía cómo amarraban por las patas y exhibían dentro de una caldera ejemplares de galápagos leprosos en la plaza del pueblo. "De entonces hace una década", revela. Esta especie está amenazada desde casi todos los frentes posibles: su hábitat natural desaparece, y es frecuente su captura en la compra-venta para consumo humano. Es decir, para comer. Al menos, lo era. El Gobierno ya las blinda al considerarlas especies vulnerables y estar incluidas en listados internacionales de protección, como el Convenio de Berna para la conservación de fauna silvestre o la directiva Hábitat, que vela por los espacios naturales o las poblaciones que los forman. Sin embargo, en el último año —también en varios anteriores— volvieron a verse casos y detenciones por el comercio ilegal de galápagos leprosos. ¿Está volviendo el tráfico de tortugas?

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